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Tipos en mallas, saltos que duelen y 'yoyas' al aire: una velada de wrestling en Bilbao
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Tipos en mallas, saltos que duelen y 'yoyas' al aire: una velada de wrestling en Bilbao

Un escritor visita la Japan Weekend de Bilbao y se queda a ver una velada de wrestling en la que el Señor Peligro, entre otros luchadores, le descubre los entresijos de esta modalidad

Foto: Imagen de una pasada velada española de 'pressing catch'. (Pablo López Learte)
Imagen de una pasada velada española de 'pressing catch'. (Pablo López Learte)

Visto de cerca, el Señor Peligro no parece tan peligroso. Más aun, se quita la máscara y resulta ser chaval encantador, que sonríe mucho y tiene respuestas veloces. Luego en el ring es otra cosa, porque en el ring hace su papel, pero aquí...

El Señor Peligro se llama Alejandro, y viste un mono azul de lycra que le queda ajustadito al cuerpo. Muy ajustadito al cuerpo. Demasiado ajustadito al cuerpo. Se lo hago ver, él se echa a reír. “Sí, es casi como un estigma con nosotros, quienes hacemos wrestling. Somos los que llevamos estas cosas”. Comento que yo ando en bici, así que soy especialista en prendas que quedan regular y marcan, así que...

Alejandro, Álex (solo es Señor Peligro cuando se pone la máscara) es uno de los tres chavales que llevan todo este asunto de la Pro Wrestling Euskadi (letras como las de WWE, una ikurriña, un lauburu, el símbolo mola), la empresa que tendrá combates hoy aquí, en la Japan Weekend Fest de Bilbao. Con él manejan el cotarro Francisco Garralda y Mikel, a quien después veré bajo el pseudónimo Falbak recibiendo sus buenas galletas. Llevan con esto desde hace diez años, y han hecho shows por toda España. Le pregunto mil cosas a Álex. Que si hay más federaciones en España (sí, hay en Madrid, en Barcelona, en Sevilla, en un montón de sitios), que cuánto tiempo lleva él poniéndose las mallas (cinco años), que como funciona a nivel de público (no hay mucho, pero cada vez acude más gente), que cuántas actuaciones tienen (unas diez o doce cada temporada, pero con el covid es todo mucho más variable), que de dónde viene su máscara (por los wrestlers de Japón, es el estilo que más le gusta, los más salvajes, los más auténticos), qué si se gana algo de dinero con esto (y carcajada, que es una respuesta magnífica, luego añade que intentan hacerlo de una manera más profesional pero... veo los puntos suspensivos palpitando en el aire).

Y entonces entro en harina. Preguntas difíciles, ojo, soy un reportero de raza. Oye, Álex... pero esto es de mentiras, ¿eh? Guiño, guiño. Vuelve a reír. Sí, el mito ese del fake, claro... pero las caídas son reales. Y hay dolor. Tú subes al ring y al bajar tienes destrozada la espalda, la cabeza. No debe ser bueno eso, que te duela la cabeza. Mueca. Una vez me disloqué un hombro. Era mi primer evento. Y volviste. Y volví, claro. A veces te lo pasas tan bien que la máscara es una ventaja, porque puedes sonreír sin que nadie te vea salir del personaje.

Foto: The Road Warriors, durante su época en la AWA. (AWA)

¿Crees que hay margen aquí para crecer? Hombre, yo pienso que sí, dice Peligro. Antes las empresas no hablábamos entre nosotros, apenas interactuábamos, y ahora eso cambió. A veces tenemos buenas entradas. Nosotros ya en 2012 llenamos el Bilborock, que está muy bien.

Ay, tengo una última pregunta, que me corroe el alma. Qué indiscreto, qué indiscreto. Oye, Señor Peligro (ahora hablo con él), cuando yo veía estas cosas por la tele parte de su gracia estaba en que los luchadores se picaban entre ellos, lanzaban pullitas, quemaban la casa del otro (en casos extremos) o lo enterraban vivo (un abrazo al Undertaker). Vosotros... ¿cómo lo hacéis, asi, con esta distancia? Pues con redes sociales, colega, como se hace todo ahora.

No veas tú cómo entra la gente al juego en redes sociales.

