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No era cosa de Trump: el proteccionismo de Biden tensa la relación entre la UE y EEUU
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CITA IMPORTANTE EL 5 DE DICIEMBRE

No era cosa de Trump: el proteccionismo de Biden tensa la relación entre la UE y EEUU

El plan americano de subsidios a tecnologías verdes ha disparado la tensión con la Unión Europea, que teme que provoque una fuga de inversiones

Foto: El presidente de EEUU, Joe Biden, junto a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. (Reuters/K.L.)
El presidente de EEUU, Joe Biden, junto a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. (Reuters/K.L.)
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La nueva Ley de Reducción de Inflación (IRA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, un auténtico bazuca de 369.000 millones de dólares destinados a subvenciones a tecnologías verdes, está tensando, y mucho, la relación entre Washington y la Unión Europea. El asunto estuvo sobre la mesa de un Consejo de Comercio la semana pasada, y los ministros y la Comisión Europea enviaron un nuevo mensaje a la Casa Blanca: el paquete es muy dañino para la industria europea, especialmente para los productores de automóviles eléctricos, las baterías y la energía renovable.

El plan entra en vigor el próximo 1 de enero. La siguiente cita clave para intentar encontrar una solución será con el Consejo de Comercio y Tecnología, conocido por sus siglas en inglés, TTC, un foro de coordinación que armaron la Comisión Europea y el Gobierno americano para superar los malentendidos y los daños provocados por la era de Donald Trump. El Ejecutivo comunitario cree que la nueva ley no cumple con las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y quiere que las medidas que la Casa Blanca ha ofrecido a Canadá y México se extiendan también a la UE.

Foto: Un grupo de personas pasa frente a una tienda en Berlín. (Getty/Carsten Koall)

El siguiente encuentro es el próximo 5 de diciembre y ahora se trabaja a toda máquina para encontrar una solución en esa reunión o en los días siguientes. Christian Lindner, ministro de Finanzas alemán, que ha pedido urgentemente encontrar una solución con la Casa Blanca, también señaló a principios de noviembre que el TTC debía servir para que los estadounidenses comprendieran cómo de preocupada estaba la Unión. "No me han asegurado que la parte estadounidense haya comprendido por completo cuán grandes son nuestras preocupaciones sobre las consecuencias", explicó en Berlín. Sin embargo, no se espera que en esa siguiente reunión del TTC vaya a darse ya con una solución al problema, aunque sí que sirva para acercarla.

Que se trata de un escenario sin precedentes es algo que admitía el propio presidente estadounidense, Joe Biden, cuando presentó el paquete en agosto, describiéndolo como "la acción más agresiva que jamás se haya tomado, nunca jamás, para enfrentar la crisis climática y fortalecer nuestra economía, nuestra seguridad energética". Por su parte, Josef Sikela, ministro de Industria de República Checa, hablando en nombre de la presidencia checa del Consejo de la Unión, advertía la semana pasada a Washington sobre los riesgos de seguir adelante sin buscar una solución con sus socios europeos, obligando a una guerra comercial: el ganador de la misma "puede estar en otro continente, no en Europa ni en América", señaló, en una clara referencia a China.

placeholder Joe Biden, presidente de Estados Unidos. (EFE)
Joe Biden, presidente de Estados Unidos. (EFE)

Seduciendo a la industria

La sensación en Bruselas es de egoísmo, de que los socios estadounidenses no han tenido en cuenta la delicada situación que atraviesa la Unión. Por su parte, Washington tampoco cree que haya que tener demasiada paciencia con Europa, que considera que está actuando de forma lenta en la guerra de Ucrania, que no está siendo proactiva, que tiene que empujarla siempre a tomar decisiones, y además no sigue su estrategia con China. También tienen en cuenta otro elemento que también es conocido en la capital comunitaria: las economías europea y estadounidense siempre han vivido en cierta tensión y con competencia. Esto son negocios, como siempre ha sido, nada más.

Pero son los Veintisiete los que están sufriendo principalmente las consecuencias del conflicto en Ucrania, además de ser los que están acogiendo a millones de refugiados ucranianos que huyen de la agresión rusa. La factura económica la está pagando, indudablemente, la economía europea. Por ejemplo, las empresas afrontan precios de la energía mucho más altos que los que tienen que sufrir sus competidoras americanas. Además, Estados Unidos, lejos de aliviar la situación, también se beneficia de unos altos precios del gas natural licuado (GNL) que Europa compra para sustituir el gas ruso. El temor es que las actuales condiciones aceleren un proceso de desindustrialización que preocupa a un buen número de Estados miembros.

