El frenazo del empleo deja España al borde del estancamiento económico

La economía española se frena. Y lo hace a un ritmo acelerado, como revelan los datos de ocupación del segundo semestre del año pasado, que muestran un significativo estancamiento en el ritmo de creación de puestos de trabajo. Entre julio y diciembre del año pasado, en concreto, la variación intertrimestral ha sido marginalmente negativa en cada uno de los dos trimestres en términos desestacionalizados, es decir, eliminados los factores más volátiles.

Mientras que entre julio y septiembre el empleo descendió un 0,05%, en el trimestre posterior la caída ha sido también marginal, un 0,01%. Esto significa, lisa y llanamente, que la economía ha dejado de crear puestos de trabajo, lo que es muy relevante teniendo en cuenta que es la ocupación, precisamente, lo que tira del PIB ante el modesto comportamiento de la productividad.

Esas tasas de variación contrastan con las registradas en los trimestres anteriores. Entre enero y junio del año pasado, incluso, ya con la invasión de Ucrania comenzada y en plena escalada de la inflación, el crecimiento intertrimestral del empleo desestacionalizado se situó entre el 0,5% y el 1%, mientras que a lo largo del año 2021 cada trimestre el número de puestos de trabajo creció por encima del 1% sobre el trimestre anterior. La parte positiva es que el número de horas efectivamente trabajadas avanzó un 0,5% trimestral una vez corregida la tasa de variaciones estacionales y de distinto calendario laboral, según las estimaciones de BBVA Research.

No hay que olvidar que históricamente las líneas que muestran el empleo y el PIB son casi paralelas, lo que indicaría que la economía española, tras el fuerte crecimiento del año pasado (sobre todo por el efecto de la apertura económica tras la pandemia), estaría al borde del estancamiento.

Los datos concretos se conocen este viernes y lo que pondrán de manifiesto es un fuerte frenazo derivado del enfriamiento general de las economías europeas a causa de los dos factores que más influyen en la variación de la renta disponible de las familias, además del empleo, la inflación y, en menor medida, la subida de los tipos de interés. La información que proporciona la EPA, en todo caso, contrasta negativamente con los datos que ha ofrecido la afiliación a la Seguridad Social, que mostró un crecimiento del 0,3% en el último trimestre del año pasado respecto del mismo periodo anterior.

Reforma laboral

En el caso de España, lo más relevante es que el sector privado, como aseguran los analistas de Asempleo, la patronal de trabajo temporal, “está empezando a mostrar claros síntomas de debilitamiento desde el inicio de la reforma laboral”. Hay que tener en cuenta, recuerda, que los crecimientos anuales del empleo en este sector alcanzaron cuotas del 6% en el segundo trimestre de este año y ahora apenas superan el 2,5%. Muestra de ello es que en el cuarto trimestre del año el sector privado destruyó 101.900 puestos de trabajo respecto del mismo periodo anterior. Por tanto, el mercado de trabajo muestra claras señales de estancamiento.

Esto hace que la economía española, en la práctica, se va a tener que poner en manos del sector exterior para crecer. Esto ya se reflejó con nitidez en el tercer trimestre del año pasado, periodo en el que la demanda externa (exportaciones e importaciones) aportó nada menos que 3,6 puntos al crecimiento del PIB. En todo caso, 1,5 puntos menos que en el trimestre anterior. De seguir esta tendencia a la baja, la economía española tendría mayores dificultades para crecer. Ha sido la inercia del buen primer semestre de 2022 que vivió la economía lo que ha salvado a España de tener un PIB negativo en la segunda parte del año.

La clave de lo que puede pasar a lo largo de 2023, de cualquier forma, estará en el comportamiento de la demanda interna y en particular del gasto en consumo final de los hogares, que representa nada menos que el 55% del PIB, lo que da idea de su relevancia. Y hay que tener en cuenta que ya en el tercer trimestre del año pasado la demanda nacional (consumo público, privado e inversiones) apenas avanzó un 0,1%.

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En el caso del gasto en consumo final de los hogares, también creció un 0,1%. Aunque el crecimiento de los precios ha aflojado en los últimos meses, no sucede lo mismo con los tipos de interés ni con el empleo, que, como se ha visto en la EPA, también se ha desacelerado de forma sensible más allá de la estacionalidad. El empleo, en cualquier caso, es un indicador retrasado de actividad, lo que indicaría que fue en la mitad del año pasado cuando la economía española comenzó a perder tracción de forma significativa, pese al buen año turístico.

Esto explica que ya la mayoría de institutos de análisis den por hecho que la economía española no podrá recuperar los niveles de PIB previos a la pandemia hasta 2024. Al menos, si no se producen cambios significativos en la geopolítica, que hoy por hoy lastra el crecimiento. Esto significa que la economía podrá salvar la recesión en términos formales: dos trimestres consecutivos de PIB en negativo. Pero eso no supone que pueda escapar del estancamiento, que es lo que dibuja hoy la Contabilidad Nacional.