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¿Colaboró Josep Pla con la prensa falangista?
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¿Colaboró Josep Pla con la prensa falangista?

Esa es la acusación que el periodista Miguel Utrillo lanzó contra el gran escritor catalán, y hay indicios de que podría ser cierta

Foto: Miguel Utrillo y Josep Pla, juntos en una foto en 'La Estafeta Literaria' del 6 de mayo de 1967.
Miguel Utrillo y Josep Pla, juntos en una foto en 'La Estafeta Literaria' del 6 de mayo de 1967.

La amistad de Josep Pla con el joven periodista catalán Miguel Utrillo Vidal, hijo de un reputado connaisseur de arte que colaboró con Rusiñol y otros grandes coleccionistas, es uno de los aspectos más oscuros de las andanzas del escritor en el Madrid de la Segunda República. La amistad se rompió en pedazos años después porque Pla, para dar viveza a su libro Rusiñol y su tiempo (1942), fusiló párrafos enteros de un manuscrito inédito de Miquel Utrillo padre depositado en el Museo de Arte de Cataluña. Su hijo montó en cólera y emprendió una furibunda campaña sobre lo que consideraba un plagio.

En la reciente biografía planiana Un cor furtiu (en breve saldrá la versión en castellano) de Xavier Pla, que ha manejado ingente correspondencia inédita del escritor, se transcribe un artículo de La Estafeta Literaria del 6 de mayo de 1967, donde Utrillo aún recordaba la amistad traicionada: "Yo fui, y no otros, quien al atardecer me acercaba al hall del Palace Hotel para explicarle a José Pla lo que en las Cortes había sucedido, con lo cual Pla escribía unas muy intencionadas crónicas que más tarde, iba a leer, desde la redacción de Ahora a La Veu". Pla era el corresponsal de La Veu de Catalunya, el órgano de la Lliga, pero en aquellos días era común que los corresponsales parlamentarios, reducidos a meros correveidiles de los políticos y al albur de un enchufe oficial para redondear el sueldo, colaborasen en varias cabeceras, a veces de ideología contrapuesta.

Así, Pla escribió en El Sol, en Heraldo de Aragón (sus artículos aparecían en otras cabeceras de provincias), en el carlista El Correo Catalán con pseudónimo y era amigo del delegado de la agencia Associated Press, una colaboración de la que podría decirse aquello de que hace falta tomarse muchas pintas de cerveza para poder llevar un plato de sopa a casa. Y, a veces, como explicó Utrillo, le echaba un cable el conspirador monárquico "don Pedro Sáinz Rodríguez, quien el otro día aún me recordaba sus adelantos económicos, cuando el giro de La Veu de Catalunya llegaba con retraso". Pla contaba sus desventuras en una modesta casa de huéspedes en la plaza de Callao, donde un día le pusieron sin avisar a un enano como compañero de habitación, para sobresalto de su compañera sentimental Adi Enberg, que recién llegada a Madrid se lo encontró en la cama.

"Así las cosas, intervine yo, y aquella misma tarde cambió de pensión y vino a vivir en donde yo vivía con el después doctor Juan Catasús, en la calle de Alcalá 124, en casa de doña Antonia Moreno", evocaba Utrillo. El doctor Juan Catasús Torralba, según confirma su hijo Raül, hacía prácticas de odontología en el Hospital San Carlos y pronto marcharía una larga temporada a Filipinas, pero uno de aquellos veranos, Utrillo y Catasús visitaron la Costa Brava con Josep Pla de cicerone. Utrillo presumía de haber hecho a su maestro la conocida foto con un catalejo que sirvió de publicidad a la Historia de la Segunda República Española"(1940), y por él sabemos que Pla documentó esta obra mutilando con una cuchilla de afeitar sus propias crónicas de La Veu de Catalunya en el Ateneo Barcelonés.

placeholder Portada de 'Un cor furtiu: Vida de Josep Pla', de Xavier Pla.
Portada de 'Un cor furtiu: Vida de Josep Pla', de Xavier Pla.

Utrillo escribía en los periódicos de Juan Pich y Pon, el hombre de Lerroux en Barcelona, pero Pla ejercía un claro ascendiente sobre el joven corresponsal, que el 5 de enero de 1934 publicó una crónica en El Día Gráfico sobre el homenaje a Benito Pérez Galdós celebrado en el parque del Retiro ("La única cosa deliciosa de Madrid, según nuestro José Pla"). Ese mismo día, la crónica parlamentaria de Pla describía una tempestuosa sesión en la que el homenaje póstumo a Macià degeneró en una auténtica riña callejera, pero el redactor, nobleza obliga, desmintió que el primogénito del dictador Primo de Rivera, que acababa de fundar un partido fascista, hubiese gritado "Muera Cataluña".

