Es noticia
Pogacar desafía a la leyenda al ganar el Giro de Lombardía
  1. Deportes
  2. Ciclismo
El más joven en conseguirlo

Pogacar desafía a la leyenda al ganar el Giro de Lombardía

Pogacar ganó al esprint al italiano Fausto Masnada (Deceuninck Quick Step) en un ataque extraordinario para coronar su triunfante debut

Foto: Tadej Pogacar vuelve a hacer historia. (EFE)
Tadej Pogacar vuelve a hacer historia. (EFE)

Lombardía. Ay, Lombardía. Qué aire de otoño, qué mirar de cosas acabándose. Lombardía, con sus hojucas crujientes enseñoreando cunetas, con sus cielos que se ponen enfurruñados a media tarde, con su olor a leña quemándose allá por los pueblos. A mí me gusta mucho Lombardía, oigan. La carrera y el sitio. Como para no. Tienen atuendos totalmente idóneos pero siempre con su puntito excéntrico (un botón desabotonado, un pañuelo, los calcetines de patitos amarillos), tienen negronis muy cargados, aperitivos a media tarde y un invento maravilloso que se llama “pranzo” y viene a ser, resumido, el buffet libre en un bar de copas. O de copas así, como elegantes. Un ruso blanco y un pranzo, camarero, que me gusto “El Gran Lebowsky”. Un cinzano cargadete y un pranzo, colega, que tienen maillot chulísimo. Ese aire. Si no saben de lo que hablo pregunten en cualquier bar de los Navigli, En Milán. Y paguen esa cuenta que dejé allí la última vez, por favor.

placeholder Tadej Pogacar hace historia. (EFE)
Tadej Pogacar hace historia. (EFE)

Así que… Lombardía. Que para las bicis representa otra cosa, porque no todo va a ser alcohol, desenfreno y lujuria. Dicen, vaya. Lombardía. El Giro de Lombardía. Eso de Il Lombardia es horterada que no verán ustedes escrita acá, porque nosotros somos gente de bien, apegada a tradiciones, y no vamos a ciscarnos en la memoria de Fausto (aquel que divide el ciclismo entre a.C. y d.C) por un invento de marketing sin mayor recorrido. Con su aire señorial (señora decadente en provincias, un poco Bovary entre lagos, pero señorial a la postre), con sus leyendas en la chepa, con sus estampas incomparables. Si quieren fotos chulas, pero chulas de verdad… Lombardía. No lo duden.

Este año, además, viene el asunto en plan contrastes. Porque tuvimos hace menos de una semana la Roubaix, y se puso la Roubaix llorona, y todo era barro, y fango, y légamo, y limo, y un montón de sinónimos más, y los ciclistas entraron en el velódromo que parecían estatuas andantes, de tan sucios. Esto es diferente, oigan. Un buen lombardo, un buen lombardo de verdad, jamás se mancha el maillot, y nunca tiene el rostro cubierto con gotitas marrones. A Gianni Bugno, por ejemplo, la suciedad le esquivaba, y tiene todavía sus maglias arcoíris como para ir con ellas a una boda. Anda que no molaría presentarse así, ¿eh? Ay, sueños… Así que eso… totalmente distinto.

(No me hablen de Colbrelli, ¿eh?, que me joden la metáfora).

Foto: Sonny Colbrelli celebra la victoria al final de la prueba. (Reuters)

Distinto, también, su recorrido. Si Lombardía es el Monumento más “montañoso” por tradición resulta que este año está la cosa aun más acusada. Hay puertos, pero puertos de verdad, y se ha eliminado ese San Fermo que, a veces, dejaba todo para los postres. Ventajas de llegar a Bérgamo, amigos, que es otro sitio para no perderse. Eso, lo del percorso, tiene influencia a la hora de ver los favoritos, claro. Olviden aquí gente con culos… en fin… culos grandotes. Seguro que me entienden sin necesidad de poner ejemplos sacados del periodismo patrio. No, no. Grimpeurs, vueltómanos, algún ardenero que asoma por ahí el morruco.

