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El cadáver de Xavi resucita en un clima de guerra civil por culpa de la esclavitud del estilo
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El cadáver de Xavi resucita en un clima de guerra civil por culpa de la esclavitud del estilo

El Barcelona no es feliz ni cuando pasa a los cuartos de la Champions por vivir en la permanente locura de la excelencia y un directivo que insinúa que quiere que siga Xavi

Foto: Fermín celebra el gol al Nápoles. (EFE/Alberto Estévez)
Fermín celebra el gol al Nápoles. (EFE/Alberto Estévez)

El Barcelona pasa del éxtasis a una atmósfera de guerra civil en muy poco tiempo tras la clasificación para los cuartos de final de la Champions. No sabe ser feliz por culpa de la esclavitud de un estilo que tiene que estar por encima del resultado. Es el precio que paga por darle un valor absoluto al cómo hay que jugar y ese mantra de que con el buen juego estás más cerca de conseguir la victoria.

El principal culpable es Laporta, un especialista en vender humo cuando lo más racional es tener los pies en el suelo y ser prácticos. El segundo culpable es Xavi por comprarle el relato al presidente desde el primer día y ponerse a la altura de Johan Cruyff y Pep Guardiola para preservar el estilo del juego bonito, dominante y la excelencia.

Es la penitencia de Xavi en un momento de la temporada donde ha conseguido un triunfo importante contra el Nápoles que sirve para meter al equipo en los cuartos de final de la Champions. Tiene que celebrar que vuelven a estar entre los ocho mejores de Europa y a lo que se dedica es a repetir la insensatez de que el equipo ha dado un paso adelante desde que anunció que se iba.

Es verdad que el Barcelona no ha perdido ningún partido desde que Xavi dijo que en junio lo deja, pero en este tiempo no se ha visto un equipo brillante ni solvente. Cuatro días antes de eliminar al Nápoles las pasó canutas para ganar por la mínima al Mallorca con un gol salvador de Lamine Yamal.

placeholder Xavi durante el partido contra el Nápoles. (EFE/Alejandro García)
Xavi durante el partido contra el Nápoles. (EFE/Alejandro García)

Hace un mes estaba Laporta tirando las bandejas de canapés en el palco de Montjuic tras el empate del Granada. Al presidente le enfureció que cinco aficionados próximos a la zona noble le gritaran que el equipo era una vergüenza y le pidieron la dimisión. El Nápoles era un ultimátum para Xavi. Si caía eliminado, el presidente estaba dispuesto a dar el equipo a Rafa Márquez hasta el final de temporada.

Un estilo más vertical

El cadáver de Xavi resucita en un partido en el que el Barcelona no ganó la posesión al Nápoles: 47% por 53% del equipo italiano. Dato mata a relato. Se puede ganar sin tener más tiempo el balón, con otro fútbol más vertical, agresivo y enérgico. Con esto le dio al Barça para llevarse por delante al Nápoles en los primeros veinticinco minutos del partido y otros veinte en la segunda parte. Tuvo tramos en los que le tocó sufrir, mostró carácter y Ter Stegen salvó el empate en la primera parte.

Xavi puede presumir de que el equipo ha dado un paso adelante y mostrar una versión competitiva. El Nápoles no es un ogro, pero Europa es un calvario para el Barcelona desde tiempos en los que ya estaba Messi, con fracasos estrepitosos y ridículos importantes. Ganar al Nápoles da crédito a un Xavi que entra en rebeldía.

Foto: Luis de la Fuente, seleccionador, y Albert Luque, director de fútbol. (EFE EPA Mohammed Badra)

Y ahora vienen los abrazafarolas como Rafael Yuste, vicepresidente deportivo y mano derecha de Laporta, que dice tras la victoria que le gusta mucho Xavi. Con esta directiva nada es serio porque planifican a golpe de improvisación, pero es de locos sembrar la duda de que Xavi puede seguir cuando dijo que no quiere ser una rémora y el club necesitaba un cambio de dinámica.

El Barcelona es la casa de los líos hasta cuando gana, con Xavi pasando facturas a un periodista que le llamó bufón y le alinea como guadiolista y un presidente que el día antes del partido contra el Nápoles se reúne con el representante (Pini Zahavi) del entrenador alemán Hansi Flick. No hay calma en un entorno tóxico.

El Barcelona pasa del éxtasis a una atmósfera de guerra civil en muy poco tiempo tras la clasificación para los cuartos de final de la Champions. No sabe ser feliz por culpa de la esclavitud de un estilo que tiene que estar por encima del resultado. Es el precio que paga por darle un valor absoluto al cómo hay que jugar y ese mantra de que con el buen juego estás más cerca de conseguir la victoria.

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