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No estaba muerto: la revancha tardía de la joven promesa frustrada del tenis español
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Juego, set y partido

No estaba muerto: la revancha tardía de la joven promesa frustrada del tenis español

Fue campeón alevín de la comunidad valenciana arrollando a Ferrero, futuro número uno del mundo, pero la vida adolescente se cruzó en su camino. Las fascinantes memorias del tenista que sobrevivió al hastío

Foto: La derecha ganadora de Luis Torres de la Osa en los ochenta. (Cedida)
La derecha ganadora de Luis Torres de la Osa en los ochenta. (Cedida)
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El protagonista de esta historia le pegó un día un torrtazo a Juan Carlos Ferrero. ¡Zas! Quizá no fue el mejor golpe de la carrera de Luis Torres de la Osa, pero sí el más desconcertante. Meses antes de la torta, en 1991, De la Osa (Valencia, 1979) había arrasado a Ferrero (6-1 y 6-0) en la final del campeonato alevín valenciano. "Recuerdo cierta sensación de extrañeza ante el impoluto tenis que desplegué, pero también ante la falta de acierto de Ferrero —un talento tenístico gigantesco", escribe De la Osa, que debía estar muy inspirado ese día porque, doce años después, Ferrero llegó al número uno del mundo. ¿Y De la Osa? Tomó un desvío, del que habla en Nocturno de tenis, singularísimas memorias que publica pronto Libros del K.O.

La torta "parcialmente fallida" a Ferrero se la dio durante un Campeonato de España alevín en Gran Canaria —De la Osa perdió en cuartos y Ferrero en la final—, pero no recuerda bien el motivo. "He olvidado la razón por la que discutimos tan enconadamente. Sí recuerdo la seriedad y el silencio que se produjeron a continuación, un cierto asombro avergonzado, su mirada fija y triste posada en la mía, el murmullo de las palmeras y los grandes macizos de plantas exuberantes atravesados por el viento, la sensación acre —una desagradable veta adulta— que se impuso en mi garganta, la culpa y la lengüita rosada de un gato diminuto que asomó su cabeza de repente entre un ramillete exuberante de hibiscos y strelitzias".

"Sé que fue puro hartazgo, porque luego pasé muchos años sin querer saber nada del tenis"

En efecto, la memoria es caprichosa. Del abofeteo al futuro número uno del mundo, De la Osa recuerda los hibiscos, y del día que su carrera hizo catacrack a los 16 años, que la tomó con un pobre cisne… fue un verano de mitad de los noventa, junto al Club de tenis de La Coruña, cuando De la Osa penaba por el Circuito Challenger ATP "recibiendo tremendas palizas" de rivales tipo Carlos Moyá.

Atentos:

"Aquel torneo era el último del circuito y yo estaba completamente harto del tenis, de la vida… de las pensiones tristes y oscuras en que nos alojábamos… Así que terminó aquel partido que fue como un escupitajo sobre mi joven rostro, 6-0, 6-0, quizás 6-0, 6-1, recogí mis raquetas, miré furtivamente a las muchachas que se alejaban hacia la piscina, riendo, cuchicheando, llevándose consigo toda la ligereza que yo anhelaba, y tomé un pequeño camino lateral que brotaba del club hacia un espacio virgen… En realidad quería desaparecer, tal vez volver atrás en el tiempo, quizás simplemente abandonar aquel mundo gigantesco, turbio, de los adultos… Extendí una toalla en mitad de la hierba y me tumbé, boca arriba, mirando el cielo azulado. Cerré los ojos, estiré las piernas, quizás me golpeé la cabeza con los puños o me puse a llorar. Y entonces sucedió. Escuché, unos metros más allá, bajo un grupo de árboles, una especie de graznido. Me puse en pie. El ave blanca refulgía en un claro…".

Y sucedió… La frustrada promesa del tenis valenciano, en una escena digna de una sátira de Evelyn Waugh sobre decadencias y caídas en la campiña inglesa, apedreó a un cisne. ¿Se puede caer más ridículamente bajo?

Afilada desmemoria

El pasado jueves, cerca del Manzanares, nos encontramos con un cuarentón Torres de la Osa, en una tarde de calor suave; es decir, condiciones ideales para un partido de tenis… siempre que uno tenga ganas de que su rival le pase por encima —más información sobre esto al final del artículo—.

PREGUNTA. Es curioso que recuerde detalles muy concretos de su pasado, pero no por qué pegó a Ferrero. ¿La memoria es juguetona?

