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La increíble odisea durante más de dos siglos del manuscrito más depravado de la historia
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La increíble odisea durante más de dos siglos del manuscrito más depravado de la historia

Joel Walker reconstruye en 'La maldición del marqués de Sade' las andanzas del texto original de 'Las 120 jornadas de Sodoma' desde que Sade lo escribiera en 1785 en una celda de la Bastilla hasta hoy

Foto: Manuscrito original de la obra del Marqués de Sade. (EFE/C. Aguttes Drout)
Manuscrito original de la obra del Marqués de Sade. (EFE/C. Aguttes Drout)
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Está considerado el libro más degenerado de la literatura, un gigantesco catálogo de perversiones, el evangelio del mal. "Nadie, a menos que sea totalmente insensible, puede terminarlo sin tener náuseas", aseguraba el filósofo Georges Bataille. "El relato más impuro que haya sido creado desde que el mundo existe", en palabras de su autor, el marqués de Sade.

Hablamos de Las 120 jornadas de Sodoma o la escuela del libertinaje, la novela que Donatien Alphonse François, marqués de Sade, escribió en apenas 37 días de 1785 mientras permanecía recluido en una celda de la cárcel de la Bastilla, prisión en la que permaneció encerrado prácticamente la mitad de sus 74 años de vida.

La novela narra la historia de cuatro ricos degenerados (un duque, un obispo, un juez y un financiero) que reúnen a 32 personas para una orgía de cuatro meses en el aislado castillo de Silling, un lugar del que es imposible escapar. Allí los potentados someten a sus víctimas a las peores perversiones imaginables: incesto, bestialismo, coprofilia, necrofilia, hambruna, destripamientos, amputaciones, castraciones, canibalismo, infanticidio…

El manuscrito de Las 120 jornadas de Sodoma es un rollo de pergamino de 12,10 metros de longitud. Pero aún más extensa es la lista de vicisitudes por las que ha pasado ese original del marqués de Sade en sus más de dos siglos de agitada existencia: fue testigo de primera mano de la Revolución Francesa, en el siglo XVIII se movió por círculos clandestinos de coleccionistas de literatura erótica y a punto estuvo de convertirse en propiedad del imperio británico, ayudó a fraguar una pionera liberación sexual en Alemania, se libró por muy poco de acabar siendo devorado por las llamas en una de las quemas de libros llevada a cabo por los nazis, fue robado, llegó a pertenecer a una de las personas más ricas del planeta y acabó en manos de un timador al frente de una empresa que utilizaba manuscritos originales de importantes personalidades para llevar a cabo una estafa piramidal.

placeholder 'La maldición del marqués de Sade', de la editorial Crítica.
'La maldición del marqués de Sade', de la editorial Crítica.

El ajetreado viaje del manuscrito de Las 120 jornadas de Sodoma solo concluyó en 2021 cuando fue adquirido por el estado galo por 4,5 millones de euros y pasó a formar parte del archivo de la Biblioteca Nacional de Francia.

De los infinitos avatares por los que ha pasado ese manuscrito tan mítico como infame rinde ahora buena cuenta La maldición del marqués de Sade, un libro trepidante del escritor y editor Joel Warner que ahora sale en España de la mano de la editorial Crítica. Un ensayo que se lee como un thriller y que recorre la odisea de varios siglos y por toda Europa del pergamino más escandaloso de la historia de la literatura.

Cuando escribió con 45 años 'Las 120 jornadas de Sodoma' Sade ya tenía un amplio historial delictivo, que incluía actos blasfemos

Cuando escribió Las 120 jornadas de Sodoma el marqués de Sade ya era uno de los delincuentes más impopulares de la Francia del siglo XVIII. "Se había pasado el grueso de sus 45 años de vida deleitándose en la depravación: participando en actos blasfemos con una meretriz, torturando a un vagabundo, envenenando a prostitutas, escondiéndose en Italia con la romántica compañía de su cuñada, encerrando a chicas y chicos en su castillo para satisfacer sus deseos sexuales y sobreviviendo por poco a un balazo en el pecho", según lo retrata Warner en su libro.

Durante años Donatien Alphonse François de Sade consiguió esquivar la ley, incluso logró evitar su ejecución pública. Pero su buena suerte se acabó en 1778, cuando fue apresado y encerrado en una celda en la Bastilla. Fue en esa celda donde escribió en 37 frenéticas noches Las 120 jornadas de Sodoma. Pero cuando el 14 de julio de 1789 el pueblo tomó la fortaleza de la Bastilla dando inicio a la revolución francesa, la celda de Sade estaba misteriosamente vacía.

placeholder Retrato de 1760 del marqués de Sade.
Retrato de 1760 del marqués de Sade.

