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Los majoreros que fueron expulsados del Sáhara con lo puesto en la operación Golondrina
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Los majoreros que fueron expulsados del Sáhara con lo puesto en la operación Golondrina

El escritor de Fuerteventura Carlos Gutiérrez Robayna ha publicado la novela negra 'Tres tes' ambientada en noviembre de 1975, cuando España abandonó el Sáhara Occidental

Foto: El ejército colonial de España se repliega en la frontera con Marruecos debido a las amenazas del Rey Hasan II de Marruecos de invadir con una marcha civil el territorio colonial español del Sáhara Occidental (Sáhara Occidental-5/11)
El ejército colonial de España se repliega en la frontera con Marruecos debido a las amenazas del Rey Hasan II de Marruecos de invadir con una marcha civil el territorio colonial español del Sáhara Occidental (Sáhara Occidental-5/11)
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Hace no más de 50 años, Fuerteventura no era la isla de sol y muchas playas que atrae a miles de turistas cada temporada. No era “una isla de antojo”, como dicen ahora los propios majoreros. Era una amplia extensión de polvo y viento en donde apenas había trabajo, por lo que buena parte de sus habitantes tuvo que emigrar en busca de una vida mejor. Y uno de los lugares en los que desembarcaron fue el Sáhara Occidental, entonces provincia española, zona muy militarizada y con muchas posibilidades de empleo. Lo que no sabían es que un tiempo después, cuando ya se habían asentado, tendrían que coger lo puesto y abandonar rápidamente aquellos hogares e incluso a sus muertos. Fue en noviembre de 1975 y aquello incluso tuvo un nombre: la operación Golondrina. Por eso de “ahuecar el ala”.

La cuenta ahora de forma ficcionada y con muchas dosis de género negro, Carlos Gutiérrez Robayna (Fuerteventura, 1972) en Tres tes (Aliar Ediciones), donde coloca al lector en aquel noviembre y ante una trama que comienza con una prostituta asesinada, mucha policía (todavía franquista) y una ciudadanía que en un pestañeo tuvo que hacer las maletas y dejar todo atrás sin saber realmente a dónde ir.

“De esto en Fuerteventura se habla poco. La gente no sabe qué fue eso de la operación Golondrina. Con el que hablas te pueden decir que si se fueron tres meses, que si mi padre se fue con el contenedor a cuestas…”, comenta Gutiérrez Robayna a El Confidencial en un descanso del Festival Aridane Criminal celebrado hace un par de semanas en Los Llanos de Aridane de la isla de La Palma. De hecho, este ingeniero reconvertido en escritor tuvo que tirar de mucha documentación y de muchas conversaciones porque, a pesar de que a día de hoy hay mucho majorero que nació en el Sáhara —la propia esposa de este escritor—, es un tema que casi está bajo la alfombra.

placeholder El escritor Carlos Gutiérrez Robayna en Los Llanos de Aridane, La Palma. (Aridane Criminal)
El escritor Carlos Gutiérrez Robayna en Los Llanos de Aridane, La Palma. (Aridane Criminal)

“Efectivamente, es verdad que se trasladaron incluso los huesos de los muertos del cementerio. Pero también hubo muertos que se quedaron allí. Y yo creo que eso sí fue así porque en el sistema en el que estábamos antes, con una democracia nula, se escribió que se trasladó a todos y o te lo creías o te lo creías. Pero la gente que lo sufrió te dice que no fue así”, añade Gutiérrez Robayna.

La operación Golondrina la puso en marcha el Gobierno español en mayo de 1975 y se empezó a llevar a cabo en noviembre de aquel año, todavía con el dictador vivo. Se trataba de salir del Sáhara Occidental, donde muchos emigrantes de Fuerteventura y Lanzarote trabajaban en sus minas de fosfato, en el Parador Nacional de El Aaiún y en otros negocios. Habían creado ya familias incluso.

“No era un momento fácil. En 1975, en unos meses, se empezó a oír que había problemas. Empezaba a haber terrorismo [con todos los movimientos descolonizadores que pedían la independencia del Sáhara Occidental] y, aunque el rey Juan Carlos, que todavía no era rey, llegó a ir allí para decir que España no se iba a ir del Sáhara, al mes se da la orden de que había que dejar el territorio. Y se dice: tal fecha tienen las mujeres y los niños para salir de aquí. Y al siguiente mes todos los hombres, y, en dos o tres meses, toda la parte militar”, explica Gutiérrez Robayna, quien, aunque no quiere tocar el tema político —“más allá del contexto de la época para la novela”— sí indica que a España “le tocaba irse porque era la época de las grandes descolonizaciones y España estaba obligada a fondo con eso”.

