Patricia González se reivindica como entrenadora de fútbol, "algo que no existe"
Antes de cumplir los treinta, esta preparadora ha hecho historia como entrenadora sub-19 de Azerbaiyán y forma parte de un grupo de instructores de entrenadores y analistas de FIFA y UEFA
"Patricia, te daré un consejo: pon siempre a los buenos. ¡Siempre!". La joven entrenadora le hizo una pregunta que tenía miga: "¿Quiénes son los buenos, Pep, los más famosos?". La respuesta fue precisa: "No, los buenos de verdad son los que nunca pierden el balón. Los que pasan el balón y no lo pierden. Esos son los buenos. Y son los que tienen que jugar aunque tengan menos nombre que otros". Lo que da comienzo a este artículo es un pequeño extracto del libro 'Herr Pep', escrito por Martí Perarnau. El escritor catalán hace referencia a una conversación que tuvo Pep Guardiola con una prepadora, en uno de esos momentos de lucidez pública del ahora entrenador del Manchester City. Aquella mujer tenía solo 25 años y ya se dedicaba profesionalmente a la pasión de su vida. Ahora, Patricia González tiene 28 años y en julio puso fin a tres temporadas como seleccionadora sub-19 de Azerbaiyán.
"Ser más prematura que yo es complicado", dice Patricia a El Confidencial en la oficina madrileña en la que se pasa horas y horas trabajando y aprendiendo todo lo que puede sobre el fútbol y donde actualiza 'The Rondo', su nueva web para entrenadores de fútbol. Esa misma tarde, tenía que terminar de preparar sus próximos viajes: una semana a Letonia y tres meses a Irán. Todo tiene su explicación. En la actualidad, trabaja para FIFA y UEFA como instructora de entrenadores y analista táctica. En Riga, donde estuvo la semana pasada, estuvo impartiendo un curso bajo el manto de la FIFA, mientras que en Teherán, donde se irá el 15 de noviembre, está a través de la UEFA. Así explica ella misma su proyecto en el país pérsico. "UEFA tiene un proyecto de apoyo a la confederación asiática y me ofreció colaborar en un plan de apoyo a la federación iraní, tanto en formación de entrenadores, como en la aplicación de metodología". Y allá que se marchará hasta el 25 de febrero. Son solo dos de los más de 20 países que ha visitado en los últimos años.
Su historia futbolística empezó desde el momento en que adquirió conciencia de sí misma. El deporte forma parte de su vida y aprovechaba las horas extraescolares para jugar a muy buen nivel tanto al fútbol como al tenis. Conforme cumplía años, se topó con la realidad. Debía escoger, no podía dedicar su tiempo a las dos disciplinas. Y eligió el fútbol, la decisión, hasta entonces, más importante de su vida. Después vinieron muchas otras y ninguna resultaría sencilla, pues suponían elecciones determinantes para su futuro.
Asumió que quería ser entrenadora de fútbol muy pronto, de hecho cree que nació para serlo. Una lesión de espalda, que todavía le da problemas de vez en cuando, le hizo dejar el césped a los 21 años, por lo que el paso al banquillo "no fue forzado". Antes ya se había sacado todas las licencias para entrenar. Le animó a ello "la respuesta de los jugadores". "El cómo retorna tu trabajo, esa pasión, ese contagio mutuo de energía es lo que me motiva a seguir. Yo he salido de un banquillo en julio y me muero por entrenar ya, ¡pero ya es ya!", dice con una sonrisa de oreja a oreja haciendo referencia a su salida de Azerbaiyán, a la que nos referiremos posteriormente.
Mis padres pensaban: 'Mi hija me dice que quiere ser entrenadora, pero no hay nadie que sea profesional. Quiere ser algo que no existe'
"Ser entrenadora era algo que no le costó decidir, pero sí tuvo que superar unas pequeñas barreras familiares. "Ellos -sus padres- pensaban: 'Mi hija me dice que quiere ser entrenadora, pero no hay nadie en España que sea entrenadora profesional. Quiere ser algo que no existe'. Y eso no me cerró las puertas, pero sí generó un exceso de protección". No querían que dedicase su vida a algo que le fuera a generar decepciones, en algo que fuera utópico. Patricia sabía y entendía a qué se enfrentaba. "Nunca eres consciente de que puede ser real porque no tenemos referentes. Te puedes dedicar como hacía yo antes, que trabajaba en cuatro sitios diferentes, trabajaba en una oficina por la mañana, luego iba al colegio a dar clase a los peques, después tenía una empresa propia de ocio infantil... me dedicaba a 500 cosas diferentes, y luego a las 9 de la noche iba a entrenar al Rayo Vallecano", cuenta.
No era una carrera fácil, como tampoco lo es para la gran mayoría de entrenadores que empiezan desde abajo. En el caso de Patricia, debía dedicar su tiempo libre al fútbol, en vez de invertir en él su tiempo profesional. Por eso no pudo en ningún caso rehusar la llamada de Azerbaiyán. "Cuando colgué, lo primero que pensé fue 'me voy a poder dedicar a esto las 24 horas del día, es mi sueño'", dice todavía con una sonrisa natural en el rostro, pero después se paró a pensar en frío y se dio cuenta de dónde se estaba metiendo. "Me costó irme porque, a ver, ¡era Azerbaiyán!. Me estaba yendo a un país que tiene influencia de cultura soviética, de numerosa población musulmana... chocaba mucho. Era una cantidad de situaciones nuevas tanto personales como profesionales a las que no me había enfrentado nunca, pero era mi oportunidad en mayúsculas".
