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Conciertos masivos, indiferencia y postureo: ¿qué está pasando con el público de los festivales?
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ANÁLISIS

Conciertos masivos, indiferencia y postureo: ¿qué está pasando con el público de los festivales?

La estruendosa indiferencia con que el público de Coachella trató a Blur pone de manifiesto la crisis, con distintos frentes, que afecta a las multitudinarias macrocitas musicales

Foto: Damon Albarn, cantante de Blur, en el Primavera Sound de Argentina. EFE
Damon Albarn, cantante de Blur, en el Primavera Sound de Argentina. EFE

Cada vez hay más festivales de música en el mundo. Se multiplican como conejos de un año a otro. Pero hay uno que se mantiene siempre como el gran referente, al que todo el mundo dice querer ir, y el que a su vez da el disparo de salida a la temporada. Hablamos sin duda del Festival de Música y Artes de Coachella Valley, más conocido como simplemente Coachella, y considerado el más importante de Estados Unidos, que se lleva a cabo en el Empire Polo Club, situado en el desierto de Colorado de Indio, California.

Así que como era de esperar, el pasado viernes todas las miradas estaban puestas en él un año más. Pero en esta edición el festival abrió sus puertas para albergar el primero de los dos largos fines de semana, en los cuales su público podría disfrutar de artistas de la talla de Tyler, The Creator, Doja Cat, Lana Del Rey, J Balvin o Peso Pluma, sin saber que los titulares hablarían más de fracasos que de aciertos. Ahora, ante su segunda parte, que se inicia este viernes 19, todas las miradas están puestas en qué sucederá ahora.

Es verdad que se pudo disfrutar de conciertos magníficos, como el de los ya citados Lana del Rey, Tyler, The Creator y del retorno de No Doubt (con Olivia Rodrigo), que fue celebrado por todo lo alto. Pero la verdad es que de lo que más se habló fue de los patinazos. Y no solo a cuenta del accidentado set de Grimes, en el que la cantante no pudo sincronizar bien su dj set y empezó a gritarle al público, sino sobre todo a causa de la estruendosa indiferencia con la que el público trató a una de las bandas más famosas del britpop.

Blur se subió al escenario en un horario perfecto, ocupaban un slot que en anteriores ediciones había presentado a artistas tan polifacéticos como Daft Punk, AC/DC, Madonna, Kanye West, Blackpink e incluso, el año pasado, a nuestra querida Rosalía. Pero contra todo pronóstico, los británicos se encontraron con un público pasivo, desinteresado y donde el entusiasmo brillaba por su ausencia. Sí es verdad que durante Song 2 la cosa podría haber parecido que remontaba, poco después, la mágica conexión entre artista y audiencia se esfumó del festival. La frustración de la banda al estar dando un gran concierto y ser profundamente ignorados, llegó a tal nivel que su líder, Damon Albarn, mientras interpretaba Girls & Boys sin que nadie cantara ese tema, gritó frustrado al público: “¡Nunca nos volveréis a ver! ¡Así que más os valdría cantar!”

Mientras Damon Albarn interpretaba Girls & Boys y nadie cantaba, gritó frustrado “Nunca nos volveréis a ver! ¡Así que más os valdría cantar!”

Había sido un fracaso estrepitoso. Blur se había derrumbado y afirmado en directo que nunca volvería al Coachella. Las redes no tardaron mucho en arder. Las primeras reacciones fueron cargar de manera indiscriminada contra el público: “¡No respetan a la banda!", "Estados Unidos no se merece a Blur", “La gente ya solo va a hacerse fotos a los festivales", “Se nota que no saben nada de música, solo les gustan las mierdas actuales.” Pero la verdad es que explicar lo sucedido no es tan sencillo como podría parecer. Aunque durante muchos años se ha visto los festivales como un punto de encuentro entre melómanos de la música con intereses comunes, lo cierto es que actualmente, y sobre todo en festivales con un cartel extenso y variado, ya no es así.

Nando Cruz, periodista y crítico musical, en su libro Macrofestivales: El agujero negro de la música, habla de ellos como “ferias a las que nadie quiere faltar” pero que al masificarse pueden generar malestar en sus asistentes. “Cuanto más grande sea un festival, más números tienes para acabar viendo los conciertos de lejos. Cuanto más público haya, más difícil es generar ese sentimiento de comunidad (…) Cuanto más grande sea el recinto, más distancia hay que recorrer entre escenarios y más cansancio acumula el público. Cuantas más horas y días dure, más fácil es acabar exhausto. Hay macrofestivales que desgastan las capacidades físicas y mentales de su público. Hay festivales de escala humana y festivales sobrehumanos.” Y sin duda el Coachella es un festival claramente sobrehumano.

