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'Mentiras pasajeras': el pico ya no es de heroína, sino de ácido hialurónico
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'Mentiras pasajeras': el pico ya no es de heroína, sino de ácido hialurónico

La serie producida por Pedro Almodóvar explora en clave de comedia las obsesiones estéticas del presente

Foto: Elena Anaya en un momento de la serie producida por los hermanos Almodóvar. (SkyShowtime)
Elena Anaya en un momento de la serie producida por los hermanos Almodóvar. (SkyShowtime)

Cuando se habla de "democratizar", siempre se consigue hacer a todos más idiotas. Se democratiza el fútbol; se democratizó la fama; se democratizará la cocaína y el éxtasis. Si algo es banal, adictivo o embrutecedor, siempre habrá alguien que quiera propagarlo. El verbo "democratizar" se emplea para meter a más gente en callejones sin salida, y hacerles vivir vidas completamente insustanciales, y aumentar el consumo de benzodiacepinas y psicólogos. Todo lo malo se democratiza, porque la democracia ya no es el poder para el pueblo, sino la pasividad para el pueblo.

En Mentiras pasajeras se habla de "democratizar la belleza" en el primer capítulo, cuando la protagonista, para poder pagarse un detective, vende por 250 euros picos de ácido hialurónico a una legión de señoras y muchachas de barrio. Durante "ocho o diez meses", les promete su cirujana plástica ilegal, serán como Elle Macpherson, sólo que sin dejar de coger el autobús.

Estamos en Madrid y Elena Anaya sabe actuar. Woody Allen le dijo a nuestra actriz que era la peor intérprete del mundo, pero ¿qué sabrá Woody Allen? La verdad es que Elena Anaya sobrelleva dignamente su papel de alta ejecutiva a la que ponen en la calle por un supuesto caso de espionaje industrial. Trabaja en una empresa que fabrica máquinas para retrasar el envejecimiento, artefactos hiperbáricos de esos que compra Cristiano Ronaldo.

Su marido, interpretado por Hugo Silva, es escritor. Hugo Silva da vida a este escritor como daba vida al representante de futbolistas en Pollos sin cabeza (HBO): sin la menor diferencia. Hugo Silva puede interpretar cualquier papel, siempre que sea idéntico al papel que hizo anteriormente. Es todo el rato Hugo Silva cualquier papel que alguien le diga que interprete. Mi teoría final es que Hugo Silva interpreta siempre a un hombre muy guapo, y que, si te lo encuentras por la calle, en realidad es feo. Ese es su gran talento actoral.

placeholder Elena Anaya, María León y Susi Sánchez en 'Mentiras piadosas'. (SkyShowtime)
Elena Anaya, María León y Susi Sánchez en 'Mentiras piadosas'. (SkyShowtime)

La serie decide que el marido sea escritor porque Elena Anaya es rica, vive con Hugo en un chalet primoroso y tienen dos hijos del matrimonio anterior de él que parecen, uno, un "Javi", y el otro, un niño que no creció después de hacer Verano azul. Es una familia insufrible. Se aman en los desayunos. Ese rollo. Entonces, para no ser redundantes con otro personaje ejecutivo, ponen a Hugo Silva a escribir novelas, siguiendo el mito (que debería haber muerto hace décadas) de que ser escritor tiene algo que ver con el dinero, con la sofisticación y con la buena vida.

Por ejemplo, Silva deja su trabajo en televisión porque le van a dar un adelanto para escribir su nueva novela. Un adelanto a un escritor del perfil de Hugo Silva serían 4.000 euros.

Foto: Cartel de 'Mentiras pasajeras'. (SkyShowtime)

Curiosamente, siendo todos ricos en la serie, no salen criadas. La casa está limpísima pero se limpia sola. Renunciar a sacar criadas y niñeras y limpiadoras y “chicas” en series y películas (lo vimos en Una vida no tan simple) tiene que ver con ahorrarse actores, obviamente. Pero quizá es un modo involuntario de extender la invisibilización del servicio doméstico en la vida cotidiana: nadie saca a las criadas en sus selfies de Instagram.

Mentiras

El caso es que la mujer no le dice al marido que la han despedido, y que la van a crujir en un juzgado, y el marido no le dice a ella que su novela ha sido rechazada por la editorial, y no hay adelanto alguno. La familia millonaria de las primeras escenas es ahora inope, y algo tendrán que hacer para pagarles a los niños el colegio privado. El argumento de siempre en el cine, vamos: ¡los ricos también sufren!

Con sólo tres capítulos disponibles a la hora de escribir esto, la serie está muy bien; muy bien dirigida, muy buen casting (estupendísima Pilar Castro como Maite), muy buena música petarda en el cierre de cada capítulo. Un mérito muy apreciable es cómo la serie te presenta a decenas de personajes en el primer episodio, sin resultar agobiante o liosa. La producción corre a cargo de los hermanos Almodóvar, lo que se nota poquísimo. De hecho, los escenarios y los árboles parecen los mismos que los de Pollos sin cabeza, en una especie de homogeneización total de la serie española de calidad.

Los árboles parecen los mismos que los de Pollos sin cabeza, en una especie de homogeneización total de la serie española de calidad

Lo único horrible de la serie es la ropa, particularmente la que luce Elena Anaya. Como no sé nada de moda, puedo decirlo con rotundidad: es un espanto. Si no fuera espantosa, ni siquiera me hubiera fijado. Cuando la actriz se calza unos zapatos de Prada, leemos "Prada" unas quince veces (la caja, el papel, la plantilla del zapato, el broche del zapato), lo que queda terriblemente paleto.

"Nunca pensé que me podría permitir algo así", dice una chica pobre cuando Elena Anaya le pincha belleza en un pómulo. El motor argumental de Mentiras pasajeras recuerda al de Granujas de medio pelo (2004), de Woody Allen: poco a poco se hace negocio con lo que parece una ocurrencia, una nadería o un parche. Del pico de heroína en los años 80 y en las películas de los años 80 de Almodóvar hemos pasado al pico de ácido hialurónico y botox en la realidad, y en las series que produce Almodóvar en nuestro tiempo. ¿Es eso un avance?

Cuando se habla de "democratizar", siempre se consigue hacer a todos más idiotas. Se democratiza el fútbol; se democratizó la fama; se democratizará la cocaína y el éxtasis. Si algo es banal, adictivo o embrutecedor, siempre habrá alguien que quiera propagarlo. El verbo "democratizar" se emplea para meter a más gente en callejones sin salida, y hacerles vivir vidas completamente insustanciales, y aumentar el consumo de benzodiacepinas y psicólogos. Todo lo malo se democratiza, porque la democracia ya no es el poder para el pueblo, sino la pasividad para el pueblo.

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