Alaphilippe, por ejemplo, que tiene la carrera entre ceja y ceja, y gas de sobra para montar media escabechina. Su hándicap, paradójicamente, llega directo desde el éxito, y es que uno no sabe si se puede salir con igual rabia tras ventilarte el segundo Mundial consecutivo. Así que primero en las apuestas, creo, debería ir Primož Roglič, porque lleva una semana paseándose por la Bota, y porque tiene credenciales sobradas para estos asuntos. Como Pogacar, vaya (no me digan uno sin citarme el otro), o Adam Yates (este un poco menos…. este bastante menos, para ser honestos). Y luego llega Remco Evenepoel, de quien hablamos ya un montón otro día, y vuelve al lugar del crimen. O de los hechos, ya saben. La gracia del belga es que solo tiene una opción ganadora: arrancar desde su casa, poner ritmo y que todos los otros (los otros que no son él) empiecen a sufrir sin remedio (esto es muy de sábado). Como el chico no es de esconderse parece que eso es lo que va a ocurrir. Frotar de manos, un campari con hielo y expectativas altas.

(El resto no están, y tampoco se les espera. Aunque haya ganadores de este Monumento, ciclistas que dejan la bici tras muchos años en la élite y hasta Alejandro Valverde, que es una categoría en sí mismo. Sería sorpresón mayúsculo).

Foto: Remco Evenepoel, en una imagen reciente. (Efe)

Y eso, al lío. Espero que no estén demasiado borrachos aún, porque tiene buena pinta esto. Es el problema de las tradiciones italianas, que a veces te llevan Clásicas a los sábados, y los sábados es un día regular para los análisis profundos. Los domingos no, los domingos son muy de reflexión, y de “qué cojones”, y de “ahora cómo arreglo yo esto”. Pero el sábado… hedonismo, colegas. 'Dolce far niente'. Mira, igual encaja bien el aire lombardo aquí.

La pega cuando tú haces un Monumento con recorrido similar a etapa de montaña en Grande es que… bueno, en fin, corres un peligro claro: que todo se desarrolle como una etapa de montaña en Grande. Vamos, ritmillo, jijí, jajá, equipos, mantener el bloque cerca, guarda, guarda, comer, beber, a rueda, a ver quién tira primero, tú, no, tú, risas enlatadas. Más o menos. Y eso, controlado hasta que faltan cuarenta kilómetros a Bérgamo. La subida del Passo di Ganda. Luego cumplió, ojo, pero hasta entonces.

Pasan dos cosas en aquella carreteruca (estrecha, buen asfalto, mapa filiforme a vista de águila). Primero… se queda Remco Evenepoel. No será esta vez cuando tome venganza por los lagos. Veremos... La segunda fue aun más importante, porque todo lo que pasa en cabeza tiene incidencia superior a la hora de contar victorias, por mucho que algunos nos fijemos demasiado en ciertos nombres. Ojo, también hubo nombres en vanguardia. Ataca Nibali, que antaño tuvo feudo en sendas cercanas. Parece que su tiempo pasó, pero… coño, es Nibali. Un ganador del Tour, nada menos. Sucede que por detrás arranca otro (doble), y éste, encima, busca remate. Tadej Pogacar cierra los ojos, sonríe a medias, fantase con que esto es la Grande Boucle, un julio luminoso, y por delante arrasa Colombières, Tourmaletes y lo que sea menester… Vamos, que se va solo, abre hueco, tira en solitario. Faltan treinta y cinco a meta y lleva medio minutuco, porque Pogacar arrastra desarrollo que da gusto, y mola un montonazo ver a alguien con ese aire retro a la hora de pedalear entre tantos adictos a la cadencia, oigan.

placeholder Pogaçar estaba determinado a vencer. (EFE)
Pogaçar estaba determinado a vencer. (EFE)

Digamos que por atrás tironea Adam Yates, y luego Alaphilippe, y Roglič parece que sufre, y Vingegaard hace la goma, y Valverde tiene pinta de ganar el trofeo al mejor Máster 40, y Masnada trabajando para su compañero (guarden el video, porque no suele ocurrir, y ya vieron después qué paso), y están Bardet y Gaudu, porque los galos siempre lucen, y menudo grupo de importantes, colegas, nombres y hombres, primus inter pares sin gregarios, salvo excepciones estadísticas. Tiene buena pinta. Tardó más que en Roubaix (siempre se tarda más que en Roubaix, por otra parte), pero espera un buen rato de ciclismo etiqueta negra.

