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'Las que tropiezan': las mujeres ya no lloran, las mujeres cambian leyes
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'Las que tropiezan': las mujeres ya no lloran, las mujeres cambian leyes

José Troncoso estrena en el Festival de Mérida una versión libérrima y feminista de 'Las asambleístas' de Aristófanes, con Silvia Abril al frente del reparto

Foto: Un momento de la representación de 'Las asambleístas' en el Festival de Teatro de Mérida. (Festival de Mérida)
Un momento de la representación de 'Las asambleístas' en el Festival de Teatro de Mérida. (Festival de Mérida)

Salieron de sus casas antes del alba, vestidas con las ropas de sus maridos, con la firme intención de asaltar la Asamblea y de forzar un cambio de Gobierno que diera como fruto leyes más justas, leyes que garantizaran la igualdad y la supresión de la propiedad privada, leyes que permitieran a las mujeres ocupar el poder. Engañaron a los hombres, que votaron y aprobaron sus leyes, y volvieron a casa con sus maridos. Así podríamos resumir Las asambleístas, esa comedia que Aristófanes escribió en el año 392 a. C., no tanto para enarbolar la bandera de un feminismo que aún no había nacido —aunque haya quien califique así esta obra—, sino para evidenciar su visión crítica sobre la democracia y sus excesos.

Aristófanes retratará a las mujeres como se las retrataba habitualmente en la comedia griega antigua —lascivas o borrachas— y, sí, las convertirá en líderes de un plan, pero será un plan absurdo que el autor "plantea no como solución, sino como utopía o fantasía: nada hay de reafirmación del poder femenino, ya que, salvo su acertado manejo de la Asamblea en la que se vota entregar el poder a las mujeres, las acciones posteriores no son solo disparatadas, sino absolutamente contrarias al espíritu de la ciudadanía ateniense", escribe Begoña Ortega Villaro en la obra colectiva Mujer y violencia en el teatro antiguo (Libros de la Catarata). La filóloga considera que tanto en Las asambleístas como en Lisístrata, también de Aristófanes, estas mujeres supuestamente combativas no buscan "aniquilar y reemplazar a los hombres, sino solucionar el problema para poder volver a sus casas con ellos y restablecer el orden tradicional".

placeholder Montaje de 'Las asambleístas' en el Festival de Teatro de Mérida. (Festival de Mérida)
Montaje de 'Las asambleístas' en el Festival de Teatro de Mérida. (Festival de Mérida)

Y todo esto es lo que trata de impugnar el director y dramaturgo José Troncoso en su versión libérrima del texto griego, que ha titulado Las asambleístas (Las que tropiezan), y que estrena este miércoles en el Festival de Teatro Clásico de Mérida, una coproducción con El Terrat con Silvia Abril, Pepa Rus, Maribel Salas, Pepa Zaragoza, Olga Hueso y Gabriela Flores en el reparto. Troncoso (Princesas del Pacífico, Lo nunca visto, La cresta de la ola, Las bingueras…) convierte el clásico griego en un cuento en verso, pero también en una comedia de puertas, una especie de vodevil loquísimo con números musicales, referencias a Justin Bieber, Locomía, Donald Trump o Vox, en el que da voz a esas mujeres que, aquí sí, cuentan su historia sin hombres que las ridiculicen, mujeres vestidas de fucsia que, para llegar a la Asamblea, atravesarán un bosque. Y ese viaje que Aristófanes no contó en su texto es el que imagina y cuenta Troncoso en esta puesta en escena que, como todo su teatro, parte de la idea de juego.

Teatro a pie de calle

"Cuando empezamos a trabajar, nos dimos cuenta de que en la obra de Aristófanes había una elipsis en la que desaparecían las mujeres y después se convertían en motivo de burla de los hombres, que se reían de lo que habían votado en la Asamblea", explica José Troncoso a este diario horas antes del ensayo general del montaje el pasado martes: "La obra de Aristófanes es machista y facha, y mi primera idea, cuando la leí, fue decirle a El Terrat que no la hacía, pero decidimos seguir adelante y apostar por una versión libérrima en la que nos preguntamos cómo sería escribir una comedia griega para el público de hoy con todos los ingredientes griegos, con todo lo popular, lo ordinario y lo soez, sin ponernos exquisitos, sin bañarnos en gasas ni mirar al cielo". Añade Troncoso que su propuesta no se dirige a los "eruditos", sino que es "tremendamente popular, está hecha a ras de suelo, a pie de calle, para la gente que viene al teatro romano y que sueña que son los de entonces".

