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Los empresarios del Cercle suspiran por un Mario Draghi catalán que nunca existió
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Los empresarios del Cercle suspiran por un Mario Draghi catalán que nunca existió

Cataluña en el bloqueo político. Si fuera Italia se buscaría un Mario Draghi para afrontar las reformas necesarias y dar aire a los partidos políticos. Es lo que desearía el empresariado

Foto: Pere Aragonés. (EFE)
Pere Aragonés. (EFE)
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El medio es el mensaje, dijo Marshall McLuhan. El premio es el mensaje debió de pensar el presidente de Cercle d’Economia, Xavier Faus al otorgar su junta a Mario Draghi el I Premio a la Construcción Europea. El galardón se entregará el próximo 18 de junio en Barcelona, durante las próximas jornadas de este lobby empresarial. Fuentes del Cercle aseguran que el premio se propuso ya el año pasado, pero que no se pudo entregar por el coronavirus. De modo que el anuncio del premio a Draghi llega ahora, en medio del bloqueo político catalán. Si el premio es el mensaje, el mensaje que lanzan los empresarios es que Cataluña necesita un Mario Draghi.

Así, el Cercle se ahorra la nota de opinión. El problema radica en que en el mundillo catalán no existe la figura del tecnócrata salvador. Ni en su tradición política tampoco. El empresariado catalán añora algo que ni tuvo ni puede tener. Pero el mensaje a la clase política incapaz de pactar una nueva Generalitat en más de noventa días de negociaciones es más claro que si le hubiesen dejado a Pere Aragonès una cabeza de caballo en su casa de Pineda de Mar.

En Italia cuando todo va mal la clase política se aparta y nombra un primer ministro que ponga orden. Un paréntesis tecnócrata hasta que los políticos vuelvan a las andadas. Lo han hecho ahora con Mario Draghi, a quien han nombrado primer ministro. Pero ya había el precedente de Mario Monti, en 2014, cuando la UE forzó la marcha de Silvio Berlusconi. Soluciones italianas para problemas catalanes, un servidor público avalado por un tiempo en el sector privado y con el sello de calidad de Bruselas. Solo que en Cataluña eso no existe.

Foto: Mario Draghi (Reuters)

Lo más cercano que ha habido a algo parecido fue el nombramiento de Andreu Mas-Colell 'conseller' de Economía de Artur Mas. Pero Mas-Colell, que no quiso irse a JxCAT y sigue militando en el PDeCAT, puede ser economista laureado, pero fracasó como gestor político. En algún lugar el fondo buitre Fortress todavía acecha a la Generalitat con una reclamación legal por el caso ATLL que puede superar los 400 millones, a cuenta de la desastrosa privatización de esa compañía de agua en sus tiempos. Con tal herencia, Mas-Colell no puede aspirar a ser el Draghi de Cataluña ni a que lo recuerden de tal guisa.

Un Draghi a la catalana que presidiese la Generalitat, reordenase las cuentas, cerrase una nueva financiación autonómica, desplegase una política por encima de los intereses partidistas y lograse que la deuda de la administración catalana pudiese volver a los mercados es solo pura fantasía, soñar con una gestión por encima de la política para superar la crisis del coronavirus. Sería bonito si pudiese ser verdad.

Lobbies en un avispero

Los lobbies como el Cercle d’Economia lamentan no ser escuchados por una nueva clase política catalana anclada en el populismo y la espiral del intento independentista. El Cercle ha denunciado la parálisis de las renovables, por ejemplo, que ahora ERC quiere prolongar con una nueva moratoria pactada con la CUP. Y van a dar una batalla por la ampliación del aeropuerto de El Prat, sobre la que la Generalitat está dando largas. La larga y fracasada negociación para constituir el nuevo Govern ha conseguido algún milagro, como que el 'conseller' de Territori Damià Calvet se haya convertido de la noche a la mañana en un defensor a ultranza de la energía eólica, obviando que en la última legislatura, en la que él también era 'conseller', se inauguró un solo molino. No un parque. Un molino.

