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Miedo, lágrimas y excusas: la España de Luis Enrique se traicionó a sí misma y a todo el país
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Autocrítica inexistente

Miedo, lágrimas y excusas: la España de Luis Enrique se traicionó a sí misma y a todo el país

La derrota contra Marruecos representó todos los vicios de un equipo atenazado por el pánico a perder. Toque sin disparo, posesión sin desborde y nula grandeza ni carácter ganador

Foto: El seleccionador de España, Luis Enrique. (Getty Images)
El seleccionador de España, Luis Enrique. (Getty Images)
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"España no se va a morir de miedo. No hay ninguna duda de lo que vais a ver. Dominar al rival y generar más que ellos. Eso es lo que haremos en Qatar". Esta frase corresponde a Luis Enrique el día que anunció la lista definitiva para el Mundial 2022. Esta frase ya solo queda como un leve recuerdo en la memoria, a pesar de haber marcado a fuego a los aficionados. Igual que lo hiciera a los jugadores, que durante todo el torneo defendieron que iban a muerte con la idea del seleccionador. Sin embargo, a la hora de la verdad, la España de Luis Enrique faltó a su identidad y estilo. El tiro en el pie fue demasiado profundo... y acabó hundiendo el barco en un fracaso que no se puede matizar ni amortiguar pese a los intentos de los jugadores y el seleccionador tras el partido. No hubo ni una pizca de grandeza.

Como ya sucediera en la segunda parte ante Alemania y el encuentro contra Japón, España se dedicó a especular los 129 minutos que duraron los octavos de final contra Marruecos. ¿De qué vale tener la pelota para dar 926 pases con éxito si solo disparó dos veces a portería? ¿De qué vale amasar la pelota si únicamente completó ocho regates y no desarboló al rival? ¿De qué vale entender una idea colectiva donde todos son hormigas y nadie reina? ¿Para qué tener tanto el balón si no es para generar ventajas, superar líneas de presión, hacer que los extremos reciban en situaciones peligrosas y encaren? Muy estético (y estático), automatizado y robótico... pero nada efectivo.

Foto: España se despide de Qatar. (EFE/Tolga Bozoglu)

A España no solo le faltó un gol para avanzar a cuartos de final. Le faltaron valor, jerarquía, ambición y carácter ganador en el día más importante para demostrar personalidad y fanatismo en sus ideas. A España le faltaron velocidad en la circulación de la pelota, poder activar a sus interiores (Gavi y Pedri), dar situaciones ventajosas a sus extremos (Ferran Torres y Dani Olmo), encontrar a Marco Asensio a la espalda de la defensa rival. Compensar una banda derecha (Marcos Llorente, Gavi y Ferran Torres) en llamas durante todo el partido. Un fútbol plano y sin electricidad. El primer disparo a puerta llegó en el minuto 54.

También que un jugador desatascase el partido con una acción individual de esas que quedan marcadas a fuego en la memoria del aficionado. Un disparo a la escuadra de la frontal. Un regate que desparramase rivales por el suelo. Un gol de cabeza de córner. Algo diferente. Talento por encima de la pizarra para reventar un autobús y cambiar por completo el plan de partido de Marruecos. Solo Nico Williams intentó cambiar el destino del partido, como si todos los futbolistas españoles hubiesen salido del mismo molde con una proporción similar del producto escogido para configurarlos.

"No hemos regalado la primera parte"

Luis Enrique, en plena guerra civil con los medios de comunicación, cargó contra el periodista que señaló la falta de oportunidades. "¿Has estado en el partido? ¿Qué has estado, de espaldas? Si algo hemos hecho ha sido dominar el partido. Se nos puede achacar haber generado pocas ocasiones. Nos ha faltado el gol. Estoy más que satisfecho con lo que ha hecho mi equipo, que ha ejecutado a la perfección mi idea de fútbol". Una respuesta en la línea del resto de jugadores, que no comprendían cómo Marruecos había avanzado de ronda y qué había ido mal... más allá del gol.

placeholder Caras largas tras el pitido final. (Reuters/Wolfgang Rattay)
Caras largas tras el pitido final. (Reuters/Wolfgang Rattay)

Ferran Torres en COPE sería el ejemplo perfecto: "El fútbol ha sido injusto una vez más. Lo de jugar sin colmillo ofensivo lo diréis vosotros. No hemos regalado la primera parte. Todos los equipos se nos encierran. Hemos competido en todos los partidos. No nos acompañaron los resultados". Otros como Rodri Hernández, Unai Simón o Dani Olmo siguieron la línea del futbolista del Barça. Se habló de la mala suerte, lo injusto que es caer en la tanda de penaltis, lo difícil que es atacar un equipo que defiende en su propia área como Marruecos o el dominio de la pelota.

