Es noticia
¿Es eso Madonna? Hay que castigar a los cirujanos plásticos
  1. Cultura
Trinchera Cultural

¿Es eso Madonna? Hay que castigar a los cirujanos plásticos

Mientras el cirujano de Laçon trabajaba, en París, a esa misma hora, otros cien desfiguraban viejos para sacarles dinero. Tenemos en la retina el rostro devastado de Madonna

Foto: Madonna en los Premios Grammy de 2023. (Getty)
Madonna en los Premios Grammy de 2023. (Getty)

Al cirujano plástico de Madonna habría que colgarlo. Y no me vengáis ahora con que hay buenos cirujanos plásticos que ayudan a personas quemadas o deformes, porque lo sé. A Philipe Laçon, el de Charlie Hebdo, le volaron media cara a balazos los islamistas que entraron a la redacción a imponer la sharía, y fue gracias a un cirujano plástico que hoy puede comer, hablar e incluso salir decente en las entrevistas. Pues no me refiero a esos cirujanos plásticos, claro. No a los que reconstruyen, sino a los que crean. Los estafadores. Los fabricantes de monstruos.

Mientras el cirujano de Laçon trabajaba, en París, a esa misma hora, otros cien desfiguraban viejos para sacarles dinero. Buen día para subrayarlo: tenemos en la retina el rostro devastado de Madonna. Antes de seguir voy a dejar clara una cosa: no me meto con Madonna. Ni siquiera tengo la sensación de hablar de la cara de Madonna. Es como si esa cara ya no fuera suya. Precisamente de eso voy a escribir hoy. ¿De quién es esa cara? O más bien: ¿qué es esa cara?

* Si no ves correctamente el módulo de suscripción, haz clic aquí

Los ojos, engullidos por el ñoqui, ¿en cuántos otros rostros los habéis visto antes? Es como si una inteligencia extraterrestre hubiera decidido crear un ser colmena. La misma mónada de carne y colágeno se ve en la cara de Madonna, los hermanos Bogdanov, Meg Ryan, Mickey Rourke, Belén Esteban, Donatella Versace, Leticia Sabater, Camilo Sesto, Melanie Griffith o Carmen de Mairena.

Una sola cara de piel estirada y brillante. Una expresión adormecida. Unos labios gordos y quietos. Unos ojos reducidos. Unos pómulos de culo de Barbie. Una nariz aflautada. Una parálisis de muerte. Es como si, para momificarlos en plástico, los inyectaran a todos en el mismo molde. Y habrá quien les diga que están muy bien. Hace falta ser hijo de puta…

Repito que no me meto con el físico de Madonna, y no lo digo por disculparme, que ya ves tú, sino porque es la idea central de lo que leéis. La verdadera cara de Madonna, mujer de sesenta y cuatro años, tendría hoy otro aspecto, y esa cara se ha perdido para siempre. Le fue entregada en ofrenda, con el dinero, a los cirujanos, que devolvían a la dueña legítima de su propia vejez un delirio de eterna juventud. A poco que escarbas en lo superficial afloran las ruinas de nuestra época. Los dientes que verán los antropólogos del futuro.

Si alguien le dijera a Madonna que está muy bien, esa persona sería cruel

Tras todas las intervenciones de bisturí, toxinas, plástico y quién sabe qué otras artes, el resultado es ese engrudo que proporciona rasgos de familia a gente que no se conoce de nada. Todos congelados en ese momento de vida indefinible, que Louis CK dijo que era una nueva edad creada por los cirujanos, entre los 59 y los 60. Un año fantasma, añado, que se estira como la piel tersa de esas caras que solo engañan a su portador.

Si alguien le dijera a Madonna que está muy bien, esa persona sería cruel. Cruel con ella, por apoyar su delirio, y con todos los que envejecen con dignidad. No es cruel, en cambio, quien dignifica las arrugas y las manchas, la piel ajada, envejecida, y para dignificar eso hay que combatir la monstruosidad de jepetos unificados en las fábricas de los cirujanos plásticos. Crueles, entonces, los que dicen "qué guapa".

El alcohólico que pide su primer vino a las nueve de la mañana, y siempre dice que ninguno de sus hijos le habla y que él es una víctima, se engaña a sí mismo. El ludópata que dice que no echa más que unas monedas, que él juega un poco para divertirse y así fulmina sus ahorros, se engaña a sí mismo. Y la vieja gloria del pop que se somete a intervenciones macabras de cirujanos, también se engaña a sí misma.

Foto:  Madonna. (Getty)

Si te paras a pensar un poco, llegas a la conclusión de que es lógico que toda esa gente que se somete a la cirugía plástica se termine pareciendo. Todos se parecían en algo antes de destrozarse la cara. En el miedo. Todos temen al paso del tiempo. Como el capitán Garfio, que era viejo entre los niños eternos y por eso destruía los relojes, esta gente corrompe sus rostros, que son su reloj. Quieren parar el tiempo.

Estos días he leído a gente que dice que Madonna se empodera. Los cojones, se empodera. De las muchas formas de acabar siendo esclavo sin necesidad de amos, la que expresan esas caras inexpresivas quizá sea la más retorcida. Cualquier pánfilo nos contará un día que Dorian Grey se empoderaba.

Foto:  Madonna. (Getty)

Bah, seguro que es para tanto. Pero sospecho que esas caras son el resultado lógico de vivir en una sociedad que esconde a los viejos en residencias instaladas junto a los almacenes de Amazon, bien apartadas de todo; una sociedad que no visita a sus abuelos y tacha todo lo viejo de obsoleto y de caduco; que solo acepta y aplaude a los ancianos, pareciera, cuando salen bailando como chiflados en un vídeo de TikTok. El viejecito viral, haciendo de niño.

Esa cara que le han puesto a Madonna en lugar de la suya me parece, por lo tanto, algo más que una cara: debe ser la pinta que debe tener hoy Occidente. Como los perros con ropa, vaya.

Me voy y os dejo con un brindis: larga vida a la arruga y las manchas, y todos a masacrar cirujanos.

Al cirujano plástico de Madonna habría que colgarlo. Y no me vengáis ahora con que hay buenos cirujanos plásticos que ayudan a personas quemadas o deformes, porque lo sé. A Philipe Laçon, el de Charlie Hebdo, le volaron media cara a balazos los islamistas que entraron a la redacción a imponer la sharía, y fue gracias a un cirujano plástico que hoy puede comer, hablar e incluso salir decente en las entrevistas. Pues no me refiero a esos cirujanos plásticos, claro. No a los que reconstruyen, sino a los que crean. Los estafadores. Los fabricantes de monstruos.

Madonna Trinchera Cultural
El redactor recomienda