Días antes, el marqués había sido trasladado al manicomio de Charenton, a las afueras de París, dejando escondido en su calabozo, en una grieta de un muro, el manuscrito de Las 120 jornadas de Sodoma. Sade pensó que con el saqueo y demolición de la Bastilla el pergamino se habría perdido para siempre. Pero no fue así. Un tipo llamado Arnoux encontró el rollo. No está claro si era uno de los muchos curiosos que entraron en la Bastilla después de su caída o uno de los trabajadores contratados para demolerla. Seguramente esto último.

El caso es que acabó volviendo a su pueblo natal, Saint-Maximin-la-Sainte- Baume, con el manuscrito. Y en el pueblo vecino de Brignoles encontró a un interesado en él: Charles-André de Beaumont, que lo adquirió para su colección de libros raros. A su muerte, el rollo pasó a manos de su yerno, Raimond de Villeneuve, quien probablemente trasladó el manuscrito a la biblioteca de su castillo, el Château de Valbourgès.

A su muerte, el manuscrito fue heredado por su hijo, Hélion de Villeneuve-Trans, quien como su padre y su abuelo se consagró a la creación de una biblioteca excepcional. Pero, en su caso, se sintió profundamente atraído por el mundo de los libros eróticos, convirtiéndose en un auténtico cazador en busca de ejemplares raros y apoyando económicamente la edición de volúmenes clandestinos.

placeholder Joel Warner, autor de 'La maldición del marqués de Sade'. (Evan Sermón)
Joel Warner, autor de 'La maldición del marqués de Sade'. (Evan Sermón)

Sus graves problemas económicos le obligaron sin embargo a tomar en 1875 una decisión drástica: vender Las 120 jornadas de Sodoma. Buscando comprador, contactó con un par de bibliófilos ingleses especializados en literatura erótica. Pero el pergamino aún no se había vendido cuando Villeneuve-Trans falleció en 1893 en la Provenza, sin dejar viuda ni herederos. El rollo de Sade cayó así en manos de algún miembro de su numerosa parentela o tal vez en las de un librero local.

Allí permaneció hasta que Iwan Bloch, un psiquiatra alemán y bibliófilo que antes de cumplir los 30 ya tenía una gigantesca colección de libros antiguos y modernos, escuchó contar a un amigo coleccionista de literatura erótica que le habían llegado a ofrecer el manuscrito de Las 120 jornadas de Sodoma. Bloch, considerado el padre fundador de la sexología, buscó el pergamino, y es muy probable que lo encontrara en manos de un familiar o representante del fallecido marqués de Villeneuve-Trans. Lo compró y se lo llevó a su casa de Berlín.

No solo eso: en 1904, 119 años después de su creación en una celda, gracias a Bloch salió de la imprenta la primera edición de Las 120 jornadas de Sodoma, compuesta por 200 ejemplares concebidos para su distribución exclusiva por suscripción a médicos, abogados, antropólogos y otros expertos en ciencia.

Los nazis entran en escena

Bloch luchó encarecidamente a favor de la descriminalización en Alemania de las relaciones homosexuales y fue uno de los principales impulsores del Instituto de Ciencias Sexuales, la primera institución mundial dedicada al estudio de la sexualidad humana. El 6 de mayo de 1933, poco después de las nueve de la mañana, un convoy de camiones negros se detuvo frente a la sede del instituto. Un centenar de estudiantes echaron abajo las puertas del edificio e irrumpieron en él. Destrozaron muebles, rompieron cristales y vitrinas y saquearon la biblioteca.

"Aquella misma tarde, un escuadrón de soldados paramilitares se llevó miles de libros y discos, probablemente, según se decía, para asegurarse de que nunca salieran a la luz las actividades sexuales de ciertos miembros del Partido Nazi. Cuatro días después, la amplia colección de libros y revistas del instituto fue depositada en una gran plaza pública situada delante de la ópera de Berlín, donde fue amontonada junto a otros miles de volúmenes", escribe Joel Warner en La maldición del marqués de Sade. "Pero mientras el Tercer Reich acrecentaba su dominio en gran parte de Europa, Las 120 jornadas de Sodoma ya había huido".

placeholder Oficiales nazis requisando libros del Instituto de Ciencias Sexuales. (United States Holocaust Memorial Museum)
Oficiales nazis requisando libros del Instituto de Ciencias Sexuales. (United States Holocaust Memorial Museum)

El 29 de enero de 1929 el manuscrito de Sade fue vendido por Max Harrwitz, el editor y librero responsable de publicar los libros de Bloch (fallecido en 1922), al vizconde Charles de Noailles, casado con Marie-Laure de Noailles, descendiente del marqués de Sade. Cinco meses después, el pergamino ya se hallaba en Villa Noaille, su famosa mansión en la Costa Azul y lugar de encuentro de las vanguardias del siglo XX.

