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¡Celebrities! Hoy… la cultura de la cancelación no existe
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Juan Soto Ivars

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¡Celebrities! Hoy… la cultura de la cancelación no existe

Equiparar la cultura de la cancelación con la crítica es como decir que los coches de choque y un accidente múltiple en la autopista son fenómenos más o menos parecidos. La crítica es una forma de diálogo

Foto: Joaquín Reyes preguntándose dónde está la cancelación. (EFE/Fernando Sanz)
Joaquín Reyes preguntándose dónde está la cancelación. (EFE/Fernando Sanz)
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Yo soy un camisa vieja de La hora chanante. Los sigo desde el rey de la gamba y mi personaje favorito siempre ha sido Marlo. Con permiso de Miguel Noguera, nadie ha renovado tanto el humor en España desde los tiempos de Faemino y Cansado. Considero además que Joaquín Reyes es un tío con gracia y elocuencia. Y precisamente con gracia y elocuencia dijo una chorrada descomunal en una charla.

Dijo que la cultura de la cancelación no existe y que ahora los humoristas reciben críticas, no como antes. La gente del público aplaudía entusiasmada, los medios reprodujeron sus palabras y el fragmento de vídeo lleva un montón de likes. Tantos como los vídeos de Miguel Bosé diciendo que el covid no existe, porque en redes hay likes disponibles para cualquiera que niegue la existencia de algo evidente.

Primero de todo habría que decirle a Joaquín Reyes que siempre ha habido crítica, es decir, que eso no es nuevo. Puede acudir a la hemeroteca para comprobar que los cómicos siempre la han recibido en la prensa y la taquilla. Lo nuevo son las redes sociales, el ambiente de pánico moral y el enjambre, que toda crítica la convierte en linchamiento y, a veces, en motivo de despido.

Equiparar la cultura de la cancelación con la crítica es como decir que los coches de choque y un accidente múltiple en la autopista son fenómenos más o menos parecidos. La crítica es una forma de diálogo. Al afectado le puede joder más o menos en función de su orgullo y su vanidad, pero ofrece la posibilidad de respuesta. El linchamiento digital, por contra, es la negación del diálogo. Uno puede responder a un ataque, pero no a miles de ellos en pocas horas.

Decía Reyes que los cómicos a veces se ven envueltos en polémicas, pero luego se recuperan y no pasa nada. Esto es un disparate

En medio del linchamiento, uno simplemente sufre de una angustia descrita por psicólogos como asfixiante: la de quedarse solo. Pero la cultura de la cancelación y el linchamiento tampoco son lo mismo: la cancelación puede ser una consecuencia del linchamiento, aunque no siempre ocurra. Para que la cultura de la cancelación haga acto de presencia, es preciso que ese linchamiento resuene en la prensa, que sea sostenido en el tiempo y que destruya el trabajo del afectado.

Decía Reyes que los cómicos a veces se ven envueltos en polémicas, pero luego se recuperan y no pasa nada. Esto es un disparate: la cultura de la cancelación no tiene que suponer la cadena perpetua para el afectado. ¿Recuperarse implica que lo anterior no ha ocurrido y fue una atrocidad? Entonces tampoco existió la caza de brujas en EEUU, porque la mayor parte de sus víctimas recuperaron sus reputaciones.

Foto: La torre de telecomunicaciones de Torrespaña. (Europa Press/Radamés)

Es cierto que hay gente victimista que se considera "cancelada" en cuanto le sueltan cuatro frescas en Twitter, pero el hecho de que Miguel Bosé diga que lo cancelan en El hormiguero no invalida absolutamente nada. Joaquín Reyes tal vez podría mostrar un poco más de interés por cómicos, compañeros suyos, que sí han sido cancelados en España.

Colocar La resistencia como ejemplo de la libertad de la que goza hoy la comedia, como hace a continuación, casi parecía humor involuntario justo cuando el Gobierno ha comprado el programa para RTVE por una millonada. Humor contra el poderoso sufragado por el Gobierno. Si es que parece una idea de Juan Carlos Ortega... Broncano es un tío listo e irreverente, pero cuando Movistar le dijo que nada de chistes de Vox y censuró un monólogo de Iggy Rubin, Broncano eligió dinero. Habrá que ver cuánto se meten con el Gobierno en la nueva etapa.

¡Ahí va, qué chorrazo!

Querido Joaquín, la cultura de la cancelación es un ambiente social donde cualquier cosa que hayas dicho, digas o se te atribuya, o cualquier acusación que se vierta contra ti, con o sin pruebas, supone la pérdida de una fuente de ingresos y el repliegue de tus accesos para lograrlo en el futuro. Cultura de la cancelación es que El País publique sus infames artículos contra Carlos Vermut y esto, sin proceso judicial de por medio ni más sentencia que la sumarísima, sea simultáneo a la condena para el cineasta.

