17.000 fieles convierten a Quevedo en el artista español más importante del mundo
El joven canario, que arrasó con uno de los 'sold outs' más impresionantes de los últimos años para un cantante español, se erige como el indiscutible rey del panorama musical
No cabe ni un alma. Se dice mucho en ocasiones así, pero esta noche es de verdad: son las nueve menos cuarto de la tarde, quedan 15 minutos para que empiece el concierto y todo, pero absolutamente todo, está lleno. Desde la pista, que parece un donut cuadrado y gigante con el escenario en el centro, hasta las gradas, en las que no se ve ni butacas vacías ni lonas negras –de esas que se ponen para camuflar la falta de público–. Hasta los balcones más altos, que no suelen usarse por la excesiva capacidad del antiguo Palacio de los Deportes, están a rebosar de expectantes fans que temblequean móvil en mano.
Entre el público, el ambiente es distendido y heterogéneo, como en una sala de espera. Niños pequeños, previsiblemente en su primer concierto, se hacen fotos para el Instagram bajo la atenta mirada de sus padres; muchachos jóvenes, algunos con tatuajes en el cuello y otros con flyers publicitarios del Partido Popular –hay un stand del PP en la avenida Felipe II, la campaña electoral no descansa ni en las grandes ocasiones–, cuentan los minutos para que empiece el evento; parejas adultas, ellas con vestidos rojos o verdes y ellos con camisetas estampadas, se abrazan y besan con cariño sabiendo que están a punto de presenciar algo histórico. Hasta que se apaga la luz y empiezan los gritos.
Lo que Linton, productor de Quevedo, no sabía hace dos años es que su música iba a meter a 17.000 personas en el Wizink Center
Nada más apagarse los focos, la voz de Cruz Cafuné, artista también canario autor del speech inicial de Donde Quiero Estar, el primer disco de Quevedo, se escucha por los altavoces del Wizink: "Lo soñé hace diez años en la 011", empieza Cruzzi intentando sonar por encima de los enaltecidos chillidos de los fans. "Soñé que todos los que iban en la guagua conmigo, que llevaban los cascos puestos, estaban escuchando algún artista canario", continúa hasta soltar la rotunda estrofa final: "…que sonábamos en los tiempos muertos del basket, que artistas de las islas subían a Facеbook discos de oro, números uno… y que un canario sacaba el disco del año…".
Y de repente, un silencio de un segundo. Y de repente, la locura. Quevedo, vestido de blanco, sale por una de las puertas laterales del Wizink cantando Ahora qué, apertura de su álbum, y empieza a recorrer el pasillo central que parte la pista en dos hasta el escenario y todo son gritos descosidos y las manos se alzan al cielo cubierto y todos cantan el ya icónico –por qué no– inicio de la canción: "Linton, suelta las trompetas que siempre que lo haces es un palo, LPGC u know".
Lo que Linton, productor de Quevedo, no sabía hace dos años es que su música iba a meter a 17.000 personas en el Wizink Center, una de las primeras paradas de DQE Tour, su gira de estadios por España. Tampoco sabía que su amigo y compañero, con poco menos de un año de carrera, iba a conseguir gracias a Cayó la noche remix (enero de 2022) su primer número uno en España; también desconocía que unos meses más tarde (junio del mismo año) iba a grabar con Bizarrap una canción que se iba a colocar en el número uno mundial.
Con Quevedo por fin en el escenario de su primer concierto –obviando festivales– en Madrid, empieza el show. No hay que olvidarse de los compañeros con los que se empieza en la música, por lo que, nada más acabar Ahora qué, Pedro llama al escenario a La Pantera, joven artista coautor de Piel de cordero.
Es sorprendente cómo ya desde esta canción, que no se termina de escuchar del todo bien –si se le puede rascar un pero al evento es por la megafonía, que no supo adaptarse del todo al formato de escenario central–, el público se entrega y canta, este humilde cronista no exagera, cada una de las sí-la-bas de la canción, circunstancia que no irá a menos durante todo el show: más que un concierto, parece un karaoke.
