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'Sala de profesores': justicia y moral en un sistema educativo imperfecto
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'Sala de profesores': justicia y moral en un sistema educativo imperfecto

La película con la que Alemania compite en los Oscar podría referirse como un 'thriller' profesoral bañado en adrenalina que señala las costuras del sistema educativo

Foto: Leonie Benesch es Carla, una joven profesora en una cruzada por la verdad. (A Contracorriente)
Leonie Benesch es Carla, una joven profesora en una cruzada por la verdad. (A Contracorriente)

"Lo que pasa en la sala de profesores se queda en la sala de profesores" se encuentra defendiendo la profesora Carla Nowak (Leonie Benesch, estupenda en este intensísimo papel), a medida que la bola de problemas y malentendidos crece alrededor de ella en el instituto. Nowak tiene 29 años y, desde hace no mucho, imparte clases de Matemáticas y Educación Física a adolescente. Llega con la energía y la mirada utópica de quien acaba de llegar a un sistema que todavía cree que puede ayudar a mejorar. Siempre con una sonrisa, una palabra amable, un sentido de la justicia muy marcado y una pedagogía más actualizada y acorde a las necesidades de una sociedad que evoluciona hacia la igualdad, independientemente del género y del origen. Carla se entrega a su trabajo y a sus estudiantes, convencida de que su papel es fundamental en el desarrollo de sus alumnos, de su país, de la sociedad. ¿Hasta qué?

Hasta que se ve envuelta en una investigación en busca de la verdad que la confrontará con sus compañeros, con sus alumnos, con el sistema y consigo misma. Con un leitmotiv musical de cuerda repetitivo e inquietante, una cámara empotrada contra el cuerpo de Leonie Benesch, y una tensión que se acrecienta a medida que su protagonista recorre los pasillos laberínticos de su instituto, Sala de profesores, la última película del cineasta turco afincado en Alemania Ilker Çatak secuestra al espectador en la butaca durante 90 minutos plagados de giros de guion que hunden, a cada cual más, a la profesora en la imperfección, ya no del sistema educativo, sino del ser humano. Una de las sensaciones del pasado festival de Berlín, la película germana más importante del año, Sala de profesores representará, además, a Alemania en los Oscar.

Todo empieza con el pizzicato de un violín, lento, machacón, como una gota china, al que le sigue la cuerda frotada, aguda, áspera, inquietante. La excelente banda sonora del compositor Marvin Miller acompaña el estado emocional de Carla en este thriller profesoral claustrofóbico y adrenalínico, en el que la propia cámara persigue incansable a la protagonista dentro del colegio.

Si La ola (2008), también alemana y también ambientada en un instituto, utilizaba un experimento pedagógico para advertir del peligro del contagio de los pensamientos racistas, extremistas y autoritarios que conformaron el Tercer Reich y que se encuentran latentes —o no tanto— en una sociedad en que la propia palabra nazismo resulta en anatema, en Sala de profesores Çatak apunta a las nuevas formas encubiertas en las que las mismas corrientes operan bajo una dialéctica mucho más sedosa y ambigua. Desde el microcosmos de este instituto, el director —y coguionista junto a Johannes Duncker— debate sobre conceptos como la libertad de prensa, la videovigilancia, los sesgos, los grupos de presión y lo fácil que resulta que los conflictos escalen. Y lo difícil que es desescalarlos.

placeholder Otro momento de 'Sala de profesores'. (A Contracorriente)
Otro momento de 'Sala de profesores'. (A Contracorriente)

Es en la sala de profesores donde arranca la investigación de la película: un pequeño hurto de un dinero dentro de una cartera detona la búsqueda del culpable. Es la enésima vez que ocurre y los profesores están dispuestos a encontrar al culpable, aunque algunos desconfían de Ali (Can Rodenbostel), un alumno hijo de inmigrantes turcos. El primer punto de disensión en el claustro: los métodos. Varios profesores optan por inducir a la delación entre compañeros —"asiente si el bolígrafo pasa por encima de algún sospechoso", insta uno de los educadores mientras repasa la lista con los nombres de los alumnos— o sobrepasar los límites del derecho a la intimidad —"nos gustaría echarle un vistazo a vuestras carteras; por supuesto, es totalmente voluntario, pero si no tenéis nada que esconder, no hay de qué preocuparse"—. Siempre utilizan las palabras "totalmente voluntario" para legitimar una práctica moral y legalmente cuestionable, cuando el contexto da la vuelta a su significado.

En su oposición a los métodos oficiales, Carla inicia una búsqueda al margen para demostrar la búsqueda de un chivo expiatorio por parte del claustro. Y, para ello, también recurre a una táctica de dudosa moralidad, de nuevo ante el dilema de los medios justificantes de un fin loable. La virtuosa y rígida Carla —"las normas se aplican a todos"— lleva a cabo sus propias pesquisas para encontrarse con un resultado imprevisto. El personaje de Benesch, a quien ya vimos en 2009 en La cinta blanca de Michael Haneke, descubre que su férreo sentido de la justicia choca con las diferentes realidades de la escuela: profesores infrapagados que buscan quitarse los engorros de encima lo más rápido posible y que tiran de prejuicios, los alumnos que defienden a sus seres queridos por encima del acto de justicia en sí.

placeholder Leonie Benesch es Carla, una profesora con un sentido de la justicia muy marcado. (A Contracorriente)
Leonie Benesch es Carla, una profesora con un sentido de la justicia muy marcado. (A Contracorriente)

Es interesante cómo el director va aislando y señalando a la profesora dentro del cuadro a través de zooms y teleobjetivos, a la vez que la encierra dentro de los pasillos laberínticos del colegio. El director evita lecciones morales en la confrontación entre las libertades individuales, el derecho a la intimidad, la libertad de expresión y el autoritarismo de las instituciones. Nos sitúa permanentemente en el lugar de Carla, que tendrá que decidir si transgrede sus propias normas y si admite un sistema imperfecto que, a veces, exige un sacrificio público para expiar sus culpas.

"Lo que pasa en la sala de profesores se queda en la sala de profesores" se encuentra defendiendo la profesora Carla Nowak (Leonie Benesch, estupenda en este intensísimo papel), a medida que la bola de problemas y malentendidos crece alrededor de ella en el instituto. Nowak tiene 29 años y, desde hace no mucho, imparte clases de Matemáticas y Educación Física a adolescente. Llega con la energía y la mirada utópica de quien acaba de llegar a un sistema que todavía cree que puede ayudar a mejorar. Siempre con una sonrisa, una palabra amable, un sentido de la justicia muy marcado y una pedagogía más actualizada y acorde a las necesidades de una sociedad que evoluciona hacia la igualdad, independientemente del género y del origen. Carla se entrega a su trabajo y a sus estudiantes, convencida de que su papel es fundamental en el desarrollo de sus alumnos, de su país, de la sociedad. ¿Hasta qué?

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