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Así se gestó la crisis de Cs: llamadas semanas antes, dimisiones y una votación forzada
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RECONSTRUCCIÓN DE LAS SEMANAS CLAVE

Así se gestó la crisis de Cs: llamadas semanas antes, dimisiones y una votación forzada

A principios de junio ya había comenzado todo. La dimisión de Roldán desencadenó la ejecutiva más dura y forzó una votación que lo cambió todo. Queda por ver si las heridas dejan marcas

Foto: Albert Rivera. (EFE)
Albert Rivera. (EFE)

La tensión llevaba tiempo en el aire. Era algo innegable, aunque muchos dirigentes se dieron cuenta solo más tarde. Después de la tormenta. Cuando lo más gordo había pasado. El presidente de Ciudadanos sí sabía que algo no estaba bien y lo demostró con un especial aislamiento, un encierro compartido únicamente con su círculo más cercano, al que le trasladaba dudas e impresiones. La confianza, que tampoco es su principal característica, se vio aún más reducida. Los rumores sobre que existía un pequeño sector crítico en el seno de la formación que no estaba conforme con la estrategia aprobada comenzó a llegar a redacciones e incluso a otros partidos políticos.

Hace justo un mes los titulares empezaron a aparecer. Este diario publicaba el 1 de junio que 'pesos pesados' de la formación —sustancialmente Luis Garicano, gran gurú económico del partido y cabeza de lista en las europeas; el candidato a presidir Castilla y León, Paco Igea; y el diputado y portavoz adjunto en el Congreso, Toni Roldán— valoraban 'estallar' en la ejecutiva nacional que se celebraría de forma inminente, dos días más tarde, para plantear un debate que creían necesario. Consideraban errónea la política de pactos aprobada y les preocupaba especialmente el necesario entendimiento con Vox en muchos puntos de España donde los votos naranjas y los del PP no sumaban.

El fin de semana del 1 y 2 de junio comenzaron algunos movimientos. Se sucedieron llamadas telefónicas, especialmente a miembros de la ejecutiva que podían ser más cercanos a posiciones críticas. En el partido muchos defendían la legitimidad de la duda y de replantearse las cosas, la existencia de un debate profundo. Pero la mayoría se mostraba partidaria de acatar las resoluciones que se aprobaran en la ejecutiva. Los bautizados como 'críticos' sondearon a otros compañeros para saber de primera mano si compartían la estrategia —haciendo especial énfasis en la relación con Vox— e incluso plantearon la posibilidad de que Ciudadanos pudiera estudiar una posible abstención con Pedro Sánchez. No encontraron apoyos, como se vería en una votación tres semanas después.

Foto: Reunión de la ejecutiva nacional de Ciudadanos este lunes en la sede. (EFE)

A última tarde de aquel domingo, Garicano lanzaba un mensaje de apoyo a Manuel Valls, que proponía hacer alcaldesa a Colau para frenar a los independentistas en Barcelona. Llegó el lunes 3 de junio y los miembros del comité ejecutivo se daban cita en la sede nacional con cierta expectación. La misma que recorría los medios de comunicación. La reunión fue larga y al término compareció el secretario general, José Manuel Villegas, asegurando que habían aprobado por unanimidad una hoja de ruta sobre los pactos. Un decálogo de condiciones cuyo principal artífice era Toni Roldán y un segundo documento con los pasos a seguir.

El resumen del segundo era el siguiente: establecían como socio preferente al PP y recogían la posibilidad de entenderse con el PSOE "de forma excepcional" en los lugares en los que los socialistas asumieran unas condiciones previas. Por otro lado, quedó claro que no habría gobiernos tripartitos y que Vox no formaría parte de la ecuación en ningún supuesto: ni negociarían con el partido de Abascal ni llegarían a acuerdos programáticos con ellos.

Todos los miembros se sonrieron ante la resolución. El propio Garicano lo hizo público en su cuenta de Twitter. Parecía que las aguas volvían a su cauce. Tres días después, el 6 de junio, los miembros del comité ejecutivo permanente y de la dirección del grupo parlamentario se daban cita en La Muñoza, una finca situada en El Pardo, en una jornada cuyo principal objetivo era hacer piña tras días convulsos. Albert Rivera pasó tiempo con los principales dirigentes de su partido y compartió momentos con Roldán. "Se les vio bien, como siempre. Toni estuvo bien. Daba la impresión de que todo había pasado", aseguran despejando una de las incógnitas que a muchos les tenía inquietos.

placeholder El ya exdiputado de Ciudadanos, Toni Roldán. (EFE)
El ya exdiputado de Ciudadanos, Toni Roldán. (EFE)


Y llegó la Ejecutiva más dura

Las siguientes dos semanas el partido estuvo inmerso en los pactos municipales y la constitución de las asambleas regionales. El viernes 21 'Crónica Global' soltaba la bomba: Roldán pensaba en dejar su escaño después del verano. La crisis, en realidad, no solo no estaba resuelta, sino que el diputado catalán no se sentía ya cómodo dentro de las siglas naranjas. Lo confirmaría él mismo tras 72 horas después con durísimas palabras. Dirigentes del partido aseguran que su compañero negó la noticia aquel viernes, pero lo cierto es que públicamente nunca la desmintió. El lunes convocaba a los medios en el Congreso a las once y media de la mañana para explicar sus motivos.

"La política no es un supermercado. No se venden productos que se puedan alterar de la noche a la mañana. Se venden ideas, se vende un proyecto para España". Eran las palabras de uno de los políticos "más querido y también mimado" de Ciudadanos —como reconocerían muchos compañeros suyos—. Mientras tanto, la ejecutiva nacional del partido se reunía como cada lunes, en aquella ocasión era la ampliada, con su silla vacía.

