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'Te estoy amando locamente': cómo ser homosexual y no acabar encarcelado, apaleado o 'electroshockeado'
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'Te estoy amando locamente': cómo ser homosexual y no acabar encarcelado, apaleado o 'electroshockeado'

Alejandro Marín dirige en su ópera prima un drama ambientado en la Sevilla de 1977 sobre la homosexualidad, considerada entonces delito

Foto: Álex de la Croix, Carmen Orellana, Alba Flores, La Dani y Lola Buzón. (Filmax)
Álex de la Croix, Carmen Orellana, Alba Flores, La Dani y Lola Buzón. (Filmax)

Encarcelados, electroshockeados, apaleados. Vivir abiertamente la homosexualidad o la transexualidad durante la vigencia de la Ley de peligrosidad social —aprobada en 1970 por el régimen franquista y derogada en su totalidad en 1995, con Felipe González— significó en España exponerse a los métodos de rehabilitación que la Justicia tenía reservados para quienes la psiquiatría todavía consideraba enfermos. Te estoy amando locamente, la ópera prima de Alejandro Marín, recrea aquella España gris de grises —es decir, de represión policial— en una especie de Pride/Orgullo (2014) o de 120 pulsaciones por minuto (2017) patrio en la que recupera la lucha del colectivo LGBTI cuando ni siquiera el uso de estas siglas se había concebido. Mitad drama político-social y mitad historia de autodescubrimiento y despertar sexual de un adolescente —interpretado por Omar Banana—, la película de Marín consigue, sobre todo, un reparto en completa sintonía, lleno de actuaciones memorables y encabezado por una Ana Wagener en el papel de mater dolorosa que dará que hablar en la temporada de premios.

Ambientada en Sevilla en el año 77, Te estoy amando locamente entreteje la Historia (con mayúscula) de mítines, asambleas y recogidas de firmas con la historia (con minúscula) de Miguel, aspirante a estudiante de Derecho hijo de una familia humilde de costureros y con un padre muerto recientemente. Remedios (Wagener) es una madre inquisitiva y sobreprotectora, una interpretación de la actriz canaria llena de matices y profundidad y que, incluso, consigue aprobar con nota el examen de un acento sevillano tomado prestado. Pero en realidad, Miguel sueña con participar en un programa de televisión saliéndose por Mari Trini. Es curioso que siempre sean abogados que ansían ser cantantes y nunca cantantes que anhelen ejercer la abogacía.

placeholder Otro momento de 'Te estoy amando locamente'. (Filmax)
Otro momento de 'Te estoy amando locamente'. (Filmax)

Marín ha congregado alrededor suyo un reparto coral con mucha personalidad, con caras poco explotadas, como la de Álex de la Croix, que se come la pantalla, o la de La Dani, artista underground que da el salto al gran presupuesto y que también roba las escenas en las que aparece. Como Lole, la mujer lesbiana cabecilla de la asociación por la derogación de la Ley de peligrosidad social y por la amnistía de sus presos, una Alba Flores polvorilla y, como cura rojo que ampara al colectivo, un Jesús Carroza siempre empático y cálido, un secundario que lleva años pidiendo a gritos un protagónico.

Te estoy amando locamente consigue transmitir la estructura social de patio de vecinas tan idiosincrásica de la España del siglo pasado. Un Estado policial con miles de mirillas dispuestas a colaborar con las autoridades, con personajes tan nuestros como el de la viuda agorera y delatora, siempre penando y siempre con el ojo puesto. O los psiquiatras reconocidos que afirmaban curar la homosexualidad a base de fotos eróticas de mujeres de pechos orbitales, descargas eléctricas y moralina. Quizás hay una excesiva e innecesaria insistencia en subrayar la época con cartelería y referencias y éxitos musicales de la época y quizás falte un poco de grano y de rebeldía en un retrato del submundo de locales gais que queda demasiado limpio de pecado.

placeholder El reparto de 'Te estoy amando locamente'. (Filmax)
El reparto de 'Te estoy amando locamente'. (Filmax)

También favorece a la película el sentido del humor y la candidez de sus personajes, pero sobre todo atrapa la evolución del personaje de Remedios, realmente tridimensional, que representa el gran sueño de ascenso social de una clase trabajadora reprimida y en la clandestinidad. Marín apuesta por una aproximación festiva, incluso liviana, a una reivindicación que encuentra el eco en una actualidad en la que se tiende a olvidar el esfuerzo de las conquistas, que nunca vienen regaladas. En Modelo 77, Alberto Rodríguez apostó por un tono más sombrío y percutante a la hora de contar cómo otro colectivo, esta vez el de la Coordinadora de los Presos en Lucha (Copel), se rebeló contra la brutalidad policial y por la amnistía general. Aquí no hay nada rabioso —quizá se eche un poco de menos algo más de colmillo— y sí muy entrañable en una historia que primero carga su peso en el personaje de Miguel para poco a poco ir cediendo terreno frente a Remedios.

Y es quizás en esta intimidad de Miguel donde la película se queda algo coja, a pesar de la entrañable interpretación de Omar Banana. Hay algo de fórmula en el camino del héroe para encontrarse a sí mismo, para reivindicar su identidad y la de sus compañeras. No hay pulsión sexual, sino más bien un protagonista todavía infantil, demasiado blanco, cuando lo que hablamos es del deseo irrefrenable de enamorarse y follar con quien cada uno quiera, sin que los grandes poderes públicos se metan también en las camas. Te estoy amando locamente es de una moderación y amabilidad transversal que no asusta a nadie, que aboga por lo sentimental frente a lo rabioso, que concilia y celebra, que quiere gustar.

Encarcelados, electroshockeados, apaleados. Vivir abiertamente la homosexualidad o la transexualidad durante la vigencia de la Ley de peligrosidad social —aprobada en 1970 por el régimen franquista y derogada en su totalidad en 1995, con Felipe González— significó en España exponerse a los métodos de rehabilitación que la Justicia tenía reservados para quienes la psiquiatría todavía consideraba enfermos. Te estoy amando locamente, la ópera prima de Alejandro Marín, recrea aquella España gris de grises —es decir, de represión policial— en una especie de Pride/Orgullo (2014) o de 120 pulsaciones por minuto (2017) patrio en la que recupera la lucha del colectivo LGBTI cuando ni siquiera el uso de estas siglas se había concebido. Mitad drama político-social y mitad historia de autodescubrimiento y despertar sexual de un adolescente —interpretado por Omar Banana—, la película de Marín consigue, sobre todo, un reparto en completa sintonía, lleno de actuaciones memorables y encabezado por una Ana Wagener en el papel de mater dolorosa que dará que hablar en la temporada de premios.

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