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La increíble historia de la ugandesa Phiona Mutesi y cómo el ajedrez se convirtió en su salvación
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Entre conflictos armados y caos

La increíble historia de la ugandesa Phiona Mutesi y cómo el ajedrez se convirtió en su salvación

La ugandesa pudo sortear la muerte, la guerra y la hambruna para transformarse en una de las mejores ajedrecistas del mundo. Con solo 14 años, Mutesi ya se enfrentaba a la élite

Foto: La ugandesa posa para la película donde es la protagonista. (Reuters/Danny Moloshok)
La ugandesa posa para la película donde es la protagonista. (Reuters/Danny Moloshok)

Uganda, tras la etapa colonial inglesa, se convirtió en una nación misérrima y convulsa. Tal que un 9 de octubre de 1962 consiguió liberarse del yugo de la metrópoli y descubrir su libertad y de paso, su desnudez. La pobreza campaba a sus anchas, los británicos no solo no habían hecho nada que favoreciera el crecimiento de esta pequeña nación africana, sino que más bien, la habían despojado de sus escasas riquezas. Lo habitual. Pero dentro de la tragedia de ser expoliados, un día de junio del año 2022, el presidente Yoweri Museveni, en un sorprendente discurso a la nación, explicó que había futuro para el país, claro está, si las potencias no les organizaban una guerra para proteger, con mercenarios, ese activo recién descubierto, que parecía ser el descubrimiento más grande de la historia de este codiciado metal.

Ni más ni menos que 31.000.000 de toneladas (brutas) de oro según estimaciones medias ponderadas, que mediante su procesamiento, daba un resultado esperanzador; 320.581 toneladas de oro puro. Aunque cabe la posibilidad de que, en medio de la euforia del hallazgo, se midiera en toneladas lo que en realidad serían onzas; para el caso, una barbaridad de riqueza que podría poner al país en órbita con una buena administración. Esta pequeña y respetuosa crónica puede tener cierto sabor a lágrimas de sal y a una forma de dolor soterrado, a pesar de ello, es el reflejo de un reconocimiento necesario hacia quien a través de una batalla asimétrica y sin recursos, consiguió alzarse desde el anonimato a un puesto de privilegio en el escenario internacional, donde este arte ciencia que es el ajedrez, tiene hoy más prestigio si cabe, con la presencia de esta enorme y talentosa mujer.

placeholder Robert Katende y Phiona Mutesi, en 2016. (Reuters/Danny Moloshok)
Robert Katende y Phiona Mutesi, en 2016. (Reuters/Danny Moloshok)

Las tribulaciones de una luchadora, para la que ya ser africana era un hándicap como una losa, con el agravante de que Uganda tiene una renta per cápita de 818 €/año, sí, año, estando en el puesto 174 del ranking PIB mundial que consta de 196 países. Hago esta aclaración para situar la lucha de esta mujer en un medio tan hostil, al que, si le sumamos el hecho de que, en Kampala, el barrio de Katwe es de una radicalidad tan brutal, que el hacinamiento es ley y las mujeres, no tienen más valor que el que ofrece su cuerpo, podríamos estar hablando de la descripción de alguno de los infiernos de Dante.

El nacimiento de Phiona es puramente estimativo, ya que en Uganda los censos de población no tienen ninguna fiabilidad, se hacen a ojo de buen cubero, pero se cree que nació entre marzo y abril del año 1996, en Katwe. Su madre era analfabeta y ella siempre dice que su hija nació en primavera. Katwe es un suburbio al suroeste de Kampala y próximo (10 km) del Lago Victoria. También es la banda sonora de la locura, donde ese cardumen de hormigas humanas pugna por sobrevivir en condiciones infames en medio de esta gran canica azul.

