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Favoritos que dan la cara, una De Ronde para la historia: Van der Poel es leyenda
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Un final vibrante

Favoritos que dan la cara, una De Ronde para la historia: Van der Poel es leyenda

El ciclista del Akpecin-Fenix se lleva el segundo monumento de la temporada ciclista con su segunda victoria en la Ronde Van Vlaanderen

Foto: El león se corona en Flandes. (EFE/Julien Warnard)
El león se corona en Flandes. (EFE/Julien Warnard)

De Ronde. De Ronde van Vlaanderen. O Tour de Flandes, si es usted de esos que llama a las cosas por su nombre, ni de derechas ni de izquierdas, y considera que igualdad sí, pero con un orden. Más o menos, no me hagan caso. Que día grande, día grandísimo. Para los que nos gusta esto de las bicis, pero sobre todo para ellos. Para los flamencos. Flamencos de Flandes, no de bulerías o plumas rosas. Fiesta nacional. Kilómetros y kilómetros con banderas de leones negros (a veces rebordeados en rojo, si son ustedes flamencos pero que muy flamencos), exhibición de raíces, audiencias brutales por la tele. Visto esto cada año Flandes parece un sitio guay, con sus verbenas, sus tipos que se disfrazan, sus mamadas gordísimas. Intuyo que no es siempre así (igual a, no sé, 23 de enero la cosa cambia un pocuco), pero oigan, bienvenido sea.

A ver, no les voy a explicar yo aquí el recorrido y sus características, porque si están leyéndome es que más o menos manejan todo este asunto, que tampoco hablamos de un Clásico. Y menos mal, vaya. Pero dos o tres rasgos sí. Por poner color al asunto. Geográficamente... muy sencillo. Tú pillas un mapa de Flandes (si pillas un mapa de Valonia te la estás jugando mogollón) y lo arrugas así, muy fuerte, como si te debiera dinero... Bueno, pues ese es el plano de la prueba, aproximadamente. Dar vueltas, quiebros y cruces en un espacio relativamente pequeño. Vamos, lo que hace usted cuando sale a entrenar y amenaza agua, que anda acojonado por si le pilla lejos. Eso sí, durante 270 kilómetros, que por algo esto es un Monumento y hay otras cosas muy chulas, sí, pero que no son Monumentos, y en parte (solo en parte, pero en parte) no lo son porque no tienen distancia.

placeholder Mathieu van der Poel en acción. (EFE/Julien Warnard)
Mathieu van der Poel en acción. (EFE/Julien Warnard)

Luego... muros. Muros adoquinados. Bergs, para entendernos. Cortos, pindios, traidores. Uno a uno... pues carrejos infernales de los que hay en cada pueblo. Pero sumas, sumas y sumas... infierno. Aquí a los adoquines se les llama kinderkopje, "cabezas de niños", porque el sentido del humor te permite imaginar testas infantiles bajo los tubulares y quedarte así, tan ancho. Auténtico fervor. Por los adoquines, no por los niños, que eso es cosa de cada cual, yo prefiero los golden retriever. El respeto es tan grande que cuando se deterioraron trajeron unos especiales desde Polonia. Sigo hablando de piedras, no de niños, aclaro. En fin. A otra cosa.

Ah, dos detallitos adicionales. Esta es la carrera más querida por los flamencos (ganaron todas las ediciones hasta Fiorenzo Magni, fines de los cuarenta), así que meterles mano resulta difícil. Y, a veces, hay incluso colaboraciones que nos parecen raras. Ocurría más hace años, porque antes todo esto era monte, pero... Y segundo factor... Eddy Merckx ganó aquí, claro, pero solo dos veces. Ejemplo perfecto de una prueba complicada, taimada, muy particular. Solo dos veces.

