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"La responsabilidad última de que funcionen mal las cosas es nuestra, de cada ciudadano"
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ENTREVISTA

"La responsabilidad última de que funcionen mal las cosas es nuestra, de cada ciudadano"

En su nuevo ensayo, Rodrigo Tena reconstruye la idea de la responsabilidad personal a lo largo de la historia y sostiene que, en nuestro tiempo, hemos renunciado a asumirla

Foto: Rodrigo Tena, notario y autor del ensayo 'Huida de la responsabilidad'. (Cedida)
Rodrigo Tena, notario y autor del ensayo 'Huida de la responsabilidad'. (Cedida)

Rodrigo Tena es un notario que ha tenido una larga y relevante implicación en la vida pública. Ha apoyado proyectos políticos de carácter centrista, es uno de los miembros más destacados de la Fundación Hay Derecho, que defiende el Estado de derecho y la neutralidad de las instituciones, y ha sido coautor de algunos libros que abogan por la reforma de las administraciones públicas y la política, como Contra el capitalismo clientelar (Península, 2017).

Ahora, acaba de publicar su libro más profundo y personal, Huida de la responsabilidad. Qué ocurre cuando delegamos en el sistema tanto las responsabilidades colectivas como las individuales (Deusto). A medio camino entre la filosofía y el derecho, el libro reconstruye la idea de la responsabilidad personal a lo largo de la historia y sostiene que, en nuestro tiempo, hemos renunciado por completo a asumirla. Tanto la izquierda como la derecha, el conjunto del sistema capitalista, dice, han creado un marco en el que siempre podemos echarle la culpa a otro y, cuando las cosas van mal, afirmar que la responsabilidad no es nuestra, sino del sistema. Tena es un hombre ponderado, de lenguaje prudente, que recurre a citas eruditas y matices jurídicos, pero su libro es demoledor con algunos pilares básicos de nuestro orden, desde el sistema financiero hasta la democracia de partidos.

PREGUNTA. Usted sostiene que con la llegada de la modernidad y el capitalismo, hemos delegado la responsabilidad individual en nuestro sistema político y económico. Si pensamos que toda la responsabilidad es del sistema y de sus fallos potenciales, no tenemos que esforzarnos por ser virtuosos.

RESPUESTA. Algo fundamental, que los griegos clásicos tenían muy claro, es que la vida te coloca continuamente en situaciones de riesgo cuyo precio, tengas culpa o no, vas a tener que acabar pagando. Eso se ve constantemente en la tragedia griega. La vida te pone delante dos opciones. Puedes escoger A o B. Elijas lo que elijas, tú eres el responsable. Pero, a diferencia de lo que sucedía en el mundo de la Grecia clásica, nosotros hemos huido de la responsabilidad.

P. Usted cita un ejemplo de Aristóteles. Él dice que si un capitán decide tirar la carga de su barco en mitad de una tormenta para evitar el naufragio, la responsabilidad es del capitán, no de la tormenta. Ahora, para nosotros, eso es difícil de asumir. Siempre pensamos que la responsabilidad última es de otros. En este caso, por ejemplo, del hombre del tiempo, o del armador del barco, o de la empresa para la que trabaja el capitán.

R. Exacto. Pero es una forma de engañarte a ti mismo. Y un poco injusta con los demás. Porque, al final, la responsabilidad es como la energía: no se crea ni se destruye, sino que se transforma. No desaparece porque tú no quieras asumirla. Si no la asumes tú la terminará asumiendo otro, y normalmente de manera más injusta. Todo el mundo huye de la responsabilidad, pero esta no se cancela, sino que, como tenían muy claro los griegos, acaba alcanzando a alguien.

P. Usted dice que, tras un periodo en que se asoció la responsabilidad a las creencias religiosas, al final, en nuestra época, la vara de medir que adoptamos es el dinero. De alguna manera, como las nociones de responsabilidad o de justicia son enormemente complejas, aceptamos una mentalidad según la cual, si estoy ganando dinero con mis negocios, es señal de que lo estoy haciendo bien.

R. Blair Ryan, que fue director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional, decía que un financiero no puede saber si está haciendo algo beneficioso para el mundo. No ve los efectos materiales de sus decisiones. El único criterio que tiene es si está ganando dinero o no. Si lo gana, se supone que es porque está invirtiendo en las empresas adecuadas. Estas, a su vez, estarán creando riqueza. Y si están creando riqueza es porque los consumidores consumen sus productos. Es el único indicador para saber si se están haciendo las cosas bien. Ahora lo hemos secularizado, pero parte de la noción protestante del dinero como un indicador de que estás cumpliendo tu responsabilidad.

placeholder Portada de 'Huida de la responsabilidad', de Rodrigo Tena.
Portada de 'Huida de la responsabilidad', de Rodrigo Tena.

P. Una de las razones por las que, según explica en el libro, huimos de las responsabilidades es que el mundo se ha vuelto tan complejo que no podemos responsabilizarnos de las consecuencias a largo plazo de nuestros actos. Simplemente, no las entendemos. O son demasiado lejanas.

