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Por qué Ermonela Jaho es la voz más humana
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Por qué Ermonela Jaho es la voz más humana

La sublime soprano albanesa vuelve al Teatro Real como artífice de un monólogo de Poulenc donde expone toda su credibilidad artística y 'pathos' teatral

Foto: 'La voz humana' estará en el Teatro Real del 18 al 24 de marzo.
'La voz humana' estará en el Teatro Real del 18 al 24 de marzo.

Ermonela Jaho (Tirana, 1974) ha convertido el umbral de los 50 años —los cumple en julio— para iniciarse en el monólogo de La voz humana. El texto original es de Cocteau (1930). Francis Poulenc escribió la música treinta años después. Y alude al relato depresivo de una mujer desengañada que decide suicidarse después de una larga conversación telefónica.

Nunca había cantado antes esta ópera la soprano albanesa, pero se ha suicidado muchas veces. Bien lo recuerdan los espectadores que la han escuchado inmolarse como Cio Cio San en el templo del Teatro Real. Puede que sea Butterfly una ópera capital en la ejecutoria de Jaho. La más idónea vocalmente. Y la más propicia al pathos de Puccini, aunque la carrera de la antidiva no se explica sin la revelación de La traviata.

Tenía 14 años cuando la presenció en Tirana. Se la escuchó a una formidable soprano turca cuyo nombre no alcanza a rememorar. Sí recuerda que el resto de los intérpretes cantaban en albanés, aunque la transgresión lingüística a la ópera de Verdi no malogró aquella Epifanía.

Supo entonces que sería cantante de ópera. Y que Violetta Valéry se convertiría en su mejor expresión artística, aunque puede que la premonición haya sobrepasado todas las expectativas. Ermonela ha cantado La traviata en 310 ocasiones. Y la ha paseado por los mejores teatros del planeta. Incluidos el Met, el Covent Garden, la Ópera de Viena y el Teatro Real, cuyo público llegó a sospechar que la Jaho se moría de verdad en el último acto.

Sucedía igual en las funciones decimonónicas de Adelina Patti. Se cuenta que el propio George Bernard Shaw, espectador de La traviata en Londres, le arrojó al escenario su bastón para que pudiera levantarse.

Ocurre con Ermonela Jaho cada vez que se ensimisma en un drama fatal y fatalista. Tanto se identifica con el papel y lo siente que resulta muy difícil disociar la realidad de la ficción. Cuestión de entrega, de implicación, precisamente porque la credibilidad escénica y musical de la soprano tiranesa se explica en los puntos de contacto de la persona y el personaje.

Tanto se identifica con el papel y lo siente que resulta muy difícil disociar la realidad de la ficción. Cuestión de entrega

Ha sufrido mucho Ermonela Jaho sin por ello haberse significado en el victimismo. Nació bajo la delirante dictadura comunista de Enver Hoxha (1908-1985). Y emigró a Italia cuando la crisis económica de Albania sacudió las expectativas democráticas. La soprano ha pasado hambre. Ha sufrido la discriminación, aunque unos y otros obstáculos redundan en su fortaleza y la sensibilidad a contracorriente de los divos especulativos.

Decía Alfredo Kraus que un profesional de la ópera no debe cantar con el capital de la voz, sino con los intereses. Puede explicarse así mejor la longevidad del mito canario, pero también reflejarse la frialdad y la distancia que identifica a los seguidores de la doctrina conservadora.

Ermonela Jaho representa el caso contrario. No se guarda nada sobre el escenario. Ni siquiera se contiene en los ensayos. El teatro representa una experiencia extrema, un territorio de excepción cuyas reglas no admiten emplearse a medio gas. No es ella una cantante de disco ni una construcción comercial, sino un animal de teatro. Hay que verla.

placeholder La cantante Ermonela Jaho, durante la presentación de la producción de la ópera 'Madama Butterfly'. (EFE/Marta Pérez)
La cantante Ermonela Jaho, durante la presentación de la producción de la ópera 'Madama Butterfly'. (EFE/Marta Pérez)

Se explica así mejor el interés de las funciones de La voz humana que se han programado entre este domingo y el 28 de marzo. El monólogo involucra a Ermonela Jaho en la soledad del escenario, aunque el talento dramatúrgico de Christof Loy predispone la cualificación del acontecimiento. Pocos directores de escena saben explorar mejor el trabajo de actores. Y de actrices, pues el espectáculo del Teatro Real aloja un “entremés” de Rossy de Palma que alude a los poemas más sombríos de Oscar Wilde y que sirve de premonición fatalista a la segunda parte de La espera.

No se guarda nada sobre el escenario. Ni siquiera se contiene en los ensayos

Es la traducción española del Erwartung (1909) de Schoenberg. No la interpreta Ermonela Jaho, sino la soprano sueca Malin Bystrom. Y abunda en la programación “arriesgada” que el Teatro Real ha remarcado con valentía y buen criterio esta temporada. Nunca habíamos escuchado el Lear de Reimann ni La pasajera de Weinberg. Nunca se había representado La voz humana. Y nunca se había escenificado “La espera”, aunque la soprano estadounidense Deborah Polaski llevó a cabo una versión de concierto. Dirigía la orquesta Sylvain Cambreling. Ahora lo hace Jérémie Rohrer, un especialista en el barroco y en el periodo clásico a quien no asusta mezclarse con los genes de Schoenberg ni de Poulenc.

La voz humana es un monólogo teatral de Jean Cocteau cuya esencia narrativa reflexiona sobre el amor —y el desamor— como si fuera una enfermedad incapacitante y letal. Almodóvar la convirtió en un estético y gélido metrometraje a la medida de Tilda Swinton (2020), mientras que Ermonela Jaho no solo va a transformarla en una catarsis, sino en el predicado que la identifica en las entrañas: la voz más humana.

Ermonela Jaho (Tirana, 1974) ha convertido el umbral de los 50 años —los cumple en julio— para iniciarse en el monólogo de La voz humana. El texto original es de Cocteau (1930). Francis Poulenc escribió la música treinta años después. Y alude al relato depresivo de una mujer desengañada que decide suicidarse después de una larga conversación telefónica.

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