Entonces…. Alaphilippe vuelve a probar casi en cima, Vingegaard se descuelga, Roglič sufre, todos se unen bajando, salvo Pogacar, que va por delante sin volverse muy loco (la bajada se las trae) y Masnada, que nació en Bérgamo y se debe conocer estas carreteras como usted los bares de su pueblo. Parecía jugada discutible de Deceuninck, por cierto, pero… Así que eso, Pogacar amplia distancias, Masnada picotea segundines. Igual no es buena idea dejar a un doble ganador del Tour (y premio gordo en Lieja este mismo año) con esos huecos. Porque normalmente estos tíos caminan mucho. A veces no (mira Pereiro) pero son excepciones…

Pasa que la cosa es peliaguda, y Masnada se echa muy encima de Pogacar, porque anda que no hay paellas por Lombardía, anda que no disfrutó Donegani aquí, macho. Y, encima, celebramos el setecientos aniversario de Dante (de la muerte de Dante, digo), así que nadie quiere entrar en el Infierno, y venga círculos, y venga tornanti, y el tema se aclara, y nadie va a por los otros (porque el Infierno son los otros), y Masnada pilla a Pogacar cuando quedan quince hasta meta, y el esloveno un poco acojonado, porque a estas alturas de temporada todo el mundo sabe que llevar a un transalpino a rueda supone navajeo casi seguro en la recta final. Que han ganado Eurovisión, estos personajes, y los cien metros lisos, y la Eurocopa, y la Roubaix, y las pelis de Sergio Leone son muy buenas, y del negroni ya dijimos todo. Vaya, que no los tomen a coña.

Sigan, sigan. Ruedeo de Masnada, para sorpresa de absolutamente nadie. Pogacar que lo tiene claro, que tira con todas sus fuerzas, que confía en sus piernas allá, por el último repecho. Detrás… nada. Ataquitos, que te cojo, que no me pillas, parones, la estás jodiendo, no, tú la jodes más. Descartados.

placeholder Pogacar, en acción durante la carrera. (EFE)
Pogacar, en acción durante la carrera. (EFE)

Pogacar y Masnada empiezan a subir hasta la ciudadela de Bérgamo (seguro que Masnada conoce dos o tres restaurantes chulos por allí), y la cosa pinta a resolución grande. El esloveno tira, con ese estilo tan suyo, agarrado a las gomas del freno. Fausto que dice mira qué bonita, tu rueda de atrás. Entran en rampas duras y… crack. Doble crack. Masnada lo hace, Pogacar lo es. Espejismo, porque aguanta el italiano, que tiene los oídos gruñendo, griterío loco de su colegas bergamascos alrededor. Coronan, bajada. Sprint. Mira tú, no creo que a Tadej le haga chiste. Lo de la Eurocopa, lo de Eurovisión. Ya saben.

Solo que… arranca Pogacar, Pogacar abre hueco, Masnada impotente, Pogacar brazos al aire. Victoria para él. Impresionante. Tercero hace Adam Yates, y cuarto Roglič. Quinto es Valverde, que tiene casi dos décadas más que el ganador…

Increíble temporada de Pogacar, claro. Cosas menores, Lieja, Tour, Lombardía. El último tipo que ventiló una parejita de Monumentos la Grande Boucle en doce meses fue… Eddy Merckx. Ahí es nada. Año 1972, los mismos que Tadej, añadan San Remo, porque el belga, ya puestos, arrasaba con todo. Antes… solo Coppi (las dos transalpinas). Vuelvan a leerlo. Fausto Coppi, Eddy Merckx, Tadej Pogacar. No es poca cosa, menudos compañeros. Cumplió veintitrés primaveras hace dos semanucas. No es que el futuro sea suyo, es que empieza a correr contra la leyenda. Gloria a Tadej Pogacar.

Lombardía. Ay, Lombardía. Qué aire de otoño, qué mirar de cosas acabándose. Lombardía, con sus hojucas crujientes enseñoreando cunetas, con sus cielos que se ponen enfurruñados a media tarde, con su olor a leña quemándose allá por los pueblos. A mí me gusta mucho Lombardía, oigan. La carrera y el sitio. Como para no. Tienen atuendos totalmente idóneos pero siempre con su puntito excéntrico (un botón desabotonado, un pañuelo, los calcetines de patitos amarillos), tienen negronis muy cargados, aperitivos a media tarde y un invento maravilloso que se llama “pranzo” y viene a ser, resumido, el buffet libre en un bar de copas. O de copas así, como elegantes. Un ruso blanco y un pranzo, camarero, que me gusto “El Gran Lebowsky”. Un cinzano cargadete y un pranzo, colega, que tienen maillot chulísimo. Ese aire. Si no saben de lo que hablo pregunten en cualquier bar de los Navigli, En Milán. Y paguen esa cuenta que dejé allí la última vez, por favor.

Remco Evenepoel