R. Hay un ejemplo que me gusta mucho en la película Mary Poppins. El pequeño Michael Banks va con una monedita de dos peniques al banco porque su padre le dice que hay que aprender a ser responsable desde niño. Él, con su monedita, querría comprar comida para las palomas, pero le hacen ver que para ser responsable hay que invertir. Cuando llega al banco, el presidente y los directivos de este le cantan una canción que dice: mira, tú danos el dinero, confía en nosotros, y nosotros lo dedicaremos a construir ferrocarriles en África o a comerciar con barcos que cruzan el Atlántico. El niño dice que no ve tan clara esa conexión entre su moneda de dos peniques y un ferrocarril en África. ¿Qué responsabilidad puede tener él en todo eso? De modo que decide llevarse su moneda. Y eso genera un pánico bancario, en el que todos los inversores quieren llevarse su dinero. Es una crítica muy inteligente al capitalismo, y es curioso que siempre sean los capitalistas, como en este caso Walt Disney, quienes mejor critican el capitalismo. El sistema te dice: tu responsabilidad consiste en invertir el dinero y en confiar en el banco. Confía en eso y no solo te enriquecerás, sino que serás un tío estupendo y además harás grandes cosas en beneficio del mundo. Esa es tu única responsabilidad.

P. Y si algo va mal…

R. Si algo va mal, la culpa es del sistema, del diseño institucional. Quizás habrá que cambiar las normas y los incentivos, pero la responsabilidad no es del individuo.

"Un político debería asumir su responsabilidad, incluso de efectos no conectados con su gestión, pero que están en su ámbito de actividad"

P. Inevitablemente, lleva su análisis de la huida de la responsabilidad al caso de los políticos. Considera que ellos también intentan rehuirla a toda costa.

R. Claro, su forma de ver la responsabilidad está totalmente pervertida. Al final se ha reducido a la responsabilidad penal, como vemos todos los días en las noticias: si no le imputan, piensa el político, es que no tiene ninguna responsabilidad. Pero eso no tiene nada que ver con la verdadera responsabilidad de un político, que debería asumir incluso los efectos que no están conectados con su voluntad o con su gestión, pero que están en su ámbito de actividad.

P. Si no le imputan, y además vuelve a ganar las elecciones, es que no es responsable de nada.

R. Eso es. Los votos son una especie de bautismo, te lavan todos los pecados. Vuelves a empezar totalmente puro, sin tener que responder absolutamente por nada.

"Cuando hay un huracán en el Caribe, los turistas españoles afirman que el Estado debe sacarles de ahí. Oiga, ¡que el que ha querido ir es usted!"

P. Y a ojos del ciudadano, es probable que la culpa no sea del político que tanto le gusta, sino del sistema.

R. Claro. Yo estoy convencido de que la responsabilidad última del mal funcionamiento de las cosas es nuestra, individual, de cada ciudadano. Pero si te quieres eximir de responsabilidad cuentas con un recurso fácil, sobre todo en los países de tradición cultural católica: puedes echarle la culpa de todo al Estado. Muchas veces, tal vez no la culpa, pero la responsabilidad de arreglar el asunto, sí es tuya. Cuando hay un huracán en un país del Caribe, enseguida todos los turistas españoles protestan y afirman que el Estado tiene la obligación inmediata de sacarles de ahí con todos los gastos pagados. Oiga, ¡que el que ha querido irse al Caribe es usted!

P. Usted es jurista. Y es interesante ver en el libro lo difícil que es traducir todas estas cuestiones más bien filosóficas en un código civil o un código penal. ¿Cómo convertimos esas ideas en las reglas con las que nos gobernamos?

R. Hay muchos casos que reflejan esa dificultad. En el libro cuento el ejemplo de la película Mánchester frente al mar, en el que un padre provoca por descuido el incendio de su casa en el que mueren sus hijos. Para su sorpresa, después de interrogarle, la policía le deja libre porque, le dicen, olvidarse de colocar la rejilla de la chimenea no puede ser un delito. Otro ejemplo de la vida real, que vemos con frecuencia, es el de los padres que se olvidan a sus hijos en el coche bajo el sol y estos acaban muriendo. Eso no lo castigamos. No hay nada que restaurar, no se puede disuadir de nada, porque es evidente que a nadie le pasará eso dos veces.

P. Esa gente ya lleva una tragedia griega encima. Es responsable, pero quizá no necesita más castigo que el de su conciencia.

R. Eso es. La vida es muy jorobada.

P. Al final del libro incluye algunas recomendaciones para que los ciudadanos recuperemos nuestras responsabilidades individuales. Son nociones clásicas: ser capaces de escuchar la verdad, de decírsela al poderoso y de decírnosla a nosotros mismos. Participar en lo público y tomarnos la ciudadanía casi como un oficio en sí mismo. Defender la calidad de las instituciones.

R. La conclusión del libro es que no siempre puedes echarle la culpa a los demás, no debes huir de la responsabilidad. El objetivo es buscar la manera de mejorar poco a poco. Aristóteles decía que no se sabe distinguir el bien del mal por intuición. No se sabe. Pero si a lo largo de la vida se aplican unos hábitos determinados, de reflexión, de razón, se puede ser fiel a ese objetivo. Uno puede habituarse a seguir un camino cada vez más responsable. Pero debemos reconocer que la vida, aunque tiene muchos momentos buenos, es trágica. Se trata de elegir, y todo tiene consecuencias y responsabilidades. Pero la tragedia te dignifica.

Rodrigo Tena es un notario que ha tenido una larga y relevante implicación en la vida pública. Ha apoyado proyectos políticos de carácter centrista, es uno de los miembros más destacados de la Fundación Hay Derecho, que defiende el Estado de derecho y la neutralidad de las instituciones, y ha sido coautor de algunos libros que abogan por la reforma de las administraciones públicas y la política, como Contra el capitalismo clientelar (Península, 2017).

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