Una primavera marcada por las bajas

Entonces... a ello. Favoritos, favoritos. Pues miren, bajona. Se preveía un duelo a tres bandas (fundamentalmente dos, pero vaya) entre van Aert, Van der Poel y Pogačar pero... Un par de días antes del asunto van Aert graba video diciendo que no podrá pasarse, que una pena, que ha pillado Covid. Es realmente extraño, porque esta primavera el mundo del ciclismo ha visto abandonos masivos en pruebas por bronquitis, gripes, gastrointeritis, ataques de risa, coreomanías, virus zombi, fobia al agua salada, miedo a los perretes grandes e, incluso, indigestión por calçots... pero nada de Covid. Ya ven, casualidades. Nos quedábamos de primeras sin el gran candidato (o uno de los dos grandes candidatos). No creo que se preocupe van Aert, porque tiene toda la Grande Boucle para subir bidones, limpiar los cuartos en hoteles e, incluso, preparar salmorejo a sus compis, que le sale superior. En fin...

Ausente van Aert quedaba el equipo más fuerte sin cabeza, y con tíos como Benoot y Laporte. Vamos, que lucha garantizada, guerra de guerrillas, espectáculo del gordo. Solo que... oh, espera, si corren con Jumbo-Visma. Nada, olviden lo que he dicho. Las tácticas de los holandeses son rígidas cual cintura de Winston Bogarde. O sea, que igual sí, pero aparentemente no. Y qué pena, porque había potencial...

Entonces... Mathieu Van der Poel. Que se tiró muchos meses sin firmar en las carreras, que estuvo al borde de la muerte, desahuciado, que volvió a lo grande para casi ganar San Remo. En fin, moderneces. Favorito unánime, pero menos posibilidades de ganar que cuando no era favorito unánime. Si la cosa fuese duelo entre los del ciclocross existía posibilidad cierta de mantener el asunto controlado, secar ataques sorpresivos y, en general, ir cumpliendo el guión. Ahora te borras al mayor de los rivales pero salen muchos otros pequeñitos. Y, quizá, no puedas seguir a todos. Es la paradoja que tienen estas pruebas, amigos. Eso sí, clase y condiciones tiene como el que más...

placeholder Mathieu van der Poel celebra la victoria. (EFE/Julien Warnard)
Mathieu van der Poel celebra la victoria. (EFE/Julien Warnard)

Como nadie en el pelotón, dirán algunos, salvo Tadej Pogačar. Tiro de memoria y para acordarme de un vigente ganador del Tour saliendo en Flandes sin complejos me voy... bueno, muy atrás. Armstrong pasó alguna vez, pero en labores de ayuda a Hamilton (luego ya Hamilton se las arreglaba él solo para cagarla de las formas más trambolikas, porque siempre luce la figura del clasicómano gafado), pero es que Tadej viene con ideas. Ideas malignas. Sobre el papel... imposible. Debutante (desde Zandegú no gana un debutante), sin apenas experiencia en clásicas de adoquines, sin fondo, sin ese "zorrerío" que te dan los años y el haber pasado mil veces por ese tramo tan estrecho, ese, ya sabes, justo después de la granja de Briek, ah, sí, ese. Sucede que... en fin, sucede que es Tadej Pogačar.

Y Tadej Pogačar ha ganado dos de los tres últimos Monumentos que disputó, ha sido protagonista en San Remo. Y, además, se le vio fenómeno en Dwars. Quizá no invencible, quizá con falencias, pero aprende rápido, el chico. En una carrera planteada por lo bruto... tantas posibilidades como el que más, creo. Solo que estás carreras son a lo bruto y a lo astuto, seguro que me entienden. No importa, si no es este año será otro más adelante. Que se retira con De Ronde en el palmarés lo dejo aquí firmadito.

Foto: Tadej Pogacar vuelve a hacer historia. (EFE)

Y luego aspirantes con más o menos pedigrí. El último ganador, Asgreen, que lidera un Quick-Step desconocido, por malo, a estas alturas de estación. Normalmente Lefevere manda peones por Flandes con la misma facilidad que Bolo Zenden colgaba pelotas a la olla. La diferencia es que a Patrick le salía bien, claro. Pero están desaparecidos. Siempre son peligrosos, claro, pero están desaparecidos. Otra buena pieza es Mads Pedersen. Le van las carreras largas, le va el frío con esos mofletes que tiene (y en Flandes está haciendo muchísimo frío), y trae un perfil bajo que podía favorecerle en caso de avispero. Como Pidcock (otro con primavera errática), o Bettiol, que ya sabe lo que es ganar aquí, pero no es que sepa lo que es ganar en muchos más sitios. No sé, todo abierto. Sume a eso los setecientos cincuenta y tres chicarrones de Flandes que quieren ganar el asunto (y conocen cada piedra como las uñas de su mano izquierda). Cien kilómetros de llano y luego a volverse locos. Cosas para disfrutar.

