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Giacometti, Dalí o Foucault: por qué tienes a Sade hasta en la sopa (aunque no te guste)

Por PILAR GÓMEZ RODRÍGUEZ

Robert Mapplethorpe. Joe, NYC, 1978 © Robert Mapplethorpe Foundation

El siglo XX asistió a un auténtico culto al Marqués de Sade que no ha acabado todavía. La exposición ‘Sade, la libertad o el mal' revisa en el CCCB de Barcelona el apabullante legado del escritor libertino.

En el ensayo que la filósofa Ana Carrasco dedicó al estudio del mal hace un par de años (‘Decir el mal. Comprender no es justificar’, de Galaxia Gutenberg) Donatien Alphonse François de Sade , (1740-1814), Marqués de Sade, aparece en un no desdeñable número de páginas. “(…) para Sade —se lee en algunas de ellas— es la moral la que invierte el orden egoísta de la naturaleza al convertir el mal en lo que de suyo no lo es: la moral y lo que llamamos “virtud” son contra natura (…). Hacer el mal, implicaría entonces para Sade, ser libre ”.

Malas noticias pues para una exposición, en el CCCB de Barcelona, que lleva en su hermoso título, ‘Sade, la libertad o el mal’, un falso dilema, pues como dice el catedrático de Teoría de la literatura y Literatura comparada, Antonio Monegal, comisario de la muestra junto con Alyce Mahon, en uno de los textos del catálogo: “El mal es inseparable de su concepción de la libertad: para que sea absoluta, ha de caber en ella el mal. Si no, el ser humano no es del todo soberano”.

Abierta hasta el 15 de octubre, la exposición tiene esa ambición de ser absoluta y exhaustiva. En sus cinco apartados, más un epílogo, busca desde múltiples puntos de vista las resonancias de Sade en la cultura moderna y contemporánea… y las encuentra. Y son muchísimas. Porque ¿qué hace de Sade un icono tan moderno? Revolucionario y liberador para unos, pernicioso y corruptor para otros, polémico para todos... El dilema arranca quizá de cómo considerar al personaje: ¿es Sade un filósofo, un sesudo pensador a quien hay que interpretar seriamente o es un novelista crudo, exaltado, que se limita a construir fantasías extremas? Él mismo se consideraba filósofo: “Los que me conocen no lo dudan; de ello hago gloria y profesión”.

Pierre Molinier. Con la muñeca en su regazo, c. 1960

Como escritor libertino lo dio todo, eso también: “Sí, soy un libertino, lo confieso; he concebido todo lo que se puede concebir en este género, pero desde luego no he hecho todo lo que he concebido y desde luego nunca lo haré. Soy un libertino, pero no soy un criminal ni un asesino”. ¿Quién era Sade? La exposición se abre con un prólogo titulado como una de sus obras más conocidas: ‘La filosofía en el tocador’ para intentar dar respuesta a esa cuestión.

Figura de excesos misterios y contradicciones, aristócrata siempre, heredero del Antiguo Régimen que explotó sus privilegios mientras pudo para satisfacer sus deseos y caprichos de todo tipo, el Marqués de Sade sufrió la censura, una larga pena de cárcel y escapó por poco a la guillotina. Al encierro lo condujeron sus tendencias sexuales, sus posiciones políticas y morales, y sus escritos. Su principal ambición fue ser reconocido como hombre de letras y se entregó sin descanso a la escritura, produciendo una obra tan desmesurada como su vida y como él mismo.

SADE EN LA CULTURA MODERNA

Durante el siglo XIX su figura permaneció aletargada, a la espera, porque el siglo XX acogería con los brazos abiertos tanto sus obras como su personaje. Tal y como predijo el poeta Apollinaire, el siglo XX asistió a un auténtico culto a Sade que no ha acabado todavía. En la actualidad es una referencia para los estudios del género y la literatura queer y nuevas generaciones de escritores y artistas abrazan su filosofía transgresora y su mensaje revolucionario. Al fin y al cabo para eso están los clásicos, para subrayar desde el presente la lectura que le interesa a una época. Como indica Monegal en  su texto de presentación: “En gran medida, cuando hablamos de Sade no hablamos de él, de sus obras y de su época, sino de las preocupaciones de nuestro tiempo y de los estereotipos con los cuales lo asociamos. Que es lo que ocurre siempre con los clásicos”.

Laia Abril. On Rape

Una mujer sostiene y mira tiernamente el “objeto desagradable” creado por Alberto Giacometti a principios de los años 30. De forma fálica, esta escultura de madera rematada por pinchos o protuberancias invita a la caricia por un lado y, por otro, evoca dolor y al desgarro. Es una de las obras de la etapa “sádica” del escultor, presente en la exposición mediante la imagen que tomó Man Ray. Junto a él se dan cita en esta primera parte del recorrido trabajos de Otto Dix, Salvador Dalí, Luis Buñuel, Roberto Matta, André Masson… ¡Quién no tuvo una etapa sádica en las primeras décadas del siglo XX!

La lectura de las obras de Sade, gracias al rescate editorial de Apollinaire primero y de Maurice Heine después en 1926, estaba en el corazón de las vanguardias, que lo descubrieron y lo erigieron en desafiante portavoz de la libertad. También estuvo en el corazón de las disputas surrealistas, por ejemplo, entre quienes se arremolinaban a favor de Breton, que reivindicaban al esteta; y aquellos a quienes “reventaba” esta apropiación de Sade, con Bataille a la cabeza. De su mano llega el Sade más filosófico y político. Después de la Segunda Guerra Mundial no son solo los artistas quienes van pasando por el aro de Sade, sino pensadores como Simone de Beauvoir, Adorno y Horkheimer, Blanchot, el propio Bataille, así como Lacan, Foucault, Deleuze y Barthes en los sesenta. Finalmente, un número especial de la revista Tel Quel de 1967, enlazó la reivindicación del Sade revolucionario con el mayo del 68.

