"Aún no se cree lo que está pasando": Quevedo se corona con su primer disco a los 21 años
El cantante tiene ya su primer álbum titulado 'Donde quiero estar', un compendio intimista, autorreferencial y lleno de matices que cualquier hispanohablante, quizá en especial los canarios disfrutará
Quevedo está nervioso; de hecho, Quevedo está muy nervioso: a sus 21 años, está a punto de pasar a la historia de la música en español (si es que no ha pasado ya). Los flashes lo agobian y no quiere dar entrevistas, pero su forma de moverse delata todo lo que su ausencia de palabras oculta: todavía no es consciente de lo que está haciendo. De hecho, nadie lo es.
Este 20 enero a las 00:00, Quevedo estrenaría Donde quiero estar, su primer álbum. Un álbum intimista, cercano, autorreferencial y lleno de matices que cualquier hispanohablante, quizá en especial los canarios (ojalá serlo para testearlo), escuchará y disfrutará. Porque esto va más allá de lo musical. Esto es mucho más, en serio. "Quevedo es un tipo muy inseguro", aseguran a este arriba firmante desde el entorno más cercano del artista. "Todavía no se cree lo que le está pasando".
Este chico de diciembre del 2001, que nos dio el verano con su BZRP Session #52 –aka, Quéeeeeeeedate–, ha pasado de ser un absoluto desconocido, un rookie, un chico que rapeaba y hacía reguetón y jugueteaba con el artisteo subiendo temas a Youtube, a ser el segundo artista en español más escuchado del mundo, por lo que es perfectamente normal que todavía no termine de creérselo. Esto ha pasado, por cierto, en dos años.
Falta escasamente una hora para que salga el álbum y el pabellón del Madrid Arena, lugar que ha elegido Taste The Floor, su agencia de managament, para hacer la presentación privada, se va llenando poco a poco de los más de trescientos invitados. Con un escenario vacío que encuadra una pantalla gigantesca, el ambiente que se respira es festivo, como de noche grande, mientras el aroma de la cerveza derramada que se empieza a pegar en el suelo lo va impregnando todo. Las luces de los focos están muy bajitas, son de color morado y atraviesan el pabellón de una punta a otra.
"El disco va a ser la polla, estoy seguro", comentan tres chicos que, alrededor de una mesa alta que la empresa de catering ha instalado, charlan distendidamente. "Vamos, y si no lo es, que le quiten lo que ya ha conseguido". En los costados del escenario, a ambos lados de la pantalla gigante, dos pantallitas más pequeñas en vertical proyectan un temporizador con el logo de Spotify y la portada del álbum, que es un claro homenaje al disco Nothing Was the Same del canadiense Drake.
Con el mejor pikete posible, todos los invitados a la presentación privada, a la que El Confidencial ha tenido acceso libre, van entrando en el pabellón tras hacer una larga cola (da igual que seas VIP, aquí nadie se libra de esperar). Mientras, Quevedo no hace gran cosa. Todos lo saludan, pero él parece lejano, distante, incrédulo, abstraído. En un discreto segundo plano, observa cómo algunas de las celebridades invitadas (Lola Índigo, Natos y Waor, Delaossa, Israel B) van creando círculos de conversación en los que se posicionan en el centro de todo. Mientras, Pedro Domínguez Quevedo se mantiene lejano, formando parte, incluso, de la camarilla que rodea a las otras celebridades.
West Dubai
Cabe destacar la entrada en el evento de West Dubai, uno de los traperos más importantes de la escena musical española. Ensamblado en un abrigo rojo vistoso, una gorra puesta de lado y unas gafas Cartier de madera que, en caso de ser originales, rondan los siete mil euros, mueve todo el foco de atención del joven canario a él mismo, como si fuera la auténtica estrella, como si fuera él el que tiene 35.000.000 de oyentes mensuales en Spotify.
Por fin, en un pequeño photocall en el que se proyecta la imagen de portada del álbum, Quevedo reúne a la escasa prensa y dispara un pequeño canutazo en el que no admite ninguna pregunta: "os lo agradezco de todo corazón […], muchas gracias por todo […], os lo agradezco de verdad", declara. Cuando acaba, sale con sus vaqueros azules y su chaqueta de beisbol a perderse entre la multitud. Durante el canutazo, la voz le tiembla y se le ven las costuras en la boca: Quevedo está muy nervioso.
Por fin, tras una pequeña intervención del artista en el escenario en la que vuelve a agradecer todo lo que le está sucediendo, empieza la película. Llega el momento de la verdad: el porqué de sus nervios. Donde quiero estar es un álbum excepcional en el que se concentra la visión del artista a cerca de su proyección, de su reciente pasado y de su próspero presente; un gran relato de su meteórica carrera internacional en la que la auténtica protagonista es su tierra, Gran Canaria.
Su carrera, que empezó poco después de acabar las restricciones por la covid, comenzó a dispararse hace exactamente un año, cuando sacó el remix, junto a varios compañeros, de la ya mítica ‘Cayó la noche’, un tema que se coló en las listas de éxitos y lo posicionó como un rookie que llegaría al estrellato. El estrellato estaría cerca para él, cabe decir, pues un par de meses después, en junio, sacaría su Session con Bizarrap, lo que lo convertiría en el primer artista español en alcanzar el número uno de Spotify y en una de las voces más originales del panorama internacional, compitiendo en números con artistas como el todopoderoso Bad Bunny.
Donde quiero estar es un álbum excepcional en el que se concentra la visión del artista a cerca de su proyección
Como recuerdo a aquel Cayó la noche remix, el álbum empieza con un speech, un discurso, del artista tinerfeño Cruz Cafuné, uno de los participantes de la mencionada canción: "hace diez años soñaba con ver a artistas canarios presumiendo de discos de oro en Facebook", relata el Cruzzi, que falló en su fantasía: los artistas canarios presumen de sus discos de oro, sí, pero en Instagram y TikTok. El resto de las canciones, 16 en total, van reproduciéndose en la pantalla con sus respectivos videoclips, una serie de chulísimas producciones audiovisuales que enseñan y lucen la tierra canaria como germen de todo, pero también como destino final: allí es donde quiere estar Quevedo.
Desde Ahora que, canción del disco en la que el artista se permite rapear y jugar con sonidos duros que hacen vibrar la sala, hasta Me falta algo, arriesgada propuesta grabada en Estudio Uno por la Orquesta Nacional de España con más de 14 músicos de cámara, la peña se funde con los temas y los brinca como si las luces moradas de los láseres no existieran.
Este disco es el primero, pero seguro que no el último, de un artista que ha conseguido competir en las principales listas de éxitos del mundo; que se ha posicionado como uno de los más vendidos de España antes siquiera de tener un trabajo largo; que ha dado que hablar –y que seguirá dando – aunque algunos se empeñen en desprestigiarlo y acusarlo de música banal, como si la música fuera algo más que goce y libertad.
Cuando acaba la película, Quevedo vuelve a aparecer entre el público y es intentado mantear sin éxito por sus amigos más cercanos, que llevan cadenas al cuello – seguro que no de latón – y gafas de sol caras. Ahora parece mucho menos nervioso.
Quevedo está nervioso; de hecho, Quevedo está muy nervioso: a sus 21 años, está a punto de pasar a la historia de la música en español (si es que no ha pasado ya). Los flashes lo agobian y no quiere dar entrevistas, pero su forma de moverse delata todo lo que su ausencia de palabras oculta: todavía no es consciente de lo que está haciendo. De hecho, nadie lo es.
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