La cosa va como suele ir. Solo que no. Que variaciones. Ligeras, pero importantes. Hay una escapada de lejos, sí, hasta ahí lo normal. Pero luego salta otro grupo. Tíos importantes. Catorce ciclistas. Stybar, Pedersen, Cortina (gran carrera la suya, por decirlo todo), Bettiol, Versmeersch, van Hoydoonck, Haller. Tampoco nada raro, estas cosas ocurren. Unos kilómetros con diez segundos, con quince. Luego saltan Wellens, Geniets, Connor Swift. Pasa que nadie pasa. Atrás. No es que haya parón, no al menos un parón completo, pero se sigue al trantrán. Falta van Aert, los compañeros de Tadej no están acostumbrados, Van der Poel lleva un gregario delante. La cosa se va casi hasta el minuto, transcurren los kilómetros. No es, aun, golpe definitivo, porque delante tampoco se hacer relevos a morder, pero esta peli ya la he visto varias veces y hubiese pintado a movimiento que llega muy lejos. Oportunidad perdida para varios, balas gastadas para todos.

(Claro que para llegar del pelotón a estos también debes meterte calentón, así que uno nunca sabe... es tan difícil De Ronde). Kwaremont. Que se te llena la boca solo con decir Oude Kwaremont, aunque el antiguo Kwaremont es otro, ese que está asfaltado y luce ahora como carretera general a poco de allí. Pero como los flamencos son muy de "aguántame el cubata" pues hicieron una carrera nueva, con adoquines, y le pusieron el mismo nombre que a la vieja, pero con el "viejo" delante, para dejar claro que lo moderno puede ser clásico y viceversa. Construir para disfrutar. Cosa seria.

Y allí ataca Pogačar, que pasa gente como si ellos fueran parados, como si no costase esfuerzo, como si le estuvieran persiguiendo acreedores. A su rueda va Asgreen, Pidcock algo más atrás, Van der Poel a varios palmos de distancia. La gracia del esloveno es que nunca pide arrumacos, que se pone ahí, en cabeza, y empieza a mover los hombros un poquito, y saca su estilo de minero (bien por el ojo de Tom Dumoulin, menuda profecía buena) y va destrozando todo y a todos, lo mismo da que sea La Planches des Belles Filles, el Carpegna, Portet o Kwaremont. Momento decisivo. Van der Poel que reacciona casi arriba y un nuevo horizonte se abre, con todo roto locamente y grupitos que luchan por unirse, desgajarse y acabar, por favor, que acabe esto, que menudo dolor de patas.

placeholder El esloveno, esta temporada. (EFE/Roberto Bettini)
El esloveno, esta temporada. (EFE/Roberto Bettini)

Segundo asalto... Paterberg. El muro que se construyó un paisano de Flandes para ver pasar su carrera desde el jardín. Solo que esa historia es falsa falsísima, pero tranquilos, los periodistas catetos la repetirán un montón de veces, porque aquí hemos venido a no trabajar. Paterberg, dije. Pidcock pone ritmo, Van der Poel, Tratnik acelera. A mí me chifla Tratnik, porque tiene unas pintas de globero grandísimas, y hasta parece andar en bici para pasar el rato, e incluso tú lo miras y dices, coño, pero si se puede lijar kilamen de ese cuerpo, joder, que parece un escritor, que vaya aspecto me gastas, Jan Tratnik. Pero luego camina, vaya si camina.

Así que, selección. Tras el Paterberg siempre hay un par de kilómetros para respirar, para reagruparse, pero quien haya mostrado carencias en el muro... digamos que fuera máscaras. Ya todos sabemos qué tienen unos y qué les falta a los demás. Habrá sorpresas, sí, pero... Saltan dos hombres, Wright y van Baarle. Movimiento táctico, seguramente. Y en el Koppenberg... pues lo mismo. Pogačar acelera, Pogačar que abre unos metrucos, Van der Poel lo pilla, Van der Poel entra, Valentin Madouas asiste de cerca al espectáculo. Selección definitiva, parece, porque son los mejores en el mejor momento, porque sumados a los otros dos tenemos cinco equipos grandes representados. Detrás... miradas, jijí, jajá. Pinta bien, pinta bien. Vale, faltan cuarenta hasta Oudenaarde, pero esto es De Ronde, amigos.

