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El gran retroceso de las CCAA en el 'ranking' europeo de PIB por regiones
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El drama de la productividad

El gran retroceso de las CCAA en el 'ranking' europeo de PIB por regiones

En 2002, siete de las 17 CCAA españolas superaban el PIB per cápita medio de la Unión Europea, hoy solo son tres. Andalucía, la más retrasada, está ya un 36% por debajo

Foto: Banderas de las comunidades autónomas. (iStock)
Banderas de las comunidades autónomas. (iStock)
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Cuando España entró en la Unión Europea, a mediados de los ochenta, comenzó un rápido proceso de convergencia hacia el PIB per cápita europeo. Esta historia de éxito duró algo más de dos décadas, aunque en toda esta fase, la convergencia real solo se produjo hasta finales de los noventa. Con el cambio de siglo, toda la aproximación hacia los niveles europeos fue un espejismo provocado por la burbuja inmobiliaria. En realidad, lo que se produjo en esos años fue una canalización de recursos hacia sectores y empresas poco productivos que terminó hipotecando el futuro del país. Veinte años después, España sigue alejándose de la media europea de productividad.

Esta historia de fracaso tiene casos particulares por comunidades autónomas, pero la realidad es que el deterioro ha sido generalizado en todo el territorio. En las dos últimas décadas (desde 2002 hasta 2022) solo hay dos CCAA que no han perdido convergencia con la Unión Europea.

La primera de ellas es Extremadura, que es la única que ha seguido avanzando, impulsada por el crecimiento de la industria agroalimentaria. En concreto, su PIB per cápita (con datos ajustados de poder adquisitivo PPA) era un 36% inferior a la media de los 27 países de la UE en el año 2002 y en la actualidad es un 35% inferior. Una mejora de apenas un punto porcentual que tampoco soluciona los graves problemas de atraso que arrastra la comunidad. La segunda es Galicia, que está exactamente en el mismo nivel de PIB per cápita que hace dos décadas, con un PIB un 21% inferior.

Teniendo en cuenta el punto de partida de las comunidades autónomas españolas en el año 2002, deberían haber logrado un rápido avance hacia la convergencia por partir de posiciones retrasadas. En ese momento siete CCAA tenían un PIB per cápita superior a la media europea: Madrid, País Vasco, Navarra, Cataluña, Aragón, La Rioja y Baleares. El resto tenían un gran margen de mejora. Sin embargo, lo que ha ocurrido es todo lo contrario, un alejamiento generalizado salvo en los dos casos descritos. En el año 2022 solo quedaban tres CCAA españolas por encima de la media europea en PIB per cápita: Madrid, País Vasco y Navarra. Y estas tres también han seguido perdiendo posiciones.

El modelo de crecimiento de España en estas dos décadas ha sido el del ahorro de costes y producción barata. Tanto las empresas como el sector público han recortado en inversión productiva y las ganancias de competitividad se han logrado estrujando salarios con una especialización de las empresas en sectores de bajo valor añadido. En términos de competitividad ha sido un modelo exitoso, como muestra el saldo positivo de la balanza por cuenta corriente: mucho ahorro sacrificando inversión y consumo.

España ha sustituido la industria por servicios de bajo valor añadido, que requieren menos capital, pero que generan menor productividad. El mejor ejemplo está en las CCAA que han experimentado un boom del turismo. Baleares tenía un PIB per cápita un 21% superior a la media de la UE en 2002 y en 2022 era ya un 10% inferior. De hecho, el comportamiento del PIB per cápita ha sido algo mejor en las CCAA del norte de España, con un mayor peso de la industria y menor relevancia de los servicios de bajo valor añadido. El vaciamiento de estos territorios ha sido compatible con el mantenimiento de elevados niveles de producción.

Baleares tenía un PIB per cápita un 21% superior a la media de la Unión Europea en 2002 y en 2022 era ya un 10% inferior

Este modelo ha renunciado a las mejoras de productividad como elemento para crecer. El PIB de España aumenta a base de incorporar a trabajadores, pero no se produce convergencia en la productividad unitaria. Se trata de un fenómeno que se extiende por la mayor parte de los sectores y, como vemos ahora, por casi todas las comunidades autónomas.