El público también es peculiar. A ver, estamos donde estamos (la mayoría de quien viene a la Japan Weekend va disfrazado), pero aun así contribuye a generar una estampa... eso... interesante.

La mayoría son niños, chavalucos chicos que se sientan en el suelo, muy cerca del ring, y aplauden, y gritan, y abuchean, y siguen las canciones cuando entra cada luchador, y miran con los ojos muy abiertos, así, cuando alguien hace un salto loquísimo. Qué envidia, pienso, porque los que le damos el teclear siempre tenemos ojillo más cínico. A ver, a veces hasta ellos lo ven un poco exagerado ¿eh? Pero, papá... si no le ha llegado a dar esa patada, ¿por qué se ha caído el señor al suelo? Y el padre dice que sí, que le impactó muy fuerte, solo que desde donde estamos nosotros no se pudo ver bien. Pero que vaya patadón, colega. El niño se lo traga (o finge que se lo traga), sigue mirando arriba. Su viejo me observa, guiña un ojo, yo respondo al gesto. Lleva mascarilla, pero sé que él también sonríe.

También hay paisanos que dejaron el instituto hace tiempo, no vayan a pensarse. Justo a mi lado se pone uno. No puedo decir cómo es su rostro, ni su altura, ni prácticamente nada, porque el disfraz lo cubre entero. Lleva sierras mecánicas (sierras mecánicas muy realistas) a modo de antebrazos, otra más saliendo de donde debería estar su cara. Hay dos agujeros chicos allí, a ambos lados del filo, y los ojos me observan desde dentro. Saludo tímidamente, y el otro levanta la cadena. Será un personaje de manga, pienso.

Ah, también llega alguien disfrazado de tirolés. Resulta paradójico, porque es aun más inquietante. Esas patucas no han visto la luz del sol (ni los led de un gym) desde hace años...

Y empieza el combate. O el asunto. O la representación. No me importa cómo le llamen, pero es divertido. Eso sí... duele verlo, oigan. Vale, digamos que las hostias son un poco... a ver... que no son, vaya. Los puñetazos pasan lejos, las llaveas llavean escasamente y esos golpes que más ruido hacen tienen siempre truco detrás. Todo eso ocurre. Pero hay caídas gordísimas, también. De plano. Pam, y a la lona. O pam, y se te tira encima un tío de ochenta kilos saltando desde un metro de alto. Ese rollo.

Claro que a mí me divierte todo lo demás. Es curioso... soy incapaz de ver un combate de boxeo, porque la misma idea de dos semejantes curtiéndose la jeta a hostiones me repugna. Pero esto lo disfruto, oigan. Igual es porque aquí el mayor daño te lo haces a ti mismo, y eso de maltratar tu cuerpo no lo hace tan diferente de la bici. O de escribir.

placeholder La WWE sigue siendo la compañía más importante en el wrestling. (REUTERS/Ahmed Yosri)
La WWE sigue siendo la compañía más importante en el wrestling. (REUTERS/Ahmed Yosri)

Decíamos que me gusta todo lo demás. La actuación. El pa-ri-pé. Cuando los tipos salen, y ponen músicas estruendosas, y llevan cara de no ir al baño desde hace bastante tiempo (los heel) o van saludando a chavalucos y mozuelas (los face). Cuando empieza el asunto y se agarran así, de las cabezas, que es algo que yo nunca he visto hacer en la calle, seguramente porque de la que intentas un RKO ya te han cascado cuatro navajazos. Por eso esto es mejor, no hay cosas graves. Bueno, hubo uno que quiso subirse con un palo al ring, pero el árbitro, muy diligente, se lo impidió. El árbitro va vestido de la Juve, y entra en el ring rodando sobre sí mismo, y le entrevistan antes de empezar, y dice que si alguno no sigue las normas le meto así, ñe, sacando la lengua. Somos muy del árbitro, oigan. Y del speaker, también somos muy del speaker, salvo cuando hace bromas con (lo que supongo serán) mangas y animes, porque ahí no pillo ni media.

