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'Quién te cantará': 'fantasmas' y 'vampiros' en la consagración de Carlos Vermut
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'Quién te cantará': 'fantasmas' y 'vampiros' en la consagración de Carlos Vermut

En su tercer largometraje tras 'Diamond Flash' y 'Magical Girl', el director madrileño confirma que no es un 'one-hit wonder'

Foto: Najwa Nimri protagoniza junto a Eva Llorach y Natalia de Molina 'Quién te cantará'. (Caramel)
Najwa Nimri protagoniza junto a Eva Llorach y Natalia de Molina 'Quién te cantará'. (Caramel)

En la cultura tolteca —juro que viene a cuento—, Quetzalcóatl es la deidad principal, engendradora del resto de los dioses a través del desdoblamiento. Pero, además, Quetzalcóatl era a la vez él mismo y su doble. Antes de Tolstoi, antes de Jean Paul, la figura del doble, de la sombra, del gemelo oscuro ya era un motivo cultural recurrente en un intento de comprender este mundo dual nuestro que necesitaba de antagónicos. El Doppelgänger, el otro yo, el malvado, el ser fantasmal en contraposición del yo vivo, del bueno, el luminoso.

Y es que los largometrajes de Carlos Vermut se encuadran suspendidos en un punto intermedio entre la vigilia y el sueño, en la intersección entre historias, personajes y espacios lo suficientemente verosímiles como para ser reales y lo suficientemente improbables como para pertenecer al plano de la fantasmagoría. Y a veces, de la pesadilla. El mismo hábitat del Doppelgänger, del 'doble que camina', de las bilocaciones y las superposiciones y las estructuras circulares en las que, como en un dibujo de Escher, llegar al final es también volver a la casilla de salida.

placeholder Najwa Nimri y Eva Llorach, en 'Quién te cantará'. (Caramel)
Najwa Nimri y Eva Llorach, en 'Quién te cantará'. (Caramel)

Tras 'Magical Girl', Vermut lo tenía difícil. Después de engarzar un mecanismo de relojería tan preciso, original y sugerente como el de su segundo largometraje, enfrentarse a expectativas tan altas predispone más a los desvelos que a la posibilidad de una confirmación sosegada. Ya sabemos que el sosiego no vende más que la hipérbole. Pero si Vermut no lo ha vuelto a hacer, se ha quedado en el casi. Y tampoco puede faltar el cuidado trabajo de sonido y de diseño de la música sello de la casa: esta vez, Vermut cambia a Manolo Caracol por el clásicos como el 'Procuro olvidarte' de Manuel Alejandro, interpretado por Nimri y Eva Amaral.

Enfrentarse a expectativas tan altas predispone más a los desvelos que a la posibilidad de una confirmación sosegada

El director madrileño mantiene, esta vez con un reparto eminentemente femenino, su 'leitmotiv' de personajes desesperados, de cruce de caminos entre quienes, aunque tengan todo lo material, carecen de lo esencial y quienes están en perpetua disposición al sacrificio, incluso si hay que cruzar los límites de lo moral. Pero con ese punto de autoconsciencia, de sentido del humor tan necesario, en el que uno puede permitirse unir dos tramas perpendiculares a través de una pota y no hundirse en el intento. Cada plano en el cine de Vermut es un cuadro, a veces tenebrista, a veces pop, a veces incluso abstracto, paisajes semivacíos, líneas limpias, simetría, ambientes diáfanos 'hopperianos' que envuelven al espectador en una especie de duermevela. La cámara no se acerca a los personajes, sino que los acecha.

placeholder Najwa Nimri es Lila en 'Quién te cantará'. (Caramel)
Najwa Nimri es Lila en 'Quién te cantará'. (Caramel)

En 'Quién te cantará' el engranaje no es tan riguroso, pero lo que pierde en encaje lo gana en fascinación, en un magnetismo viscoso que anuncia la tragedia. Un 'thriller' psicológico en el que Vermut explora la sustancia de la identidad y de lo genuino, la pérdida, el vampirismo del creador pero también de quienes lo admiran, como en una ósmosis perpetua en que ambas partes se acaban desdibujando, fusionando y retroalimentando. El culto a la imagen, la religión moderna, exige una ofrenda, incluso de sangre.

Lila Cassen necesita embarcarse en una gira de regreso para sanear sus cuentas

En esta pesadilla simbolista, tras sufrir un accidente, Lila Cassen (Najwa Nimri) pierde una uña postiza y la memoria, es decir, parte de su identidad material e inmaterial. Hace años fue una cantante de éxito que de la noche a la mañana dejó de cantar y se retiró de la vida pública. Pero ahora la única opción de mantener sus posesiones y su estatus económico pasa por resucitar a su álter ego artístico, a la cantante ídolo de multitudes, y ofrecer una gira de regreso para sanear cuentas. El problema es que, sin memoria, Lila no sabe cómo ser Lila.

placeholder Eva Llorach es Violeta en 'Quién te cantará'. (Caramel)
Eva Llorach es Violeta en 'Quién te cantará'. (Caramel)

Quien sí sabe cómo ser Lila es Violeta (poderosísima y perturbadora Eva Llorach), una madre soltera que trabaja en un karaoke, admiradora acérrima de la cantante, a la que sabe imitar a la perfección. Violeta es el reverso malogrado de Lila —la película está llena de huevos de pascua, de alegorías que empiezan desde los nombres de pila de las protagonistas—, una mujer que, a pesar de poder reproducir al decibelio la voz y al milímetro los movimientos de su estrella favorita, arrastra problemas económicos y vive en una casa humilde, sometida a una hija veinteañera y maltratadora (Natalia de Molina).

Cuando Blanca, la agente de Lila (Carme Elías), contrata a Violeta para que enseñe a la cantante a reconstruir su personaje, Vermut inicia un juego de espejos y de simbiosis en el que ambas se irán adentrando, hasta el punto de que la supervivencia de una depende de la otra y viceversa. El director consigue que incluso en los momentos de máxima complicidad entre las protagonistas trasluzca un poso de extrañeza, e incluso de violencia sorda. Hacia su final, 'Quién te cantará' se desliza hacia el cine de terror clásico de vampiros: Vermut propone una iluminación expresionista e incluso en algunos ademanes de Cassen (su postura al tumbarse en la cama) se pueden entrever ecos de Nosferatu.

placeholder Cartel de 'Quién te cantará'.
Cartel de 'Quién te cantará'.

'Quién te cantará' es un intento de recomponer los pedazos de un fantasma, de agarrar algo intangible y, a la vez, inasible porque o ya no está o quizá nunca estuvo ahí. Una experiencia sensorial, rítmica y misteriosa que envuelve y fascina y fagocita hasta el estallido final, cuando se consuma el sacrificio para que el dios siga brillando por encima de los mortales. Una nueva muestra de que Carlos Vermut no es, ni mucho menos, un 'one-hit wonder', sino una de las voces más genuinas y necesarias del cine contemporáneo.

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En la cultura tolteca —juro que viene a cuento—, Quetzalcóatl es la deidad principal, engendradora del resto de los dioses a través del desdoblamiento. Pero, además, Quetzalcóatl era a la vez él mismo y su doble. Antes de Tolstoi, antes de Jean Paul, la figura del doble, de la sombra, del gemelo oscuro ya era un motivo cultural recurrente en un intento de comprender este mundo dual nuestro que necesitaba de antagónicos. El Doppelgänger, el otro yo, el malvado, el ser fantasmal en contraposición del yo vivo, del bueno, el luminoso.

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