Son días broncos en Madrid. El 11 de enero de 1934 aparece el segundo número de FE, el semanario del nuevo partido Falange Española, que es voceado en la calle por sus militantes, atrayendo a grupos de obreros. Se producen graves altercados y suenan los disparos. Pese a que solía criticar la escasa ductilidad política del carácter vasco y castellano, Pla no se desmarca de los reaccionarios ultraespañolistas porque piensa que el futuro de la República y quizás el suyo se juega en las noches de la parrilla del Savoy, el famoso Chicote o el Café Kutz. De su mano, Utrillo se deja caer por aquellos ambientes, pero el 20 de enero muere su padre en Sitges y tiene que renunciar a la corresponsalía. "Recuerdo también el día que con el gran escritor y amigo José Pla fui a casa de José Antonio. Había que entregar unos originales para FE. La visión anterior de José Antonio se fue ampliando más y más. Se habló aquella noche de muchas cosas. Pero de política, sobre todo. ¡Y había que ver qué ideas más exactas y claras tenía sobre la política española José Antonio!", rememora Miguel Utrillo en el órgano falangista barcelonés Solidaridad Nacional el 19 de noviembre de 1939, página 3. Es un panegírico de José Antonio y el camarada Utrillo, que ha hecho la guerra en el bando republicano, necesita hacer méritos exagerando su proximidad con José Antonio.

¿Quién pergeñó aquellos originales que "había que entregar"? En aquel artículo de La Estafeta Literaria de 1967 mencionado en el libro -y que el biógrafo devuelve al fondo del cajón-, Utrillo insiste en que Pla "había colaborado en el semanario FE, para el que escribió algunos comentarios que entusiasmaban a José Antonio Primo de Rivera". Sin ir demasiado lejos, en el número del 18 de enero no cuesta reconocer el estilo planiano en un suelto anónimo que cuestiona los equilibrios del gobierno de centroderecha de Gil Robles, las denominadas mayorías de recambio: “Este procedimiento, ensayado en Francia durante muchísimos años —es un método viejísimo— puede hacer en España la felicidad general. Puede, desde luego, crear una amenidad en nuestra política". La pieza lleva por título Elecciones en Cataluña y sobre los catalanes afirma que "luchar desesperadamente por la autonomía y llegar a la panacea de ser presididos por el Pajarito [Companys], acredita un sentido político realmente insospechado, indescriptible". Pero la bestia negra del panfleto falangista es y será Manuel Azaña, “un dialéctico exigente, frío, exacto y original. (…) España pasó por las manos de su dictador como por las de un masajista asiático, entre fascinada y atormentada” (FE, 30 de mayo). Aquí el anónimo gacetillero no es muy original, porque en La Veu de Catalunya, en 1931, Pla ya escribió que era un "hombre frío, de tipo oriental, que habla como un médico chino debe manejar el bisturí"; y en su libro Madrid. El advenimiento de la República (1933) lo compara a "un cirujano chino implacable y glacial".

placeholder José Antonio Primo de Rivera. (Getty/Hulton Archive/Keystone)
José Antonio Primo de Rivera. (Getty/Hulton Archive/Keystone)

Miguel Utrillo, que en Barcelona se ocupa de los pormenores del legado familiar y las reseñas de exposiciones para El Día Gráfico, pretende volver al meollo de la política republicana y en 1935 escribe a Pla, que se sale por la tangente: "Sobre lo de Madrid os quiero hablar francamente. Ya sabéis que las vacas gordas de la República se han acabado, si es que alguna vez comenzaron. Pero ahora todo son restricciones y más restricciones; además, ya sabéis que los conservadores nunca hacen ningún favor, o en todo caso hacen menos que los otros. Ya conocéis mi situación, que se puede presentar como típica. Riu me dio una miseria en el ministerio del Trabajo, y Anguera me echó; Portela me dio otra miseria en Gobernación, y el señor de Pablo me la ha quitado; Rahola, después de una enorme presión de Cambó y Ventosa, me quería dar 200 pesetas en Marina, y yo, naturalmente, le he enviado al carajo. Las cosas están así”. Este párrafo (en catalán en el original) fue transcrito por su destinatario en El Eco de Sitges del 16 de mayo de 1981 y el libro de Xavier Pla confirma alguna de estas prebendas (¡inspector del ministerio de trabajo en Murcia comisionado en Madrid!), pero la realidad es que la situación de Pla ha mejorado. El escritor comparte piso en la calle donde asesinaron a Prim con su pareja Adi Enberg, que trabaja de secretaria para el empresario Demetrio Carceller, amigo del padre de Adi y mecenas falangista. Amén de un sobresueldo en una revista de la industria pecuaria, ha regularizado su colaboración con los falangistas, que ahora publican el semanario Arriba, como declara en el diario Arriba del 16 de junio de 1967 el secretario de José Antonio, el escritor José María Alfaro: "José Pla tenía a su cargo una sección muy importante, la de política internacional, nada menos. Sus originales me los enviaba con el membrete del hotel Palace, pues allí escribía y vivía [sic] entonces".

¿Obra de otro Pla?