Arriba se están dando toñas un tal Lord Vity y un tal Tommy Blizzard. Este Tommy lleva la cara pintada así, como con chorretones negros, y entre eso y que de primeras yo escuché erróneamente que se llamaba Atomic Lizard (que es un nombre a-co-jo-nan-te) pues ya tengo favorito. Luego iré con otros, porque esto es como la Championslí, tienes que tomar partido. La verdad es que son delgadillos y no están muy mazados, pero cumplen. Uno incluso carga energía antes de hacer un movimiento definitivo, como en Los Caballeros del Zodiaco (mi nivel es este, no me pidan detallucos). Muy cerca hay otros luchadores siguiendo el asunto. Algunos llevan máscara, otros portan disfraces más o menos atemorizantes (ejem), y los de allá aparecen con pinturas cual influencer en instagram.

Foto: Faustina, en imagen de archivo. (Ayuntamiento de Madrid/José Díaz Casariego)

(Mucho ojo, porque un vistazo a mis redes sociales me confirma lo que ya sospechaba... efectivamente, sigo a Tommy, que es un chaval la mar de majo y cuelga fotos chulísimas de setas, atardeceres en la playa y análisis políticos, porque anda el tío haciendo su tesis doctoral. Para que vayas a contar tópicos, colega).

Yo recuerdo ver wrestling en varios momentos de mi vida. En varios momentos distintos, quiero decir. De críuco, como todos, al amparo de aquella Telecinco espídica (disculpen la aliteración) de los noventa, cuando en el patio del cole quién más, quien menos se descalabraba un poquito imitando a los Rockers o hacía el ridículo con el tembleque ese del Warrior (un tío tan chiflado que hasta se cambió legalmente el nombre por su alias... pena que no hubiese nacido aquí para llamarse Warrior de Jesús Froilán de todos los santos, también les digo). Después, cuando ya no era tan joven (pero sigo siendo joven, ¿eh?, sigo siendo joven) veía el wrestling en condiciones más vergonzantes, porque lo ponían de madrugada en algunos baretos por donde paraba yo viernes y sábados (martes y jueves íbamos a otros). Y claro, allí se jaleaba fuerte el asunto, porque la peña es de natural efusiva a ciertas horas. O igual solo pasó una vez y el resto lo vi yo en la cama, tronzadísimo y diciendo “no me vuelve a pasar, no me vuelva a pasar”. Quién sabe.

Hay más combates. Por parejas, que siempre mola, porque tenemos traiciones y felonías para aburrir. Esta vez le toca al pobre Señor Peligro, que lleva un día regular (entre hablar con el menda y esto debe de tener el rostro desencajado bajo la máscara). Y luego otro individual. Ojo, que sale Tyler Jackson, ojo, ojo, ojo. Que viene de Cantabria, aunque el del micro dice que nació en Cuba, en Granma (ejem), y lleva como música personal 'Killing in the name', de Rage Against de Machine. Hostias, ya tengo favorito. Vamos, Tyler, vamos. Lucha contra Tommy Blizzard, que repite. Tyler es el bueno, y anima a los chavalines para que aplaudan, y hace movimientos de esos con saltos, y hasta patadas voladoras (patadas voladoras, colega... he visto yo cantidad de brazos rotos con las patadas voladoras), y lleva una coreografía perfectamente concretada con su oponente. O no. El speaker habla, poniendo voz así, como profunda.

“Esto no es un baile, amigos. Esto es una lucha de poderes especiales”.

La verdad es que todo el mundo me llama Tyler, así que ese es mi nombre ahora, me dice Tyler Jackson. Tyler tiene unos abochornantes (abochornantes para mí, se entiende) 19 años, el pelo largo, mechas y una sonrisa bastante grande. Lo pillo justo después de combatir, así que anda aun con la respiración agitada. Ah, ganó y retuvo título, que es un cinturón bastante coqueto. Sospecho que no tiene oro de verdad, pero es bastante coqueto.

Medio santanderino y medio cubano, responde cuando le pregunto por aquella particular presentación que le hicieron. A mí esto me ha gustado siempre. Lo vi siendo un crío en un vhs que tenía mi padre y me flipó, me flipó del todo. Así que fui buscando, y encontré una cosa que se llama North Coast Wrestling (o NCW, en estos asuntos hay que acortar nombres) allí en Cantabria, y empecé con ellos. Me muestra su camiseta, el escudo es la pisada de un lobo con las letras encima.

