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'El vicio del poder': el vicepresidente más maligno de la historia de EEUU
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'El vicio del poder': el vicepresidente más maligno de la historia de EEUU

Adam McKay no le quita el ojo a Dick Cheney en este drama político cargado de guiños irónicos en torno al más temido de los vicepresidentes de Estados Unidos

Foto: Christian Bale, irreconocible en su papel de Dick Cheney en 'El vicio del poder'. (EOne)
Christian Bale, irreconocible en su papel de Dick Cheney en 'El vicio del poder'. (EOne)

En Estados Unidos, la figura del vicepresidente del Gobierno equivale en gran parte a un chiste. Reírse del VP, sea quien sea el que ocupe el cargo, es una tradición que se remonta a John Adams, nutre desde hace décadas los gags de los 'late night shows' y de programas de humor como el 'Saturday Night Live', e incluso ha dado pie a una de las mejores 'sitcoms' contemporáneas, 'Veep', con una espléndida Julia Louis-Dreyfus en el susodicho rol. Una idea común atraviesa todas las chanzas: el vicepresidente no sirve para nada.

Pero la sonrisa se tuerce cuando se trata de Dick Cheney, segundo en la jerarquía de los gobiernos presididos por George W. Bush, entre 2001 y 2009. "No te molestes en vigilar a Bush; no le quites el ojo a Cheney", era la consigna que, dicen, corría entonces por los pasillos de la Casa Blanca. Cheney ya era un viejo conocido del lugar. Se formó como joven ayudante de Donald Rumsfeld en los sucesivos mandatos de Richard Nixon y Gerald Ford. Más adelante, ejerció de secretario de Defensa con Bush padre, cuando se llevó a cabo la Guerra del Golfo. Justo después, durante el mandato de Bill Clinton, trabajó en el sector privado como máximo mandatario de Halliburton, la empresa petrolífera que sacó beneficios millonarios de la invasión estadounidense de Kuwait.

placeholder Christian Bale y Sam Rockwell, como Cheney y Bush Jr. (EOne)
Christian Bale y Sam Rockwell, como Cheney y Bush Jr. (EOne)

Figura a la sombra siempre ligada al poder republicano, Dick Cheney podría haber protagonizado uno de los muchos perfiles que lleva a cabo Oliver Stone de dirigentes de todo pelaje. De hecho, ya aparecía como personaje secundario en 'W', la aproximación del director de 'Platoon' a Bush hijo. Algo hay del cine de Stone en 'El vicio del poder', el retrato contundente, irónico y panfletario que lleva a cabo Adam McKay del antiguo vicepresidente, con un mutante Christian Bale como protagonista. Pero aquí el director no se deja fascinar por el carisma autoritario de su personaje, como le pasa tantas veces a Stone. Todo lo contrario.

La película es el retrato contundente, irónico y panfletario del antiguo vicepresidente

McKay proviene de ese mundo donde resulta habitual mofarse del 'vice'. Jefe de guionistas del 'Saturday Night Live' durante un par de años, no tardó en convertirse en uno de los nombres de culto de la nueva comedia americana gracias a dirigir títulos al servicio de Will Ferrell como 'Hermanos por pelotas' y las dos entregas de 'Anchorman'. En 2015, con el 'boom' de la NCA ya de capa caída, el cineasta cambió de tercio y de actores habituales para adentrarse con 'La gran apuesta' en el terreno del drama irónico sobre temas de envergadura. 'La gran apuesta' fue el "ya os lo dije" de la crisis económica hecho película, un filme con tono de listillo que pretendía ser al mismo tiempo muy dramático, muy ingenioso y muy didáctico.

placeholder Amy Adams, en el papel de Lynne Cheney. (EOne)
Amy Adams, en el papel de Lynne Cheney. (EOne)

'El vicio del poder' sigue en parte ese mismo camino, pero McKay equilibra aquí los desajustes de tono de la anterior. El filme arranca con el 11-S, cuando en el máximo momento de crisis en la historia reciente de Estados Unidos, el entonces vicepresidente vio una oportunidad para acaparar más control a través de la llamada teoría del Ejecutivo unitario, que cede mayor poder a la presidencia en detrimento del Congreso. A partir de aquí, un 'flashback' nos conduce al inicio de la carrera del VP en Wyoming, cuando el joven Dick no es más que un estudiante mediocre y aficionado al alcohol que solo endereza su vida por presiones de su novia Lynne (Amy Adams).

