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Fuera complejos: Alemania asalta las instituciones europeas
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BERLíN REFUERZA SU POSICIÓN EN BRUSELAS

Fuera complejos: Alemania asalta las instituciones europeas

Alemania continúa copando los altos cargos en la UE. El último nombramiento ha sido el de secretario general de la Comisión Europea. El Brexit refuerza todavía más su posición

Foto: Martin Selmayr, nuevo secretario general de la Comisión Europea. (EFE)
Martin Selmayr, nuevo secretario general de la Comisión Europea. (EFE)

Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que cada paso adelante que daba la diplomacia alemana se interpretaba a luz de su pasado. De ahí que desde Adenauer, y por razones obvias, la política exterior germana fuera extraordinariamente prudente. Hasta el punto de que su peso económico en el mundo nunca se ha correspondido con su exigua presencia internacional. Sin duda, porque los viejos fantasmas del siglo XX seguían ahí. Presentes como una pesada losa que cercenaba la dimensión internacional de Alemania.

Nada indica que esa 'real politik' vaya a continuar en el tiempo. Al contrario. La presencia de Alemania en Europa tiende a crecer. Y el último movimiento en Bruselas es de extraordinaria importancia. El presidente de la Comisión Europea, como se sabe, ha nombrado a Martin Selmayr nuevo secretario general de la institución. El nombramiento no tendría nada de particular si no fuera porque el verdadero número dos de Juncker —y no su jefa de gabinete— es alemán, y lo que es todavía más relevante, acumulará un enorme poder dentro de una estructura de gran peso político. Entre otras cosas, como se suele decir en Bruselas, porque quien hace los papeles elabora la agenda, y esa es una función muy relevante.

Selmayr es el funcionario de mayor rango administrativo en Bruselas, y su poder real es mayor que el de la mayoría de los comisarios

Selmayr (Bonn, 1970) es el funcionario de mayor rango administrativo en Bruselas, y su poder real es incluso mayor que el de la mayoría de los comisarios, que juegan con las cartas marcadas. Los servicios técnicos son quienes cada jornada distribuyen de forma diligente la hoja de ruta. Es por eso que algunos medios muy influyentes en Bruselas no han tardado en interpretar el nombramiento de Selmayr como un paso adelante muy significativo de la diplomacia alemana, que sigue prefiriendo ocupar puestos presuntamente técnicos en lugar de los más visibles, lo que puede considerarse como un cambio de posición. Y, desde luego, un movimiento estratégico. En todo caso, muy diferente al que sostuvo Berlín tras la reunificación, cuando optó por un perfil bajo para no levantar suspicacias entre sus socios europeos.

Si Selmayr —al que muchos llaman el monstruo de Berlaymont por sus malos modos— es ya el secretario general de la Comisión Europea, su paisano Klaus Welle es desde 2009 el secretario general del Parlamento Europeo, lo que le da un enorme poder para ordenar los debates. Otro alemán, Klaus Regling, es presidente del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), el organismo llamado a ser el futuro Tesoro europeo, mientras que en la lista aparece también otro germano, Klaus-Heiner Lehne, quien es presidente del Tribunal de Cuentas europeo. El Banco Europeo de Inversiones (BEI), igualmente, es presidido por el alemán Werner Hoyer, mientras que Helga Schmid es la secretaria general del Servicio Europeo de Acción Exterior, cada vez más relevante en la estructura interna de la UE. Elke König, que tuvo un papel esencial en la resolución del Banco Popular, también es alemana, lo que refleja un abordaje en toda regla de las instituciones europeas.

A hurtadillas

Es decir, amplios poderes que coinciden en el tiempo con la salida del Reino Unido de la UE, lo que no es irrelevante. Alemania pierde un contrapeso en Europa —el modelo anglosajón frente al continental—, lo que da a la canciller Merkel mayor margen de actuación. Aunque lo haga de hurtadillas a través de cargos presuntamente técnicos, pero que tienen enorme relevancia en el reparto del poder en Bruselas.

Foto: Berlín quiere reemplazar el año que viene a Mario Draghi y a sus políticas acomodaticias por su halcón Jens Weidmann. (Reuters)

Es muy probable, incluso, que la guinda al pastel la ponga el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, que podría ser el próximo presidente del BCE. No es difícil adivinar que Weidmann, un halcón en política monetaria, contará con el apoyo de España (manda la política de reciprocidad tras el respaldo a De Guindos), pero también de Italia, que, por razones obvias, no puede repetir en el cargo tras la salida de Mario Draghi el 1 de noviembre de 2019. Queda la opción francesa, pero esta parece descartada teniendo en cuenta que el segundo presidente del BCE fue un francés, Jean-Claude Trichet.

Eso quiere decir que Alemania coparía los puestos verdaderamente relevantes dentro de las instituciones de la Unión Europea, aunque no sean los cargos más visibles de cara a la población y a los media. En todo caso, el 'entrismo' en las instituciones obligará a Berlín a que se visualice con nitidez su unidad de acción con la Francia de Macron, deseosa de volver al eje Berlín-París, cuya ruptura tanto disgustó a Merkel.

Alemania coparía los puestos más relevantes de las instituciones de la UE, aunque no sean los cargos más visibles de cara a la población y a los media

Precisamente porque la 'fuga' de la Francia de Hollande del pacto hacía más visible la amplia presencia de Alemania en Bruselas. Es decir, lo que quiere Berlín es mandar, pero sin que se note, y la salida del Reino Unido desequilibrará la correlación de fuerzas interna. No en vano, los 96 eurodiputados germanos serán todavía más tras las próximas elecciones en unos momentos en que la UE aborda una de sus decisiones trascendentales: el nuevo marco presupuestario plurianual.

En el fondo de estos movimientos también se encuentra el llamado Spitzenkandidat, que no es otra cosa que el sistema de elección del próximo presidente de la Comisión Europea (año 2019), utilizado por primera con el nombramiento del propio Juncker. Es decir, que el partido ganador de cada una de las familias políticas europeas sea elegido presidente de la Comisión, lo que choca frontalmente con los intereses de Macron, quien como líder de un movimiento —no un partido político— no quiere saber nada de pactos de familias ideológicas, en que tendría más que perder que ganar.

Al final y al cabo, el sucesor de Juncker saldría automáticamente del partido más votado en las euroelecciones, lo que le daría al Partido Popular Europeo (donde gobierna otro alemán, el joven Manfred Weber) muchas probabilidades de repetir. La paradoja reside en que el sistema de elección del presidente de la Comisión Europea no está escrito en ningún tratado, lo que facilita el trabajo de los 'sherpas' de lujo de Berlín, hoy instalados en los puestos de élite.

Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que cada paso adelante que daba la diplomacia alemana se interpretaba a luz de su pasado. De ahí que desde Adenauer, y por razones obvias, la política exterior germana fuera extraordinariamente prudente. Hasta el punto de que su peso económico en el mundo nunca se ha correspondido con su exigua presencia internacional. Sin duda, porque los viejos fantasmas del siglo XX seguían ahí. Presentes como una pesada losa que cercenaba la dimensión internacional de Alemania.

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