RESPUESTA. Hay gente que tiene buena memoria. Limpia. No es mi caso. La mía es sucia. Entre mi desmemoria, que todo recuerdo puede ser falso y que la literatura tiene mucho de mentira...

P. ¿La torta a Ferrero sucedió?

R. Sí, sí, le sacudí, pero lo de la lengüita rosada de un gato es una licencia poética. La literatura es peligrosa, porque la palabra cautiva y embarga, aunque pueda no ser cierta.

P. Lo que es densamente cierto es que usted dejó el tenis tras una crisis. ¿Qué pasó?

"Empezaban a interesarme más las chicas que iban a los torneos que los partidos en sí"

R. Desencanto hacia un juego exigente y solitario. Motivos tenísticos y personales. El salto de alevín a cadete se me atascó. No fue buena idea jugar torneos contra jugadores mayores que me machacaron. Paralelamente, descubrí las infinitas posibilidades lúdicas ajenas al tenis. A los 13 años, al partir solo para jugar un torneo en Almería, mi hermana me regaló una cinta para el walkman. En una cara estaba el Nevermind de Nirvana y en la otra el Use Your Ilusión I de Guns 'n' Roses. ¡Lo flipé tanto! ¡Ese bajo de arranque del Come Us You Are de Nirvana, que entonces ni sabía que era un bajo! Empezaban a interesarme más las chicas que iban a ver los torneos que los partidos en sí. Los amigos. ¡Demasiadas alegres distracciones de los sacrificados entrenamientos!

P. ¿Dejarlo surgió de manera natural?

R. En cierto modo, sí. Mi madre me vio un día un poco abatido, me preguntó si quería dejar el tenis y le dije que sí sin pensarlo mucho. Sé que fue puro hartazgo, porque luego pasé muchos años sin querer saber nada del tenis, ni en la tele, me perdí el ascenso de Nadal y el esplendor de Federer, el único enganche que sobrevivió fue mi fascinación por ir a ver raquetas a El Corte Inglés. No veía ni las finales de Wimbledon. Es un deporte técnicamente complejo y mentalmente exigente en el que pasas mucho rato solo y bajo presión. Perdió el atractivo Me saturé.

P. Pasó un duelo de una década…

R. De dos décadas.

P. ¿Cuándo se le quitó la aversión y recuperó el gusanillo?

R. En 2016, al ponerme a escribir el libro. Empecé otra vez a ver partidos (vi por fin a Federer en directo) y a jugar partidillos con regularidad. Me reconcilié.

Extractos de Nocturno de tenis:

"Tras despuntar en el modesto club a las afueras de Valencia del que éramos socios, a mi padre se le ocurrió llevarme a las pruebas para benjamines que organizaba el poderoso Club de Tenis Valencia, un club a la antigua usanza, enclavado en la zona noble de la ciudad, rico, carísimo, con una barra de bar elegante, repleta de espejos y camareros de chaleco burdeos y pajarita negra que trataban de usted incluso a los niños… No recuerdo si mi padre me llevó allí en el 127 amarillo o ya había comprado el Renault 9 blanco. Sí recuerdo, sin embargo, una multitud de niños pululando por todas partes, brillando como zafiros con sus raquetas y sus chándales de dos piezas, y también padres de bigote y gafas ahumadas con el Levante o Las Provincias enrollado bajo la chaqueta de ante".

"Muchachos con talento para golpear la bola con precisión, fuerza e intención los hay millones. Y jóvenes con un físico prodigioso también. Pero lo verdaderamente complicado es embridar la voluntad y el deseo durante las decenas de miles de puntos que un tenista debe disputar a lo largo de toda su carrera. ¿O acaso hay algo más tentador que ceder a la marea, que abandonarse a las dulces corrientes, que dejarse ir hacia aquello que, aun destruyéndonos, nos hará libres?".

placeholder Juego de fondo.
Juego de fondo.

"A veces es todo una suma de miedos, de terrores, de angustias: el miedo antes del partido, el terror en el punto de set, la angustia indeterminada y terrorífica ante la muerte de un amigo, el pánico ante las bombas que silban a mi alrededor mientras la gente juega decadentes torneos de tenis. ¿No hay siempre un momento, delicadísimo y fugaz, en que perder es claramente mejor que ganar?".

"Todos los años hay una cosecha de jóvenes promesas que, en su tránsito de niños a adultos, se mueven por las cumbres nevadas y luminosas —resbaladizas— de la excelencia y la victoria, del éxito. Por supuesto, la inmensa mayoría no lo logra. Nos cruzamos constantemente con campeones del Mundo, con promesas frustradas: en el cine, en la oficina, en los bares. Siento un cariño inmenso por ese extraordinario ejército de fantasmas" .