En Las que tropiezan hay una diosa, Némesis, que, harta de la injusticia que se ceba con las mujeres, decide hechizarlas para que se unan ("solo juntas somos fuertes"), roben las ropas a sus maridos y asalten la Asamblea para sacar adelante unas leyes más justas e igualitarias. Son cinco mujeres y cada una de ellas un arquetipo de la violencia que sufren: Lacia, que idealiza una relación tóxica y de dependencia; Lanzada, que reivindica su derecho a disfrutar, a bailar, a vestir como quiera sin sufrir el acoso de la manada; Serviciala, sumisa y sometida a la tiranía doméstica y cotidiana de una hija y un marido que no saben ni freír un huevo; Geométrica, marcada por las normas, la tradición y la religión católica, y Praxágora, la líder del grupo.

placeholder 'Las asambleístas', la comedia de Aristófanes que se lleva a escena en el Festival de Teatro de Mérida. (Festival de Mérida)
'Las asambleístas', la comedia de Aristófanes que se lleva a escena en el Festival de Teatro de Mérida. (Festival de Mérida)

Y esas cinco mujeres, junto con la diosa, atravesarán un bosque durante la noche, un espacio diseñado por Alessio Meloni en blanco y negro, tan geométrico y vertical como el sistema patriarcal, con puertas y escaleras, una especie de laberinto que se convertirá en un territorio simbólico habitado por la voz de Julieta Serrano en el que las cinco se enfrentarán, como en un juego de espejos, a esa violencia que sufre cada una y que ejemplifica las distintas violencias que sufren las mujeres.

Troncoso habla de brecha y acoso laboral, de la presión sobre los cuerpos de las mujeres, de la culpa y el miedo, de la farsa del amor romántico o de la violencia machista que engrosa la lista de mujeres asesinadas a manos de sus parejas. Y lo hace con los códigos del teatro popular, de la comedia ligera y facilona de gags y carcajadas, con mucha sal gorda ("esas leyes me las paso por el arco del chumino"), mucho chiste sexual verbal y no verbal, y mucha interpelación a un público que el director convierte en esa Asamblea que tendrá que votar las leyes con las que las mujeres buscarán acabar con la desigualdad y la violencia. "Digamos que es un pescado a la sal, pero debajo de esa sal está el pescado y todas las espinas bien ocultas", explica Troncoso, que pone en pie una obra que no engaña a nadie: es entretenida, tiene ritmo, humor, sus seis intérpretes están estupendas y funcionan como un reloj. El mensaje es sencillo y directo y, con tanto chiste, entra sin que te des cuenta, pero no esperen ni profundidad ni complejidad en los asuntos que aborda.

¿Cambio a mejor o a peor?

"Esto es un ejercicio, yo he querido que sea así", explica Troncoso, “y, sobre todo, he querido rendirle homenaje a la tragedia, a la comedia griega tal y como se hacía entonces, que era tremendamente frontal, popular y arquetípica”. Y a eso se suma, dice el director, "mucho de lo que pusieron sobre la mesa las actrices cuando empezamos a trabajar, pero también están sus madres, sus tías, sus abuelas… Y toda nuestra herencia, porque no somos tan modernos como pensamos y, cuando menos te lo esperas, te sorprendes teniendo actitudes machistas. Yo no sé si voy a poder vivir el cambio".

—¿El cambio a mejor o a peor?

—A mejor. Espero que a mejor.

—¿Por qué cree que no va a poder verlo?

—Porque estamos retrocediendo. Porque todos los avances que se han hecho durante siglos se pueden desastrar en un mes. Lo estamos viendo, ¿no?

Salieron de sus casas antes del alba, vestidas con las ropas de sus maridos, con la firme intención de asaltar la Asamblea y de forzar un cambio de Gobierno que diera como fruto leyes más justas, leyes que garantizaran la igualdad y la supresión de la propiedad privada, leyes que permitieran a las mujeres ocupar el poder. Engañaron a los hombres, que votaron y aprobaron sus leyes, y volvieron a casa con sus maridos. Así podríamos resumir Las asambleístas, esa comedia que Aristófanes escribió en el año 392 a. C., no tanto para enarbolar la bandera de un feminismo que aún no había nacido —aunque haya quien califique así esta obra—, sino para evidenciar su visión crítica sobre la democracia y sus excesos.

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