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Sangre, sudor y miseria: Venezuela se quedará sin divisas en dos años
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LA poca entrada DE DIVISAS COLAPSA la economÍA

Sangre, sudor y miseria: Venezuela se quedará sin divisas en dos años

Venezuela se está quedando sin entrada de divisas. La caída de las exportaciones, en particular de petróleo, acerca la economía al colapso. El tiempo apremia

Foto: Vista de una estación de servicio de la estatal Petróleos de Venezuela fuera de servicio. (EFE)
Vista de una estación de servicio de la estatal Petróleos de Venezuela fuera de servicio. (EFE)

¿Cuánto tiempo podrá aguantar la economía de Venezuela aislada de medio mundo? La pregunta, obviamente, no tiene respuesta. Pero sí hay una primera evidencia. Un país sin apenas reserva de divisas, con dificultades para vender su principal fuente de riqueza: el petróleo, sin inversión extranjera, con un tejido productivo devastado, y sin capacidad alguna para encontrar financiación en el exterior (los mercados están cerrados por el elevado riesgo-país) tiene un negro futuro.

Ni siquiera la ayuda humanitaria está en condiciones de llegar. Maduro ha dicho que Venezuela “no es mendigo de nadie” y no hay que olvidar que esa asistencia tendría que ser distribuida por el Gobierno de Maduro, a quien se le ha quitado la legitimidad para seguir gobernando. Y la Unión Europea ha sido, precisamente, uno de los principales donantes en los últimos años. Ayer mismo, la Comisión Europea aprobó una asistencia adicional de cinco millones de euros que se suman a los 34 millones destinados solo para la crisis de 2018. Una gota de agua para un problema oceánico.

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Con este panorama, no hay que descartar una catástrofe más intensa que la actual, que ha obligado a salir del país a cientos de miles de venezolanos (algunas informaciones hablan de más de tres millones), lo que representaría uno de cada 10 venezolanos. Ni siquiera instrumentos de financiación como el BID (Banco Interamericano de Desarrollo) están operativos.

¿La razón? La mora total de préstamos de Venezuela con el BID, incluidas aquellas cuantías que todavía no llegan al límite de 180 días, ascendía en mayo de 2018 a 212,4 millones de dólares, sobre una deuda total de 2.011 millones. Y se da la circunstancia que bajo las normas del BID sobre pagos en mora, la entidad —de la que Venezuela fue miembro fundador— no puede realizar ninguna actividad de préstamo con Venezuela hasta que salde su mora. Es más, como una cuestión de política interna, el BID no reprograma sus préstamos con garantía soberana. Es decir, 'game over' por este lado para el Gobierno de Maduro para recibir recursos de uno de los principales brazos financieros con que cuenta la región.

Otra de las vías de Venezuela para salir del agujero pasa por aumentar sus exportaciones. Pero, a la luz de lo que ha sucedido en los dos últimos años, nada indica que eso sea posible. Entre otras cosas, porque el precio del barril de crudo está muy lejos de los niveles existentes en los mejores tiempos de Chávez, lo que permitió a millones de venezolanos tener acceso a servicios esenciales como la sanidad, la educación o la vivienda, pero a costa de una enorme corrupción y de crear una tupida red clientelar que hoy se desvanece por falta de recursos.

La cesta de crudo de la OPEP —el consorcio al que pertenece Venezuela— se situó en diciembre de 2018 en 56,94 dólares, muy por debajo de lo que necesita el país para restaurar sus reservas de divisas. Con el añadido de que la calidad del crudo venezolano, por la escasez de productos químicos —desde luego, mejor que el esquisto estadounidense—, es cada peor porque incorpora altos niveles de agua, sal o metales que encarecen su refino, lo que ha provocado la queja de algunos compradores.

Alto riesgo-país

No es un problema cualquiera. Las reservas de divisas difícilmente se pueden recuperar cuando el aislamiento político y económico convierte la compraventa de bienes y servicios en una operación de alto riesgo para los proveedores por temor a los impagos. Pero también por las consecuencias del bloqueo decidido por el departamento del Tesoro de EEUU, que lo ha incluido en la temible lista SDN, un enorme registro de casi 1.300 páginas que incluye con nombre y apellidos todos los 'apestados' de Washington. "Cuando una compañía está en la lista SDN del Tesoro, la mayoría de los bancos internacionales dejan de negociar con ella", dijo a Bloomberg Joe McMonigle, exfuncionario del departamento de Energía.

Foto: Varias personas pasan por delante de un mural con la cara del presidente Nicolás Maduro en Caracas, en 2015. (Reuters) Opinión

Y hay que tener en cuenta que Venezuela ha sido históricamente uno de los principales proveedores de petróleo de EEUU (tras Canadá y Arabia Saudí), lo que refleja la importancia de la decisión de la Administración Trump.

