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Los motivos por los que tenemos mucho paro aunque siempre hacen falta trabajadores
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Los motivos por los que tenemos mucho paro aunque siempre hacen falta trabajadores

La escasez de camioneros en el Reino Unido no es atribuible únicamente al Brexit. De hecho, el desajuste del mercado de trabajo es un problema estructural en Europa y particularmente grave en España

Foto: Entrevista al catedrático Ramón Mahía Casado. (Isabel Blanco)
Entrevista al catedrático Ramón Mahía Casado. (Isabel Blanco)

En Reino Unido escasean los carniceros, los camioneros, los profesores de primaria, los enfermeros, los carretilleros... El Brexit y la pandemia han reventado el mercado laboral británico, dejando imágenes a las que resulta tentador cargar de significado político, como las peleas por las últimas gotas de combustible en gasolineras de Londres o Birmingham. El problema, nos advierten, es la punta del iceberg de algo que no se circunscribe al Reino Unido. Preguntamos sobre ello a Ramón Mahía, profesor de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Madrid y titular de un currículum que permite abordar con autoridad el asunto. Lleva años estudiando los desequilibrios del mercado laboral, su interacción con los movimientos migratorios y la natalidad. Ha trabajado como asesor para ministerios, ha escrito un libro al respecto para el Defensor del Pueblo y ha colaborado con instituciones internacionales.

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Foto: Isabel Blanco.

PREGUNTA. ¿Lo que está ocurriendo en el Reino Unido es producto del Brexit o es algo más estructural que el Brexit solo ha acentuado y que está pasando en más países europeos?

RESPUESTA. El problema de la falta de mano de obra es estructural. Además tiene una base demográfica implacable. No puede haber suficiente fuerza laboral si la población activa no crece al ritmo que la economía demanda. Y la población activa no puede crecer al ritmo que la economía demanda si la población en edad laboral no lo hace. Con los parámetros demográficos que tiene España, y Europa, es absolutamente imposible que la población activa nos alcance para suministrar la mano de obra que se necesita. Al menos con el tipo de economía que tenemos en este momento.

P. ¿Con las tasas de natalidad actuales el único remedio es la inmigración masiva?

R. Se requiere lo que se llama inmigración de reemplazo, que suena feo, pero viene a significar que la inmigración reemplaza esos cortes generacionales. En realidad, esto lleva siendo así un montón de tiempo. Y en España más. Aquí, alrededor del 70% del crecimiento de la población activa procede de la inmigración. Por eso, en cuanto cierras mínimamente la espita creas un problema. Puede ser un desajuste coyuntural como el Brexit o el cierre de fronteras por el covid… Cualquier cosa que interrumpa ese flujo te genera un problema de la noche a la mañana. Hay países que enfrentan desajustes muy muy grandes entre mercado laboral y la economía. España e Italia son quizá los casos más sangrantes. Aunque no tengamos esa sensación, somos totalmente dependientes de la inmigración y del movimiento de personas para mantener nuestro sistema económico.

P. La percepción es que en Europa estos desequilibrios afectan a los trabajos poco cualificados. Está más concentrado que en otros países, como Estados Unidos. Pero no sé si es una percepción subjetiva o lo respaldan los datos.

R. Es evidente que depende de cada país y de su estructura productiva, pero sí es verdad que la inmigración en Europa tiene un carácter laboral no muy cualificado. Por eso cualquier problema relacionado con un corte de la migración se localiza en sectores de escasa cualificación. No tenemos un modelo como el de EEUU, en el que se recibe inmigración de alta cualificación. Ojo, quede claro que estoy hablando de trabajos que requieren escasa cualificación, no de que los inmigrantes que llegan tengan escasa cualificación. No es lo mismo. Lo relevante en el análisis es dónde están los nichos de empleo en los que pueden colocarse esos migrantes.

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P. ¿La pandemia ha tenido un enorme impacto en este sentido?