Como Aznar, Cheney, al parecer, fue de esos jóvenes grises y sin demasiada ambición que entran en política porque sus esposas no pueden

McKay envuelve los orígenes de la carrera de Dick Cheney en una leyenda parecida a la que acompaña a otros políticos como José María Aznar. Jóvenes grises y sin demasiada ambición que entran en política porque sus esposas, mujeres decididas que no ven posibilidades de triunfar por ellas mismas debido al machismo imperante en estos estratos de poder, los empujan a seguir este camino. La película resigue la progresiva conversión del gris Cheney en un político maquiavélico que McKay señala como uno de los principales responsables de los cambios que han conducido a una regresión de los derechos humanos y de la igualdad en Estados Unidos, desde la creación de Fox News para controlar el discurso hegemónico en torno a la actualidad a la vía libre que se dio a la tortura con la excusa de la guerra contra el terrorismo después del 11-S. En un momento de máxima sensibilidad hacia el medio ambiente y el calentamiento global, McKay decide que Jimmy Carter aparezca hablando de energía solar, para que no tardemos en ver a Cheney, ya durante la Administración Reagan, ordenando retirar las placas instaladas por su contrincante demócrata.

placeholder Otra escena de 'El vicio del poder'. (EOne)
Otra escena de 'El vicio del poder'. (EOne)

Porque 'El vicio del poder' se sitúa sin ambigüedades en ese costado del espectro ideológico en que Dick Cheney representa una forma de entender la política avariciosa, megalomaníaca y perjudicial para la mayoría de valores democráticos. Esta transparencia en el discurso político del filme, la voluntad pedagógica (más bien llevada que en 'La gran apuesta') de dar a conocer todos los detalles de la labor desempeñada por Cheney y los diferentes recursos con que se construye la imagen del protagonista (desde la caracterización un tanto grotesca de Christian Bale a las constantes metáforas en torno a la pesca o la opulencia barroca) conectan la película en cierta manera con los orígenes del cine de agitación y propaganda. McKay incluso se reserva una giro narrativo con efecto 'shock' en torno a la figura del narrador en 'off', que permite añadir una nueva lectura en torno a la relación de los vampiros del poder y el ciudadano medio. El filme también cuenta con un final en falso (unos título de crédito a mitad de metraje que dejan patente dónde hubiera deseado el director acabar la historia) y le acaba sustrayendo a Cheney el único punto a favor que se gana a mitad de la película, cuando decide apoyar a su hija homosexual en contra de la opinión mayoritaria al respecto en su partido.

placeholder Cartel de 'El vicio del poder'.
Cartel de 'El vicio del poder'.
Foto: Juli Jakab, en la última película del húngaro László Nemes. (Avalon)

Director amante del exceso, McKay todavía se reserva una reprimenda del protagonista a su supuesto electorado y un epílogo en que añade un comentario autoconsciente y un tanto chistoso sobre el posicionamiento izquierdoso del filme y la presunta falta de interés que generará entre la audiencia más joven. 'El vicio del poder' apuesta por el drama político con vocación pedagógica, pero introduce el humor y la ironía metaficcional como recursos dialécticos que permiten aleccionar al espectador y al mismo tiempo avisarle al respecto.

Foto: Eero Milonoff y Eva Melander, en 'Border', la última película de Ali Abbasi. (Karma)
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En Estados Unidos, la figura del vicepresidente del Gobierno equivale en gran parte a un chiste. Reírse del VP, sea quien sea el que ocupe el cargo, es una tradición que se remonta a John Adams, nutre desde hace décadas los gags de los 'late night shows' y de programas de humor como el 'Saturday Night Live', e incluso ha dado pie a una de las mejores 'sitcoms' contemporáneas, 'Veep', con una espléndida Julia Louis-Dreyfus en el susodicho rol. Una idea común atraviesa todas las chanzas: el vicepresidente no sirve para nada.

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