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La irrupción de Van der Poel: la nueva estrella del ciclismo rompe los pronósticos
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prefiere el barro al asfalto

La irrupción de Van der Poel: la nueva estrella del ciclismo rompe los pronósticos

Tras mostrar de lo que era capaz la temporada pasada, el anticipado atrerrizaje de Van der Poel en la carretera ha hecho añicos cualquier pronóstico

Foto: Mathieu van der Poel tras ganar este domingo la Amstel Gold Race. (EFE)
Mathieu van der Poel tras ganar este domingo la Amstel Gold Race. (EFE)

Mathieu van der Poel (Kapellen, 1995) es un ciclista tocado por los ángeles. Donde otros habrían abandonado, superados por la presión de tener que seguir la estela familiar sobre una bicicleta, él está triunfando. Nieto de Raimond Poulidor, el eterno segundo del Tour de Francia, leyenda del ciclismo de los 60 y 70, e hijo de Adrie van der Poel, un buen ciclista de los 80 y 90 que logró ser campeón del mundo de ciclocross. ¿Qué podía ser Mathieu sino una estrella del ciclismo?

En 2013 fue campeón del mundo júnior en ruta en el Mundial de Florencia. Ese mismo año también se proclamó campeón del mundo júnior de ciclocross por segunda vez. En 2015 lo hizo en la categoría absoluta, el más joven de la historia en lograrlo. Este año logró su segundo título mundial, en ese duelo que mantiene con Wout Van Aert, su némesis belga, otro corredor al que tanto le da el barro como el asfalto.

El anticipado atrerrizaje de Van der Poel en la carretera ha hecho añicos cualquier pronóstico. Tras mostrar de lo que era capaz la temporada pasada, en la que ganó el campeonato nacional, su primera primavera ha sido fabulosa. En solo 15 días de competición ha logrado seis victorias, entre ellas A través de Flandes, la Flecha Brabanzona y la Amstel Gold Race, la carrera más importante de los Países Bajos, la que ganó su padre en 1990. Además, un cuarto puesto en la Gante-Wevelgem y otro en el Tour de Flandes, donde se exhibió con una remontada tras caerse.

De todo lo que ha hecho Van der Poel esta primavera de clásicas, y ha hecho mucho y muy bien, lo de este domingo en la Amstel es lo mejor con diferencia. Su esfuerzo por alcanzar la cabeza de carrera y su esprint final en Berg en Terblijt pasarán a la historia del ciclismo por sí mismos y por lo que significa como génesis del mito de un corredor llamado a marcar una época.

placeholder Mathieu van der Poel al cruzar la meta. (EFE)
Mathieu van der Poel al cruzar la meta. (EFE)

¿Cambiará su forma de correr?

Quién sabe si con el paso de los años va a cambiar su forma de correr, si la experiencia en las carreras o su probable fichaje por un equipo de primer nivel lo harán más conservador en su estrategia, pero de momento Van der Poel es todo lo que un aficionado al ciclismo puede soñar. Siempre corre al ataque, no se guarda nada. Pueden quedar más de 40 km, como este domingo, que si cree que es el momento adecuado para atacar, lo va a hacer. Lo hizo y se llevó con él a Gorka Izagirre, pero la fuga no fue a ninguna parte y fueron neutralizados.

El movimiento bueno fue el contraataque de Julian Alaphilippe, otro superdotado de los pedales, ganador este año de la Milán-San Remo. Con él se fue Jakob Fuglsang. Llegaron en cabeza al último kilómetro tras más de 30 escapados. Alaphillipe, más rápido que el danés, al que ya superó a principios de marzo en la Strade Bianche, tenía la carrera en sus piernas. Pero se confiaron y les atrapó Kiatkowski. Lo que parecía un esprint a tres se convirtió en uno de once porque también enlazó el grupo del que llevaba 10 kilómetros tirando Van der Poel. Solo él, empeñado en una misión imposible para recortar un casi un minuto de diferencia.

Alaphillipe arrancó antes de que conectara el grupo perseguidor, con Van der Poel a la cabeza, pero no le sirvió de nada. El holandés, lanzado, le pasó por la derecha y ganó con una superioridad asombrosa. Una exhibición de fuerza, clase y talento que confirma su condición de estrella del ciclismo. Su irrupción es comparable a la de Peter Sagan hace unos años. Palabras mayores.

Van der Poel lo tiene todo para dominar las clásicas, pero ni sus éxitos de las útlimas semanas parecen cambiar su plan. Antes de la Amstel dijo que sus recientes victorias en la temporada de clásicas no han modificado sus gustos: sigue prefiriendo el ciclocross y el mountain bike, discplina en la que fue medallista de bronce en el último mundial y en la que se centrará a partir de ahora. En menos de un mes debutará en la Copa del Mundo. Esa es la paradoja de Van der Poel: el mejor clasicómano del momento ni siquiera se dedica en exclusiva a la carretera.

Mathieu van der Poel (Kapellen, 1995) es un ciclista tocado por los ángeles. Donde otros habrían abandonado, superados por la presión de tener que seguir la estela familiar sobre una bicicleta, él está triunfando. Nieto de Raimond Poulidor, el eterno segundo del Tour de Francia, leyenda del ciclismo de los 60 y 70, e hijo de Adrie van der Poel, un buen ciclista de los 80 y 90 que logró ser campeón del mundo de ciclocross. ¿Qué podía ser Mathieu sino una estrella del ciclismo?

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