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Carmen Domingo: "Hace 30 años podíamos discutir de política y luego ir de cañas. Ahora no"
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ENTREVISTA

Carmen Domingo: "Hace 30 años podíamos discutir de política y luego ir de cañas. Ahora no"

La escritora publica '#Cancelado' (Círculo de Tiza), un ensayo en el que denuncia los peligros que conllevan el pensamiento 'woke' y la cultura de la cancelación

Foto: La escritora Carmen Domingo.
La escritora Carmen Domingo.

Carmen Domingo es de las que han dicho "¡ya está bien!" y ha publicado un libro, #Cancelado (Círculo de Tiza) donde analiza la torsión puritana de la izquierda contemporánea y esa aversión no solo a la libertad creativa, sino a la mera interpretación contextual de los textos de otras épocas, que padecen los abducidos por eso que se ha dado en llamar wokismo.

Domingo, que ha sido de izquierdas toda la vida y ahora mismo ya no sabe ni dónde han puesto el Oeste, se coloca a sí misma como centro de observación de los movimientos tectónico-ideológicos y reclama el viejo gusto de discutir las ideas y poner pensamientos distintos en liza sin riesgo de demonización. Por esto, por darle el gusto de discutir, discuto con ella algunas cosas, sin renunciar al placer de señalar aquellas en las que estamos de acuerdo.

placeholder Portada de '#Cancelado', de Carmen Domingo.
Portada de '#Cancelado', de Carmen Domingo.

PREGUNTA. Lo primero que te quiero preguntar está de actualidad. Lucía Etxebarria tiene que ir a juicio porque "una joven mujer trans" que se llama Marcos Ventura y tiene barba la ha denunciado por decir que ella, ahí, ve un hombre. ¿La expresión de la creencia debe ser permitida?

RESPUESTA. Mira que me suena que Lucía solo preguntó "¿Ahí veis a una mujer?", pero vamos, que el absurdo que nos rodea llega a los extremos de que no puedas llamar hombres a los hombres y a que las mujeres desaparezcamos y seamos seres con vagina. A mí me parece que cada uno puede decir y pensar lo que considere, faltaría más, lo que es realmente alucinante es que la expresión de la creencia esté respaldada por una legislación que, además, es de nuevo cuño, o sea que la ha aprobado este último gobierno de coalición y que, caso de no caer en el dogma eso esté penalizado.

P. Un sargento del ejército, que dice ser una mujer, ha recibido el otro día una sentencia que a mí me parece prevaricación con la ley trans estudiada (¡que la he estudiado!). La jueza dice que ese sargento quiere ventajas reservadas a mujeres y que miente. Pero si lees la ley, eso vendría a ser un prejuicio tránsfobo de la jueza. ¿El sargento miente y quien ha denunciado a Etxebarria no miente?

R. Me da a mí que esto es un poco lo del doble rasero... vamos. Aunque si te soy sincera, lo que quiero pensar es que los jueces buscarán resquicios a la sensatez —quién sabe si la sentencia del sargento va por ahí—, o, en su defecto agarrarse a partes que estén mal redactadas en la ley —ya sabemos que es algo bastante habitual en las leyes que salen del Ministerio de Igualdad, lo de las mala redacciones, digo—.

El absurdo que nos rodea llega a los extremos de que no puedas llamar hombres a los hombres y a que las mujeres desaparezcamos

P. Ya, lo que me llama la atención es que, según esa ley, a Etxebarria se la puede condenar por decir lo mismo que un juez, como en este caso. Por decir: no te creo. No es solo doble rasero, es que vivimos en el vapor posmoderno, como señalas en tu libro.

R. Desde luego, y si no te sumas al carro te denuncian y aunque esa denuncia no acabe llegando a algún sitio consiguen que mucha gente se calle. No solo por la pasta que supone asumir una denuncia, que también, sino por el escarnio social en el que te meten. Dicho de otro modo, por momentos una tiene la sensación de que defender la libertad de expresión penaliza y, lo que es peor, asusta.

P. En EEUU, un joven alumno fue expedientado o expulsado por citar versículos de la Biblia en contra del aborto o la homosexualidad, no recuerdo. De nuevo, una persecución de la creencia.

R. Ignoraba que en la Biblia se tocaban esos temas, si te soy sincera, pero vamos, que no te preocupes que cualquier despropósito que surja más allá del Atlántico lo vamos a comprar como bueno tarde o temprano. De todos modos te diré que aquí es más fácil que te pongan una denuncia por odio si, como Najat, defiendes la laicidad frente a la opresión del machismo islámico (te tachan de islamófobo a la primera de cambio), que si te da por cuestionar si una mujer puede quedarse embarazada de una paloma (reirse de lo católico, como sabrás, mola).

P. Si yo dijera que no creo que la visión de la violencia de género o de las brechas de género que manejamos en España sea correcta, ¿debería ser amonestado por ello por la multitud?

