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Un Porsche amarillo, unas chanclas y una siesta truncada: así llegó Paulo Futre al Atlético de Madrid
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EL GALÁCTICO ROJIBLANCO

Un Porsche amarillo, unas chanclas y una siesta truncada: así llegó Paulo Futre al Atlético de Madrid

El portugués tenía el fichaje cerrado con el Inter, pero entró en escena Jesús Gil, entonces candidato a la presidencia, e hizo una jugada como la de Florentino Pérez en el 2000

Foto: Paulo Futre, en una imagen de archivo. (Getty/Nuno Correia/Allsport UK/Allsport)
Paulo Futre, en una imagen de archivo. (Getty/Nuno Correia/Allsport UK/Allsport)

Unas chanclas fueron el detonante. Milán, la ciudad de la moda y el epicentro del Calcio, estaba muy próxima a acoger a uno de los mejores jugadores del momento, Paulo Futre. Volcánico. Líder. Ganador. Un trilero del balón que acababa de lograr una proeza semejante a la de Diego Maradona en México 86: ganar la Copa de Europa con el Oporto. Era 1987 y el fichaje con el Inter de Milán estaba prácticamente cerrado. Con el portugués en sus filas, el objetivo era competir por el Scudetto con el Nápoles del astro argentino y el Milan de Arrigo Sacchi.

Futre viajó a Milán con el presidente del Oporto, Jorge Pinto da Costa. La operación se iba a cerrar en unos términos satisfactorios tanto para el jugador como para el club. Las camas estaban preparadas para que ambos durmiesen una merecida siesta, después de las negociaciones, cuando recibieron una visita en el hotel. Era un candidato a la presidencia del Atlético de Madrid, Jesús Gil.

placeholder Paulo Futre defendiendo la camiseta rojiblanca. (Getty/Shaun Botterill/Allsport)
Paulo Futre defendiendo la camiseta rojiblanca. (Getty/Shaun Botterill/Allsport)

La pereza se apoderó de Futre, cuyo único objetivo era descansar. Da Costa, sin embargo, le pidió que fuera educado y atendiera a Gil. "Mire, presidente, vamos a hacer una cosa: usted le pide el doble y yo también, así terminamos rápido", contó Paulo tiempo después.

Una apuesta semejante a la de Figo

La incredulidad sucedió a la pereza. Futre era la carta ganadora de Gil, al que recibió en el hall del hotel, pero este ni siquiera sabía quién era. Así lo explicó el luso: "Me preguntó dónde estaba Futre y se percató de que era yo porque llevaba unas chanclas con mi nombre". No era el mejor inicio para una relación, aunque la negociación lo encarrilló todo.

El portugués jamás se hubiera imaginado los presentes que le aguardaban. Gil dijo que la reunión duró media hora, pero el contrato y el traspaso se cerraron en dos minutos. Tras los saludos protocolarios, tanto Futre como Da Costa esperaban una efímera conversación. En el Inter iba a jugar la UEFA, mientras que el Atleti no disputaba competición europea. El fichaje sonaba a utopía, pero Jesús tenía un comodín: aceptar sin preámbulos las exigencias de ambos.

La mente de Futre cambió los paseos por el Duomo y por la Galería Vittorio Emanuele; ahora tocaba imaginar la Puerta de Alcalá y los títulos en Neptuno. El salario, sin embargo, no fue la única exigencia de Paulo. Una casa con piscina y un Porsche también entraron en escena. Y la respuesta de Gil fue igualmente afirmativa.

placeholder Pinto da Costa viajó con Futre a Madrid. (Reuters/Vincent West)
Pinto da Costa viajó con Futre a Madrid. (Reuters/Vincent West)

Un vuelo lleno de dudas

Llegó el turno de Gil. Ahora era Paulo el que tenía que aceptar su contrapartida. Como aún era candidato, le pidió que lo acompañara a Madrid para el acto de cierre de campaña. Había llegado a Milán en avión privado y necesitaba al portugués como su as de oros particular para certificar la victoria que vaticinaban los sondeos. Futre aceptó y se montó en el jet junto a Pinto da Costa.

El viaje fue plácido hasta que entraron las dudas. De una siesta con el futuro resuelto a depender de un resultado electoral. Quizá Futre pensó que las urnas tenían el mismo peligro que las armas: están cargadas por el diablo. Gil se quedó dormido y Paulo aprovechó para hablar con Da Costa. "Presi, lo teníamos hecho con el Inter. Como este hombre no gane, ya me dirá usted qué hacemos…". En ese mismo viaje, el portugués llamó a su padre para decirle que, si ganaba Jesús, no tendría que trabajar más en su vida.

placeholder Futre, junto a Jesús Gil y Radomir Antic. (Reuters)
Futre, junto a Jesús Gil y Radomir Antic. (Reuters)

Ante el temor de que la promesa de darle un Porsche fuera un farol, Futre le fue tajante a Gil: quería el coche al aterrizar. Jesús accedió y se fueron directamente al concesionario. Allí solo había uno, color amarillo, y Paulo se lo quedó; llamó un amigo para que viniera a por él y se lo llevara a su casa en Portugal.

El acto de cierre de campaña de Gil fue en la discoteca Jácara, donde los aficionados vitorearon al que saldría elegido como presidente. Y al que sería su fichaje estrella. La historia acabó con Futre vestido de rojiblanco. Perdió años de jugar competiciones europeas y se enfrentó en numerosas ocasiones con el presidente, cuyos hijos reconocieron que le daba más bola a Paulo que a ellos.

Sin embargo, nunca se arrepintió de aquella decisión "porque el dinero no es lo más importante". En lugar de una Copa de Europa, como rojiblanco ganó dos Copas del Rey. Una de ellas frente al Real Madrid en el Santiago Bernabéu (2-1), donde fue autor de uno de los goles. "Nunca he tenido un orgasmo como aquel gol". Quizá los aficionados colchoneros no necesitaban mayor gesta de amor que esta, aunque su inicio no fuera de lo más romántico.

Unas chanclas fueron el detonante. Milán, la ciudad de la moda y el epicentro del Calcio, estaba muy próxima a acoger a uno de los mejores jugadores del momento, Paulo Futre. Volcánico. Líder. Ganador. Un trilero del balón que acababa de lograr una proeza semejante a la de Diego Maradona en México 86: ganar la Copa de Europa con el Oporto. Era 1987 y el fichaje con el Inter de Milán estaba prácticamente cerrado. Con el portugués en sus filas, el objetivo era competir por el Scudetto con el Nápoles del astro argentino y el Milan de Arrigo Sacchi.

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