Tampoco significa que la gente cancelada reciba siempre una cadena perpetua, ni que desaparezca del mapa. Por fortuna, hay accesos alternativos a la industria para llegar al público, y la prueba es que Louis CK puede vender sus monólogos en su web después de que una acusación lo cancelase de manera fulminante. Pero no dejan de ser ejemplos de famosos, es decir, de gente con fans. A Joaquín Reyes le puedo contar unos cuantos de ciudadanos más anónimos que lo han perdido todo.

Supongo que habrá leído los panfletos miserables de Lijtmaer y Torné, han tenido resonancia en la cámara de eco de la izquierda de Malasaña

¿Dónde está la cancelación, que no la veo?, se preguntaba cómicamente el cómico, sin darse cuenta de que volvía a caer en la comedia involuntaria: parecía el viejo aquel que no veía la polución en el aire de Madrid o Bosé incapaz de ver los virus de covid. Siguiendo la lógica del "dónde está que yo no lo veo" la tierra perfectamente podría ser plana, porque la curva no es fácil de apreciar.

Si Joaquín Reyes no ve la cancelación solo puede ser por dos razones: por ignorancia o confort ideológico. Supongo que habrá leído los panfletos miserables de Lucía Lijtmaer y Gonzalo Torné, porque han tenido resonancia en la cámara de eco de la izquierda de Malasaña, pero no otros libros repletos de ejemplos de cultura de la cancelación, porque esos autores se leen menos en esos ámbitos.

Un ejemplo elocuente de la existencia de una cultura de la cancelación es Woody Allen, como explicó en su libro Edu Galán: las mismas acusaciones infundadas que en los 90 supusieron titulares sensacionalistas, escándalo y dos investigaciones judiciales, en el nuevo siglo, con la cultura de la cancelación activa, han significado que no pueda volver a rodar en su país. ¿Se comprende así la diferencia?

¿Conoce Joaquín Reyes las investigaciones de Greg Lukianoff y la labor de su organización FIRE? ¿Conoce las historias de cómicos como Jorge Cremades, Patricia Sornosa o David Suárez? ¿Sabrá lo que le pasó a María Frisa y por qué se salvó esta escritora? Durante los últimos diez años, en tres libros e infinidad de artículos de prensa, he recogido muchos casos de personas totalmente desconocidas que lo perdían todo. ¿Dónde están, que no los ve Joaquín Reyes? Pues están fuera del Picnic, fuera de Deforme Semanal y fuera, definitivamente, de La Resistencia.

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Le recomiendo a Joaquín que se estudie la historia de Anónimo García, autor de una denuncia contra el sensacionalismo mediático con el caso de la Manada, que no solo fue condenado penalmente por ello, sino que inmediatamente perdió su puesto de trabajo en Greenpeace y después un montón de posibilidades de vender sus fanzines en ferias del sector, y que hoy, cuatro años después, no ha levantado cabeza.

Sin embargo, la evidencia más palpable de una "cultura de la cancelación" no son los casos concretos, sino el hecho de que, en este ambiente de amenaza, mucha gente se termine callando ciertas cosas para no verse envuelto en la telaraña. Como todo proceso exitoso de censura, el censor se ha ido a vivir a la cabeza de la gente. Entre el público de Joaquín Reyes, estoy convencido, los hay. Y entre los artistas que actuaron en La hora chanante y Muchachada nui, también.

El hecho de que cierta izquierda malasañera y barcelonesa niegue la existencia de la cultura de la cancelación se debe, sencillamente, a que les parece muy bien que todo lo que ellos consideran "facha" o "problemático" desaparezca por completo del discurso público. Quiero decir con esto que entienden la censura y el oprobio como algo positivo y de los nuevos tiempos. Como poner a la gente en su sitio. No hay más que buscar en Google aquella entrevista de Malbert a Rocío Vidal, a cuenta del Xokas.

Pero, claro, ahora que la derecha populista cancela también, es posible que un día terminen notando en sus carnes las consecuencias. O que lo noten en sus carnes devorados por la misma moralidad de izquierdas, como le pasó a Peio H. Riaño, quien también negaba la existencia de la cultura de la cancelación y recibía los likes del gran inquisidor Bob Pop. ¿En qué cenicero andará ahora?

Si ocurre, si les cancelan, aquí estaremos entonces algunos fascistillas que siempre hemos considerado la presunción de inocencia y la libertad de expresión como derechos fundamentales para defender a esta manada de memos de la arbitrariedad que supone perderlo todo (o perder algo) a manos de cualquier horda.

Yo soy un camisa vieja de La hora chanante. Los sigo desde el rey de la gamba y mi personaje favorito siempre ha sido Marlo. Con permiso de Miguel Noguera, nadie ha renovado tanto el humor en España desde los tiempos de Faemino y Cansado. Considero además que Joaquín Reyes es un tío con gracia y elocuencia. Y precisamente con gracia y elocuencia dijo una chorrada descomunal en una charla.

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