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Vale, prohibamos el ajedrez. ¿Y ahora qué? El alma de titanio de una disciplina eterna
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'Pa habernos matao'

Vale, prohibamos el ajedrez. ¿Y ahora qué? El alma de titanio de una disciplina eterna

A lo largo de la historia, el ajedrez ha sido juzgado, condenado, defenestrado e incluso prohibido en multitud de ocasiones. Pero el juego de reyes perdura hasta la actualidad

Foto: Un joven malagueño juega al ajedrez en la calle Larios. (EFE/Carlos Díaz)
Un joven malagueño juega al ajedrez en la calle Larios. (EFE/Carlos Díaz)

"Un buen sacrificio es aquel que es suficientemente duro para obtener una ganancia, pero no tan arriesgado como para ser rechazado"

Bobby Fischer

Lo prohibido genera con frecuencia fascinación y un efecto magnético. En la famosa obra literaria Moby Dick de Herman Melville, el capitán Ahab en su obsesiva persecución de la gigantesca ballena, arrastra a un desastre sin paliativos a su tripulación.

A lo largo de la historia, la idea propuesta por ideologías totalitarias o religiones sin ángulo de visión instaladas en preceptos de cemento armado, han intentado polarizar en torno al pensamiento único en perjuicio del libre pensamiento en un intento de enajenar la más íntima propiedad que tiene un ser humano tal que es; el acceso al conocimiento y por ende de la sabiduría; elementos ambos tan necesarios en estos tiempos tan oscuros, llenos de confusión y manipulación.

La profundidad y el carácter, se configuran en el caldo de lo añejo y la reflexión es el mayor impelente evolutivo. Es probable que el arte – ciencia del ajedrez cumpla el requisito indispensable para el desarrollo de la especie, que no es otro que el de acercarnos a nuestras zonas erróneas, al instinto de exploración o curiosidad innato en el ser humano, a la proyección de futuro, al mejoramiento en busca de la excelencia, a lo terapéutico de la meditación activa, a lo lúdico; y, en definitiva, a los arcanos que encierra esta disciplina ancestral. Si algo tiene el ajedrez, es que su alma es más sólida que el titanio.

Alfonso X el Sabio así lo entendió e intento que la magia de este juego de reyes llegara hasta el último rincón del reino.

Foto: El misterio del ajedrez de la isla de Lewis. (Pixabay)

Cuando el pueblo estaba excluido

Ocurría que el ajedrez de aquel momento, era una práctica común a la muerte del profeta Mahoma en el año 642 d.C (el 622 era el año cero para los creyentes del islam). Más pocos años más tarde, el Califa Ali Ben Abu-Talib, yerno de Mahoma, prohibió el juego a sus fieles, habida cuenta que las figuras con sus apariencias morfológicas se asemejaban a ídolos. Esto podía suponer una blasfemia contra el todopoderoso Allah.

En esta primera manifestación de censura del ajedrez, se da una flagrante contradicción entre el dicho y el hecho. Los califas, emires y subalternos, lo jugaban en el intramuros palaciego y una miríada de jugadores profesionales de ajedrez en el ámbito de su círculo de influencia, alimentaban esa afición. El pueblo mondo y lirondo una vez más estaba excluido de las selectivas leyes.

placeholder Mujeres moriscas jugando al ajedrez. Del Libro del axedrez dados et tablas de Alfonso X ('Libro de ajedrez, dados y tablas'), 1283. (Wikimedia)
Mujeres moriscas jugando al ajedrez. Del Libro del axedrez dados et tablas de Alfonso X ('Libro de ajedrez, dados y tablas'), 1283. (Wikimedia)

Tras la invasión árabe de la península, tanto en Al Andalus como más tarde en la corte del rey Alfonso X el sabio, con su profusa labor de divulgación de este terapéutico juego, el ajedrez comenzó a difundirse en Europa y en especial en los monasterios que no eran otra cosa que centros del saber. Vamos, que mientras los monjes se lo pasaban de miedo, las almas descarriadas se sentían algo abandonadas.

El castigo por el ajedrez

Mientras en la Francia de los Valois, este arte ciencia estaba acotado en perdidas abadías y prohibido a su vez al común de los mortales; a Carlos V cuyo sobrenombre paradójicamente era el Sabio y a su hijo, les dio por recortar las facultades de sus súbditos en la creencia de que este juego por ser aberrante podía perjudicar a sus mandados; es probable que más que velar por la salud de estos, su preocupación tuviera otros matices, no fuera a ser que se pusieran a pensar y le organizaran un sarao.

En Inglaterra, John Peckham, a la sazón arzobispo de Canterbury, amenazó con condenar a los aficionados a una severa dieta de pan y agua. En la Alemania de la Baja Edad Media el ajedrez sería prohibido hacia 1.310 tras la reunión del Consejo de Trier, aunque los díscolos teutones solo sufrieron multas simbólicas que les compensaban por el ligero acoso de la autoridad.

Foto: El primer campeón mundial de ajedrez, Wilhelm Steinitz. (Creative Commons)

En el caso de los rusos -ya sabemos que son excesivos para casi todo-, el Zar Alexis I de Rusia, cocreador de la rama Romanov y padre del poderoso Pedro I el Grande, fue un hombre sumamente contradictorio. Cruel y rudo hasta límites increíbles, era uno de los gobernantes europeos más cultos del momento. Reformador incansable, sentaría las reformas que convertirían a Rusia en la gran potencia que sería en el futuro; hasta que se dio de bruces con el ajedrez y debió de deducir que, para pensar en Rusia, se bastaba a sí mismo; tradición por lo que se ve, muy arraigada en los líderes rusos.

Uno de los más recientes casos se produjo durante la Revolución Cultural china. A Mao, un buen día, le dio un pronto –como aquel que generó la muerte por hambruna de más de 40.000.000 de chinos– y se dedicó a azotar en público a los jugadores de ajedrez confesos, y a aquellos que tenían pinta de sospechosos… Para mear y no echar gota.

Y por último y el más calentito; una interpretación sesgada de la Sharía (base del derecho islámico), llevó al Ayatola Ruholla Jomeini que había vivido a cuerpo de rey en Francia durante su exilio; a dejar a más de 21.000.000 de iraníes privados del histórico juego y el más popular durante la monarquía del Sha de Persia, su antecesor.

¿La razón? Que causaba daños cerebrales. Un año antes de su muerte, este hombre de barba densa, pobladas cejas y aspecto iracundo, se dio cuenta de que había privado al pueblo de una herramienta de felicidad y en un ataque de lucidez; cambio su veredicto sobre el ajedrez.

Pabernos matao.

"Un buen sacrificio es aquel que es suficientemente duro para obtener una ganancia, pero no tan arriesgado como para ser rechazado"

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