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Los indicadores que provocan pesadillas a Draghi y acercan el 'sueño' de los estímulos
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El BCE valora los tipos negativos

Los indicadores que provocan pesadillas a Draghi y acercan el 'sueño' de los estímulos

Las noticias negativas se agolpan en la mesa del BCE: los inversores han perdido la esperanza de que la inflación suba al 2% en la próxima década al tiempo que se enfría el crecimiento

Foto: El presidente del BCE, Mario Draghi. (Reuters)
El presidente del BCE, Mario Draghi. (Reuters)

En cada una de sus ruedas de prensa, Mario Draghi tiene que argumentar que sus estímulos monetarios han conseguido elevar la inflación y el crecimiento. Es probable que sea así, no existe el escenario contrafactual que rebata sus argumentos, pero lo que es evidente es que los indicadores económicos siguen flojeando.

A pesar de los estímulos, las previsiones de inflación cada vez son más bajas y el crecimiento sigue desinflándose. La situación ha llegado a tal punto que el Banco Central Europeo (BCE) ya no puede conformarse con estabilizar la economía, sino que necesita un impulso para revitalizar los precios y la actividad. El presidente de la entidad planteó en su último discurso en Sintra que pondrá en marcha otra ronda de estímulos en las próximas semanas si la economía no repunta.

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El BCE tiene motivos para estar preocupado. Las previsiones de inflación son cada vez más bajas y corre el gran riesgo de que se desanclen del 2% definitivamente. Hasta el discurso de Draghi, las previsiones de inflación que mantenía el mercado para el próximo decenio habían caído a su mínimo histórico, por debajo del 1,2%.

Este es el indicador clave que preocupa cada vez más a los banqueros centrales. Se trata del '5-year, 5-year forward inflation expectation rate' y lo que refleja es cuál será la previsión de inflación que habrá dentro de cinco años para los cinco siguientes. Este dato permite medir las expectativas de precios a largo plazo que maneja el mercado, de modo que sirve para analizar hasta qué punto el BCE mantiene ancladas las expectativas en el 2%. Y a raíz de estos resultados, parece que está fracasando.

Cada vez es más común que los expertos vaticinen un ciclo de estancamiento de precios, esto es, un escenario de japonización. Esto significa que el BCE está fracasando en su único objetivo, que es mantener las perspectivas de inflación cerca del 2%. Actualmente, las empresas están subiendo los salarios sin subir los precios porque son conscientes de que la inflación está muerta. No hay mejor indicador que este sobre la pérdida de credibilidad del BCE.

En este momento, el mejor aliado de Draghi sería el petróleo, ya que los precios energéticos afectan a toda la economía. Una subida del crudo podría dar el impulso para reactivar la inflación. Sin embargo, lo que espera el mercado es justo lo contrario: una corrección de los precios durante los próximos meses. Un nuevo impulso ‘deflacionista’ que complica más el objetivo del BCE.

La curva de futuros del crudo de referencia en EEUU, el West Texas, cotiza actualmente en 53,7 dólares, pero la de dentro de un año está en 53 dólares, un 1,4% menos. Y esta caída se mantiene hasta llegar a los 52 dólares en 2021. Esto significa que los inversores están descontando una caída del petróleo del 3% en los próximos años, un movimiento que supone un gran lastre para la inflación.

El IPC subyacente, que es el que mide la evolución de los precios descontada la energía y los alimentos frescos, tampoco da tregua al BCE. El último dato publicado por Eurostat, correspondiente al mes de mayo, muestra una ralentización de la inflación hasta el 0,8%, el dato más bajo desde 2016. Esto significa que no existe ningún tipo de presión inflacionista en el mercado. Al contrario, todo indica un enfriamiento de los precios que ‘congela’ al BCE.

Colesterol alto

El otro indicador que asusta al BCE es el de la oferta monetaria (medida como M3), y lo que mide es la cantidad de dinero en circulación y los activos muy líquidos: depósitos bancarios, deuda con vencimiento inferior a dos años y fondos del mercado monetario. Cuando la oferta monetaria crece rápidamente, significa que cada vez hay más dinero en circulación, lo que es sinónimo de un aumento de la demanda interna.

Foto: El presidente del BCE, Mario Draghi, junto al ministro holandés de Finanzas, Wopke Hoekstra, en el G20 (Reuters)

La entidad lleva años intentando superar la atonía de la oferta monetaria, pero se enfrenta a la restricción de crédito de los bancos. Lo que hace para lograrlo es bombear cada vez más dinero al sistema, esto es, aumenta la base monetaria (M1). Sin embargo, sus esfuerzos no consiguen reanimar la M3 (oferta monetaria). Los bancos actúan en este caso como el colesterol, impiden que el dinero que bombea el BCE fluya a toda la economía.

Los requisitos de capital crecientes que soportan los bancos, unidos a la ausencia de demanda de crédito solvente, provocan el taponamiento de la política monetaria. La M3 lleva desde 2012 creciendo menos que la M1, o lo que es lo mismo, el dinero creado por el BCE crece más rápido que el dinero bancario.

En 2018, cuando la entidad comenzó a ralentizar su programa de compras, también se frenó el crecimiento de la oferta monetaria, lo que muestra que el sistema financiero europeo sigue atascado. Este año, la oferta monetaria está creciendo a ritmos inferiores al 5%, con la base monetaria del BCE creciendo un 7,5%. La entidad no ha vuelto a lograr crecimientos de la M3 superiores al 7%, como sí logró durante la década de los dos mil, y eso a pesar de la enorme creación de liquidez realizada.

La atonía de la oferta monetaria es el resultado de la ralentización del crecimiento. Si no hay demanda interna, no habrá crecimiento del crédito y, por tanto, la M3 seguirá adormecida. Los diferentes indicadores de expectativas de crecimiento muestran un ligero pesimismo de los actores económicos. La última medición del instituto alemán ZEW muestra una recaída de las expectativas hasta los mínimos de enero, que son también los mínimos desde 2012.

La última encuesta de Bloomberg entre casas de análisis tampoco apunta hacia el optimismo. Algunos analistas empiezan a valorar que el PIB de la eurozona crecerá este año menos de un 1%. La media de estimaciones apunta a un avance del 1,2%, esto es, el ritmo más bajo desde 2012, en plena crisis del euro.

Estas cifras explican por qué Draghi ya no puede conformarse con frenar el deterioro de la economía sino que necesita lograr un impulso, y pronto. El presidente del BCE ha vuelto a remarcar que tiene a su disposición todo el ‘arsenal’ monetario. Una afirmación que el mercado se ha tomado como una promesa. Los inversores están descontando ya que la entidad bajará los tipos de interés en su reunión de septiembre, para ponerlos en negativo. Esto significa que este es otro indicador más que tendrá que vigilar Draghi si no quiere defraudar a los mercados.

En cada una de sus ruedas de prensa, Mario Draghi tiene que argumentar que sus estímulos monetarios han conseguido elevar la inflación y el crecimiento. Es probable que sea así, no existe el escenario contrafactual que rebata sus argumentos, pero lo que es evidente es que los indicadores económicos siguen flojeando.

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