Por supuesto, sentía "respeto", palabra que prefiere decir antes que miedo. "Tuve momentos muy duros, de mucha ansiedad, de enfrentarme a situaciones que no sé controlar, de gastar energías en batallas que no iba a ganar nunca y no saber identificarlo. Tuve muchas de esas situaciones sobre todo el primer año y pensé en volverme. La ambición profesional me ha mantenido allí". Todo cambió con los Juegos Europeos. "Empecé a conocer más españoles e hicimos una pequeña comunidad. Me sirvió para aislarme en mi burbuja con gente más parecida a mí, algo muy necesario".
En esa primera temporada como seleccionadora sub-19 femenina y directora técnica del fútbol femenino, Patri dedicaba el poco tiempo libre que le dejaba su trabajo a seguir mejorando en esa misma labor. Es decir, reinvertía su ocio a favor de su trabajo. No estaba sola, pero casi. Tenía poca relación con personas de fuera del fútbol porque comunicarse allí era un imposible. Asegura González que una vez estuvo hora y media para saber qué detergente comprar en un supermercado, para que nos hagamos a una idea. Por supuesto, dependía "las 24 horas de un intérprete", que era la única forma, además del lenguaje no verbal y el vídeo, de dirigirse a sus jugadoras.
El aislamento de lo femenino, reflejo social
Pero, paremos un segundo el carro. ¿Por qué Azerbaiyán? ¿Por qué tan lejos? ¿Es que en Europa nadie se interesa por una entrenadora prometedora? González entiende que sea así, aunque no lo comparte en absoluto. "Los países que están más desarrollados creen que no necesitan a entrenadores extranjeros, y los que sí los necesitan son los menos desarrollados, que al final son de donde llegan las primeras ofertas". Si eso sucede en el continente, qué pasará en España. Pues lo mismo, pero de una forma exponencial. Resulta prácticamente imposible que una entrenadora como Patricia sea profesional en nuestro país.
El fútbol femenino ha crecido en países con una importante igualdad de género y derechos sociales. Y estamos bastante lejos de eso
"Es un reflejo de la sociedad", dice la madrileña. "El fútbol femenino ha crecido en países con una importante igualdad de género y derechos sociales. Y estamos bastante lejos de eso". Más allá de lo puramente institucional, tema en el que la entrenadora prefiere no inmiscuirse, el fútbol masculino es tal titán, que "eclipsa tanto a la disciplina femenina como al resto de deportes". Aun si es una realidad irrefutable, Patricia ve un halo de esperanza a lo lejos. "Hace años era impensable que se hiciera un hueco a la información sobre deporte femenino, pero ahora ya se empieza hasta a retransmitir el fútbol femenino por la tele. Es una señal de que algo está cambiando, lo hace a un ritmo lentísimo, pero hemos llegado al siglo XXI".
Tanto es así, que el buen momento del fútbol femenino español es uno de los motivos que ha traído de vuelta a España a Patricia González. "Antes era 'no tenemos hueco', pero ahora es un 'puede que sí'. Tenemos a dos equipos que se meten en Champions, a la selección absoluta clasificándose de manera épica al Europeo; la sub-17 bronce mundial... Tenemos un futuro muy esperanzador que ilusiona a la gente que tenemos dentro". Y la preparadora señala a un principal responsable de la mejora de la salud del fútbol femenino español: "La entrada de Jorge Vilda es algo positivo para el fútbol español y la Federación es consciente de que necesitamos una estructura y una estrategia para el fútbol femenino", dice.
Hasta jugadoras de prestigio internacional, como Marta Corredera y Natalia Pablos, han vuelto a España desde el Arsenal al Atlético de Madrid y al Rayo Vallecano respectivamente, además de estar cerca de confirmarse el regreso de Vicky Losada al Fútbol Club Barcelona. Esta recuperación de talento debería acercar el objetivo a medio-largo plazo que cree Patricia que se debe imponer: "Necesitamos que un equipo español, sea el que sea, gane una Champions de aquí a unos años". Puede que a eso ayude también que el Real Madrid, como todo apunta, cree su sección femenina.
"Patricia, te daré un consejo: pon siempre a los buenos. ¡Siempre!". La joven entrenadora le hizo una pregunta que tenía miga: "¿Quiénes son los buenos, Pep, los más famosos?". La respuesta fue precisa: "No, los buenos de verdad son los que nunca pierden el balón. Los que pasan el balón y no lo pierden. Esos son los buenos. Y son los que tienen que jugar aunque tengan menos nombre que otros". Lo que da comienzo a este artículo es un pequeño extracto del libro 'Herr Pep', escrito por Martí Perarnau. El escritor catalán hace referencia a una conversación que tuvo Pep Guardiola con una prepadora, en uno de esos momentos de lucidez pública del ahora entrenador del Manchester City. Aquella mujer tenía solo 25 años y ya se dedicaba profesionalmente a la pasión de su vida. Ahora, Patricia González tiene 28 años y en julio puso fin a tres temporadas como seleccionadora sub-19 de Azerbaiyán.