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¿Por qué puede morir el diésel si emite menos CO2 que la gasolina?
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caen las ventas de coches diésel

¿Por qué puede morir el diésel si emite menos CO2 que la gasolina?

Las matriculaciones de coches diésel han caído en los últimos años hasta cifras de 1996 y las de gasolina ya las superan, rompiendo así una tendencia creciente histórica en España

Foto: Surtidor de una gasolinera. (EFE)
Surtidor de una gasolinera. (EFE)

Los indicadores apuntan hacia la posible muerte del diésel. Este combustible se utiliza cada vez menos en España, y los datos lo confirman. De hecho, el pasado mes de febrero la cuota de matriculaciones en el país de vehículos propulsados por gasoil se hundió hasta su nivel más bajo desde hace 22 años, dándole un fuerte impulso hacia abajo a la curva de ventas de este tipo de coches, que ya venía cayendo desde 2012.

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Ahora mismo, las matriculaciones de coches gasolina suponen alrededor del 57% y las de diésel no superan el 37%, una situación similar a la que había en el mercado automovilistico en 1996. Pero ¿a qué se debe este giro en las ventas? ¿Por qué puede morir el diésel? La respuesta no es sencilla, aunque algunos indicadores apuntan hacia factores de salud, política y también al envejecimiento del parque automovilístico.

Tanto los motores diésel como los gasolina producen emisiones de CO2 (dióxido de carbono), un gas que favorece el calentamiento global pero que a nivel de salud humana no supone un factor extremadamente preocupante. Sin embargo, los coches propulsados por gasoil además de CO2, del que emiten menos que los gasolina, también emiten dióxido de nitrógeno y partículas no quemadas que quedan en suspensión, dos agravantes para la contaminación del aire que les han costado a los coches con este tipo de motor la prohibición eventual en el centro de algunas ciudades o la definitiva en el de Hamburgo (Alemania).

placeholder Tráfico a la salida de Madrid. (EFE)
Tráfico a la salida de Madrid. (EFE)

Para entender el cambio de tendencia en el mercado, es necesario fijarse en los movimientos de la Unión Europea. En la década de los ochenta, la apuesta de la UE fue por reducir las emisiones de CO2, y para ello hicieron un 'all in' con el diésel y animaron a las compañías a invertir en él. Así, los fabricantes de tecnología diésel consiguieron reducir el consumo de carburante y la emisión de CO2 a la atmósfera. Estos avances fueron costosos, pero el resultado respetaba los protocolos de emisiones pese a que la tecnología resultante era más contaminante en cuanto a la emisión de óxidos nitrosos y de partículas.

Foto:  La ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, durante su comparecencia

Sin embargo, el rumbo de la UE ha ido cambiando con los años, y además de considerar las emisiones de CO2, el organismo ha ido añadiendo exigencias al mercado en las actualizaciones de su normativa de emisiones que desde 2016 requiere también esfuerzos a los fabricantes para que reduzcan las emisiones de óxido de nitrógeno (NOx), especialmente en el caso de los vehículos diésel.

A la 'mala fama' del diésel también ha contribuido la política local que se ha llevado a cabo en algunas ciudades europeas. Las ciudades tienen cada vez más tráfico rodado y, por consiguiente, más contaminación, algo que ha llevado a los ayuntamientos a tomar medidas. Además de la prohibición permanente de circular con vehículos diésel que no cumplan el estándar comunitario 'Euro 6' en algunas calles céntricas de Hamburgo, otros consistorios han anunciado vetos a este tipo de vehículos.

En Madrid, la alcaldesa Manuela Carmena presentó el pasado 2017 un plan anticontaminación en el que se establece que a partir de 2025 los vehículos de gasolina matriculados antes del año 2000 no podrán acceder al término municipal, así como tampoco podrán hacerlo los vehículos diésel matriculados antes del año 2006.

placeholder Ada Colau y Manuela Carmena. (EFE)
Ada Colau y Manuela Carmena. (EFE)

Esta norma fue presentada por el consistorio como respuesta a los episodios de contaminación que vive la ciudad en determinadas épocas del año, y se planteó tras certificar que el tráfico rodado es el responsable del 31% de las emisiones de gases de efecto invernadero en la ciudad. Concretamente, el 51% de las emisiones de NOx procede de la circulación de vehículos, así como el 61% de las partículas PM10 y el 55% de las emisiones PM2,5 y de las de monóxido de carbono (CO).

En Barcelona, por su parte, el ayuntamiento se plantea prohibir a partir del 1 de enero de 2019 la circulación de todos los vehículos con más de 20 años por el centro de la ciudad, con excepción de las furgonetas, para las que la prohibición se aplicará solo a aquellas que se hayan matriculado antes de 1996.

En una línea más agresiva se está moviendo la alcaldía de París, que se plantea prohibir la circulación de los coches diésel en 2024 y la de los coches gasolina en 2030 en un intento de disminuir los niveles de contaminación de la ciudad, una media que, aunque a más largo plazo, también han anunciado los gobiernos de Francia y Reino Unido.

Foto: Un viejo Beetle puede llegar a ser un coche eléctrico

Aunque parece que el futuro del diésel no será próspero, sí es cierto que no todos los coches propulsados por este carburante son igualmente contaminantes. De hecho, uno de los principales problemas relacionados con las emisiones proviene del envejecimiento del parque automovilístico español. En concreto, en el territorio nacional, el parque de vehículos envejece año tras año, y en 2017 ya superaba los 12 años de media. Estos datos confirman que además de que los vehículos que circulan cada año sean menos seguros, también son mucho más contaminantes.

Por último, la semana pasada se supo que el Gobierno de Pedro Sánchez está estudiando llevar a cabo cambios en la fiscalidad medioambiental que pasarían por equiparar el precio del gasóleo con el de la gasolina, eximiendo al diésel bonificado para transportistas y agricultores. Además, aunque por el momento no parece que vaya a hacerse efectivo, cabe recordar que en España existe un informe elaborado el pasado abril por un comité de expertos sobre escenarios para la transición energética en el que, bajo la premisa 'quien contamina paga', se plantea al Gobierno la posibilidad de subir el precio del gasóleo más de un 28% y el de la gasolina un poco más de un 1,5% como medida para descarbonizar la economía del país.

Los indicadores apuntan hacia la posible muerte del diésel. Este combustible se utiliza cada vez menos en España, y los datos lo confirman. De hecho, el pasado mes de febrero la cuota de matriculaciones en el país de vehículos propulsados por gasoil se hundió hasta su nivel más bajo desde hace 22 años, dándole un fuerte impulso hacia abajo a la curva de ventas de este tipo de coches, que ya venía cayendo desde 2012.

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