Llevo ya dos años y pico, empecé un cuatro de octubre, recuerdo perfectamente la fecha. El primer día cosas muy básicas, pero me moló el ambiente. Le comento que ha hecho algunos movimientos bastante... en fin, bastante plausibles de provocar lesiones severas (lesiones severas seguras si los hubiese realizado un escritor, vaya). El ríe. Sí, sí, pero es eso... vas poco a poco, poco a poco, y te dicen, mira, yo creo que podrías hacer esto, que podrías hacer lo de más allá, te van animando, animando. Una mezcla de técnica y no hay huevos, sugiero. Otra carcajada. Algo así, sí. Pregunto, de nuevo, por el dolor. Piensa que todo está perfectamente medido, pero siempre sales dolorido. Yo me bajo del ring y me duele absolutamente todo. Señala hombros, espalda. Todo. Oye, y ¿les ves salida? Creo que cada vez va creciendo, lentamente. Lo ideal es que dentro de unos años se considerase el wrestling como un ocio igual que los demás, que pudieras ir a verlo con el mismo ánimo que vas al cine o al teatro. En España tiene bastante tirón ahora la figura de A-Kid, un wrestler que incluso ha debutado con la WWE (después de abandonar el Grado de Matemáticas en tercer curso... toma ya). Tyler dice que le encanta. “No he tenido nunca la oportunidad, pero sería un sueño pegarme con él”. Es curiosa, la declaración, yo no la había oído nunca. A ver, igual en una rueda de prensa con Pablo Alfaro, pero no recuerdo... Le comento que su personaje es querido, que los niños andaban volcados con él. Sí, pero eso es hoy así y mañana de otra forma. Igual en el siguiente show soy heel y todos me abuchean. Hay que jugar con el público. Y reflexiona. Pero sí hay momentos donde te cuesta aguantarte la sonrisa, la expresión de felicidad... es que es muy divertido conectar así con la gente.

Una última duda, Tyler. Mira, llevo un ratito viéndoos y... en fin... no ocurre siempre, pero a veces, solo a veces... cómo decirlo... que calculáis mal y se os escapa una hostia. Así, sin querer, paf, pero con sus rojeces y sus carnes temblando. A ver... ¿acabáis siempre amigos? ¿Nunca has tenido la tentación de devolver toñas tras el espectáculo? Se pone serio. No, no, nunca me ha pasado eso, y no conozco casos. Tienes que comportarte de forma profesional...

“Madre mía, qué zurriagazo”, dicen por megafonía, y yo retrocedo un par de décadas, y el mundo es un lugar más sencillo y con menos preocupaciones. Sobre el ring hay diez tíos que se cascan entre sí e intentan lanzar a uno, varios o todos por encima de la tercera cuerda. Están el Señor Peligro, también Tyler, y Tommy Blizzard, y Falbak, y un personaje indispensable como Toni Tornado (el émulo cañí de Razor Ramon, para entendernos), y también Gore K, que es como Villalibre pero sin trompeta. Todo muy pintoresco.

A eso, lo de estar todos juntos torta va y torta viene, se le llama Battle Royal, y es, por decirlo en pocas palabras, un auténtico descojono. Parecido a la Zona de Vinos cualquier sábado cuando yo era joven, solo que aquí las movidas son de broma (y mejor). Que haya más caos permite movimientos... cómo decirlo... poco ortodoxos. Es poco ortodoxo que alguien te restriegue las nalguitas por la cara, deben reconocerlo ustedes. Pues de esos, varios.

La narrativa del combate (siempre hay una narrativa, ya sea Ulysses o una Battle Royal) parece bastante clara. Tenemos un paisano que es muy grandote (Elio, creo entender que se llama), y aprovecha su tamaño para imponerse, porque esto de los abusones siempre ha existido y existirá. Al final varios pequeñajos se unen contra él, y acaban eliminándolo, y hay enemigos que colaboran, y traiciones dolorosísimas, y algunos saltos peligrosos, y pantalones demasiado ajustados. Gana Tyler Jackson, a estas alturas todos sabemos que es el “bueno”. Los niños aplauden, felices.

Suena Rage Against the Machine.

Ha estado guapo.

Visto de cerca, el Señor Peligro no parece tan peligroso. Más aun, se quita la máscara y resulta ser chaval encantador, que sonríe mucho y tiene respuestas veloces. Luego en el ring es otra cosa, porque en el ring hace su papel, pero aquí...

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