R. Es evidente que, en una situación de restricción de movilidad, la inmigración se reduce, tanto de fuera de la Unión Europea como de ciudadanos de otros países comunitarios. Además, yo creo que ha habido una cierta paranoia en términos de control de la movilidad que nos ha afectado a todos. Se ha sobrereaccionado, igual que con tantas otras facetas del covid.

P. Con el paro que tiene España y la economía hundida por el covid, supongo que aquí es más complicado que haya problemas como los que hemos visto en Reino Unido.

R. El impacto del covid entre los migrantes ha sido enorme en España. Piensa que los sectores más golpeados son especialmente densos en población migrante. De todo el incremento de desempleo a año completo en esta crisis, entre el 40 y el 50 por ciento se lo han llevado entre la población laboral inmigrante. Y estamos hablando de un grupo de población que puede ser el 12 o el 14 por ciento del total. En general, la población migrante en España es muy procíclica. Esto significa que, cuando las cosas van bien, suelen ir mejor que la media, pero, cuando van mal, les va mucho peor que a la media.

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P. La política migratoria ha entrado en todo Occidente en una fase restrictiva. Biden no ha cambiado mucho la propuesta de Trump al respecto y el enfoque identitario se está imponiendo en la mayoría de los países europeos.

R. La inmigración en Europa siempre se ha considerado un problema. No tiene nada que ver con países como Estados Unidos, Canadá o Australia, donde la corriente de fondo es que la movilidad es un proceso de creación. Aquí se ha visto más bien como un problema. Es un poco contradictorio con el propio proyecto europeo, construido sobre ideas como la movilidad, el espacio abierto de oportunidades y avance social. Pero ha sido así desde el principio. Además, los sucesivos intentos de normalizar esto han salido mal. Se gestiona algo que es incómodo y en momentos de conflicto o crisis pues el reflejo es cerrarse.

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Foto: Isabel Blanco.

P. Hemos estado dando vueltas alrededor de la pregunta. ¿Podemos llegar a tener una falta de mano de obra en España como la que se ha producido en el Reino Unido? ¿Podemos llegar a tener un problema, aunque sea puntual, para encontrar profesionales en determinados trabajos?

R. Sí que puede ocurrir, pero no tiene por qué estar relacionado con la inmigración forzosamente. De hecho, los desajustes entre oferta y demanda de trabajo son habituales. En momentos específicos, la migración de reemplazo puede servir para compensar cosas concretas, por ejemplos los temporeros. También puede ocurrir anecdóticamente con algunos sectores, sobre todo si se producen nuevas restricciones como en el Reino Unido. Pero esto forma parte de un proceso. Lo más preocupante es tener un desajuste entre los trabajadores disponibles y los trabajadores que tiene una economía. Eso lo que te indica es que algo no está funcionando bien y se produce al margen de que haya o no haya inmigración. Y eso es justo lo que ocurre en España.

En España, lo que realmente tenemos es un problema de desajuste entre oferta y demanda

P. Entonces la inmigración puede aliviar algunos síntomas, pero no resuelve el problema, ¿no?

R. Eso es. Puede resolver algo coyunturalmente, pero no tiene sentido tratar de resolverlo solo con migrantes porque te puede generar otros mil problemas de otros mil tipos. Por un lado, la integración, por otro, el hecho de que abrir fronteras o facilitar los trámites no significa que vaya a entrar justo lo que tu mercado laboral necesita. En países como Italia o España lo que realmente tenemos es un problema de desajuste entre oferta y demanda.

P. Luego podemos hablar de la educación, pero antes déjame que te pregunte por la baja natalidad. ¿Agrava el desajuste laboral?

R. Este, desde mi punto de vista, es el aspecto más serio y más olvidado de la política española. La inmigración puede servir para aliviarlo, puede interactuar con el problema, pero creo que no es la solución del problema. La política tal y como está planteada hoy no tiene incentivos para atajarlo, porque es el clásico problema a largo plazo que te obliga a tomar medidas impopulares a corto plazo ¿Quién va a hacer eso para perder unas elecciones? Nadie. El INE te dice que de aquí a 50 años un tercio de la población va a ser mayor de 65 años... Pero de aquí a 50 años no queda ni un solo político en activo.