Y amarrao. Todo entre ellos. Pasar de kilómetros, porque este recorrido de Flandes, que lleva ya unos años, está concebido para decidir el asunto al final, en el último doblete Kwaremont-Paterberg. Allí se verán todas las cartas. Fundamentalmente una... si Pogačar puede descolgar a Van der Poel. Vuelvan a leerlo. Lo de Tadej es increíble. Tenemos delante a Le Blaireau y nos perdemos mirándole las pantorrillas a cualquier Tommy Prim. Solo por apuntarlo, ¿eh?

Foto: Mathieu van der Poel tras ganar este domingo la Amstel Gold Race. (EFE)

Momento decisivo. Oude Kwaremont. Libreto conocido. Pogačar en cabeza, los otros que sufren. Solo puede ir a su rueda Van der Poel. Por todo lo alto, qué pena de van Aert, macho. Primera selección dentro de la selección. La fuga de la fuga, como dicen los filósofos. Queda Paterberg, ya son solo dos. Y en Paterberg lo mismo... Pogačar desde el comienzo, Van der Poel que sufre, Van der Poel que se descuelga dos metros, que se mete en la cuneta para huir de los bergs, que pega zapatazos como si quisiera partir la bici, que tiene unos dorsales impropios para el ciclismo, que recupera, que corona a rueda de Tadej. Duelo por todo lo alto, sprint que se viene. Los favoritos llegan solos a la recta de Oudenaarde. Qué cosas.

Relevos, miraditas. Apretar los calapiés, beber dos tragos. Un ojo atrás, que vienen cerca los otros, pero nah, todo decidido. Tenemos tiempo hasta para jugar con nervios y estrategia. Solo que son Van der Poel y Pogačar, su estrategia es triturar organismos. Propios y ajenos. Las manos en la curva del manillar, la mirada fija en esa línea blanca que hay al fondo. Final de velódromo... pero demasiado acero en los nervios de acero. Vamos, que contactan Valentin Madouas y van Baarle cuando faltan doscientos metros y se empieza a lanzar el sprint. ¿Cagada legendaria? No para Mathieu. Todo el rato en cabeza, jugando con todo, fuerzas propias y ansiedades ajenas. Victoria para él, segunda total. El año pasado quedó solo por detrás de Asgreen, fue cuarto en su debut. Es el neerlandés más flamenco de todos. Pogačar quedó último en ese sprint, y pareció lamentarse (se las tuvo tiesas con van Baarle, y hasta lo empujó, y a lo mejor incluso deberían descalificarlo). Fue el más fuerte de todos (ahí, ahí con Mathieu) y quedó fuera del pódium, pero qué le importa un pódium a semejante leyenda (en ciernes, que tiene veintitrés añucos, pero leyenda). Lo del último kilómetro hoy es un error grandote, pero le quedan temporadas para solventarlo.

Al final... qué bonita es De Ronde, amigos. Y qué tipo increíble Van der Poel.

De Ronde. De Ronde van Vlaanderen. O Tour de Flandes, si es usted de esos que llama a las cosas por su nombre, ni de derechas ni de izquierdas, y considera que igualdad sí, pero con un orden. Más o menos, no me hagan caso. Que día grande, día grandísimo. Para los que nos gusta esto de las bicis, pero sobre todo para ellos. Para los flamencos. Flamencos de Flandes, no de bulerías o plumas rosas. Fiesta nacional. Kilómetros y kilómetros con banderas de leones negros (a veces rebordeados en rojo, si son ustedes flamencos pero que muy flamencos), exhibición de raíces, audiencias brutales por la tele. Visto esto cada año Flandes parece un sitio guay, con sus verbenas, sus tipos que se disfrazan, sus mamadas gordísimas. Intuyo que no es siempre así (igual a, no sé, 23 de enero la cosa cambia un pocuco), pero oigan, bienvenido sea.

Eddy Merckx Bélgica