La última Euroliga (o no) de Doncic es también la primera en la que lidera el equipo
Todo apunta a que el jugador esloveno de 18 disputará su último año en el Real Madrid antes de irse a la NBA, pero él deja la puerta abierta a extender algo más su estancia en el club blanco
El niño prodigio tuvo un septiembre de subidas en los mercados deportivos. Luka Doncic, con sus 18 años, era uno de los baluartes del equipo de Eslovenia, un pequeño país de apenas dos millones de personas, remanso de paz y de esquiadores convertido, de sopetón, en el mejor combinado baloncestístico del continente. Y jugadores siempre hubo, sí, al fin y al cabo hay por el camino una herencia yugoslava, una manera de afrontar con pasión este deporte. Pero quizá nadie imaginaba que suficiente para ganar un Eurobasket. Al fin y al cabo el talento que puede producir una población tan pequeña siempre es limitado. Doncic no jugó mucho en la final por un problema en el tobillo, pero tampoco lo necesitó. En ese momento él ya había ganado su torneo.
El Eurobasket era una oportunidad de ensanchar su nombre y hacerlo llegar a más oídos. La historia de siempre, que las gradas del torneo están cuajadas de ojeadores de la NBA, es cada año más cierta. Consecuencia directa de que en la última década haya habido muchos y muy exitosos jugadores europeos en la gran liga. Era un potencial inexplorado que el tiempo ha demostrado que estaba ahí para disfrutarlo. Los mejores del viejo continente, a excepción de Llull que es un caso único, prueban en la mayor liga del mundo. Lo hacen por dinero, por supuesto, pero también porque los ambiciosos quieren saber en qué puesto queda su talento cuando se compara contra el de los mejores. Y en eso nada como la NBA.
Los ojeadores vieron al niño y se frotaron los ojos. Cuando escuchan su edad no entienden lo que pasa, probablemente no han visto uno tan maduro con tan poco tiempo entre los grandes. Juega como un veterano, conoce la pista y hasta sus propios defectos. Es alto para su posición, no tira mal, se esfuerza en defensa y, sobre todas las cosas, es un jugador inteligentísimo, un superdotado de esos capaces de adelantarse a lo que va a pasar sobre el parqué. De los que entran por los ojos. Y ahí estaban esos hombres mandados por la NBA, impresionados al ver tanto en tan poco. Pronto empezaron a comentarlo en sus oficinas y a sus allegados. También llegó a los oídos de la prensa y de un subgrupo de seres humanos que vive por y para el draft de la competición y dedican su existencia a hacer listas de potencial. Doncic subió en esas previsiones. Hasta el número 1.
Hasta el draft del 2018 el Real Madrid sabía a ciencia cierta que el esloveno, canterano blanco, no se podría marchar a la NBA. Las normas de elegibilidad, pensadas para que los jugadores pasen al menos un año por la universidad, le vedaban el acceso a la liga más importante del mundo. En las oficinas del equipo blanco también veían la cruz de esa moneda, pues saben que un talento así, en condiciones normales, siempre tiene fecha de caducidad. Cuando termine esta temporada Doncic abrazará a sus compañeros, a sus técnicos, a sus directivos y se marchara. Le espera el paraíso del baloncestista.
O no.
La necesidad de ser un líder
Es el propio Doncic quien ha puesto la duda sobre la mesa. Días atrás se asumía que ese era el guión y de ahí no se iba a salir, pero el niño ha hablado y ha dejado una puerta abierta. "Estoy en el Madrid, donde mejor me siento, y puede ser la última temporada que esté aquí o igual no", comentaba el base, como dejando en el aire que el destino no está escrito y que el tiempo dirá qué pasará. Lo cierto es que la temporada es importante, para él, para su desarrollo, para terminar de determinar qué jugador puede llegar a ser y hasta dónde puede escalar en el muy competitivo mundo del baloncesto mundial.
