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El tranvía de Barcelona: el cuestionado chollo de Globalvía y Moventia
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El tranvía de Barcelona: el cuestionado chollo de Globalvía y Moventia

El tranvía de la capital catalana se ha convertido en una inversión con una rentabilidad sin precedentes. Ahora algunas voces dudan de la idoneidad de esta fórmula de concesión

Foto: Acto de Ada Colau en campaña, presumiendo de tranvía. (EFE/Alejandro García)
Acto de Ada Colau en campaña, presumiendo de tranvía. (EFE/Alejandro García)
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¿Quiere usted ganar más de un 25% anual sobre recursos propios? Pues olvídese de start-ups, farmacéuticas, alta tecnología y becarios diseñando una app para el móvil. Al contrario. Busque un negocio viejo, muy viejo. Poner un tranvía, por ejemplo, algo tan de principios del siglo XX. Y una ciudad que no se preocupe mucho de cómo se estructura una concesión pública. Barcelona, sin ir más lejos. Y ya lo tiene.

Es lo que pasa con las sociedades Tramvia Metropolità y Tramvia Metropolità del Besós. Los principales accionistas de estas dos concesionarias son Globalvía (más del 42%), el grupo de transporte del empresario catalán Miquel Martí Moventia (20%) y Alstom (17%). El Rey Midas era una aprendiz en comparación con ellos.

Ambas sociedades no consolidan, pero replican su accionariado. En 2022, entre las dos sumaban 70,5 millones de euros de recursos propios y repartieron 18,3 millones de dividendos ese año, una cifra que supone un 25,9% de la anterior. En 2020 hubo cierta polémica porque repartieron 18 millones de dividendo en plena pandemia. Como pasa siempre en la política catalana, el escándalo era fariseo. ¡Como si ellos necesitasen una pandemia para lucrarse! Ese es el truco. Ganan siempre y ganan mucho. Y durante la mayor parte de la vida de la concesión, con los tipos al cero por ciento. Se calcula que desde que se crearon ambas concesiones han repartido más de 100 millones en dividendos. Por el camino, fundadores como Acciona, FCC, Comsa y Banco Sabadell han hecho su agosto, otro más, vendiendo a Globalvía. FCC y Comsa todavía mantienen paquetes minoritarios.

El presidente actual del grupo Tram es Miquel Martí, el hombre de Moventia, un gigante del transporte en Cataluña que factura 700 millones anuales. Pero por ese cargo ha pasado lo más granado de la antigua Convergència: Albert Vilalta (2000-2011), Josep Maria Cullell (2011-2016) y Felip Puig (2016-2021). Los tres exconsellers de la Generalitat con el antiguo pujolismo. Los tres representantes de lo que se denominaba "sector negocis", ahora en extinción con JxCAT convertido en un colectivo de influencers independentistas.

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La historia ya parece sangrante. Pero lo es mucho más que Ada Colau, en sus tiempos de alcaldesa, decidiera que había que unir los dos tranvías. Así que gracias a la gestión pública va a convertir una concesión de oro en platino puro.

Ganancia sin riesgo

Puede parecer mucho, pero como en los dibujos animados, no se vayan todavía que aún hay más. Igual que las obras del tranvía, el escándalo no se acaba. La Sindicatura de Cuentas de Cataluña acaba de publicar su informe sobre el sistema tranviario y la concesión otorgada por la Autoridad Metropolitana del Transporte, participada por la Generalitat y los ayuntamientos del área metropolitana.

Las conclusiones son demoledoras. Entre ellas, que "habría que plantearse si este sistema tan garantista para la empresa adjudicataria que, en la práctica, disminuye y casi anula cualquier riesgo que pudiera asumir, es el modelo adecuado para este tipo de obras y su explotación, mucho beneficioso para la empresa adjudicataria, pero cuyo coste parece muy elevado para el sector público".

La Sindicatura cuestiona un tranvía sin riesgo de construcción y ganancias galopantes

"La financiación de las obras de construcción del Trambaix y del Trambesòs las ha asumido la ATM mediante recursos procedentes mayoritariamente de la Generalitat, también de las otras dos administraciones consorciadas, Ayuntamiento de Barcelona y Área Metropolitana de Barcelona (AMB), en lugar de asumirlo las empresas adjudicatarias mediante los ingresos procedentes de los usuarios y resultantes de la explotación del servicio de transporte. Así, a pesar de los términos contractuales iniciales, en los contratos refundidos y teniendo en cuenta la efectiva ejecución y financiación de las inversiones, se ha observado que no existe una transmisión de riesgo de construcción", denuncia la nota resumen del informe de la Sindicatura.

Es decir, la inversión ha sido con dinero público, mientras que los 100 millones de dividendos han ido a bolsillos privados. En total, entre 2001 y 2021 las administraciones han invertido 824,4 millones de euros de dinero público. Mientras que las constructoras y concesionarios pusieron 15,31 millones de ese total. Ni el 2%. La concesión sin riesgo de construcción, el sueño húmedo del colectivo denominado "Palco del Bernabéu".

Desviación de costes

Además, hablamos de una obra. Y no hay obra en España sin su correspondiente sobrecoste. Así, la Sindicatura pone sobre la mesa que "el coste final de las obras del Trambaix y del Trambesòs ha sido superior en un 49,79% y en un 35,05% al coste inicial, respectivamente, aumentos que por sí mismos suponen una modificación de las condiciones esenciales de los contratos iniciales". Este desfase lo cubrieron de nuevo las arcas públicas.

La Sindicatura también pone sobre la mesa la elevada rentabilidad del tranvía: "El sistema de contraprestación del servicio de transporte, que depende del número de validaciones, cubre con creces todos los gastos de operación que incluyen un margen del 5% sobre los gastos directos, además de un beneficio industrial del 10% y un canon que vuelve a incluir otros gastos como los financieros y de gestión, el impuesto sobre sociedades, un beneficio que para el Trambaix es de un 26,36% y para el Trambesòs es de un 28,65% sobre el canon total previsto, y unos importes calculados sobre la tarifa media ponderada neta".

En un país normal, el Parlament llamaría a la consellera de Territori Ester Capella a capítulo y exigiría la revisión de la concesión. En un país normal, el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, se preguntaría si la unión de los dos tranvías puede llevarse a cabo sin que los rendimientos las empresas explotadoras del servicio volviesen a términos razonables. Nada de esto va a pasar. La clase política catalana se muestra como siempre: rápida para pedir más dinero a Madrid y lenta, muy lenta, cuando se trata de ahorrar con su propia gestión. Ni siquiera en casos tan escandalosos como este.

¿Quiere usted ganar más de un 25% anual sobre recursos propios? Pues olvídese de start-ups, farmacéuticas, alta tecnología y becarios diseñando una app para el móvil. Al contrario. Busque un negocio viejo, muy viejo. Poner un tranvía, por ejemplo, algo tan de principios del siglo XX. Y una ciudad que no se preocupe mucho de cómo se estructura una concesión pública. Barcelona, sin ir más lejos. Y ya lo tiene.

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