Foto: Ilustración: Lyubov Ivanova
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P. Pero las políticas de fomento de la natalidad no están teniendo buenos resultados en casi ningún sitio.

R. España está especialmente mal y hay cosas que sí se pueden hacer, aunque no solucionen todo el problema, para converger con otros países del entorno. Por ejemplo, compensar el impacto económico que tiene la fertilidad para las familias. Está claro que no vamos a volver a índices de fertilidad del pasado. Por muchos motivos, entre ellos que las mujeres tienen ahora un rol diferente en la sociedad. Pero algo deberíamos poder hacer para suavizar la caída.

P. Según se agrava la caída de natalidad, aumenta el impacto en el mercado laboral, ¿no?

R. El impacto es completo y total. El más grave a largo plazo. Para empezar, hace inviable la economía pública y dinamita el trabajo. Con la estructura económica que tenemos ahora mismo, el 70 o el 80 por ciento el crecimiento de la población activa proviene de la inmigración. Desde 2015, todo el crecimiento poblacional viene del saldo migratorio. En 2020 hubo un crecimiento de más de 60.000 personas, pero es porque entraron 220.000 migrantes mientras que la población española se reducía en 150.000. ¿Cómo vamos a sostener un mercado laboral y un nivel de empleo y crecimiento constante en esta situación? ¿Cómo lo hacemos sin cambios en la productividad? Tenemos un modelo de crecimiento apoyado en la acumulación. Una suma de sectores con escaso valor añadido que requieren de mucho trabajador para crecer. Y está en riesgo cualquier modelo de gestión pública apoyado en cotizantes. Las tasas de dependencia y de soporte son cada vez más insostenibles. Con inmigración se alivia, pero cuesta pensar que podamos mantener el sistema si seguimos así.

El panorama parece despejado para que en el futuro todo el que pueda trabajar trabaje

P. Imagínese que tiene delante a alguien que acaba de iniciar su vida laboral. O a un padre preocupado por el futuro de sus hijos. Pueden pensar que, dado que se necesita mano de obra porque es cada vez más escasa, no habrá problemas para encontrar un trabajo en el futuro. Podría ser una buena noticia y atajaría uno de los grandes miedos de las familias españolas.

R. Posiblemente. Todo lo que tiene que ver con un exceso de oferta laboral podría corregirse, incluso elevar los salarios. Pero ojo, porque la tasa de paro no refleja solo un exceso sobre la demanda. Si fuera una cuestión aritmética, no tendría ninguna lógica que lleguen migrantes a España mientras tenemos una alta tasa de paro. Pero es que el desempleo no tiene que ver solo con el exceso de la oferta sobre la demanda, sino con el desajuste del mercado de trabajo del que hablábamos, de la estructura económica sobre el mercado de trabajo. Así que a ese padre preocupado le diría que sí, que el panorama parece favorable para que todo el que pueda trabajar trabaje. Pero también le diría que sus hijos van a tener que desarrollar las habilidades que demande la economía en los próximos años. Porque, de lo contrario, podrían quedarse sin trabajo en un país donde hacen falta trabajadores. Esa paradoja no solo existe, sino que es la definición de lo que pasa en España.

P. Algunos movimientos políticos europeos han jugado con la idea de frenar la llegada de inmigrantes, o incluso expulsar a los no nacionalizados, para hacer que disminuya el desempleo. Más allá de las cuestiones éticas o jurídicas, ¿serviría de algo?