Venezuela envió un promedio de 584.000 barriles diarios a refinerías estadounidenses en el último mes, lo que representa cerca del 8% del total de las importaciones de crudo de los EEUU. Principalmente, a través de Citgo, que cuenta con tres refinerías en los estados de Texas, Illinois y Luisiana, así como una red de unas 10.000 gasolineras en todo el país. La compañía, sin embargo, podrá seguir operando, pero sus fondos no podrán salir de EEUU tras la inclusión en la lista SDN. El asesor de seguridad nacional, John Bolton, ha estimado que la decisión reduciría los ingresos por exportaciones venezolanas en unos 11.000 millones de dólares al año, lo que representa nada menos que un 3% del PIB.

Medicinas y bienes de equipo

Lo cierto es que las exportaciones venezolanas se hundieron, según el BID, un 29% el año pasado, mientras que un año antes, la caída fue del 13%. Es decir, que las ventas al exterior se han hundido un 42% en apenas dos años. La consecuencia es clara. Venezuela se queda sin reservas de divisas para comprar en el exterior, lo cual es algo más que necesario en un país arrasado por la hiperinflación y en el que el tejido productivo está devastado. Y sin divisas no se pueden comprar ni medicinas ni bienes de equipo para reparar el equipamiento que necesita la industria del petróleo básico para garantizar el funcionamiento del mermado sistema productivo.

La falta de divisas, precisamente, es lo que explica que el Banco Central de Venezuela anunciara recientemente la enésima intervención cambiaria. Obviamente, porque la situación es insostenible. Venezuela, de hecho, se ha comido casi todas sus reservas de divisas, que, según el banco central, alcanzaron un máximo de 41.327 millones de dólares en 2008. Una década después, y siempre según los datos oficiales, las reservas han caído hasta los 8.698 millones de dólares, la mitad que las existente en 2015, lo que da idea de la velocidad de deterioro de los flujos de capital exteriores. Eso quiere decir que a este ritmo, si no sube el petróleo (que representa el 80% de las exportaciones venezolanas) o aumentan las exportaciones de forma súbita, dentro de dos o tres años el país se habrá quedado sin divisas para financiar la economía.

No menos inquietante es la situación de las cuentas públicas, también muy vinculadas a la producción de petróleo. No en vano, casi la mitad de los ingresos del Estado dependen de la venta de crudo, lo que da idea del monocultivo venezolano, que llevó a Uslar Pietri a reclamar hace casi un siglo la necesidad de “sembrar el petróleo”, una idea que nunca se ha materializado. Ni cuando gobernaban unos ni cuando gobernaban otros. Al contrario, el país es cada vez más dependiente de los hidrocarburos (posee las mayores reservas probadas de petróleo del mundo).

Foto: Venezolanos cruzan de regreso a su país tras comprar bienes en la ciudad colombiana de Cúcuta, el 4 de febrero de 2019. (Reuters)

Y es que Maduro, en lugar de ajustar la economía a los precios del petróleo (la fuente de los ingresos públicos), lo que ha hecho es aumentar el control del Estado sobre la actividad, y el nombre oficial que encabeza el Ministerio de Economía —que es el mismo para todos los departamentos— es todo un aviso para navegantes: Ministerio del Poder Popular de Economía y Finanzas.

Frente a este relato, lo cierto es que el verdadero poder para muchos venezolanos, el poder de compra, se ha hundido, nada menos que una tercera parte en apenas un par de años. En 2015, la renta per cápita equivalía a 17.300 dólares y en 2017 había bajado ya hasta los 12.500 dólares, cuando Venezuela era hace apenas tres décadas uno de los tres países más ricos de América Latina y el Caribe.

Hoy, sin embargo, el sector público está prácticamente quebrado, con un déficit que en 2017 equivalía a un increíble 46,1% del PIB, que solo se ha podido cubrir, ya que los mercados están cerrados porque las emisiones tienen la calificación de bono basura, dándole a la maquina de hacer billetes, lo que ha provocado una ingente inflación que recuerda la de la República de Weimar. Como ha dicho José Juan Ruiz, antiguo economista jefe del BID, mientras Latinoamérica construía su clase media, Venezuela la destruía.

¿Cuánto tiempo podrá aguantar la economía de Venezuela aislada de medio mundo? La pregunta, obviamente, no tiene respuesta. Pero sí hay una primera evidencia. Un país sin apenas reserva de divisas, con dificultades para vender su principal fuente de riqueza: el petróleo, sin inversión extranjera, con un tejido productivo devastado, y sin capacidad alguna para encontrar financiación en el exterior (los mercados están cerrados por el elevado riesgo-país) tiene un negro futuro.

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