Caras largas, muchas tristes. Algunos se enteraron de "lo de Toni" cuando ya se encontraban en la última planta de la sede ocupando su asiento

"La tensión se cortaba con un cuchillo". Caras largas, muchas tristes. Los dirigentes iban llegando con cuentagotas. Algunos se enteraron de "lo de Toni" cuando ya se encontraban en la última planta de la sede ocupando su asiento. Alguien de al lado enseñaba el teléfono móvil con las portadas de los periódicos. Más de uno se quedó ojiplático. Muchos se decepcionaron. Alguno intentó disimular que en el fondo, muy en el fondo, no le sorprendía tanto. "Fue un día muy raro. Nada era normal aquel lunes. Se acababa de ir alguien muy importante y no dábamos crédito", relatan algunos de los asistentes.

La noticia, de forma oficial, la comunicó allí el propio Rivera. "Toni acaba de dimitir", espetó. La ejecutiva de aquel lunes, a la que faltaron algunos de sus integrantes por encontrarse fuera, no tenía prevista ninguna votación. Al contrario. Como adelantó este diario, el objetivo pasaba por zanjar las disputas anteriores y confirmar el camino aprobado meses atrás, en febrero. El "no es no" a Pedro Sánchez.

"La dimisión de Roldán lo desencadenó todo"

"La dimisión de Roldán lo desencadenó todo", asegura un dirigente que se posicionó junto a los críticos. El debate volvía a estar encima de la mesa. La reunión empezó al filo de las once de la mañana con cierto retraso. Muchos dirigentes reconocen lagunas en aquella intensa jornada. La atención iba y venía. Los mensajes no paraban de llegar, llamadas que no se podían responder. Botellas de agua que se terminaban. Salidas al baño que eran casi un respiro en medio de un clima que no era el habitual de cada lunes.

El reloj alcanzaba las dos y media cuando Inés Arrimadas terminaba de atender a los medios en la que posiblemente fue la rueda de prensa más dura en la sede del partido en años. Sus ojos lo decían todo. La portavoz del partido volvía a entrar en la sala de la quinta planta donde sus compañeros seguían reunidos y se había precipitado una votación. La sugirió Luis Garicano, apostillado por Javier Nart. Querían votar para revisar la estrategia del partido y abrir una puerta a negociar la abstención en la investidura de Sánchez. El pánico llegó a la ejecutiva. La votación podía abrir una brecha demasiado honda.

Arrimadas terminaba de atender a los medios en la que posiblemente fue la rueda de prensa más dura en la sede del partido. Sus ojos lo decían todo

Algunos se negaban a votar. Entendían que ya estaba todo dicho y consensuado por unanimidad. Y si había que repetir alguna votación, aquel no era el día. "Fue actuar en caliente", se lamentan. Hubo quien propuso votar si se votaba. Todo por evitar que la sangre llegara al río o, al menos, retrasarlo lo máximo posible. Al final, decidieron que había que hacerlo. La caja de Pandora se abrió y ya no tenía sentido hacer oídos sordos. Votaron. Cuatro a favor de revisar la estrategia (Garicano, Nart —que después dimitiría ante el fracaso de la propuesta— Fernando Maura y Paco Igea). Tres abstenciones: Nacho Prendes, Marta Martín y Orlena de Miguel. Los otros 24 votaron en contra. Las cosas se quedaban como estaban.

Heridas y una nueva etapa

La mayor parte de dirigentes criticaron cómo se forzó la votación. Aún hoy insisten en que fue un error. Ahora se cumplen dos semanas de aquella crisis y lo que está por ver es si las heridas dejarán marcas. El consejo general del pasado viernes sirvió para dos cosas de puertas afuera: reforzar el liderazgo y apoyo a Rivera y ensalzar a las próximas figuras clave dentro del partido, que quedaron plasmadas en la fotografía final.

placeholder Imagen del consejo general del pasado viernes. (EFE)
Imagen del consejo general del pasado viernes. (EFE)

De puertas para dentro la nueva etapa empezará probablemente cuando se culminen cambios en la ejecutiva nacional, previstos para el verano como adelantó este diario. El líder del partido planea algunas modificaciones y debe decidir si prescinde de las figuras críticas, no tanto por discrepar sino por un comportamiento que en su núcleo duro entienden como desleal.

Lo que el líder de la formación naranja tiene más claro que nunca —ahora que en su propio partido han discutido la estrategia trazada y la presión mediática no cesa en el mismo sentido— es en quién confía de verdad. Y su 'guardia de corps' sigue siendo la de siempre: José Manuel Villegas, Fernando de Páramo, Fran Hervías, Juan Carlos Girauta y José María Espejo. "El núcleo catalán", como lo llaman muchos, ya instalado en Madrid al completo y reforzado por dos periodistas, convertidos ya en sus dos principales asesores.

La tensión llevaba tiempo en el aire. Era algo innegable, aunque muchos dirigentes se dieron cuenta solo más tarde. Después de la tormenta. Cuando lo más gordo había pasado. El presidente de Ciudadanos sí sabía que algo no estaba bien y lo demostró con un especial aislamiento, un encierro compartido únicamente con su círculo más cercano, al que le trasladaba dudas e impresiones. La confianza, que tampoco es su principal característica, se vio aún más reducida. Los rumores sobre que existía un pequeño sector crítico en el seno de la formación que no estaba conforme con la estrategia aprobada comenzó a llegar a redacciones e incluso a otros partidos políticos.

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