Es noticia
Cuando a los All Blacks les toca tirar de orgullo y apretar los dientes
  1. Deportes
  2. Rugby
QUIEREN EL TÍTULO

Cuando a los All Blacks les toca tirar de orgullo y apretar los dientes

Una de las primeras cosas que han hecho al llegar a Francia para disputar el Mundial ha sido rendir tributo al millar de soldados neozelandeses fallecidos en la Primera Guerra Mundial

Foto: Los All Blacks, en un partido disputado en 2017. (Reuters/Nigel Marple)
Los All Blacks, en un partido disputado en 2017. (Reuters/Nigel Marple)

Una de las primeras cosas hizo el combinado All Blacks nada más pisar suelo francés para participar en esta edición de la Copa del Mundo de rugby fue rendir tributo a los 1.205 soldados neozelandeses que hace más de un siglo perdieron la vida en territorio galo a lo largo de la I Guerra Mundial. A la selección más laureada a nivel mundial, que se enfrentará este viernes en el Stade de France en París a los anfitriones sin ser una clara favorita por primera vez en su historia para alzar la Webb Ellis Cup, le toca ahora sufrir y apretar los dientes. Eso sí, nadie espera que una vez frenada la habitual euforia mundialista, sus jugadores se olviden de los valores fundamentales que les han llevado al éxito. “Mejores hombres hacen mejores All Blacks”.

Para levantar la moral de la tropa nada mejor que apelar pasado. En Nueva Zelanda gusta honrar a sus héroes nacionales sean deportistas o no. La liturgia del rugby pasa por el respeto a las tradiciones y a las personas que los han transmitido, de ahí que enfundarse la camiseta del helecho plateado sea el premio gordo para cualquier chica o chico que le guste el deporte surgido en Inglaterra a finales del siglo XIX. Ya lo han conseguido 1.213 jugadores. Desde James Allan, que debutó en 1884, hasta Dallas McLeod, que lo hizo este pasado mes de agosto frente a Australia. A la exitosa carrera de los All Blacks responde a una cultura de equipo basada en la humildad, unidad y una profunda reverencia a su camiseta. Muchos jugadores se criaron en pequeñas zonas rurales y comenzaron a jugar en clubes locales. Por eso la New Zeland Rugby Union garantiza que los All Blacks permanezcan conectados con sus comunidades y que sus jugadores participen regularmente en la promoción del juego a nivel local.

Ese afán por mantener viva la memoria de sus viejas glorias hace que algunos jugadores se conviertan en Nueva Zelanda en auténticas leyendas o en espejos donde se puedan mirar los jóvenes. Cuentan que cuando el legendario ala neozelandés John Kirwan se retiró, entregó su camiseta con el número 11 a su sustituto que, casualmente, fue años más tarde otra leyenda del rugby mundial, Jonah Lomu. "Aquí la tienes, pero esto solo es el principio", le advirtió. La sonrisa del joven de origen maorí al recibir el preciado obsequio se desdibujó de su cara cuando a renglón seguido le dijo: "Ahora tienes que ser el mejor all black que haya vestido nunca esta camiseta con el número 11". El resto de la historia es de sobra conocida. Lo mismo que otro de sus lemas: "Ningún individuo es más grande que el equipo".

Foto: Nueva Zelanda, realizando su habitual 'haka'. (EFE/EPA/Andy Rain)

Las famosas hakas

No todo va a ser hakas edulcoradas para el merchandising o imágenes de tipos con cuerpos esculpidos a base de muchas horas de gimnasio. En esa cultura del respeto, lo mismo se puede ver a un campeón del mundo entregar la medalla que ha ganado en el terreno de juego nada más acabar el partido a un joven a quien ni siquiera conoce y que enloquece al acercarse a él, que comprobar como dejan limpio el vestuario cuando juegan como visitante. Es parte del aprendizaje. Por ser algo habitual, tampoco hace falta frotarse los ojos para comprobar que a un tipo que lo ha ganado todo como Daniel Carter no se le caen los anillos para hacer de aguador de sus compañeros.

Hasta son capaces de hacer un guiño a los argentinos cuando homenajearon a Maradona tras su muerte. Y ya, cuando el muerto, es suyo se ponen los pelos de punta al verles bailar la haka en recuerdo a su estrella Jonah Lomu. Ese empeño de los All Blacks por reflejar los valores de la solidaridad y la deportividad, además de ser "un ejemplo de integración social cultural", fue lo que les sirvió para obtener en 2017 el Premio Princesa de Asturias del Deporte.

Un país de cuatro millones y medio de habitantes, y donde hay más de 148.000 fichas de jugadores de rugby, la figura de un hombre de origen irlandés llamado Dave Gallaher aún perdura en el recuerdo de los aficionados. Fue, oficialmente, el primer capitán de un equipo de rugby bautizado en 1905 como los Originals All Blacks debido a que su uniforme era similar al de un árbitro de fútbol a comienzos del siglo XX. En aquella época Nueva Zelanda llevaba ya varios partidos a nivel internacional, pero sólo a partir de 1903 lo hizo de manera oficial. Sin embargo, no fue hasta dos años más tarde cuando se dieron a conocer como los All Blacks, y a generar un aúrea de leyenda que aún perdura. A ello contribuyó sin duda Gallaher, cuya biografía cuenta que se redujo tres años su edad real para poder capitanear al equipo que entre 1905 y 1906 realizó una gira triunfal por Gran Bretaña y Francia.