R. La cuestión no es reemplazar a los parados por migrantes, como decía Le Pen. España no solamente tiene que pensar en cómo absorber flujo de inmigración laboral cada año. Tiene que pensar en cómo es posible que tengamos un flujo migratorio tan alto en una economía donde la mayoría encuentra trabajo. Y que al mismo tiempo haya tantísima población nativa desempleada. La solución no es tan fácil como quitar a unos y poner a otros, porque, si fuese así, ya estaría sucediendo. Los desajustes son otros: salariales, de expectativas, de formación... Se pueden analizar fenómenos como el trabajo en negro también, así como otras razones. Pero a donde quiero llegar es a que es perfectamente posible que se necesiten trabajadores en muchos sectores y al mismo tiempo haya mucho paro.

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Foto: Isabel Blanco.

P. En España se suele simplificar diciendo que sobra gente con carreras universitarias y falta gente con habilidades profesionales. ¿Es correcto?

R. Eso está pasando. Ese tipo de desajuste es el más claro. Pero no solo sucede cuando no hay perfiles disponibles en el mercado, sino también cuando la calidad del trabajo que ofreces no anima a aceptar el trabajo. En España ocurre en muchos sectores, por ejemplo con los médicos o las enfermeras. Formamos muchos, pero a la hora de buscar empleo... Muchos se marchan. Sobre todo los más jóvenes, que manejan idiomas y no le temen a la movilidad.

Cambiar el mercado laboral es como comprar un unicornio. Lo fácil es reunir dinero

P. ¿Ocurre también en perfiles muy cualificados?

No puedes pensar que por tener los fondos europeos vas a poder cambiar un país

R. No, te puedes encontrar con desajustes en prácticamente cualquier sector porque en un momento dado los incentivos se te pueden desajustar. El problema es que esto se cambia muy mal y muy despacio. Y no puedes pensar que por tener los fondos europeos vas a poder cambiar un país en unos años. Es como si te quieres comprar un unicornio. La parte fácil es tener el dinero, lo difícil es lo demás.

P. La izquierda estadounidense ha puesto de moda la frase de Joe Biden, "pay them more" ('pagadles más'), para afrontar este debate.

R. El deterioro del mercado laboral en términos de salarios es un hecho objetivo. En todo Occidente. Hay una tentación a competir en salarios que al final no funciona porque siempre habrá alguien más competitivo que tú en términos salariales. En el caso de España es evidente. Y esto es importante porque el salario es el principal incentivo para aceptar un empleo. No puedes pretender retener talento y capacidad y mantener salarios tan ajustados, cuando no miserables. El término de pobre laboral es totalmente objetivo y está sucediendo. También tiene que ver con cómo tienes las estructuras productivas montadas. En España hay unas cuantas empresas grandes que, sin embargo, subcontratan tropecientas empresas pequeñas, que a su vez contratan a otras y que acaban contratando al final de la cadena a un transportista que va en bici. Esa cadena de valor se va quedando con márgenes por todos lados y el último que importa es el salario del empleado. Es un fractal que se descompone cuando llega al salario de base.

Foto: La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. (EFE)

P. ¿La solución pasa por subir el salario mínimo?

R. Eso es una tirita nada más. El salario mínimo actúa sobre la consecuencia, pero no sobre la causa. ¿Cómo es posible que haya un negocio que acaba pagando a sus empleados 850 euros? ¿Qué tipo de estructura económica sostiene algo así? Y hay sectores absolutamente desprotegidos, como el servicio doméstico, que quedan al margen. Uno de los desajustes que hay que vigilar es claramente la pérdida de masa salarial. Además de que no tiene justificación con relación a la variación del excedente bruto de explotación, de los beneficios... No puedes justificarlo tampoco hablando de incremento de la productividad. Mal vamos, porque acabaremos siendo Yemen si mejoramos nuestra productividad bajando salarios más y más. El problema es que la idea se ha generalizado y ya es difícil de rebatir.

P. Volvamos a la misma pregunta, pero ahora desde el punto de vista del empresario. Imagínese que tiene delante a alguien a quien le preocupa que dentro de unos años no va a encontrar empleados, o que va a tener que subir mucho los salarios a ciertos perfiles o fichar en el extranjero. ¿Qué le diría?

