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Todo lo que hicimos por última vez en 2023
Una siempre sabe cuándo hace algo por primera vez, pero nunca cuándo será la última. Aquí va un resumen final de un año que nunca más volveremos a vivir
Una siempre sabe cuándo hace algo por primera vez, pero nunca cuándo será la última. La frase no es mía. La leí hace un tiempo a no sé quién, pero me parece excelente como resumen final de un año que nunca más volveremos a vivir (y esto sí es una certeza absoluta).
Porque una nunca sabe si este año ha sido la última vez que abrazó a una amiga. O que le dio un beso. O que le deseó buena suerte. O que compartió un viaje. O un vino. O una comida copiosa con una buena sobremesa. O que le escribió un WhatsApp. Quizá el último mensaje fue una tontería. O un texto de enfado. O un emoticono de sonrisa.
Tampoco sabe nunca una si será la última vez en ver a los padres. A un hermano o hermana. O a toda la familia. La última vez en abrazar a una abuela, en preguntarle si es feliz; si la vida no se hace demasiado larga, si antes era todo mejor que ahora o al contrario, si maneja bien el móvil, si quiere que la ayudemos, si se siente sola o qué hace una cuándo los amigos van desapareciendo porque la vida es así de perra (y aquí en la Tierra, que sepamos, no se queda nadie). Si será la última vez en decirle que se cuide, que por ahí hay mucha gripe A. Que el covid ni se ha acabado ni se acabará. Que qué ve ahora que ya no hay Sálvame. Que cómo la tratan en esa residencia donde nadie querría haberla metido jamás.
Tampoco sabe una nunca si será la última vez en abrazar a un hijo o a una sobrina. La última vez en jugar con él, en verle gatear o cómo aprende a hablar y caminar. O cómo se queja de que tiene que hacer los deberes porque lo que quiere es seguir mirando el móvil. O escucharla decir que quiere empezar a jugar al fútbol porque ha visto cómo triunfaba la selección femenina. O quizá que él lo que prefiere es hacer patinaje artístico como Javier Fernández. O que le vayamos dejando en paz en su habitación donde escucha a gente como Quevedo y otros que no tienes ni idea de quiénes son (ay, si tan solo fuera Rosalía).
Tampoco sabe nunca una si será la última vez en ir a un cine donde una Palma de Oro había dejado la sala completamente llena (porque, de repente, el cine es mucho más que la avalancha insufrible y repetitiva de Netflix). O en ver una película como Napoleón que, por muy mal que la pongan, es una de las cintas más entretenidas del año y el tiempo, esas dos horas y pico, se pasan volando entre batallas espectaculares y escenas en las que aparece Josefina. Bravo por Ridley Scott.
Tampoco sabe nunca una si será la última vez en un patio de butacas donde ha disfrutado de actores tan grandes como Vicky Luengo, Carmelo Gómez o Claudio Tolcachir. O si será la última vez que se rio a carcajadas, o que lloró disimuladamente o de forma torrencial, porque cuando el teatro te agarra, te agarra de verdad y lo demás son pamplinas. Quizá también sea la última vez en la que después hubo unos vinos, se comentó la jugada y hubo una acalorada y a la vez divertidísima discusión. Eso también es cultura.
Tampoco sabe nunca una si será la última vez en leer un libro que le atrape. O unos doscientos que no sepa siquiera por qué han sido publicados (aunque, claro, entre los miles y miles que llegan a las librerías cada año no puede haber mucha obra maestra). Quizá sea la última vez que se ría con polémicas como la del premio económicamente mejor dotado del mundo, porque si no nos reímos de eso, a ver de qué nos vamos a reír. Y que lo económicamente muy bien dotado puede ser malo con ganas, no es, que yo sepa, ninguna sorpresa. En literatura y tantas otras cosas. El amigo mercado fino, fino no suele ser.
Tampoco sabe nunca una si será la última vez que acuda a las urnas (aunque ponen difícil no ir). Si será la última en la que se lleva una sorpresa bien grande con un resultado que convirtió el resto del año en algo totalmente inesperado. Llegamos al final de la partida hablando de partidos y leyes que solo unos meses antes a muchos ni siquiera se les hubieran pasado por la cabeza. Así es la vida de azarosa y de ahí muchos quiebros y recogidas de cable. Quizá también sea la última vez en ver explosionar a un partido que solo unos años antes quería asaltar los cielos. O ver a otro que salió como un toro del toril y ahí sigue, empotrándose con violencia, rosarios y cruces contra coches de la policía.
Tampoco sabe nunca una si esa estupidez que ha escrito será su último tuit. O la última vez que se enfada a primera hora de la mañana por la ristra de provocaciones de otros a los que tampoco ha sentado bien el primer café. O la última vez en leer esa columna que piensa que está plagada de chorradas. O la última vez que dice, vale, cierro esta aplicación y no la vuelvo a abrir jamás. O la última vez que piensa, bueno, aquí también me encuentro gente interesante y posts inteligentes, voy a seguir.
Tampoco sabe nunca una si será la última vez en acudir a una manifestación. Por la sanidad o lo que sea (algunos incluso contra resultados electorales legítimos y leyes que no se han aprobado). En discutir después con alguien si toda manifestación es siempre algo interesado para beneficiar a no sé quién porque la vida, a fin de cuentas, tampoco le cambia mucho a uno por mucho que se manifieste. Quizá es la última vez que te ves diciendo que no, que quien no llora no mama y que hay que estar en la calle. Que si no, te conviertes en Argentina.
Tampoco sabe nunca una si será la última vez que verá a ese niño llorar por la guerra en cualquier parte de la Tierra. Y ojalá esto sí lo supiéramos.
Tampoco sabe nunca una si será la última vez que amó a alguien, que le miró a la cara y pensó, "sí, esta es la persona con la que compartiría el resto de mi vida".
Lo que sí sabemos todos es que este lunes es la primera vez de todas las primeras veces de 2024.
Una siempre sabe cuándo hace algo por primera vez, pero nunca cuándo será la última. La frase no es mía. La leí hace un tiempo a no sé quién, pero me parece excelente como resumen final de un año que nunca más volveremos a vivir (y esto sí es una certeza absoluta).
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