La entrada en el ejército

Se retiró tarde y, pese a haber cumplido con creces los 40 años, se alistó en el ejército. Lo hizo tras la muerte de su hermano menor en la I Guerra Mundial. Ya en el viejo continente el 4 de octubre de 1917 recibió un impacto de bala en pleno rostro cuando luchaba en Flandes (Bélgica) contra los alemanes. El primer capitán All Black fue enterrado junto a otros 1.500 solados de la Commonwealth en el cementerio militar de Nine Elms (Poperirnge), no muy lejos de la ciudad portuaria francesa de Dunquerque que se hizo tristemente famosa hace 83 años durante la segunda contienda mundial. En su lápida luce el helecho plateado que distingue a quienes se han enfundado la mítica camiseta negra.

Sam Cane, el actual capitán de los All Blacks, fue quien el pasado sábado encabezó la delegación neozelandesa que acudió al cementerio militar de Caterpillar Valley, el mismo donde tras el armisticio se llevaron las tumbas de más de 5.500 oficiales y soldados desde otros pequeños cementerios. Allí depositó una corona de flores en el monumento a sus compatriotas desaparecidos. Se cree que la gran mayoría de ellos falleció en el otoño de 1916 y que el resto lo hizo en los albores de la primera contienda mundial. Lo que distingue a este cementerio de otros es que acoge 3.798 lápidas de personas no identificadas, entre los que se encuentran las de 1.205 combatientes neozelandeses de la División de Nueva Zelanda que fallecieron en 1916 durante las Batallas de Somme, uno de los episodios más largos y sangrientos de la I Guerra Mundial.

El 1 de julio de 1916 había sido la fecha elegida por las tropas británicas y francesas para romper las líneas alemanas a lo largo de un frente de 40 kilómetros al norte y al sur del río Somme, en el norte de Francia, para distraer a su enemigo de la batalla de Verdún. El plan fue un auténtico fracaso. Ese día los británicos sufrieron 57.740 bajas, de las cuales 19.240 fueron mortales. La batalla se prolongó otros cinco meses sin conseguir el efecto deseado. A modo simbólico, los restos mortales de uno de estos soldados desconocidos fueron enviados desde Francia a su país de origen el 6 de noviembre de 2004 y ahora están enterrados dentro de la Tumba del Guerrero Desconocido, en el National War Memorial de Wellington.

Foto: José Luis, en una imagen reciente. (Cedida)

En aquella batalla perdió la vida el All Black número 211. Respondía al nombre de Robert Black, un apertura que militó en el Dudenis's Pirates Club y que llegó a jugar seis partidos con su selección, la mayoría de ellos durante una gira por Australia en 1914. Un año más tarde se alistó al ejército y se convirtió en cabo de los Otago Mounted Rifles. Ya en suelo francés formó parte del Regimiento de Infantería de Canterbury. Se cree que murió en septiembre de 1916 a los 23 años de edad. Otro mito de los All Blacks, en este caso el excapitán Sam Whitelock, que este año jugará en el equipo de la ciudad gala de Pau junto a su hermano Luke, fue el encargado de depositar una camiseta de su selección junto a las flores. La haka llamada Kapa o Pango, que solo se baila en ocasiones especiales, fue el broche de oro a los homenajeados

Al margen de la liturgia, queda el aspecto deportivo. Nueva Zelanda llega a la Copa del Mundo herida en su orgullo tras haber sufrido hace solo dos semanas la peor derrota de su historia frente a Sudáfrica (35-7). Revertir la situación está en sus manos si hacen oídos sordos a las críticas y apelan a la famosa frase de Nelson Mandela: "Nunca pierdo. O gano o aprendo". Su contrastado afán de superación ante las adversidades impide que de forma gratuita se les pueda eliminar de la ecuación para optar por cuarta vez al título mundial. Tal vez sean más vulnerables que antes si se atiende a los resultados de los dos o tres últimos años. Ya no son invencibles, pero tampoco un equipo en declive como vaticinan algunos agoreros que solo se fijan en los resultados. Un dato para el optimismo de los aficionados: Lomu jugó 63 partidos con los All Blacks y en 30 de ellos no logró ensayar. Jamás nadie discutió su titularidad.

Así, las cosas, cuando los All Blacks pisen este viernes el césped del Stade de France se encontrarán a un rival con quien se han visto las caras ya en siete citas mundialistas con un saldo de cinco victorias para los del hemisferio del sur, incluidas las finales de 1987 y 2011, y dos para los franceses. Se les examinará con lupa sin elaborar un diagnóstico definitivo hasta una vez finalizada la Copa del Mundo. Una derrota frente a Francia puede significar un revulsivo de cara a medirse contra sus posibles rivales en cuartos de final que bien podrían ser Irlanda o Sudáfrica, otros claros favoritos al título. Ya han demostrado infinidad de veces que son capaces de resucitar cuando se les da por muertos, y aun así hay quien se empeña en enterrarlos vivos.

Una de las primeras cosas hizo el combinado All Blacks nada más pisar suelo francés para participar en esta edición de la Copa del Mundo de rugby fue rendir tributo a los 1.205 soldados neozelandeses que hace más de un siglo perdieron la vida en territorio galo a lo largo de la I Guerra Mundial. A la selección más laureada a nivel mundial, que se enfrentará este viernes en el Stade de France en París a los anfitriones sin ser una clara favorita por primera vez en su historia para alzar la Webb Ellis Cup, le toca ahora sufrir y apretar los dientes. Eso sí, nadie espera que una vez frenada la habitual euforia mundialista, sus jugadores se olviden de los valores fundamentales que les han llevado al éxito. “Mejores hombres hacen mejores All Blacks”.

Club de Rugby Liceo Francés
El redactor recomienda