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Marieta ya no visita a Gelines
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veinte nidos con aforo completo

Marieta ya no visita a Gelines

La colonia de cigüeñas de Pepe Quintana en Cantabria, la más septentrional de España, ha roto la convención que decía que esas aves no se aventurarían a formar familias tan al norte

Foto: Una bandada de cigüeñas. (EFE/Javier Balver)
Una bandada de cigüeñas. (EFE/Javier Balver)

Cuando quisimos volar nos fijamos primero en las cigüeñas. Lo hicieron los hermanos Lilienthal, Gustav y Otto, alemanes del norte, antes que los famosos hermanos Wright. Tras horas de observación obsesiva de nidos y prados en su ciudad de Pomerania, publicaron el libro Bird Flight as the Basis of Aviation. Las cigüeñas son las protagonistas entre un montón de diagramas, ecuaciones aerodinámicas y cálculos imposibles: "Vuelan sin esfuerzo ni batir de alas (...) e imparten su lección en el lenguaje de la fábula animal". El libro fue reseñado en la revista Science como "no de gran valor teórico y lejos de la realidad". Al menos los Lilienthal inventaron el primer ala delta. Así se mató Otto. Era todavía el año 1896.

Ochenta años después un trabajador de la Bimbo baja con su moto el puerto del Escudo, en Cantabria. En la cartera de su Mobylette duerme un cigoñino de Corconte que se ha caído del nido. Le ha avisado su hermana Mercedes, que es maestra en el pueblo. Pepe es la persona a la que llamas si se trata de animales. Es taxidermista autodidacta y constructor de cualquier cosa (jaulas, pajareras, incubadoras). Un hombre de campo con manos privilegiadas.

placeholder Una réplica del planeador creado en 1894 por los hermanos Lilienthal.  (EFE/Stefan Sauer)
Una réplica del planeador creado en 1894 por los hermanos Lilienthal. (EFE/Stefan Sauer)

Aquel cigoñino siniestrado prosperó gracias a Pepe, cuidador de intuiciones. Un montañés prendado de las cigüeñas desde que consigue acordarse. "Por su porte, su elegancia y su cercanía con el hombre", cuenta de carrerilla.

Su colonia empezó por casualidad. Más cigoñinos cayeron de nidos por la provincia (también como cruel medida de control familiar de las madres, por la superpoblación de los nidos) y más fue acogiendo y salvando Pepe. Terminó formando parejas. Consiguió postes telefónicos. Colocó nidos metálicos encima que ellas amueblaron con palos y ramas. Pidió permisos municipales.

Las cigüeñas que criaban en Cantabria se sintieron atraídas por la oferta. También por el incomparable paisaje del pantano de Heras, un antiguo embalse en el que los mineros del pico brusco de Peña Cabarga enfriaban el hierro que arrancaban a la montaña. Hoy es un lugar paradisíaco con veinte nidos de aforo completo. Aquellas cigüeñas rompieron una convención: la que aseguraba que nunca se aventuraban a formar familias tan al norte. Todavía hoy la colonia de Pepe Quintana es la más septentrional de España. Ha sido durante años un centro de recuperación de aves. Y el hogar de su familia desde 1936.

placeholder Cigüeñas en Cantabria. (EFE)
Cigüeñas en Cantabria. (EFE)

Los paseantes de la zona se hacen los despistados para allanar la finca tres pasos y poder mirar mejor. Los repartidores de Amazon piden permiso para hacer fotos. Los ecologistas peregrinan al sitio. El ayuntamiento de Solares-Medio Cudeyo acaba de dedicarle a Pepe un homenaje. Sale en la foto apoyado en su cachava. Ya tiene 81 años.

Alguno más peina Gelines, una de las cinco únicas vecinas del pantano por el lado cercano a la Nacional 635. Gelines se lamenta nada más vernos. Marieta ya no viene, cuenta con los ojos muy abiertos. Nos lo dice una tarde de sábado frente a su casa, abrigada con un anorak rojo aunque haga sol y sea junio.

