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'Un asunto de familia': la familia que roba unida se mantiene unida... ¿o no?
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'Un asunto de familia': la familia que roba unida se mantiene unida... ¿o no?

En la última ganadora de la Palma de Oro en Cannes, Koreeda vuelve a interrogarse sobre los lazos familiares, en este caso en un Japón depauperado

Foto: Una imagen de 'Un asunto de familia', de Hirokazu Koreeda. (Golem)
Una imagen de 'Un asunto de familia', de Hirokazu Koreeda. (Golem)

A primera vista, el retrato de la familia que protagoniza la última Palma de Oro del Festival de Cannes no puede resultar más disfuncional. Ya en la primera secuencia, vemos al padre, Osamu (Lily Franky), adiestrar a su hijo adolescente en la técnica del hurto en supermercados (el título internacional del filme es 'Shoplifters'). La madre, Noboyu (Sakura Andô), hurga en los bolsillos de la ropa que llega a la lavandería donde trabaja por si queda algo dentro para llevarse a casa. La hija mayor, Aki (Mayu Matsuoka), consigue un sueldo extra a través de la industria del sexo 'online'. Y la abuela, Hatsue (Kiki Kirin), cuya pensión mantiene en buena parte a todo el grupo, está enganchada al pachinko, el juego de azar por antonomasia en Japón. El grupo vive en una casa destartalada que podría aparecer en una versión nipona de Dickens. Comen más amontonados que juntos y el chico se retira para dormir a una suerte de minihabitáculo más parecido a un cajón que a un dormitorio.

Koreeda, sin embargo, no se abandona al miserabilismo y pretende ofrecer una imagen positiva de una familia que vive en condiciones precarias. El buen fondo de los protagonistas se plasma a partir del conflicto que preside todo el filme. Osamu y su hijo ven de regreso del trabajo a una niña que parece abandonada en su propio hogar. Finalmente, deciden recogerla y darle de cenar. Cuando Osamu y Noboyu la llevan de regreso a su casa, oyen los gritos violentos de los padres de la pequeña y consideran más oportuno no entregársela. La niña, que presenta signos de maltrato, se integra en la nueva familia, que la acoge sin problemas. No tarda en participar de sus pequeños robos cotidianos. Pero nadie avisa a sus padres biológicos ni, mucho menos, da parte de su situación a la policía. En cierta manera, los protagonistas también la han 'robado', aunque su gesto en este caso haya sido desinteresado. Pero algunas semanas después, salta a los medios la noticia de la desaparición de la pequeña.

placeholder Un momento de 'Un asunto de familia'. (Golem)
Un momento de 'Un asunto de familia'. (Golem)

Las filiaciones familiares son el eje central de la filmografía de Hirokazu Koreeda. Las mutaciones en el concepto de familia y los trastornos que ello conlleva resultan de hecho una preocupación recurrente en la historia del cine japonés, de Yasujiro Ozu a Mamoru Hosoda. El planteamiento de Koreeda incide en la idea de que una familia no se define por las filiaciones sanguineas sino por las afectivas. Así, su obra está plagada de estos grupos familiares que no responden a la idea tradicional de padre y madre con hijos engendrados.

Las filiaciones familiares son el eje central de la filmografía de Hirokazu Koreeda

En 'Nadie sabe' y 'Nuestra hermana pequeña', el hogar lo conforman grupos de hermanos y hermanas sin padres que se apoyan mutuamente sin requerir ayuda exterior. En 'De tal padre, tal hijo', el concepto de paternidad se cuestionaba a partir del intercambio involuntario de hijos entre dos familias, una rica y la otra pobre, a través de ese discurso tan efectista y tramposo del protagonista rico pero lleno de defectos que aprende lecciones vitales de la mano de una familia pobre pero llena de virtudes.

placeholder Lily Franky y Jyo Kairi, en 'Un asunto de familia'. (Golem)
Lily Franky y Jyo Kairi, en 'Un asunto de familia'. (Golem)

En 'Un asunto de familia' se repite la idea de plasmar una familia pobre pero protectora de los suyos. Por otro lado, como en 'Nadie sabe', el grupo se conforma de manera un tanto clandestina para autoprotegerse de una sociedad que ni les proporciona la ayuda adecuada ni se muestra capaz de entender sus vínculos. En su visión general de la sociedad japonesa, Koreeda se muestra más oscuro que en sus melodramas más conocidos, en un ensombrecimiento del tono que ya se anticipaba en la anterior, 'El tercer asesinato'. Aquí no solo se denuncia el estado de marginación de los protagonistas, sino que en el tercer acto del filme, cuando se desencadena el drama, las instituciones públicas ejercen de crueles antagonistas. Algo que ha provocado cierto revuelo en Japón, un país poco acostumbrado a hablar en alto de sus problemas estructurales.

La película ha levantado cierto revuelo en Japón, un país poco acostumbrado a hablar en alto de sus problemas estructurales

En una estructura dramática de lo más calculada, antes de la detención de la familia, Koreeda nos lleva a la playa con ellos, en una de esas viñetas típicas de felicidad colectiva junto al mar que certifican la bondad de los personajes justo antes de que sean puestos en tela de juicio por el poder estatal. Pero el aspecto más interesante de 'Un asunto de familia' no proviene de esta confrontación que apela de forma directa y un tanto simple a las emociones del espectador. Aquí, el director japonés ofrece un retrato más complejo del núcleo familiar que en títulos anteriores, ya que introduce el factor económico en el balance de equilibrios que mantiene unido al grupo.

placeholder Cartel de 'Un asunto de familia'.
Cartel de 'Un asunto de familia'.

A lo largo del filme, se ponen en evidencia también las complejidades y contradicciones que supone para esta familia mantenerse en los márgenes del sistema económico y social. Detalles que otorgan matices en un retrato que podría haber caído en cierto simplismo buenista. Koreeda, además, siempre ha sido un gran director de actores. No solo de intérpretes menores de edad, que siempre funcionan bien como gancho emotivo para el público. Aquí brillan especialmente los dos veteranos protagonistas, Lily Franky y Sakura Andô, que acarrea sobre su rostro la catarsis emocional del último tramo del filme.

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A primera vista, el retrato de la familia que protagoniza la última Palma de Oro del Festival de Cannes no puede resultar más disfuncional. Ya en la primera secuencia, vemos al padre, Osamu (Lily Franky), adiestrar a su hijo adolescente en la técnica del hurto en supermercados (el título internacional del filme es 'Shoplifters'). La madre, Noboyu (Sakura Andô), hurga en los bolsillos de la ropa que llega a la lavandería donde trabaja por si queda algo dentro para llevarse a casa. La hija mayor, Aki (Mayu Matsuoka), consigue un sueldo extra a través de la industria del sexo 'online'. Y la abuela, Hatsue (Kiki Kirin), cuya pensión mantiene en buena parte a todo el grupo, está enganchada al pachinko, el juego de azar por antonomasia en Japón. El grupo vive en una casa destartalada que podría aparecer en una versión nipona de Dickens. Comen más amontonados que juntos y el chico se retira para dormir a una suerte de minihabitáculo más parecido a un cajón que a un dormitorio.

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