R. La perspectiva es que haya desajustes de oferta y demanda que hagan complicada la viabilidad de algunos sectores. Eso requerirá buscar talento fuera, que es caro y complicado. Puede ser un factor de freno para algunos negocios o arruinar algunos. Pero no creo que sea algo grave. No creo que esté entre los 10 principales problemas económicos de nuestro futuro. Pero realmente sería muy triste que España tuviera que salir fuera a encontrar talento con la cantidad de población universitaria que tenemos. Sería muy triste que no seamos capaces de generar ese talento aquí en nuestro país. Sobre todo en las profesiones de más futuro, donde la formación está desatendida. Si las cosas siguen así, si la formación con más futuro sigue desatendida, llegará un punto en que no te quedará más remedio que buscar talento fuera, como sucede en Estados Unidos.

Foto: Justin Trudeau, en una visita a la Royal Canadian Legion. (Reuters) Opinión

P. A un lado de la balanza tenemos el caso canadiense, que tiene un programa carísimo para atraer, capacitar e integrar migrantes de todo el mundo. Al otro lado tenemos el caso japonés, que se cierra en banda a la migración y pretende compensar el envejecimiento y el invierno demográfico con tecnología y robotización. ¿Con cuál te quedas?

R. Quizás en el equilibrio está la virtud, pero España puede seguir manteniendo sectores de actividad que necesiten mucha mano de obra y eso no es necesariamente malo, siempre que los salarios sean buenos. Puede ser un sostén de la estructura económica. Al mismo tiempo, se puede tratar de añadir a los procesos industriales y de alto valor añadido la tecnología, educación y recursos financieros que necesita. Creo que se pueden hacer las dos cosas a la vez. No nos vamos a parecer a Canadá nunca y a Japón todavía menos. El problema es que no estamos dando pasos hacia Canadá, ni hacia Japón. Aquí se dicen mucha cosas, pero se hacen pocas. Yo ese presunto deseo de cambiar el modelo productivo no lo veo por ningún lado.

P. ¿Se van a recuperar los flujos migratorios? ¿Volveremos a recibir cerca de medio millón de personas al año? Hay estudios que nos auguran una disminución drástica de la población en cuestión de pocas décadas.

R. España no puede permitirse perder la mitad de la población. El modelo no se sostiene sin fuerza laboral, así que eso no va a ocurrir. Lo que sí puede ocurrir es que la inmigración de reemplazo sea cada vez más importante. Y sí que vamos a llegar a las cifras de antaño o incluso más altas. Es una cuestión de incentivos y los incentivos se mantienen intactos. Mientras haya desigualdad, habrá migración. En las últimas dos décadas han llegado unas 300.000-400.000 personas al año. En 2019 más de 700.000. Es verdad que también sale gente, pero el saldo neto es muy positivo. Y eso no se para de manera sencilla, ni con políticas restrictivas. Parte del flujo es reagrupación familiar. Hay mecanismos que una vez que se ponen en marcha no se paran. Es urgente que España afronte el tema, pero da la sensación de que no hay una actividad normativa, regulatoria, al menos al nivel del fenómeno.

En Reino Unido escasean los carniceros, los camioneros, los profesores de primaria, los enfermeros, los carretilleros... El Brexit y la pandemia han reventado el mercado laboral británico, dejando imágenes a las que resulta tentador cargar de significado político, como las peleas por las últimas gotas de combustible en gasolineras de Londres o Birmingham. El problema, nos advierten, es la punta del iceberg de algo que no se circunscribe al Reino Unido. Preguntamos sobre ello a Ramón Mahía, profesor de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Madrid y titular de un currículum que permite abordar con autoridad el asunto. Lleva años estudiando los desequilibrios del mercado laboral, su interacción con los movimientos migratorios y la natalidad. Ha trabajado como asesor para ministerios, ha escrito un libro al respecto para el Defensor del Pueblo y ha colaborado con instituciones internacionales.

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