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'El año de descubrimiento': un documental demoledor es el mejor filme español del año
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'El año de descubrimiento': un documental demoledor es el mejor filme español del año

Luis López Carrasco vuelve a las salas de cine con una cinta monumental que recuerda la quema del Parlamento de Murcia a manos de manifestantes en el crucial año 1992

Foto: El Parlamento de Murcia ardió el 3 de febrero de 1992. (Begin Again)
El Parlamento de Murcia ardió el 3 de febrero de 1992. (Begin Again)

Aunque usted no se acuerde, lo vivió. El 3 de febrero de 1992, el año en que la nueva España se presentó al mundo con grandes fastos —los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla—, el Parlamento de la Región de Murcia ardió. Mientras el país gastaba millones en la construcción de infraestructuras y la promoción de su modernidad, el Gobierno de Felipe González gestó una reconversión industrial —impuesta por Europa— que propició la privatización de empresas públicas, la compra de compañías nacionales por parte de capital extranjero y varios expedientes de regulación y cierres. La transformación se cebó con Cartagena, una ciudad de 175.000 habitantes en la que los astilleros, las fundiciones y las fábricas de fertilizantes empleaban a más de 30.000 trabajadores, que de repente vieron peligrar sus empleos. Como el reverso funesto de la Barcelona olímpica, la localidad murciana vivió varios meses de negociaciones sindicales que devinieron primero en manifestaciones y después en disturbios. Hasta que los enfrentamientos entre la Policía y los manifestantes acabaron con el Parlamento regional en llamas.

Luis López Carrasco recupera este suceso para explicar, desde Cartagena, los lodos de aquella reconversión industrial que dejó España en desventaja frente al mercado común europeo y que ha hecho que las crisis económicas posteriores hayan afectado más virulentamente al frágil sector secundario español, que se había anquilosado en la autarquía franquista. La pérdida de derechos, la inestabilidad laboral y los bajos sueldos de hoy son herederos de una negociación que se hizo a matacaballo y en la que España participó en inferioridad de condiciones. Por eso 'El año del descubrimiento' es un diálogo entre dos tiempos, aquel 1992 de los sueños de prosperidad y la actualidad, lastrados ambos por un pasado de miseria y represión de la dictadura.

placeholder Un momento de las revueltas de 'El año del descubrimiento'. (Begin Again)
Un momento de las revueltas de 'El año del descubrimiento'. (Begin Again)

Como ya hizo en 'El futuro' (2013), en este documental que se estrena en un número reducido de salas, empezando por la Cineteca de Madrid, Carrasco diseña una atemporalidad que acerca y entrelaza el pasado y el presente, que se encuentran dentro de un bar por el que pasan quienes vivieron aquel evento y los que, aunque no hubiesen nacido aún, sufren sus consecuencias. Peinados y ropa anacrónica, un formato semejante al vídeo casero, la inmutabilidad de los lugares y caras intemporales invitan a la reflexión de cuánto y qué poco hemos cambiado en 30 años. López Carrasco, una de las voces más genuinas y analíticas del cine de autor, ha vuelto siete años después con un filme profundamente crítico y comprometido que es, a su vez, una reivindicación del trabajador del sector industrial y de la lucha colectiva por los derechos laborales.

Como murciano y como joven perteneciente a una generación carcomida por las últimas crisis y sin expectativas de futuro, Carrasco ha puesto el foco en aquellos protagonistas anónimos de lo que fue realmente un momento histórico, escondido detrás de la fanfarria de aquello que nos vendieron como un hito nacional, pero que 30 años después no es más que un recuerdo fantasmagórico que ha dejado huella, pero no en el sentido que vendieron a aquellos españoles ávidos de prosperidad. Soldadores, panaderos, camareros, dependientes son los rostros que ponen voz al relato extraoficial de ambos tiempos y que entretejen la historia que no aparece en los libros de texto, pero que sí determina la vida real de las personas. Porque la vida de aquellos cartageneros no cambió por aquella medalla de oro de, digamos, Míriam Blasco, pero sí por la orden de cierre de las minas de Peñarroya por parte de la matriz francesa, unas minas que habían empleado a generaciones desde finales del siglo XIX y que hunden sus raíces hasta la época romana.

placeholder Uno de los jóvenes que aparecen en 'El año del descubrimiento'. (Begin Again)
Uno de los jóvenes que aparecen en 'El año del descubrimiento'. (Begin Again)