R. Si tú tuvieras argumentos que demostraran eso que dices no veo el motivo para ser amonestado, la verdad. Lo que me temo es que a veces, no sé si en el caso que comentas, los datos, las visiones no son todo lo rigurosas que debieran.

Alguien ha creído que tratar de conseguir que la población dé por buenos todos los pensamientos defendidos por un grupo es buena idea

P. Lo digo porque la cultura de la cancelación gira, como se ve en tu libro, en torno a pequeñas taifa de pensamiento que quiere ser único, a ortodoxias. Yo pienso que el feminismo de corte identitario, en España, es la ortodoxia más implantada. Y he tenido la impresión de que no estarías de acuerdo, así que quiero escucharte.

R. Lo de esta tendencia identitaria de nuevo cuño a la defensa, implantación casi sería más exacto, del pensamiento único es algo que, te confieso, creía superado tras los totalitarismos del siglo pasado. Una pensaba que habíamos aprendido hacia dónde nos llevaban y no, parece que ha sido todo lo contrario. Alguien ha creído que tratar de conseguir que la población no razone y dé por buenos todos los pensamientos defendidos por un grupo es buena idea. Pero claro, siempre hay díscolos o díscolas y la fórmula que se han inventado para que esos disidentes dejen de molestar es la cultura de la cancelación. "Qué mejor que tratar de matar socialmente a alguien que no piensa igual que yo, porque yo tengo la razón", se preguntan y se juntan en Twitter como quien va de cañas con los amigos y planean a quién atacar.

P. ¿Quiénes?

R. Por momentos creo que son gente con mucho tiempo libre y poca cabeza, y ponen a parir a alguien por lo que sea, porque dice que un gato es un gato o que un niño es un niño hasta que tiene que callarse. Lo que pasa es que, ironías a parte, el peligo es que en muchos casos están dirigidos, o son fieles seguidores de deteminadas personas o partidos —te diría que es algo que abunda más en esta izquierda líquida que tenemos en nuestro país— y justo ahí, en este sector es en el que priman las identidades sentidas frente al razonamiento y, claro está, el género frente al sexo y, como dices, es donde anida el feminismo de corte identitario que se ha puesto de moda. De pronto una no es lo que es, una mujer con sus cromosomas que la diferencian del hombre, sino que es lo que se siente. Y ahí es donde radica el mal, sí, el mal, como si del demonio se tratara. En el momento en que los sentimientos han pasado por delante de las realidades ha empezado la locura y ha llegado al cénit al hacer de eso ley.

placeholder Carmen Domingo, con un ejemplar de '#Cancelado', su nuevo libro.
Carmen Domingo, con un ejemplar de '#Cancelado', su nuevo libro.

P. Una crítica que me hacen a mí por escribir de estas cosas que escribes tú es que ya decir que existe la cultura de la cancelación es un poco como ser facha.

R. "Estas cosas que escribo yo", casi me hace gracia. Por supuesto que existe la cultura de la cancelación, no solo existe sino que mi gran dilema, te diría que incluso mi gran decepción, es que, acostumbrada a que la practique la derecha (desde la inquisición, hasta la censura franquista que aplicaba Camilo José Cela) ahora se ha puesto de moda, y no veas lo que gusta practicarla desde la izquierda.

P. Bueno, en EEUU, que es nuestra musa por desgracia, ya estamos viendo que la derecha se pone las pilas con la guerra cultural, y por tanto con la censura. Libros gais retirados de bibliotecas, artistas cancelados por obscenidad, por blasfemia... Aquí Vox tiene de quién aprender.

R. Mira, la derecha hace lo que ha hecho toda la vida, censurar, prohibir, cancelar... Lo novedoso no es que lo hagan ellos, lo novedoso es que lo haga la izquierda. Y si nos parece horrible, porque lo es, que prohíban libros de la comunidad LGB en los estados republicanos, me dirás tú a mí cómo es que no nos parece igual de horrible que se trate de prohibir la lectura de libros de JK Rowling o de Amelia Valcárcel. Que exista esta doble vara de medir, qué malos ellos, qué buenos nosotros, y, sobre todo, que solo nos parezca mal una de las dos conductas, eso sí es preocupante.

P. Cuando dices que la izquierda no censuraba, entiendo, es porque te refieres a España y la segunda mitad del siglo XX, ¿no? A lo que ha vivido tu generación, con una izquierda deseosa de traer libertad. Lo digo porque el comunismo ha sido una máquina de censura allá donde ha reinado...

R. Efectivamente, yo me remito a la España contemporánea, acostumbrada a ser censurada y cancelada por la derecha, el franquismo, la iglesia... A veces me pregunto cómo a esa izquierda un par de generaciones anteriores a mí, y hasta a los supuestos herederos ideológicos ya más cercanos en edad, no se le cae la cara de vergüenza sumándose a esos planteamientos que antes habría criticado sin dudarlo.