Por lo tanto, sabiendo que estábamos en uno de los conciertos nocturnos, podemos asumir que ese cansancio y desgaste estaba presente entre el público. Pero claro, tú dirás, si te gusta un artista, eso no debería de ser un problema. Pero tenemos que recordar que no se trataba de un concierto único de la banda Blur, sino de un cartel ecléctico. No es lo mismo tocar en una sala de conciertos donde todo el mundo va por tu música que en un festival donde mucha gente va a descubrirte. Los artistas deben saber leer estas situaciones.

Sin ir más lejos, Blur había dado un concierto tres días antes en la sala Fox Theater de Pomona, California, haciendo enloquecer al público con la misma canción que ha abierto la polémica. Eso podría utilizarse para justificar que la culpa de lo ocurrido fue del público de Coachella. Pero Estados Unidos no es Europa. Toda la discografía de Blur en Estados Unidos ha vendido menos que el disco más popular de Limp Bizkit en su primera semana. Así que Nacho Ruiz Bartolomé, director del festival Madrid Brillante y colaborador habitual en la revista especializada Rockdelux, cambió el foco del problema en su reacción ante lo sucedido. “Los artistas tienen una responsabilidad a la hora de decidir dónde quieren estar. Si se mira el caché por encima de todo, pasan estas cosas". Al final no se cobra lo mismo por una sala que por un macrofestival.

Entonces, ¿la culpa la tiene Blur? No, del mismo modo que tampoco la tienen los asistentes. El periodista musical, y conductor durante cuatro temporadas de Sesiones Movistar+, Arturo Paniagua, colgó a los pocos días un TikTok que arrojaba algo de luz ante un tercer factor que propició esta situación. Aunque afirma que “Blur sabían perfectamente en dónde se metían y les ha dado absolutamente igual por la lluvia de dinero que van a ganar por ese concierto y el del próximo fin de semana", reconoce que muchas críticas se han basado en decir que la gente que va ahí no lo hace por la música.

placeholder Blur tocando en el Meo Kalorama Festival de Lisboa en agosto de 2023. EFE
Blur tocando en el Meo Kalorama Festival de Lisboa en agosto de 2023. EFE

Críticas online que suelen venir de gente que no ha ido al festival. “El cabeza de cartel de aquel día era Tyler, The Creator, cuyo concierto además de ser espectacular, tuvo al público al 100%. Diría que estamos hablando de cierta desconexión estilística y, de paso, generacional. Es una olla a presión lo que ocurre en estos festivales sumamente eclécticos. Es verdad que, entre muchas otras cosas, a los festivales vamos a descubrir música. ¿Pero estamos cargando al público con una excesiva responsabilidad que debería controlar el programador y organizador del festival?”, se preguntaba. Y no le falta razón. El papel que juega la organización del festival es crucial. Son los que más conocen a su público y sus gustos. Por lo tanto, también son los responsables de darles aquello que prometen con su cartel. Paniagua concluye asegurando que “dentro de esa gran variedad de nombres, debe haber cierta lógica en la programación de los escenarios.”

El festival Coachella ha ido convirtiéndose paulatinamente en un escaparate para un montón de marcas

El éxito de un festival es una combinación de factores en la que organización, público y artistas deben responder a una misma filosofía o, por lo menos, a una muy similar. El festival Coachella ha ido convirtiéndose paulatinamente en un escaparate para un montón de marcas, lo que exige que se atraiga cada vez a un mayor número de público para rentabilizarlo. Esto le da una gran capacidad económica para traer a grandes nombres, que acaban por no conectar entre sí, pero al mismo tiempo se crea una gran presión en la que todo vale. Y eso sin duda demuestra que el modelo de festival de música ha cambiado.

Ante este nuevo panorama solo queda exigir responsabilidad a cada uno de los actores. Que Blur no tuviera un público que le respondiera fue en parte su culpa, por aceptar un espacio en el que no iban a brillar; en parte fue culpa del público por no mostrar el debido respeto, que ya no entrega, porque si no te interesa, no te interesa; y, finalmente, y seguramente de forma más evidente, fue culpa de una organización que no supo, o más bien no quiso leer, el contexto que estaba creando.

Nos encontramos delante de un cambio generacional, tanto de público como de bandas y las organizaciones deben responder ante ello. No podemos esperar que una banda despierte el mismo furor que hace treinta años o que generaciones distintas compartan los mismos intereses. Aun así, todo está por ver, y ahora solo nos queda esperar al segundo bolo de Blur este fin de semana en el Coachella para descubrir si los británicos serán capaces de remontar esta situación.

Cada vez hay más festivales de música en el mundo. Se multiplican como conejos de un año a otro. Pero hay uno que se mantiene siempre como el gran referente, al que todo el mundo dice querer ir, y el que a su vez da el disparo de salida a la temporada. Hablamos sin duda del Festival de Música y Artes de Coachella Valley, más conocido como simplemente Coachella, y considerado el más importante de Estados Unidos, que se lleva a cabo en el Empire Polo Club, situado en el desierto de Colorado de Indio, California.

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