Cuando murió Marie-Laure de Noaille, el rollo de Las 120 jornadas de Sodoma pasó a manos de Nathalie, su hija menor, una jinete profesional que también quedó cautivada por el pergamino. "Nathalie lo sacaba y lo desenrollaba para escrutarlo cuando pasaban por allí visitantes ilustres, como el escritor italiano Italo Calvino y el otrora surrealista Louis Aragon. Pero acabó enseñándoselo a la persona equivocada", escribe en La maldición del marqués de Sade Joel Warner. La prueba es que en noviembre de 1982, el manuscrito de Las 120 jornadas de Sodoma fue robado.

Jean Grouet reconoció haber afanado el manuscrito y confesó que lo había llevado a Suiza y se lo había vendido allí a un empresario

El mes anterior Nathalie había prestado el pergamino a Jean Grouet, un editor francés famoso por publicar polémicos tratados políticos. Cuando le pidió que se lo devolviera, Grouet le entregó el estuche de cuero en que se guardaba el pergamino. Sin embargo, al abrirlo, Nathalie vio que estaba vacío. Grouet reconoció haber afanado el rollo y confesó que lo había llevado a Suiza y se lo había vendido allí a un empresario llamado Gérard Nordmann. El hijo de Nathalie ofreció a Nordmann reembolsarle la cantidad que hubiera pagado por el rollo. Pero Nordmann, que era dueño de la colección más grande del mundo de libros eróticos, se negó a devolverlo.

La familia Noaille emprendió acciones judiciales para tratar de recuperarlo, pero Nordmann falleció sin que la justicia llegara a pronunciarse sobre quién era el legítimo propietario del pergamino. Su viuda e hijos hicieron saber en 2010 que la familia estaba interesada en venderlo, y la Biblioteca Nacional de Francia dejó claro su deseo de comprarlo. Acordó pagar por él a la familia Nordmann 3,5 millones de euros. Pero en el último momento el acuerdo saltó por los aires. Los Nordmann decidieron vender el manuscrito a un mejor postor: al empresario Gérard Lhéritie, fundador y dueño de la empresa Aristophil, una compañía especializada en inversiones en manuscritos, cartas autógrafas y otros documentos escritos. Lhéritie pagó 7 millones de euros (impuestos incluidos) por el manuscrito de Las 120 jornadas de Sodoma y dijo que en 5 años lo donaría a la Biblioteca Nacional. La mañana del 25 de marzo de 2014 se lo llevó de regreso a Francia.

El pergamino acabó así en 2021 en la Biblioteca Nacional de Francia, a menos de mil metros del lugar donde antaño se alzaba la Bastilla

Pero unos meses después, la Dirección General de Consumo y Prevención del Fraude abrió una investigación sobre Aristophil. La empresa acabó siendo acusada de estafa piramidal y Lhéritier de fraude organizado, blanqueo de dinero (blanqueo de capitales), apropiación indebida de activos empresariales, prácticas de marketing engañosas, abuso de confianza y publicación de balances económicos inexactos. Dos semanas antes del bicentenario de la muerte de Sade, la policía francesa acudió a la sede de la compañía y confiscó todos los manuscritos que allí había, incluido el de Las 120 jornadas de Sodoma. Troceado en acciones, el pergamino había sido vendido por Aristophil a medio centenar de personas.

El estado francés decidió subastar todos los bienes incautados en Aristophil, excepto dos que fueron declarados tesoros nacionales: los manifiestos surrealistas de André Breton y Las 120 jornadas de Sodoma. Posteriormente, el gobierno francés anunció que había adquirido el pergamino tras pagar 4,55 millones de euros a los 420 inversores de Aristophil que tenían acciones del manuscrito del marqués de Sade.

El pergamino acabó así en 2021 en la Biblioteca Nacional de Francia, a menos de mil metros del lugar donde antaño se alzaba la prisión de la Bastilla, a tan solo unos pasos del sitio donde fue escrito por el marqués de Sade 236 años antes.

Está considerado el libro más degenerado de la literatura, un gigantesco catálogo de perversiones, el evangelio del mal. "Nadie, a menos que sea totalmente insensible, puede terminarlo sin tener náuseas", aseguraba el filósofo Georges Bataille. "El relato más impuro que haya sido creado desde que el mundo existe", en palabras de su autor, el marqués de Sade.

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