Los protagonistas de 'El año del descubrimiento' reflexionan sobre el debilitamiento del movimiento sindical, fundamental en los derechos adquiridos incluso desde el franquismo, pero que hoy goza de una mala prensa y una falta de apoyo social que al final perjudica al trabajador, que ha perdido la fe en la negociación colectiva y cuyo individualismo lo coloca en una situación de vulnerabilidad frente a la empresa. El director no se coloca por encima de quienes pasan por el bar, sino que escucha humildemente, permitiendo que hablen y que expresen abiertamente sus temores, sus emociones, sus sueños y frustraciones, y dejando espacio, desde el respeto absoluto, a las contradicciones humanas. La Historia se compone de muchas historias pequeñas, de la memoria colectiva, de lo pactado ¿entre todos?

Carrasco recupera metraje de 1992, tanto de las revueltas como de la publicidad que prometía aquellos sueños hoy truncados. Estadios deportivos, urbanizaciones costeras, obras megalómanas en un ejercicio de ostentación frente al escaparate internacional, anuncios que garantizaban un futuro esplendoroso a todo lujo. Todo aquello contrasta con los testimonios de los hombres y mujeres que pasan por el local y que hablan de un trabajo precario, estrecheces económicas y falta de posibilidades laborales. López Carrasco radiografía la sociedad española a través de la conversación de barra de bar, pero también a través del discurso político, que no mitin, de quienes participaron en las negociaciones para evitar los cierres de las fábricas de Bazán, Peñarroya y Fesa-Enfersa. "Bajo el paraguas de estas grandes empresas, hay otras 500 pequeñas que podrían desaparecer, lo que pone en peligro casi a la mitad de la población activa de esta comarca que emplea a 60.000 trabajadores. Al negro panorama de crisis industrial hay que añadir las graves dificultades por las que atraviesa el sector agrícola, con problemas de salinización, escasez de agua y la consecuente restricción de riegos", escribió 'El País' en aquel momento de tormenta perfecta para la ciudad murciana.

placeholder Uno de los coches incendiados en los disturbios. (Begin Again)
Uno de los coches incendiados en los disturbios. (Begin Again)

Y Carrasco experimenta en el relato, sin atarse a un género, a un tono, a una estructura inalterable, sino que se deja llevar por las situaciones, por la intimidad a la que llega con sus 'personajes', con las personas. Apuesta por una pantalla partida, con las mismas secuencias grabadas desde distintos tiros de cámara, acompañando a un relato construido a partir de muchos puntos de vista que, incluso, llegan a contradecirse, ¿por qué no? Después de su selección en Róterdam, de su estreno mundial en el Festival de Sevilla y de ganar en Tesalónica, Toulouse, Jeonju y Cinéma du Reel, 'El año del descubrimiento' se reafirma como una película trascendente al nivel —el tiempo lo dirá— de 'Las Hurdes, tierra sin pan', de Buñuel, 'Canciones para después de una guerra', de Patino, o 'El desencanto', de Chávarri. Una mirada a la identidad nacional, necesaria para entender la actualidad y prever el porvenir. Porque el director —miembro del colectivo experimental Los Hijos— realiza un análisis clínico de la sociedad española, casi parece sin querer, pero que necesita de una gran capacidad de observación y de pensamiento, sin apriorismos, con humildad sin excesiva gravedad, incluso con humor. Una bella anomalía en estos tiempos de la inmediatez y la liviandad.

Foto: Miguel de Unamuno. (Doble Sentido)
Foto: Una familia disfuncional en 'Hillbilly: una elegía rural'. (Netflix)

Aunque usted no se acuerde, lo vivió. El 3 de febrero de 1992, el año en que la nueva España se presentó al mundo con grandes fastos —los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla—, el Parlamento de la Región de Murcia ardió. Mientras el país gastaba millones en la construcción de infraestructuras y la promoción de su modernidad, el Gobierno de Felipe González gestó una reconversión industrial —impuesta por Europa— que propició la privatización de empresas públicas, la compra de compañías nacionales por parte de capital extranjero y varios expedientes de regulación y cierres. La transformación se cebó con Cartagena, una ciudad de 175.000 habitantes en la que los astilleros, las fundiciones y las fábricas de fertilizantes empleaban a más de 30.000 trabajadores, que de repente vieron peligrar sus empleos. Como el reverso funesto de la Barcelona olímpica, la localidad murciana vivió varios meses de negociaciones sindicales que devinieron primero en manifestaciones y después en disturbios. Hasta que los enfrentamientos entre la Policía y los manifestantes acabaron con el Parlamento regional en llamas.

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