Mujer sosteniendo el objeto desagradable (Alberto Giacometti), 1931 Foto: Man Ray

En la segunda mitad del siglo XX se popularizó la figura de Sade hasta el punto de convertirse en un icono cultural presente en películas, cómics y otros productos de consumo como la publicidad y los best sellers. Este salto de Sade a la cultura de masas y el underground corre paralela a la liberalización sexual. Si entendemos por perversión, sin connotaciones peyorativas, la desviación de la norma, la influencia de Sade y la invocación de su figura están asociadas a la aceptación social de prácticas sexuales no normativas libremente consentidas como el BDSM (Bondage, Disciplina, Dominación-Submisión y Sadomasoquismo). Ejemplo de ello es la serie ‘Pandora's Box’ de la fotógrafa de Magnum, premio Photo España 2022, Susan Meiselas. Meiselas fotografió el Disneyland de la dominación, un elitista club sexual de Manhattan especializado en sadomasoquismo dirigido por Mistress Raven y que en 1995, cuando se hizo la serie,  daba trabajo a catorce personas. Imágenes como la que muestra a las amas Solitaire y Delilah II en el vestuario se mezclan en el CCCB con otras obras de artistas como Pierre Molinier, Robert Mapplethorpe, Miguel Ángel Martín, Jan Švankmajer, Nobuyoshi Araki, Quimera Rosa, Joan Morey y Carles Santos.

Otras de Sira-Zoè Schmid, Paul McCarthy, Laia Abril o Domestic Data Streamers se recogen en un capítulo de la expo dedicado a las pasiones criminales junto con algunos fragmentos de los filmes ‘La naranja mecánica’ de Stanley Kubrick y de ‘Funny Games’ de Michael Haneke. La razón la pueden encontrar en “sádicos”, el término de uso generalizado que Krafft-Ebing acuñó en el siglo XIX para clasificar una patología sexual que se caracteriza por alcanzar el placer infligiendo dolor. De esta manera Sade se coló en los discursos donde se trata de  nombrar abusos y todo tipo de crueldades. Y es que la realidad, en ocasiones, también se parece a las narraciones de Sade.

Susan Meiselas. Pandora's Box

Susan Meiselas. Pandora's Box

Jan Švankmajer. Dimensiones del diálogo (Možnosti dialogu), 1983

Jan Švankmajer. Dimensiones del diálogo (Možnosti dialogu), 1983

Nobuyoshi Araki. Personal sentimentalism in photography, 2000 © Nobuyoshi Araki. Composition Gallery

Nobuyoshi Araki. Personal sentimentalism in photography, 2000
© Nobuyoshi Araki. Composition Gallery

Guido Reni. Salomé con la cabeza de san Juan Bautista. Hacia 1638-1642. The Art Institute of Chicago, Louise B. y Frank H. Woods Purchase Fund.

Joan Morey. COLAPSO, Máquina deseante, máquina de trabajo, 2018
Foto: Postmortem. Centro de Arte Contemporáneo de Barcelona

Paul McCarthy. Árbol de Navidad, Paris, 2014

Paul McCarthy. Árbol de Navidad, Paris, 2014
Foto: Marc Domage, cortesía del artista y Hauser & Wirth

La conexión del Marqués con la actualidad, una vertiente que también exploran obras de Joan Fontcuberta, Teresa Margolles, Marcelo Brodsky, Kara Walker y Blalla Hallmann, radica en “un sistema de valores donde imperan el egoísmo, la gratificación del deseo y la ganancia, propios de la lógica neoliberal”. Y si el mundo es así, la naturaleza también es así, viene a decir Sade para quien no hay más ley que el propio placer. En las dicotomías víctima o victimario, esclavo o amo, Sade lo tiene claro: lo segundo. Entre padecer una injusticia o infligirla, también.

El 2 de diciembre de 1959, el artista canadiense Jean Benoît (1922-2010), conocido sobre todo por sus esculturas surrealistas, llevó a cabo la performance ’Exécution Du Testament Du Marquis De Sade’. La comisaria, Alyce Mahon, catedrática de Historia del Arte Moderno y Contemporáneo en la University of Cambridge, recuerda cómo el artista comenzó por despojarse de las múltiples capas de ropas que portaba, un disfraz “que simbolizaba la represión social del deseo y la desviación. Al final, se quedó desnudo y dejó ver su cuerpo pintado por completo […]. Luego levantó un hierro de marcar candente con las letras ‘S-A-D-E’ y se lo aplicó sobre el pecho desnudo”.

Jean Benoît. Exécution Du Testament Du Marquis De Sade, 1959 Foto: Marc Vaux
Jean Benoît. Exécution Du Testament Du Marquis De Sade, 1959
				Foto: Marc Vaux

Aquel gesto se repite hoy de manera intangible pero evidente en corrientes y movimientos marcados por el nombre y las obras de Sade. Posfeminismo, la teoría queer, el posporno, aparte de gran parte del teatro, el cine y el arte contemporáneo son, en buena parte, herederos del transgresor universo sadiano, que sigue tensando la cuerda del placer y del dolor hasta plantear nuevos o mejor, renovados, desafíos morales.

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