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Por qué no puedes perderte el 'Lear' de Reimann en el Real
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Por qué no puedes perderte el 'Lear' de Reimann en el Real

Recala en Madrid la feroz y expresionista ópera del compositor germano medio siglo después de su estreno y con los medios imponentes de Calixto Bieito (dirección escénica), Asher Fisch (dirección musical) y Bo Skovhus, barítono protagonista

Foto:  El barítono danés Bo Skovhus, en una escena de 'Lear'. (Elisa Haberer)
El barítono danés Bo Skovhus, en una escena de 'Lear'. (Elisa Haberer)

Tiene sentido mencionar a Martin Amis no por la actualidad cinematográfica de La zona de interés, sino porque el difunto novelista británico clasificaba a los escritores en dos categorías: los que te reciben en su casa con calor, amabilidad y hasta cariño —pongamos por caso Stendhal— y quienes lo hacen con hostilidad y maltrato. Se refería Martin Amis a Joyce, pero tanto vale la etiqueta para definir la animadversión, la actitud abrupta, la violencia con que nos recibe Aribert Reimann en su adaptación operística de El rey Lear.

Nunca se ha representado en España pese a haber transcurrido ya casi medio siglo desde el estreno (1978). Y no es fácil que la experiencia se repita en el futuro. Por eso urge acudir al Teatro Real desde este viernes hasta el 7 de febrero. Lear es una experiencia radical y un acontecimiento cultural que exige esfuerzo y atención a cambio de una extrema recompensa.

La obra

La primera razón para no perderse Lear estriba en el interés mismo y absoluto de la ópera. Empezando por la felicísima adaptación de un libreto de Claus Hennberg que se articula en epigramas y que aloja toda la ferocidad de la obra de Shakespeare. Las palabras adquieren una impactante resonancia en el foso, como si hubiera una relación orgánica entre el verbo y su expresión sonora, incluido el estruendo de las onomatopeyas.

'Lear' es una experiencia radical y un acontecimiento cultural que exige esfuerzo y atención a cambio de una extrema recompensa

Es Lear una ópera abrupta, hostil, que desgarra la tonalidad y que se identifica en la intensidad de un poderoso lenguaje expresionista. La vanguardia cohabita con los arcaísmos. Y la brutalidad de la música se concede pasajes de inspirado lirismo, aunque Lear es una ópera despiadada y estremecedora que no puede cantarse en la ducha.

Calixto Bieito

Ha adquirido el don de la ubicuidad el director de escena burgalés. Acaba de recuperarse en el Liceu su fabuloso montaje de Carmen y regresa Bieito al Teatro Real después de haber consumado el hito escénico de El ángel de fuego (Prokofiev). Está a la altura de sus mejores montajes este espectáculo pavoroso de Lear. Lo estrenó en La Ópera de París (2016), recaló después en el Maggio Musicale de Florencia (2020) y llega a Madrid provisto de toda su exuberancia expresionista. Un viaje desde la claustrofobia hacia la desolación que identifica a Lear en una suerte de imaginería cristiana. Como si fuera un via crucis. Y como si el amor filial de Cordelia predispusiera la escena escandalosa de la pietà.

placeholder 'Lear', en la Ópera Nacional de París. (Elisa Haberer)
'Lear', en la Ópera Nacional de París. (Elisa Haberer)

Bieito vuelve a demostrarnos la audacia, la clarividencia con que extrapola la música a la escena. Un proceso más intuitivo que intelectual. Y un itinerario de cabos sueltos que incita la participación del espectador, aunque la factura estética del espectáculo es imponente, apabullante.

Bo Skovhus

El barítono danés responde de una ejecutoria versátil y de una musicalidad ejemplar, pero acaso Lear sea el papel de su vida, sin menoscabo de su Don Giovanni o de su Wozzeck. El grado de identificación con el personaje de Reimann y de Shakespeare conduce a una interpretación descomunal, tanto en los méritos puramente canoros —el color, la declamación, la personalidad— como en la cualificación actoral. Bo Skovhus es Lear mismo.

Lear es el papel de su vida, sin menoscabo de su 'Don Giovanni' o de su 'Wozzeck'

Padecemos a su lado la soledad, el abandono, la pasión y la decrepitud. Lleva sobre su espalda el gran peso de la ópera, como si le aplastara la claustrofobia del montaje, aunque tiene a su favor la solidaridad de un reparto muy cualificado: Torben Jürgens, Derek Welton, Michael Colvin, kor-Jan Dusseljee, Lauri Vasar, Andrew Watts, Andreas Conrad, Ángeles Blancas, Erika Sunnegardh, Susanne Elmark y Ernst Alisch.

Asher Fisch

Conocemos en Madrid la categoría del maestro israelí porque fue suya la fabulosa lectura de Capriccio (Strauss) en la temporada de 2019. Regresa un lustro después para colocarse al frente de una orquesta que más bien parece un ejército. De hecho, se han suprimido tres filas de asientos para aumentar el tamaño del foso y alojar así el centenar de músicos que requiere el Lear de Reimann. Está vivo el compositor germano. Y no va a personarse en Madrid, pero tiene buenas razones para confiar en la ejecución de su obra maestra. Porque la orquesta del Real se escucha imponente. Y porque Fisch mantiene un impresionante grado de intensidad y de tensión que redunda en el magnetismo de la experiencia.

Tiene sentido mencionar a Martin Amis no por la actualidad cinematográfica de La zona de interés, sino porque el difunto novelista británico clasificaba a los escritores en dos categorías: los que te reciben en su casa con calor, amabilidad y hasta cariño —pongamos por caso Stendhal— y quienes lo hacen con hostilidad y maltrato. Se refería Martin Amis a Joyce, pero tanto vale la etiqueta para definir la animadversión, la actitud abrupta, la violencia con que nos recibe Aribert Reimann en su adaptación operística de El rey Lear.

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