Marieta tiene 33 años y visitaba todos los días a Gelines, sin importar el tiempo que hiciera o la oportunidad del calendario. "Yo siempre la llamaba y venía, así, hacia mí", y Gelines imita la forma de andar de Marieta, entre zamba y alegre. Marieta no es su hija, que ya no vive allí, pero también viene mucho a verla, sino una cigüeña. La más vieja de la colonia de Pepe Quintana.

placeholder Pepe Quintana, con varios postes al fondo con nidos de cigüeñas. (EFE/Esteban Cobo)
Pepe Quintana, con varios postes al fondo con nidos de cigüeñas. (EFE/Esteban Cobo)

Engrosa el grupo que desafía su propia condición migratoria. Algunas abusan de la hospitalidad y se quedan todo el año en Cantabria, renunciando al acostumbrado viaje hacia África cuando llega agosto o septiembre. Se vuelven reconocibles y le pierden el miedo a las personas. Se les pone nombre.

Fiu fue una de las primeras en tenerlo. Estaba tan empadronada que escoltaba a una de las hijas hasta el autobús escolar, hasta la carretera. "Luego yo me montaba, le decía adiós con la mano y Fiu se volvía a casa volando", me cuenta ella. "Mis compañeros de clase miraban por la ventana y alucinaban, pero a mí me parecía de lo más normal".

placeholder Una cigüeña y sus cigoñinos en la colonia de Pepe Quintero. (EFE/Esteban Cobo)
Una cigüeña y sus cigoñinos en la colonia de Pepe Quintero. (EFE/Esteban Cobo)

Marieta, soltera que ha tenido muchas parejas, también empezó a tener hábitos reconocibles. Venía todos los días al prado a la espalda de la casa de Gelines (dos plantas, cochera sencilla, manguera azul, antena parabólica oxidada). Y es imposible saber del todo por qué. Allí pasaba buena parte del día, no solo porque la mujer le daba alguna cosa de comer. El vínculo trasciende las transacciones. A Marieta le gustaba habitar la hierba de Gelines y Gelines se acostumbró a ver a Marieta cada día.

"Incluso he salido a llamarla. ¡Marieta! ¡Marieta!, pero nada", dice Gelines mientras la brisa que viene de Santander mueve los rosales. Ni Pepe ni su familia saben qué fue de Marieta, siempre apostada, como una agente de tráfico blanca y negra, sobre el largo verde a la entrada y salida del vecindario, del callejo que franquea la entrada al paraíso.

Es raro que una cigüeña viva más de 20 o 25 años. Marieta cumplió por lo menos 33, o eso asegura el cuaderno verde donde Pepe Quintana tiene apuntadas estas cosas, esta fe de vida y llegada imprescindibles. "De la edad de sus hijas casi nunca se acuerda", bromea otra de ellas. La memoria de Gelines tampoco está para muchas páginas, para muchos vuelos, pero le da de sobra para echar de menos a su amiga. Pájaro de hombres, campanarios y aviadores.

Cuando quisimos volar nos fijamos primero en las cigüeñas. Lo hicieron los hermanos Lilienthal, Gustav y Otto, alemanes del norte, antes que los famosos hermanos Wright. Tras horas de observación obsesiva de nidos y prados en su ciudad de Pomerania, publicaron el libro Bird Flight as the Basis of Aviation. Las cigüeñas son las protagonistas entre un montón de diagramas, ecuaciones aerodinámicas y cálculos imposibles: "Vuelan sin esfuerzo ni batir de alas (...) e imparten su lección en el lenguaje de la fábula animal". El libro fue reseñado en la revista Science como "no de gran valor teórico y lejos de la realidad". Al menos los Lilienthal inventaron el primer ala delta. Así se mató Otto. Era todavía el año 1896.

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