Sola contra todo

En época de inundaciones, la tierra se hace intransitable pues, se convierte en un enorme barrizal. Es un lugar literalmente caótico como la inmensa mayoría de las ciudades africanas. Katwe es una enorme aglomeración humana en la que conviven artesanos, narcos, prostitución y con un nivel educativo nulo. La subsistencia impera y, por ende, es una zona roja en lo tocante a la delincuencia, es por ello por lo que las altas tasas de criminalidad y el avance imparable de las drogas, dificultan las acciones del gobierno. En este ambiente tan hostil, creció rodeada de dificultades sin cuento nuestra heroína, Phiona Mutesi. A Phiona Mutesi bien se le puede adjudicar aquella célebre frase de Aristóteles que dice: la esperanza es el sueño del hombre despierto.

De facciones limpias, ojos enormes y una expresión de tristeza surcando su hermoso rostro, esta criatura de tez oscura y potente dentadura blanca, vivió en escenarios donde las garras del hambre están siempre prestas a cobrarse su amoral tributo; esta mujer era como un enorme árbol lleno de ramas de amor. Madre de sus hermanos, huérfana de padre a una edad demasiado temprana, con una madre vencida por el duro castigo de inhumanos trabajos; ella, Phiona, era una superviviente que a diario debía de enfrentarse a cuervos, perros y ratas por un trozo de pan o lo que fuera que se pudiera llevar a la boca. Y, ni hablar de la escuela, no se podía pagar, sino llegaba para comer ¿cómo iba a serlo para estudiar?

Era un dilema diabólico. Finalmente, un sacerdote español, el padre Mikel Arrasate, le dio un microcrédito para que lo invirtieran en un puesto de aguacates, curry en polvo, virutas de té y otras menudencias que completarían los ingresos de una familia compuesta por tres hermanos y la madre cohabitando en un chamizo de 10 metros cuadrados. Cuando tenía tres años, su padre falleció. Muerto el padre a manos de la plaga del SIDA, poco después, su hermana Juliet pereció por enfermedades de comorbilidad y falta de medicación para tratarse. Pero las cosas no acabarían ahí, no podían pagar el alquiler, todo era una supervivencia sin cuartel, dormían junto con otros desheredados en el porche de la iglesia católica de Saint Marys Church, sin esperanza alguna de remontar, solo, aguantar con esa resiliencia tan entrenada en los pueblos africanos; Dios había muerto pare ella en su desesperación. Pero el destino y la voluntad de vencer las adversidades, en ocasiones traen una brisa amable.

El tenderete de Phiona estaba próximo a un lugar que sería clave en la vida de Phiona Mutesi. Una frágil construcción de adobe y pavimento de tierra era el lugar donde un ingeniero civil compatibilizaba su trabajo con una obra social original y vanguardista en un pais en el que la palabra ajedrez se confundía con la de berenjena. Katende, era un hombre con aspecto de boxeador, pero con una cara muy tierna y bondadosa. Él, era el entrenador de ajedrez que en medio de aquella desolación pretendía que floreciera la magia de este deporte científico. A través del programa Sports Outreach Institute (Instituto de Divulgación Deportiva) dictaba sus clases de ajedrez a una veintena de niños. Así fue como Phiona y su hermano se acercaron sin saberlo en búsqueda de comida tropezando con una de las formas de arte más grandiosas que existen, aquella que enseña sobre cómo manejarse en esta vida con valores incluidos.

Katende le cambió la vida

Katende consciente de la miseria del slum, premiaba la asistencia con una enorme taza de avena azucarada a los niños que participaban de la enseñanza. De esta forma Phiona, comería con regularidad mientras aprendía la suerte de los trebejos. El entrenador advirtió, que aquella niña menuda y triste era una superdotada, pues absorbía como una esponja la instrucción. Asimismo, Robert Katende, le enseñó modales básicos y a comer pausadamente y sin ansiedad.

Sorteando las trampas del destino, que en Uganda eran muchas y muy tenebrosas, aquella pequeña criatura fue emergiendo hacia la luz. El ajedrez fue una tabla de salvación, para Phiona Mutesi era algo hipnótico y Robert Katende se encargó de que floreciera en ella. Desde que se acercó a la magia de esta disciplina, a los nueve años, su vida empezó a cambiar. Su entrenador quedó impresionado cuando tras dos meses de aprendizaje ya había ganado al mejor jugador de la escuela. Era una chica de un talento innegable, más su pobreza la limitaba a vivir en el submundo.