El bazuca americano aceleraría todavía más ese proceso, ofreciendo incentivos fiscales a las compañías que produzcan una serie de componentes en fábricas estadounidenses, así como otros incentivos para la construcción de nuevas factorías o la rehabilitación de antiguas que incluya el uso de energías renovables. Algunos Estados miembros temen que ese plan aleje de la Unión Europea posibles inversiones que acaben destinadas a EEUU, donde, además de estas subvenciones, contarían con precios de la energía mucho más bajos que los que tiene Europa, donde no se espera que bajen en el corto plazo.

Foto: EC.
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Una respuesta europea

Bruno Le Maire, ministro de Finanzas francés, es una de las voces más duras, representando la tradición francesa de una defensa de la reindustrialización europea y de la autonomía estratégica respecto a Estados Unidos. "Debemos decirles claramente a nuestros socios estadounidenses que es un problema importante para nosotros. No es aceptable. Podría generar un gran impacto en la industria europea", explicó a principios de noviembre a la televisión BFM.

España se ha situado en el grupo de países que consideran que la prioridad es encontrar una solución acordada con la Casa Blanca. Xiana Méndez, secretaria de Estado de Comercio que participó en el Consejo de Comercio celebrado la semana pasada en Bruselas, abogó por "ir de la mano" con Estados Unidos en el debate sobre la transición ecológica y evitar que la nueva situación pueda llevar a un "empobrecimiento mutuo".

placeholder Bruno Le Maire, ministro de Finanzas galo, junto al vicecanciller alemán, Robert Habeck. (EFE)
Bruno Le Maire, ministro de Finanzas galo, junto al vicecanciller alemán, Robert Habeck. (EFE)

Aunque Alemania no suele alinearse demasiado con Francia en su visión más proteccionista de la economía europea, Estados Unidos ha sido capaz de acercar a París y Berlín en un momento en que las relaciones no pasaban por su mejor momento. Le Maire y Robert Habeck, vicecanciller y ministro de Economía, coincidieron en pedir que la Unión Europea se prepare para defenderse, sin que eso deba comprenderse como un camino hacia la guerra comercial.

En París se defiende que la nueva dinámica de Estados Unidos no tiene marcha atrás, que el mundo es hoy más proteccionista que hace una década y que hay que evitar que la idea de libre comercio se traduzca en un empobrecimiento de Europa. Por eso, los franceses han empujado un nuevo eslogan en política comercial europea: "Comercio libre y justo". Pero el giro es copernicano: estamos en una nueva era. O eso cree el Elíseo.

Foto: Banderas de la Unión Europea. (EFE/Julien Warnand) Opinión

Esta visión se sustenta en que Estados Unidos apuesta por esta estrategia como una forma de defenderse ante una China que no juega con las reglas del libre comercio y el multilateralismo. Y en cierto modo, Le Maire cree que hay que subirse a ese tren, con el presidente galo, Emmanuel Macron, defendiendo que debe impulsarse una iniciativa de "compra europea". Macron ha visitado esta semana Washington y uno de los principales asuntos en la agenda ha sido, de hecho, la tensión que provoca esta nueva norma americana.

París y Berlín creen que lo primero que habría que hacer es utilizar mejor los proyectos importantes de interés común europeo (Piice), en los que la Unión Europea financia parte de proyectos transfronterizos que sean de interés estratégico para el continente. "Si vemos lo que distingue a la Ley de Reducción de Inflación de Estados Unidos del programa de incentivos europeos, la cantidad de dinero no es en absoluto lo más obvio", explicó Habeck hace pocos días junto a Le Maire. La clave, señaló el alemán, es que los proyectos Piice son mucho más lentos a la hora de ser otorgados.

La nueva Ley de Reducción de Inflación (IRA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, un auténtico bazuca de 369.000 millones de dólares destinados a subvenciones a tecnologías verdes, está tensando, y mucho, la relación entre Washington y la Unión Europea. El asunto estuvo sobre la mesa de un Consejo de Comercio la semana pasada, y los ministros y la Comisión Europea enviaron un nuevo mensaje a la Casa Blanca: el paquete es muy dañino para la industria europea, especialmente para los productores de automóviles eléctricos, las baterías y la energía renovable.

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