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'Manchester frente al mar', el dramón del año
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'Manchester frente al mar', el dramón del año

La película de Kenneth Lonergan está nominada a seis Oscar

Foto: Cassey Affleck protagoniza 'Manchester frente al mar'.
Cassey Affleck protagoniza 'Manchester frente al mar'.

En el corazón de 'Manchester frente al mar' hay una herida tan brutal que ningún artículo o crítica debería desvelarla: toda su estructura narrativa exige que esperemos a descubrir de qué se trata. En otras palabras, la secuencia central de la tercera película de Kenneth Lonergan, nominada a seis Oscar, contiene un 'flashback' que te deja, literalmente, hecho trizas. También, por imposible que parezca, contiene un golpe maestro de 'slapstick', protagonizado por unos paramédicos que manejan torpemente una camilla. Milagrosamente, el impacto del chiste no amortigua el del mazazo.

Todo lo contrario. Los momentos de humor de 'Manchester frente al mar', que son muchos, no son protagonizados por gente que rehúye el dolor y ríe por no llorar. Son las consecuencias naturales del trauma, el modo que los personajes tienen de lidiar con traumas que no desaparecerán. Quizá lograrán domesticar el dolor y la culpa hasta cierto punto, pero durante el tiempo que vivan serán heridas abiertas andantes y hablantes.

Tráiler de 'Manchester frente al mar'

Para hacernos entender eso, Lonergan retrata a Lee (Casey Affleck), un conserje que al principio de la película deambula a través de una existencia sacando la basura de otras personas y arreglando sus retretes atascados. La película pasa mucho tiempo estableciendo esa gris cotidianidad para adentrarnos del todo en su mundo antes de enfrentarlo a una noticia terrible: su hermano Joe ha muerto. Nada más llegar a la ciudad del título, Lee es golpeado con otro revés: en su testamento, Joe pide que Lee se convierta en el padre adoptivo de Patrick, su hijo de 16 años. Es una responsabilidad que Lee quiere evitar porque, en realidad, todo cuanto quiere es huir de nuevo, porque quedarse en Manchester solo sirve para echar paletadas de sal en la herida.

Vivir para sufrir

Los recuerdos de Lee van apareciendo en pantalla de forma repentina, como lo hacen en la vida real. Esos azotes de memoria explican por qué todo el mundo habla a espaldas de Lee en la ciudad, por qué su matrimonio con Randi (Michelle Williams) se vino abajo y por qué, tras intentar suicidarse, concibe su vida como una reclusión a perpetuidad. Si no puede desaparecer por completo, al menos vivirá únicamente para sufrir.

A 'Manchester frente al mar' no le hace falta hundirnos en la miseria durante un par de horas para quedársenos impresa a fuego en la memoria

Lonergan no nos lo pone fácil para empatizar con un personaje que no puede (o no quiere) articular sus sentimientos y es proclive a actuar de forma impulsiva y hasta irracional. Poco a poco, en todo caso, rasgos de calidez, o de angustia, o de sarcasmo, se filtran por las grietas de su armadura emocional. Bajo su piel, Casey Affleck ofrece el tipo de interpretación que no necesita llamar la atención sobre sí misma para dejar nuestras defensas para el arrastre.

placeholder 'Manchester frente al mar'.
'Manchester frente al mar'.

La pérdida y el dolor son asuntos de los que Lonergan ya trató en sus dos películas previas como director, 'Puedes contar conmigo' (2000) y 'Margaret' (2011), de forma distinta en cada una de ellas. 'Manchester frente al mar', en concreto, habla de la necesidad de normalidad en circunstancias del todo anómalas. La narración en buena medida está vehiculada por el extraño proceso administrativo que la gestión de la muerte de un ser querido conlleva, y en concreto señala la grotesca incongruencia entre los dictados de la pena y los indiferentes pormenores de la vida diaria. La idea de cualquier forma de rutina es absurda, y detectar ese absurdo con apabullante precisión es uno de los motores de esta película.

Pero no el único: contiene tal abundancia de emociones e ideas que, si nos las dieran para comer, después necesitaríamos siesta. 'Manchester frente al mar' es también una historia sobre lo difícil que es perdonar, no solo a los demás por hacernos daño sino también a nosotros mismos por hacerlo; sobre lo que significa ser padre, biológico o improvisado; y sobre lo importante que es tener a alguien al lado incluso cuando más queremos estar solos. Su grandeza radica en la emotividad nada sensiblera que Lonergan derrocha al hacerlo, en su habilidad esquivando las opciones dramáticas más obviamente catárticas y su desinterés por hacernos perder la compostura y poner las mangas del jersey perdidas de mocos. En todo caso, a 'Manchester frente al mar' no le hace falta hundirnos en la miseria durante un par de horas para quedársenos impresa a fuego en la memoria.

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En el corazón de 'Manchester frente al mar' hay una herida tan brutal que ningún artículo o crítica debería desvelarla: toda su estructura narrativa exige que esperemos a descubrir de qué se trata. En otras palabras, la secuencia central de la tercera película de Kenneth Lonergan, nominada a seis Oscar, contiene un 'flashback' que te deja, literalmente, hecho trizas. También, por imposible que parezca, contiene un golpe maestro de 'slapstick', protagonizado por unos paramédicos que manejan torpemente una camilla. Milagrosamente, el impacto del chiste no amortigua el del mazazo.

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