El biógrafo Xavier Pla, titular de la Càtedra Josep Pla de la Universitat de Girona, sugiere que el autor de la sección anónima Ventana al mundo pudo ser José Pla Cárceles, un funcionario de la Sociedad de Naciones que compartía la visión imperialista del falangismo, pero reconoce que ni las críticas a su amigo Salvador de Madariaga ni el estilo punzante concuerdan con el de este ensayista. Y aporta como única prueba de que el misterioso comentarista vivía en Ginebra -pese a que Alfaro menciona el recado de escribir del Palace-, el comentario del 4 de abril de 1935 en el que se cita, entre otros diarios, el Journal des Nations ginebrino. Pero en otro de los comentarios de la revista FE, el del 21 de marzo, puede leerse: "Todos hemos visto en un Movietone la cara y el gesto antifotogénicos del [ministro español] señor Rocha, pronunciando para Américo del Sur ante un micrófono un perfecto discurso de Juegos Florales de la Raza". La anónima sección recuerda, por su ritmo y agilidad, al Pla corresponsal en el Berlín de entreguerras, adaptada al gusto del mecenas falangista.

El libro aporta revelaciones importantes sobre los conciliábulos que siguieron a las elecciones generales de 1936. Josep Pla se convirtió en una especie de spin doctor del presidente Portela Valladares y del sobrino de éste, José Martí de Veses, pero la derrota de las derechas aceleró su marcha de Madrid. Se recluyó en su masía de Llofriu y ya sólo volvería a Barcelona para escapar de la guerra y, una vez desembarcado en el extranjero, realizar una gestión en Niza con Eugenio Montes para salvar la vida de Primo de Rivera y posteriormente dedicarse a sus ya conocidas labores de espionaje para el bando franquista. En cambio, Utrillo se ve sorprendido por la guerra en Barcelona, ingresa en La Humanitat y se da de alta en la Agrupació Professional de Periodistes (UGT), pero en la primavera de 1937 es movilizado y a las pocas horas entra en combate. Permanece en el campo de concentración de Prats de Molló hasta marzo de 1939 y, para prosperar en el periodismo, deberá demostrar su fervor por el nuevo régimen. En la despiadada serie Fantasmones rojos, publicada a finales de 1939 en el falangista Solidaridad nacional, no duda en arremeter contra personalidades del catalanismo cultural o del periodismo que habían sido amigos suyos o de su padre. El título sugiere que eran burgueses disfrazados (fantasmones) que, al llegar la revolución, mostraron su verdadera faz. Pero el escritor falangista Luys Santamarina, que dirige el periódico, no soporta a Utrillo, quien hará carrera en Pueblo, el órgano de los sindicatos verticales en Madrid, donde destaca por sus crónicas de ciclismo y su asiduidad a las timbas de póquer.

A la vez rompe su amistad con Pla, que para escribir un libro sobre Rusiñol -en 1931 lo vio de cuerpo presente en su lecho de muerte en Aranjuez- le pide el manuscrito paterno para documentarse. La versión de Utrillo, aparecida en El Eco de Sitges del 10 de junio de 1989, es que "un día, hablando con Pla, en Cal Beco del Racó, una taberna dentro del mercado de la Boquería, que nos había recomendado el inolvidable Santiago Barceló, que también comía con nosotros, salió el nombre de Rusiñol. Por aquellos años yo tenía algún dinero. Y poseo un borrador de Pla escrito con lápiz en donde firmamos un hipotético contrato, que nunca se llevó a cabo porque, huyendo de Hitler, por si acaso, pues creía que invadiría nuestro país, me fui a Canarias y olvidé el tema". Antes del viaje, Pla le da una recomendación para el doctor Eusebio Oliver, un viejo conocido de las tertulias madrileñas, pero en agosto de 1940, según leemos en la correspondencia de Utrillo conservada en la Biblioteca Santiago Rusiñol de Sitges, su amiga Maria Fontana Puget, que se ha encontrado con Pla en Calella de Palafrugell, le reporta que "no sé porqué me pareció que le gustó saberte aún en Canarias”.

Josep Pla accede a la copia del documento que está en el museo, pero hasta mediados de 1942 no entrega Rusiñol y su tiempo al editor Alberto Puig Palau, un estraperlista textil con aires de mecenas. Miguel Utrillo se pasará el resto de su vida denunciando que ha utilizado el manuscrito como materia prima para su libro, pero Pla replicará en un prólogo años después: "Fue una campaña típica del ambiente de los últimos años, caracterizada por la presencia de tanta gente que aspiran -y lo consiguieron- a tener monopolio propio, cupo y grupo". El atrabiliario y mordaz Utrillo se equivocó en el tono incendiario, en sus obsesivas cartas a los amigos poderosos y quizás en los términos de la acusación (no todo el libro era un plagio), pero nunca puso en duda que Pla era el mejor prosista catalán de su tiempo.

La amistad de Josep Pla con el joven periodista catalán Miguel Utrillo Vidal, hijo de un reputado connaisseur de arte que colaboró con Rusiñol y otros grandes coleccionistas, es uno de los aspectos más oscuros de las andanzas del escritor en el Madrid de la Segunda República. La amistad se rompió en pedazos años después porque Pla, para dar viveza a su libro Rusiñol y su tiempo (1942), fusiló párrafos enteros de un manuscrito inédito de Miquel Utrillo padre depositado en el Museo de Arte de Cataluña. Su hijo montó en cólera y emprendió una furibunda campaña sobre lo que consideraba un plagio.

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