Todos los jugadores de la edad de Doncic son escrutados con lupa, más aún los que apuntan a algo grande. Por eso siempre estos primeros pasos, con el suelo quebradizo y las dudas presentes, son tan importantes. En su caso, además, hay un factor añadido y es que Luka tiene que dar un salto adelante este año en el que tendrá aún más responsabilidad que la pasada temporada. Hace un año Sergio Rodríguez se marchó a la NBA y eso liberó minutos para que el niño brillase. Con luces y sombras, pues tuvo alguna semana de menos nivel, dejó ver lo que se venía hablando desde que tenía 14 años y arrasaba en los campeonatos de selecciones inferiores: es un baloncestista total.
Ahora se comprobará si puede también ser un líder. El año pasado no lo era, porque no tenía que serlo, para eso estaba Sergio Llull. La lesión del menorquín cambia todo y hace que, por primera vez, Doncic tenga que revelarse como la clave y no como el escudero de otro superjugador. En Eslovenia, de hecho, la batuta es de Dragic y él se impone en el papel de subalterno de lujo. Hay bastante de drama en la caída de Llull, es uno de los mejores jugadores del continente, una pieza clave en el Real Madrid, desequilibrante como muy pocos en la actualidad. No es fácil encontrar a alguien capaz de llevarse a un equipo a la espalda. Él lleva una década haciendolo ¿podrá también el esloveno con esa carga?
"No puedo opinar nada porque no se lo que pasará, pero siempre digo que me siento muy bien como líder del equipo y quiero llevar al equipo a lo máximo posible. Estoy aquí para ayudar", responde sin dudar mucho cuando le preguntan por los nuevos retos. Desparpajo nunca le ha faltado, ni dentro ni fuera del parqué. Es su personalidad, de hecho, una de las cosas que más impresionan a quienes le tratan, porque es un niño maduro, con las cosas muy claras, de esa escuela yugoslava en la que parece que nunca sobra un entrenamiento o un tiro de más. En la que el entrenamiento es casi enfermizo.
Los 'scout' de la NBA se enfrentan a algo, de todos modos, que nunca antes han visto. Están muy acostumbrados a evaluar a jovencitos que andan por Europa con futuros prometedores pero pocos minutos. O muchos minutos, pero en equipos menores. No es lo habitual, todo lo contrario, que uno de los cuatro o cinco mejores equipos del continente le de los mandos de la máquina a alguien que aún no tiene siquiera la edad para entrar en el draft. Va a estar más expuesto que nadie. Se hablará de su paso lateral, algo lento para la élite. O de los problemas que puede tener en defensa con jugadores más rápidos o más fuertes. Se pondrá la lupa en sus defectos porque lo que tienen entre manos es saber si ese jugador es o no válido para ser el número 1. Y en esos casos no se busca solo un buen jugador sino algo más profundo, un hombre sobre quien construir un proyecto entero. Un dato: nunca un exterior europeo fue la primera elección.
Este jueves comienza la Euroliga y el Real Madrid, para empezar, visita al Andalou Efes. La competición, como ya se vio la pasada temporada, no otorga ni el más mínimo respiro, está plena de días grandes, de partidos difíciles y de kilómetros por recorrer. Los blancos fallaron en la ACB y tampoco lograron el título en la Euroliga. La suma de factores lleva a un pensamiento obvio cuando se trata de ese club: solo vale pensar en lo más grande. Para ello sigue siendo un equipazo. Esta vez, sin embargo, un niño tiene que dar un paso adelante. A Luka Doncic se le exige como estrella aunque sea aún un jovencito. Y con eso irá a la NBA. O no.
El niño prodigio tuvo un septiembre de subidas en los mercados deportivos. Luka Doncic, con sus 18 años, era uno de los baluartes del equipo de Eslovenia, un pequeño país de apenas dos millones de personas, remanso de paz y de esquiadores convertido, de sopetón, en el mejor combinado baloncestístico del continente. Y jugadores siempre hubo, sí, al fin y al cabo hay por el camino una herencia yugoslava, una manera de afrontar con pasión este deporte. Pero quizá nadie imaginaba que suficiente para ganar un Eurobasket. Al fin y al cabo el talento que puede producir una población tan pequeña siempre es limitado. Doncic no jugó mucho en la final por un problema en el tobillo, pero tampoco lo necesitó. En ese momento él ya había ganado su torneo.