Tras nueve años de 'procés', la política catalana se ha convertido en un avispero en el que no hay Monti ni Draghi que se meta. Sobran profesionales de prestigio en Cataluña. Incluso liberados de sus trabajos. Pero un Jordi Gual, por ejemplo, expresidente de CaixaBank, preferirá volver al IESE que meterse en un lío equivalente. Si Damià Calvet no se atreve a ampliar el aeropuerto de El Prat, si sigue anclado en el mantra de usar Reus y Girona para no afrontar el cambio necesario en una gran infraestructura clave, tal y como sigue defendiendo el actual Govern de JxCAT y ERC, Cataluña no podría lograr una incorporación de ese calado a su primerísima línea. La llegada de un tecnócrata a poner orden requiere un mínimo consenso.

Los empresarios prefieren alejarse de la política en este momento de crispación


Y en Cataluña no hay consenso para nada. El antiguo consejero delegado del Banco Sabadell, Jaume Guardiola, ha dejado el banco hace poco. Amigo personal de Artur Mas, en vez de verse tentado por la política, ha asumido la presidencia de la comisión económica del FC Barcelona. Antes afrontar un conflicto de intereses por haber dirigido el banco que estructuró el aval de la actual junta del Barça, que meterse en política. Pero, en justicia, nadie se lo ha pedido. ERC está teniendo serios problemas a la hora de sondear a personas de prestigio del sector privado para sumarlos al nuevo ejecutivo catalán en calidad de independientes. La empresa y la política catalana son agua y aceite en este momento. Demasiados gritos a las puertas de los partidos, demasiados cazadores de traidores, supuestos o imaginarios.

Lo mismo pasaría con los catalanes que han hecho carrera en la UE. Sería el caso del portavoz del Parlamento Europeo, Jaume Duch, por ejemplo. Resulta impensable que dejase un puesto así para entrar en política en su lugar de origen. Ya no digamos Josep Borrell, considerado por los sectores soberanistas un enemigo de Cataluña por haberse opuesto al 'procés'.

Aragonès sacrificó ir a Seat para salvar la investidura pero sigue sin ser 'president'


En Cataluña sobra talento, pero la política lo escupe. De hecho, lo más cercano a un tecnócrata dedicado a la política sería el propio Pere Aragonès. En conversaciones con empresarios, Aragonès manifiesta ganas de asumir tanto la presidencia como el reto de relanzar la economía catalana, según explican aquellos que se han reunido con él. Los dos años de Mesa de Diálogo le suena a la clase empresarial a un paréntesis. En tiempos complicados, tómate un respiro, toma un Kit Kat. Puede discrepar Aragonès con ellos en cuestiones como la ampliación del aeropuerto, pero todos le reconocen buena predisposición a la interlocución y una preocupación global por Cataluña y por cómo está perdiendo peso en comparación con Madrid. Sin embargo, es esa misma política catalana la que parece empecinada en que Aragonès no pueda llegar al Palau de la Generalitat.

Despacho vacío

Hace mucho que en Plaça Sant Jaume hay un despacho desocupado: el que dejó Quim Torra en Palau y al que Aragonès se ha comprometido a volver cuando sea investido. Pere Aragonès tampoco puede ser el Draghi catalán, aunque ante el vacío actual la mayoría de los empresarios que tratan con él se conformarían. Y los prejuicios pesan mucho. Como cuando Aragonès no se atrevió a enviar a su secretario general a Seat en la presentación oficial del PERTE. Aragonès desairó a Seat para ser 'president' y todavía sigue intentando pactar la investidura. En lo económico sacrificó mucho y por ahora no le ha servido para poco.

Algún socio malévolo del Cercle apunta que el mensaje no es solo para la Generalitat. Que España tampoco tiene un Draghi y que los intereses del Cercle y de muchos de sus socios van más allá de Cataluña. Pere Aragonès inaugurará las jornadas, sí. Pero Pedro Sánchez las clausurará. Los fondos europeos están en camino y por lo visto las cabezas de caballo del lobby más influyente de España viajan en las dos direcciones del AVE Barcelona-Madrid.

El medio es el mensaje, dijo Marshall McLuhan. El premio es el mensaje debió de pensar el presidente de Cercle d’Economia, Xavier Faus al otorgar su junta a Mario Draghi el I Premio a la Construcción Europea. El galardón se entregará el próximo 18 de junio en Barcelona, durante las próximas jornadas de este lobby empresarial. Fuentes del Cercle aseguran que el premio se propuso ya el año pasado, pero que no se pudo entregar por el coronavirus. De modo que el anuncio del premio a Draghi llega ahora, en medio del bloqueo político catalán. Si el premio es el mensaje, el mensaje que lanzan los empresarios es que Cataluña necesita un Mario Draghi.

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