"Existe un momento en la vida de casi todos los aspirantes a tenistas profesionales —de casi todos los jóvenes— en que beben, fuman y se drogan como vampiros. Son jóvenes, viven solos en borrosas ciudades lejanas, no se atreven a cortarse las venas, quieren introducir la juguetona sonda de la experiencia por todos —todos— los intersticios del existir".

"A finales del verano de 2003, Ferrero se convirtió en el vigesimoprimer número uno de la ATP, posición que defendió durante ocho semanas. Yo, mientras tanto, me recuperaba de una resaca descomunal tras despedirme de mis amigos para irme de Erasmus a Praga".

Erasmus en Praga de resaca. Pues oye: ni tan mal.

"Mi madre me vio un día un poco abatido, me preguntó si quería dejar el tenis y le dije que sí sin pensarlo mucho"

No esperen ustedes, por tanto, un libro resentido sobre una vida frustrada, tampoco una denuncia desgarrada de la picadora del deporte de élite —aunque haya algo de todo ello— sino algo mucho más melancólico.

Como al escritor Torres de la Osa le gusta irse por las ramas —dispersión más Foster Wallace que borracho de bar— no le importará que hagamos nosotros lo mismo, recordando cuando Carlos Boyero se cabreó con David Lynch tras estrenar Una historia verdadera. No es que no le gustara la película más sencilla y clásica de Lynch —de hecho, le encantó— pero le enervaba que no contara siempre las historias así, en vez de echarse al barro del experimentalismo. La respuesta que atormentaba a Boyero era muy sencilla: no es que Lynch no pudiera o no supiera hacer pelis normales, es que no le daba la santa gana.

Pues bien: Nocturno de tenis no es Una historia verdadera, hay enanos lynchianos agazapados en cada esquina, se fragmenta en mil direcciones, se habla de tenis y del crash del joven tenista, pero también de Chopin, de cocaína, de la incapacidad del autor para escribir un libro en línea recta, de amor, de belleza, del inexorable paso del tiempo… y de lo que te rondaré morena.

Nocturno de tenis es a ratos Kill Bill I —sucesión de deslumbrantes guantazos/fogonazos literario/filosóficos— y a ratos Kill Bill II —la trama de un adolescente confuso con la vida que, treinta años después de quedarse al borde de la élite, vuelca por fin sobre el papel todo el tenis que llevaba dentro, en una inesperada venganza literaria—.

Epílogo

Todos hemos visto alguna vez una película en la que alguien con pinta de primo entra en unos billares o en una partida de póker, le lían para jugar contra unos profesionales y les acaba desplumando a todos con un abanico de jugadas imposibles. ¡Caramba con el primo! Algo parecido —pero sin picaresca monetaria por medio, en versión cómica de barrio— está protagonizando estos días Torres de la Osa. Afincado en Madrid tras muchos tumbos por el extranjero, en los últimos tiempos se ha apuntado a la liga de tenis para puretas de un bullicioso club de la capital. Llega a los partidos con su "camiseta ajada y mi única raqueta" a jugar contra veteranos con la máxima parafernalia tenística. El resultado de estos partidos contra el presunto primo se lo pueden ustedes imaginar... "El fondo físico se pierde, pero el toque no se olvida, lo sigo teniendo", zanja Torres guiñando un ojo. Si el emergente Ferrero de once años chupó, imagínense el Manolo hipotecado de 46. Juego, set y partido para Torres de la Osa. La revancha melancólica se sirve fría en una pista perdida y con un rival random que no entiende nada.

El protagonista de esta historia le pegó un día un torrtazo a Juan Carlos Ferrero. ¡Zas! Quizá no fue el mejor golpe de la carrera de Luis Torres de la Osa, pero sí el más desconcertante. Meses antes de la torta, en 1991, De la Osa (Valencia, 1979) había arrasado a Ferrero (6-1 y 6-0) en la final del campeonato alevín valenciano. "Recuerdo cierta sensación de extrañeza ante el impoluto tenis que desplegué, pero también ante la falta de acierto de Ferrero —un talento tenístico gigantesco", escribe De la Osa, que debía estar muy inspirado ese día porque, doce años después, Ferrero llegó al número uno del mundo. ¿Y De la Osa? Tomó un desvío, del que habla en Nocturno de tenis, singularísimas memorias que publica pronto Libros del K.O.

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