Pero había en ella un enorme anhelo de triunfo, sus potencialidades impelidas por un misionero y un entrenador visionario convirtieron a una tímida niña en una persona con sed de victorias, empezó a sentirse mentalmente poderosa, tenía confianza en sí misma, ya no era una anónima en un mundo que despreciaba a la pobreza, cuando iba por la calle le llamaban por su nombre, para ella, eso era muy importante y la gente la tocaba como si de un mágico imán se tratara. En el 2007, tras un año en la escuela de ajedrez, para sorpresa de todos, quedó como ganadora en el nacional sub-20. Katende, supo en ese momento que había ayudado a crear una obra de arte. Pronto, Phiona, comenzó el asalto para ser maestra FIDE y fue lidiando con las normas requeridas para este propósito. Sería en el año 2012 cuando obtuvo el título de Candidata a Maestra por la Federación Internacional de Ajedrez situada en los 2200 puntos ELO del rating exigido para esta disciplina.

Foto: Un tablero de ajedrez en Londres. (EFE/Andy Rain)

Pero lo mejor estaba por llegar. Los niños de la escuela de Katende, los desheredados del suburbio de Katwe ganaron al equipo sudanés. La Federación de Ajedrez de Uganda, había recibido fondos de la FIDE y se escogieron por méritos propios a los seis jugadores (uno suplente) que participarían en el evento. Los tres primeros tableros pertenecían a la escuela de Katende, los otros procedían de clase adinerada. Luego llegarían las Olimpiadas Mundiales en Siberia (Rusia), y Phiona se clasificó, tenía 14 años cuando se enfrentó a las mejores jugadoras de ajedrez del mundo. ¿Pero cómo era esto posible? Pues muy sencillo, en los suburbios solo se vive para sobrevivir, y esa filosofía de vida trasladada a un tablero de ajedrez, obraba milagros.

Pero en muy contadas ocasiones, el azar produce cambios radicales. En el año 2010, un periodista free lance norteamericano de nombre Tim Crothers, viajó a Katwe y escribió un primer artículo sobre ella que más tarde se convertiría en el famoso libro The Queen of Katwe. La prensa hizo justicia a una trayectoria de esfuerzo, a un entrenador entusiasta, a una niña que salió del fango de la miseria para poder soñar.

En el 2013 jugaría en Nueva York contra Kasparov, una imposible aspiración cuando dormía en el porche de la iglesia. Y más, fue nombrada Woman of Impact (Mujer impactante) con un añadido de 25.000 dólares que usó para sacar a otras niñas de la condena de la miseria. Phiona entrenó durante años a los niños de Katwe. Hoy, con 27 años, es licenciada en administración de empresas. Actualmente trabaja para Microsoft en la sede de Seattle y su Elo, sin considerar las variaciones sujetas desde la última valoración, está en los 1.623 (2021), una hazaña para alguien que nació en el hambre. Lord Byron, el poeta inglés romántico muerto durante la Guerra de Independencia griega contra los turcos, dijo en una ocasión: "una vida es demasiado breve para tanto ajedrez". El arte del ajedrez es como una religión, para los creyentes lo es todo. Phiona era una devota.

Uganda, tras la etapa colonial inglesa, se convirtió en una nación misérrima y convulsa. Tal que un 9 de octubre de 1962 consiguió liberarse del yugo de la metrópoli y descubrir su libertad y de paso, su desnudez. La pobreza campaba a sus anchas, los británicos no solo no habían hecho nada que favoreciera el crecimiento de esta pequeña nación africana, sino que más bien, la habían despojado de sus escasas riquezas. Lo habitual. Pero dentro de la tragedia de ser expoliados, un día de junio del año 2022, el presidente Yoweri Museveni, en un sorprendente discurso a la nación, explicó que había futuro para el país, claro está, si las potencias no les organizaban una guerra para proteger, con mercenarios, ese activo recién descubierto, que parecía ser el descubrimiento más grande de la historia de este codiciado metal.

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