Foto: Eduardo García Rojas, actual director del festival Aridane Criminal en La Palma. (Aridane Criminal)

No era una operación sencilla. Todo el mundo no se puede marchar de repente. “Tienes que al menos dejar un banco abierto hasta el último día”, comenta el escritor. Y estaba también toda la población saharaui, el asunto más sensible en toda esta operación. “Es que el saharaui tenía un DNI especial, pero español. Y se les dice que ese DNI ya no servía, y que toda esa gente se quedaba en el Sáhara, que va a parar a Marruecos”, manifiesta. Y, de aquellos barros, estos lodos y cientos de páginas de conflicto que no se han llegado a cerrar del todo.

Pero la novela solo se circunscribe a aquellos días tensos en los que el escritor coloca un crimen a una de esas personas en la escala social más baja: una prostituta. También porque fueron de las últimas en salir de allí. “Muchas mujeres se quedaron allí hasta casi el final. Por un lado, las que trabajaban en el Parador Nacional porque allí estaban todos los periodistas que estaban dando toda la información. Y, después, las prostitutas. Unas por ley y otras bajo cuerda”, sostiene Gutiérrez Robyna. Una de ellas es la asesinada en la novela, un caso que tendrá que desentrañar el agente secreto Corso Brunet en una historia que el lector lee sin respiro. Tres tes tiene todos los ingredientes del buen bestseller, bien hecho, con una buena trama argumental —el crimen, la investigación policial y todo el contexto político y militar de noviembre de 1975— y para disfrutar de una tarde de sofá.

Informático y escritor

Gutiérrez Robayna, sin embargo, no se había aventurado en el terreno literario hasta no hace mucho. Ingeniero informático de profesión, con un puesto en el Cabildo de Fuerteventura y profesor de Informática, Probabilidad y Estadística en la carrera de Psicología en la UNED, se autopublicó una novela en 2012 con la que conoció al escritor Alexis Ravelo, el gran dinamizador de las letras canarias en los últimos tiempos, que movió un poco aquella historia por las islas.

Aquello se quedó ahí hasta que la pandemia le encerró en casa y se puso otra vez a escribir con más seriedad. Así surgió Tres tes que, en un principio, tampoco encontró editor. Le tocó bregar con lo que en Canarias se llama la doble insularidad. “Fuerteventura es una isla muy pequeña con una población limitada y donde es más complicado encontrar gente afín. Si a alguien de Santa Cruz o Las Palmas les cuesta, imagínate alguien que está en Puerto del Rosario…”, señala.

Foto: El poeta Pedro Flores, detrás, el paisaje de la isla de La Palma (P.C.)

Así que, sin pensárselo, cogió su manuscrito y se plantó en la Feria del Libro de Madrid el pasado mes de mayo. Fue caseta por caseta hablando con los editores que encontraba. “Quería saber si podía ser un escritor o me estaba engañando a mí mismo”, sostiene. Hasta que halló a Anibal Ayala, quien le pidió el manuscrito y finalmente se lo publicó en la empresa granadina de servicios editoriales Aliar Ediciones.

El recorrido desde entonces ha sido, según comenta, muy positivo. Ha tenido varias presentaciones por las islas en la que se ha destapado en parte aquella famosa operación Golondrina de la que nadie se acuerda o nadie quería acordarse. Y se ha rescatado una isla que poco o nada tiene que ver con la que hoy disfruta del surf y la playa sin pensar ni un segundo en su pasado.

Hace no más de 50 años, Fuerteventura no era la isla de sol y muchas playas que atrae a miles de turistas cada temporada. No era “una isla de antojo”, como dicen ahora los propios majoreros. Era una amplia extensión de polvo y viento en donde apenas había trabajo, por lo que buena parte de sus habitantes tuvo que emigrar en busca de una vida mejor. Y uno de los lugares en los que desembarcaron fue el Sáhara Occidental, entonces provincia española, zona muy militarizada y con muchas posibilidades de empleo. Lo que no sabían es que un tiempo después, cuando ya se habían asentado, tendrían que coger lo puesto y abandonar rápidamente aquellos hogares e incluso a sus muertos. Fue en noviembre de 1975 y aquello incluso tuvo un nombre: la operación Golondrina. Por eso de “ahuecar el ala”.

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