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Así son los Mansubat, la pequeña genialidad árabe que cambió el ajedrez tal y como lo conocemos
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UNA FORMA DISTINTA DE JUGAR

Así son los Mansubat, la pequeña genialidad árabe que cambió el ajedrez tal y como lo conocemos

Los alambicados Mansubat, un ejercicio de destreza mental que se desarrollaba entre los comerciantes, crecían como una forma de intercambio de bienes, pero también personas

Foto: Los Mansubat, una genialidad árabe. (EFE/Iñigo Álvarez)
Los Mansubat, una genialidad árabe. (EFE/Iñigo Álvarez)

En los antiguos mercados árabes de principios del mileno pasado, en cualquier lugar de las vastas extensiones en las que se derramó la geografía del Islam, en todos los zocos, desde Persia hasta el califato omeya de Córdoba, el ajedrez invadía los espacios de venta y trueque, de tertulias improvisadas y bullicioso jolgorio.

A día de hoy, no se puede precisar con objetividad si la Chaturanga indostánica aportó reglas que se perpetuaran en el tiempo del periodo árabe antes de su tránsito a través de Persia, si bien es cierto que la dama no había aparecido en escena todavía. Eso, es una constante hasta su inclusión en el periodo español, que llamaremos de forma genérica a su paso por la Península. En ese tiempo, la aportación de los árabes al ajedrez se basó más en la modificación de las reglas importadas que en la difusión de este.

Una de las aportaciones más sugerentes a este juego de reyes sería la que proporcionaron los Mansubat, una forma muy original y divertida -por el contexto y por la calidad de sus análisis- de visión de mate en el ámbito del trueque y las apuestas menores a pesar de las reservas que el Islam mantenía sobre estas prácticas.

Los alambicados Mansubat, un ejercicio de destreza mental que se desarrollaba entre los comerciantes estables y de paso, crecían como una forma de intercambio en la que se apostaban desde cabras y camellos hasta esclavos, unas formas de comercio más o menos aceptadas en la época.

Foto: El primer campeón mundial de ajedrez, Wilhelm Steinitz. (Creative Commons)

Las composiciones de Mansubat eran muy seguidas por los adoradores de Alá y permanecían en la memoria de aquellos guerreros nómadas que, en sus largas travesías de conquista en pieles curtidas, llevaban sus alambicados problemas de visión de mate mezclada con temas tácticos hasta los confines del mundo.

Los Mansubat son esencialmente posiciones de red de mate en las que la dinámica de obligatoriedad de la acción del jugador acaba en una sucesión forzada de movimientos de imposible contestación, de bella factura, y que, en inferioridad, culminan un ataque exitoso.

Hoy se sabe por investigaciones de lingüistas y antropólogos que el ajedrez era extraordinariamente popular entre las gentes del turbante. Tras siglos de historia de este arte islámico, han llegado hasta nuestros días más de quinientas de estas composiciones, aunque muchas de ellas tienen patrones comunes: la obligatoriedad de dar jaque permanentemente, partir de una posición aparentemente perdedora para el que inicia la primera jugada y la belleza de la ejecución durante el proceso de la red de mate.

placeholder Los Mansubat árabes cambiaron el ajedrez actual. (CC/Wikimedia Commons)
Los Mansubat árabes cambiaron el ajedrez actual. (CC/Wikimedia Commons)

Uno de los Mansubat más eternos ha sido siempre el de Dilaram. Está basado en la precisa y oportuna intervención de una princesa concubina y esclava que estaba a punto de ser transacción u objeto de una apuesta. En un momento muy oportuno, la afligida fémina interviene en la partida y con su consejo determina la victoria de su amo. De alguna manera, la idea del libre albedrío subyace en la esencia del espíritu del ajedrez: la posibilidad de gestionar nuestro destino como contrapunto al infortunio deja al azar fuera de la ecuación en este arte–ciencia.

Desde que Al Adli, un extraordinario jugador de la época, compilara por primera vez el famoso Kitab ash-shatranj (libro del ajedrez), hasta las maravillosas joyas confeccionadas por compositores de problemas tales como Alexey Troitzky, Kasparian, Lloyd, Benk, y un largo etcétera, este formato de ajedrez tan hipnótico hizo las delicias de Stanley Kubrik, Isaac Asimov o Nabokov, grandes aficionados a estos estudios. En apariencia, estas simples confecciones, fueron las delicias de los caravaneros, guerreros y comerciantes árabes, momento en el que la historia los encumbra y nos deja este hermoso legado.

El ajedrez es pasión, arte, ciencia, diversión a raudales e historia. ¿Quién da más?

En los antiguos mercados árabes de principios del mileno pasado, en cualquier lugar de las vastas extensiones en las que se derramó la geografía del Islam, en todos los zocos, desde Persia hasta el califato omeya de Córdoba, el ajedrez invadía los espacios de venta y trueque, de tertulias improvisadas y bullicioso jolgorio.

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