Cómo es que no nos parece igual de horrible que se trate de prohibir la lectura de libros de JK Rowling o de Amelia Valcárcel

P. Incidiendo sobre lo anterior, y aquella izquierda con la que tu generación se identifica, ¿cómo respondes a la gran pregunta? ¿Somos más o menos libres ahora que hace 30 años?

R. Pues, tristemente, te diría que mucho menos libres en muchas cosas. Suena exagerado, si quieres, pero yo hace 20 o 30 años podía decir sin problemas lo que pensaba, discutir, dialogar con los que no pensaban como yo y luego irme de cañas con ellos. Ahora eso me parece imposible, es más, ahora hay temas de los que ni se me ocurre hablar en grupos en los que no conozco a todo el mundo.

P. ¿Qué diferencia hay entre la crítica y la cancelación, para ti?

R. Muchísima. Con la crítica tú asumes que lo que sea, una obra de teatro, un artículo o una película, sigue su curso entre el público, a pesar de que no te guste. Mientras que con la cancelación lo que tratas es de matar el producto que sea, y, si puedes, también al autor del mismo.

P. Pero a veces son muchos individuos haciendo una crítica igual, de forma gregaria, los que desencadenan una cancelación sin pedir expresamente que ocurra. Es algo que a mí me discutieron con mi primer libro sobre la temática, y que creo que tiene su punto. Como si una parte de la cultura de la cancelación fuera consecuencia, precisamente, del aumento en la libertad de expresión, y por tanto de la libertad para criticar de forma gregaria algo.

R. Te diría que, en general no es una crítica, porque no suele llevar aparejado un argumento del porqué te parece mal, un poco como de críos. Y ellos saben perfectamente que no se trata de un acto que forma parte de la libertad de expresión, aunque lo enmascaran con eso, porque, detrás está siempre aquello de la superioridad moral, que es otra de las barbaridades que utilizan como argumento para defender su ataque y cancelación.

Hace 20 o 30 años podía decir lo que pensaba, dialogar con los que no pensaban como yo e ir de cañas con ellos. Ahora me parece imposible

P. Muñoz Molina decía recientemente en la radio que hay gente que parece que haya nacido para pedirle cuentas a otros. Es algo que se ve en el 100% de las polémicas de la cancelación. ¿Sabrías hacer un retrato robot del individuo con espíritu cancelador?

R. Pues mira te diría que es joven (la juventud se extiende ahora hasta casi pasado los 40 como bien sabes), se mueve en redes sociales, conoce o medio conoce a algún mediático perteneciente a esta izquierda líquida que tenemos en España, o está cercano a un partido de izquierdas y se le llena la boca defendiendo la libertad de expresión, casi al mismo tiempo que defiende con uñas y dientes quemar libros de Amelia Valcárcel o que JK Rowling no asista a la premiere de la serie televisiva de sus novelas.

P. Con esto que dices tengo mi única crítica a tu enfoque: pienso que hasta que los queer no la han tomado con las feministas radicales, muchas mujeres con muchas lecturas, como tú misma, no se han posicionado contra la censura. Y hace unos años, en el momento MeToo, se estaban justificando cancelaciones a punta pala, no solo de autores relacionados con denuncias públicas.

R. Pues, sin darte la razón del todo, te diré que ese reproche puede ser en parte cierto. Quizá lo de cuando las barbas de tu vecino veas pelar... ha funcionado, pues bienvenida será la reflexión. Es cierto que a veces si una no está en el meollo no se da cuenta, o da por buenas cosas así sin reflexionar del todo, solo porque "las dicen los míos", y ahora ya no. Casi te diría porque ni sé si existen los míos.

P. Supongo que tener problemas parecidos alimenta la empatía entre gente que piensa distinto. Cuando oí a Amelia Valcárcel y Alicia Miyares hacer una reflexión sobre el error que había sido demonizar durante décadas algunos enfoques de la psicología evolutiva, pensé: ¡bueno, ahora nos entendemos un poco más!

R. Claro, es que está bien asumir errores, darnos cuenta de que quizá, sin pensar, a veces nos sumamos a corrientes sobre las que, una vez hemos reflexionado, nunca deberíamos haber apoyado. Te advierto que una de las grandezas de la libertad de expresión consiste en que a fuerza de hablar con todo el mundo, escuchar todas las opiniones, quizás una puede darse cuenta que no estaba en el lado correcto del pensamiento y cambiar de planteamiento algo que parece difícil que suceda si no podemos dialogar con libertad.

Carmen Domingo es de las que han dicho "¡ya está bien!" y ha publicado un libro, #Cancelado (Círculo de Tiza) donde analiza la torsión puritana de la izquierda contemporánea y esa aversión no solo a la libertad creativa, sino a la mera interpretación contextual de los textos de otras épocas, que padecen los abducidos por eso que se ha dado en llamar wokismo.

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