El siguiente gráfico muestra el pobre desempeño de las comunidades autónomas de España en estos años. En el eje horizontal se muestra el punto de partida del año 2003 en términos de PIB per cápita de cada región europea (NUTS 2). Y en el eje vertical, el crecimiento acumulado en estas dos décadas. Las CCAA españolas (coloreadas en rojo) han registrado un crecimiento en estos años insuficiente para lograr convergencia.

Las CCAA españolas se sitúan por debajo de la línea de tendencia logarítmica que une el punto de partida y el crecimiento logrado en estos años. Esto significa que han registrado un crecimiento inferior al que les correspondería por nivel de convergencia a inicios de siglo. Contrasta, por ejemplo, con los estados alemanes o las regiones de los Países Bajos que, partiendo de un nivel de PIB per cápita superior (más a la derecha en el gráfico), han registrado un crecimiento superior (están más arriba en el gráfico). Por el contrario, los países del este de Europa que tenían un PIB per cápita inferior al español antes de su entrada en la UE (la gran apliación fue en 2004), han registrado un crecimiento muy superior. A continuación se repite el mismo gráfico, pero se colorean los datos de Polonia y Rumanía.

Madrid ha sido la región con mayor PIB per cápita durante todos estos años. Sin embargo, en el año 2003 se situaba en la posición 32 del ranking europeo, situándose entre dos regiones austriacas, Tirol y Vorarlberg. Dos décadas después se encuentra en la posición 49, por debajo de la región italiana de la Emilia-Romaña.

El resultado es que todas las CCAA han perdido posiciones en el ranking de PIB per cápita en estas dos décadas, salvo Galicia, que ha mejorado en seis posiciones. El peor resultado se lo lleva Canarias, que ha caído nada menos que 72 posiciones. En el siguiente gráfico se observa que casi la totalidad de las regiones españolas se encuentran por debajo de la línea oblicua, lo que significa que están actualmente en una posición peor (eje horizontal) que en 2003 (eje vertical). Las regiones polacas, por el contrario, están todas por encima, lo que significa que han conseguido una rápida convergencia. Por el contrario, las griegas se sitúan claramente por debajo, siendo el peor país europeo durante estas dos décadas.

El deterioro de la productividad generalizado en España es una consecuencia de las políticas económicas y empresariales seguidas durante todos estos años. Y, a su vez, es causa de muchos de los males que aqueja el país, desde los bajos salarios, los problemas para el sostenimiento del estado del bienestar y las pensiones o el escaso crecimiento potencial del país.

Pero no todo está perdido. España tiene luz al final del túnel, pero tiene que avanzar en la dirección correcta. El crecimiento de los servicios de alto valor añadido durante los años de la pandemia es una fuente para avanzar hacia la convergencia. Y los recursos del país para consolidarse como un polo de generación de energía barata tiene potencial para atraer inversiones. Sin embargo, los datos de inversión productiva de los últimos meses muestran que no se está aprovechando todo este potencial por numerosos motivos, desde la formación de los empresarios y trabajadores hasta la mala calidad de la regulación o la incertidumbre política. España tiene una gran oportunidad para revertir este deterioro, pero también tiene experiencia en desperdiciar oportunidades históricas, como ocurrió con la incorporación al euro, que se utilizó para crear una burbuja inmobiliaria. ¿Qué ocurrirá ahora?

Cuando España entró en la Unión Europea, a mediados de los ochenta, comenzó un rápido proceso de convergencia hacia el PIB per cápita europeo. Esta historia de éxito duró algo más de dos décadas, aunque en toda esta fase, la convergencia real solo se produjo hasta finales de los noventa. Con el cambio de siglo, toda la aproximación hacia los niveles europeos fue un espejismo provocado por la burbuja inmobiliaria. En realidad, lo que se produjo en esos años fue una canalización de recursos hacia sectores y empresas poco productivos que terminó hipotecando el futuro del país. Veinte años después, España sigue alejándose de la media europea de productividad.

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