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La última bala del efecto Xavi es un disparate, pero mejor que poner al buitre de Rafa Márquez
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el técnico del filial, como loco

La última bala del efecto Xavi es un disparate, pero mejor que poner al buitre de Rafa Márquez

La lista de candidatos que van a ir saliendo para el banquillo del Barcelona no ayudará a dar estabilidad al vestuario. Laporta no se ha atrevido a dar el paso de subir a Rafa Márquez

Foto: Rafa Márquez, entrenador del equipo filial del Barcelona. (EFE/STR)
Rafa Márquez, entrenador del equipo filial del Barcelona. (EFE/STR)

Al despropósito de la decisión tomada por Xavi y aceptada por Laporta hay que sumarle el ruido que ya ha empezado a generar y que no va a parar hasta el final de temporada con los candidatos que suenan, los que se ofrecen y los que irán apareciendo cada día en la prensa. Aislarse de quién será el próximo entrenador del Barcelona ni es sencillo para Xavi ni para sus jugadores. En el vestuario se hablará de todo. De quién viene, si es bueno o malo, cómo les puede afectar en lo colectivo y particular. Es un elemento de distracción a tener en cuenta en este circo que han montado Laporta y Xavi.

Hay uno que se ha postulado y está dentro de la casa, lo que le deja muy mal de cara a tener alguna opción de llegar al primer equipo. Rafa Márquez no perdió la ocasión para dejar claro que a una oportunidad así no le puedes decir que no. Aspira al cargo de Xavi, pero no sería muy bien recibido por un vestuario que ha intentado hacer cambiar de opinión al de Terrassa.

Lo de Xavi es un dislate, Rafa Márquez le ha querido hacer la cama y Laporta no se ha atrevido a dar el paso de subir al técnico del filial. Xavi es un exentrenador del Barcelona que se va a sentar en el banquillo azulgrana hasta que finalice la temporada. El plan es dar un giro a una mala dinámica tras perder la Supercopa, la Copa del Rey y la goleada del Villarreal en la Liga. Es el efecto con doble salto mortal que encuentran Laporta y Xavi para darle un impulso al equipo hasta junio.

La idea es un descalabro, pero la acepta Laporta porque el exentrenador que sigue en el banquillo es una leyenda. A Xavi le sirve para liberarse de tanta presión y salir con la mayor dignidad posible. Lo que realmente tiene que suceder es un milagro para que la última bala del efecto Xavi funcione y acabe la temporada ganando un título o los dos. En fútbol todo es posible, pero imaginar que con un exentrenador y leyenda en el banquillo culé se puede ganar uno o los dos títulos es una utopía.

placeholder Xavi se abre de brazos en un partido del Barcelona. (Reuters/Marcelo del Pozo)
Xavi se abre de brazos en un partido del Barcelona. (Reuters/Marcelo del Pozo)

Lo que hacen el tándem Laporta-Xavi es un disparate. No lo ve así Xavi, que dice que tiene energía para llegar a la meta del fin de temporada. Esto no tiene buena pinta y no hay por dónde cogerlo, pero si Laporta lo acepta es porque no tiene un sustituto y el que hay (Rafa Márquez) está menos preparado que Xavi y, además, ha quedado como un buitre ofreciéndose públicamente minutos después del gabinete de crisis en la dirección deportiva culé y la postura de Xavi.

El impacto que busca Xavi es una reacción de los jugadores, multiplicar el compromiso y ponerse a ganar partidos como si fueran un rodillo. Si esto sucede, el mérito no es de Xavi. El Barcelona es a partir de este momento un equipo con una leyenda futbolística en el banquillo y no con un entrenador innegociable.

Respetar a Xavi

Xavi ya no es el entrenador del Barcelona. Los jugadores le tienen que escuchar, absorber sus conocimientos, admirar su figura y hacerle caso como un mito del Barça. Este es el efecto que queda por probar con Xavi. Que le respeten hasta final de temporada por su trayectoria como futbolista y su pasión como azulgrana.

No ha dado con la tecla esta temporada para hacer un equipo competitivo y en varias derrotas los ha señalado. La última contra el Villarreal, apuntando a la falta de madurez de los futbolistas por no haber tenido oficio para controlar el partido tras ponerse por delante con el 3-2. Los señala, anuncia que se irá a final de temporada y tiene que convivir con ellos los próximos cuatro meses para exigirles que ganen partidos.

Foto: Nacho, con gesto serio, en el banquillo del Real Madrid. (AFP7)

Esto no hay por dónde cogerlo, y Laporta lo sabe. Pero el presidente respeta a la leyenda por el interés de tener el escudo para que no le lleguen las críticas al palco. Es mejor que poner al envalentonado Rafa Márquez. Tampoco se puede descartar que, si este efecto con un exentrenador y leyenda como jugador en el banquillo no funciona, lo acabe echando Laporta antes de final de temporada.

Lo de Xavi puede ir muy bien o muy mal. Ya no hay término medio. Si es lo primero, significará que ha ganado algún título o los dos. Un auténtico milagro. Si es lo segundo, el resultado habrá sido que no ha ganado nada y que ni siquiera ha sido capaz de acabar segundo y poder clasificar al equipo para la Supercopa. Ser tercero o cuarto supone una catástrofe.

Laporta tiene tiempo para encontrar un nuevo entrenador. Ya han salido varios nombres (Hansi Flick, Rafa Márquez, Thiago Motta, Míchel, Imanol Alguacil, Mikel Arteta…). Pero lo que no tiene es dinero para hacerle un gran contrato ni crédito por el ninguneo que le ha hecho a Xavi. Michel, el entrenador del Girona, posible candidato y perfil Barça, ha sido claro: “Tengo contrato hasta 2026 y el Barcelona es Xavi”. A García Pimienta, formado en La Masía y con un buen trabajo en Las Palmas, lo echó de mala manera Laporta para poner a Sergi Barjuán en el filial porque le había apoyado en las elecciones. El presidente no va a tener fácil encontrar un entrenador de primer nivel. Xavi, con sus defectos y virtudes, era un técnico de bajo coste.

Al despropósito de la decisión tomada por Xavi y aceptada por Laporta hay que sumarle el ruido que ya ha empezado a generar y que no va a parar hasta el final de temporada con los candidatos que suenan, los que se ofrecen y los que irán apareciendo cada día en la prensa. Aislarse de quién será el próximo entrenador del Barcelona ni es sencillo para Xavi ni para sus jugadores. En el vestuario se hablará de todo. De quién viene, si es bueno o malo, cómo les puede afectar en lo colectivo y particular. Es un elemento de distracción a tener en cuenta en este circo que han montado Laporta y Xavi.

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