Después, tras los correspondientes saludos y agradecimientos, Quevedo se meterá en materia con algunas de sus canciones antiguas, entre ellas Respuesta Cero, y llamará a otro colega de los inicios, el colombiano Juseph, a cantar los pegadizos Chamaquita y Yatekomo (para que el lector entienda bien el indescriptible alcance de este chaval: ninguno de estos temas que menciono, todos anteriores al boom de Quédate, baja de las 10 millones de reproducciones en Youtube).
Horas antes de que el concierto empezara, Quevedo aseguraría en declaraciones para El Confidencial estar muy nervioso, pero también ilusionado: "Tengo muchas ganas, cantar en el Wizink es un paso más para mi carrera". Desde luego, llenar una plaza así de icónica y grande es un paso muy importante, sin embargo, este chaval de 21 años ya ha dado más de uno y de dos y de tres pasos, pues se ha convertido en uno de los embajadores más importantes de la música española en el mundo.
Pero volvamos al concierto, que Pedro ha empezado ya con las canciones del disco (Yankee y Sin Señal), y la cosa cada vez va a más: el éxtasis es ya total entre el público, que pierde el control viendo al ídolo en las cuatro pantallas gigantes sobre el escenario.
Tras una pequeña pausa para presentar junto a Cruz Cafuné Sangre y fe, tema inédito de Me Muevo Con Dios, esperado álbum del invitado que saldrá en los próximos días, sigue desarrollándose el concierto con la aparición de colaboradores de lujo, entre ellos –y en este orden– JC Reyes, Maikel Delacalle y Lola Índigo; además, destacará la actuación de Punto G, un gran hit de la carrera del canario que hace que el público del pabellón empiece a perrear como si al día siguiente fuesen a extirparles el culo. Hasta que llega el bis. El colofón. Lo que todos esperan.
"Llegué al club con el combo", empieza el cantante sin que apenas pueda oírsele por la absoluta histeria colectiva que se respira
Volviéndose a iluminar todo con luces rojas cuando los despistados creían que el evento había acabado, todos los participantes de Cayó la noche remix, el pepino que catapultó a Quevedo al cielo, van cruzando la pasarela al escenario, que se encuentra rodeado de miles y miles de flashes que hacen que la grada parezca una manta mágica: todos cantamos sus seis minutazos a grito pelado, como si lleváramos la letra tatuada. Pero queda algo más.
Por fin, arropado de todos los invitados y colegas de gremio que han subido con él al escenario, suenan los pegadizos acordes de Biza y empieza Quédate, la canción que nos dio el último verano y, probablemente, nos dé alguno más.
"Llegué al club con el combo", empieza el cantante sin que apenas pueda oírsele por la absoluta histeria colectiva que se respira en el pabellón: Quevedo es uno de los grandes ídolos de su generación, uno, además, que ha conseguido romper la barrera del one-hit-man para consagrarse como una auténtica estrella. Y eso se nota. Y se debe valorar.
Mientras la canción se desarrolla, el público lo da todo hasta la última repetición del estribillo, la cual, aquí escrito os lo dejo jurado, no hay ni un solo asistente, ni siquiera los chicos que llevan mochilas con barriles de cerveza para vender al público (los habituales en conciertos los llamamos "birramanes") que no la cante. Y cuando digo ni uno, es ni uno.
Ahora mismo, el artista español más importante del mundo tiene nombre de poeta.
No cabe ni un alma. Se dice mucho en ocasiones así, pero esta noche es de verdad: son las nueve menos cuarto de la tarde, quedan 15 minutos para que empiece el concierto y todo, pero absolutamente todo, está lleno. Desde la pista, que parece un donut cuadrado y gigante con el escenario en el centro, hasta las gradas, en las que no se ve ni butacas vacías ni lonas negras –de esas que se ponen para camuflar la falta de público–. Hasta los balcones más altos, que no suelen usarse por la excesiva capacidad del antiguo Palacio de los Deportes, están a rebosar de expectantes fans que temblequean móvil en mano.