Lo cierto es que no se puede culpar a Marruecos de plantear un partido incómodo y duro. Era su juego y España lo sabía. Marruecos se iba a encerrar con todo y contragolpear con velocidad y verticalidad. No había ni trampa ni cartón. Eso no provocó que España cuidase las pérdidas de balón, lograse encontrar a los interiores liberados o a los extremos en situaciones de ventaja en todo el partido. La falta de autocrítica del seleccionador y los jugadores no es justa con lo visto en el terreno de juego, donde Marruecos siempre estuvo más cerca de la victoria... a pesar de no tener la pelota.

Ni rastro de lo que vimos en la Eurocopa

¿El nivel de los jugadores españoles es bajo y este es su límite? Hemos tenido una generación de oro que nos elevó a la cúspide del fútbol mundial con un estilo inconfundible y cargar con el peso de la historia en los hombros y una estrella en el pecho es duro, pero la materia prima de España no es tan defectuosa como para haber ganado solo tres partidos en los últimos tres mundiales. Ni de lejos. El plan de Luis Enrique salió mal porque no aportó las soluciones necesarias para desarbolar una defensa cerrada, que se empleó a fondo durante 129 minutos para poblar las zonas interiores y aportar ayudas constantes en los laterales.

placeholder Sarabia pudo ganar el partido en el último momento. (EFE/Neil Hall)
Sarabia pudo ganar el partido en el último momento. (EFE/Neil Hall)

Esta caída no tiene absolutamente nada que ver con la sufrida en las semifinales de la Eurocopa ante Italia. Por entonces, Luis Enrique construyó un equipo extraordinario capaz de compensar la falta de experiencia en grandes torneos y de talento individual con un trabajo táctico y una convicción admirables. Un grupo cargado de jóvenes compitió hasta el final ante la mejor selección del torneo y solo la fatídica tanda de penaltis hizo que España no avanzara a la final. Se disparó más a puerta que la propia Italia (cinco disparos por cuatro de los transalpinos, en un total de 16 disparos por siete de los italianos). Esta vez, Marruecos disparó las mismas veces a puerta que España (dos).

Ese equipo que dio la vuelta a situaciones límite en la Eurocopa (de la clasificación en el último partido de la fase de grupos ante Eslovaquia, pasando por el gol de Simón en propia, la prórroga ante Croacia y los penaltis ante Suiza) no tiene nada que ver con lo visto en el Mundial de Qatar. Han faltado verticalidad, profundidad, valentía y fidelidad al estilo. Disparar a puerta. Cosas elementales para un conjunto en caída libre desde el 1-1 contra Alemania e incapaz de reaccionar. Como su entrenador. España cae merecidamente tras no poder agarrarse a ninguno de los últimos tres precipicios a los que se ha asomado. Consumida por su propio juego. Esclava de sus dudas... y sin haber dominado al rival y generado más que él. Muerta de miedo. La decepción es enorme. Con todos.

"España no se va a morir de miedo. No hay ninguna duda de lo que vais a ver. Dominar al rival y generar más que ellos. Eso es lo que haremos en Qatar". Esta frase corresponde a Luis Enrique el día que anunció la lista definitiva para el Mundial 2022. Esta frase ya solo queda como un leve recuerdo en la memoria, a pesar de haber marcado a fuego a los aficionados. Igual que lo hiciera a los jugadores, que durante todo el torneo defendieron que iban a muerte con la idea del seleccionador. Sin embargo, a la hora de la verdad, la España de Luis Enrique faltó a su identidad y estilo. El tiro en el pie fue demasiado profundo... y acabó hundiendo el barco en un fracaso que no se puede matizar ni amortiguar pese a los intentos de los jugadores y el seleccionador tras el partido. No hubo ni una pizca de grandeza.

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